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XXXI





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Gyda Stark arrugó la carta que estaba en sus manos por la rabia, y la importancia que empezó a sentir su cuerpo. Habían facilitado que Tywin recuperara a su hijo.

—Esperame arriba, traeré tu armadura —señaló la Reina del norte a su hermano Ivar bajando por la escalera para llegar al patio del castillo. Sus guardias la seguían con rapidez. La esposa de Ubbe la esperaba abajo.

—¿Qué haremos? —Preguntó Eira con sus ojos desorbitados. Nadie esperaba la llegada del ejército.

—Busca la armadura de Ivar, Y a Aslaug y Arya para reunirse en mi habitación. Nos vemos ahí —ordenó Gyda sin detener sus pasos. La curandera obedeció sin refutar la decisión de su reina—. ¡Jon! —bramo el nombre del pequeño Jon cuando llegaba con viento gris a su lado—. Libera a Viento gris por la puerta trasera —ordenó la reina del norte agacharse a la altura del lobo—. Thrrhen, libera a los cuervos con pergaminos, no deben ver al lobo. Y cuando termines ven a mi habitación. —Karstark obedeció de inmediato dirigiéndose al lugar donde retenían a los cuervos—. Busca a Robb lo más rápido que puedas, estamos en peligro. —Viento Gris corrió con rapidez, oliendo el peligro a través de las palabras de Gyda—. Síguelo Jon, y después nos reunimos en mi habitación. Y Ned, reúne a todos los hombres y mujeres para luchar en el patio. Y...

—Luego me dirijo a su habitación —expresó Woods saliendo con rapidez al reunir a los pocos hombres que tenía la Reina a su disposición.

Los pies de Gyda corrían por los pasillos del castillo para llegar a su habitación, la Reina escuchaba los pasos de Rodrik detrás de ella.

Robett Glover resguardaba su habitación.

—Entren Ambos —ordenó la Reina del Norte entrando a su habitación botando la carta de su manos, al momento que empezaba a sacarse la ropa en busca de su armadura.

—¿Qué sucede? —preguntó Jaime observando la entrada urgente de Gyda a la habitación, y de cómo ella se sacaba su ropa delante de sus hombres.

—Escúchenme, Twyn ha llegado por su hijo —apuntó Gyda sacandose el vestido. Rodrik salió en busca de su armadura para ayudarla a vestir a su reina, mientras Robett bajaba la vista del cuerpo desnudo de su reina.

—¿Qué?¿Mi padre está aquí? —preguntó el Matarreyes sentándose en la cama de un golpe.

—Debemos aguantar todo lo posible para que Robb llegue. Conversaremos con ese hombre para retrasar el golpe, no creo que haya llegado hasta aquí para ver a su hijo muerto —añadió la Reina al momento Jon, Thrrhen y Ned llegaban a la habitación.

—Debe tener algo para negociar con usted —expresó Rodrik ayudándole a colocar el peto de la armadura.

—Lo que sea, no le entregaré a Jaime —musito Gyda posando sus ojos en el cuerpo de Jaime—. ¿Cuántos son en total? —preguntó Gyda a Need.

—Cien —contestó el guardia de la reina.

—Quiero la mitad arriba, y la otra aquí abajo resguardando cada acceso que tenga este castillo —ordenó la Reina posando su mirada en su guardia.

—Entiendo a mi Reina — puntualizó Ned asintiendo con su cabeza.

—Puedo conversar con él, convencerlo de que no ataque —explicó el Matarreyes tratando de levantarse de la cama, pero Rodrik levantando su espada para apuntarlo.

—No necesito de ti —puntualizó Gyda colocando el pantalón—. Si su padre ataca, su vida se termina. No morire sola este día.

—No es necesario, mi padre la tendrá cautiva para que Robb detenga la Guerra. No le hará daño—comentó Jaime volviéndose a sentar en la cama nuevamente.

—Ningún hijo norteño será rehén de un sureño —explicó Gyda posando su mano en su vientre. Su bebe pateaba con fuerza—. No nací para ser cautiva.

—Gyda, no es necesario que mueras por esta guerra —bramó Jaime tratando de razonar con la Reina del Norte. Gyda se encaminó a su mueble donde se resguardaba su espada.

—Solo termina de una forma, con la redención de su padre o con mi muerte. —Gyda levantó su espada apuntando a Jaime. Era la redención de Tywin o la muerte de Jaime. La presencia de las mujeres de su familia entraron a la habitación.

—Deben quedarse aquí. —Empezó a ordenar la Reina del norte.

—¡Puedo pelear! —bramo Arya Stark interrumpiendo a la esposa de su hermano.

—No, necesito que se queden aquí. Resguardarán a Jaime, y lo mataran si es necesario —ordenó Gyda observando a Eira y Aslaug. Ambas asintieron con su cabeza.

—¿Cuál es el sentido de cuidarme para matarme? —Bramo Jaime al escuchar las palabras de Gyda.

—Pregúntele a su padre —Contestó Gyda sin dirigir su mirada al matarreyes. En cambio su mirada se concentraba en las tres mujeres que estaban delante de ella—. Cuidense, estaré con Ivar —expresó la Reina bajando su tono de voz para dirigirse a las mujeres. Eira le paso la armadura de Ivar, para luego abrazarla.

—Gyda, puedo ayudarte —murmuró Arya llamando su atención. Gyda se soltó del abrazo de su amiga para acercarse a la madre de su hermanos.

—Si entran, maten a Jaime y escapen del lugar. Busquen a Robb o vuelvan a Kattegat, es lo más seguro. —Aslaug asintió posando sus manos en el vientre de Gyda.

—La fuerza tuya y la del niño que tienes en su vientre es imbatible —expresó la madre de sus hermanos conectando su mirada en ella—. Estar embarazada le da una fuerza que nadie la posee. Utilízala, y gana.

Y Gyda la abrazo. Aquel gesto sorprendió a ambas.

—Arya, se fuerte. Y no dejes que te atrapen —puntualizó la Reina del norte tocando el cabello corto de la hermana de su esposo. Y se alejó con rapidez, quizás sería la última vez que las vería.

Robett Glover siguió resguardando su habitación.

—¡Silencio! —Bramo la Reina del norte llegando al patio del castillo. Los hombres y mujeres se acallaron. Gyda se acercó junto con su guardia—. Se que tenemos un ejército grande a las afueras del castillo —Gritó la Reina obteniendo la atención de todos los hombres—. Pero debemos aguantar, el reino norteño tendrá el aviso y volverán para masacrarlos.

—¡Sí! —Se escucharon los gritos de sus guerreros. Gyda levantó su espada.

—¡Le mostramos a Tywin Lannister que la fuerza de un norteño vale cien sureños afeminados! —Bramo la Reina del norte al momento que escuchaba los gritos de sus hombres—. Guialos —susurro Gyda a Need mientras subía la escalera con su guardia detrás para encontrarse con su hermano

—Toma. —Gyda le entregó la armadura a su hermano. Ivar empezó a desvestirse con dificultad. La mirada de la Reina del norte se posó en el gran ejército que estaba a las fueras.

Gyda Stark estaba nerviosa, no tenía los hombres para enfrentar al ejército de los leones, y no contaba con todos sus hermanos para su ayuda. La hija de Lagertha había luchado miles de veces, pero ante salvajes, hombres indisciplinados, carente de entrenamiento militar y de armas. Pero estar delante de un gran ejército de un gran señor de Poniente, el más rico de los sietes reinos...era intimidante.

—Debemos luchar. —Escucho Gyda las palabras de su hermano menor al lado de ella.

—Perderemos —musito la Reina del norte tratando de divisar al padre de Jaime—. No tenemos hombres, debemos retrasarlo hasta que Robb llegue. —Gyda volvió su rostro para encontrar al Ser RodriK Forrester a su lado—. ¿Conoces a Tywin? —preguntó al percatarse de tantas cabelleras rubias. Él negó con su cabeza.

—Creo que es él —indicó Rodrik apuntando con su dedo.

La Reina del norte observó cómo un hombre montando a caballo blanco se adelantaba de su ejército para encaminarse a la puerta de la fortaleza. Tywin era un hombre viejo, más que el padre de Gyda, pero su postura era intachable. El rostro de Tywin permanecía sin emoción, alzando su rostro para conectarlo con el rostro de la Reina del norte. Ninguno de los dos conocía el rostro del otro, pero al verse supieron al instante que eran enemigos.

—Claro que lo es. —Un gran león dorado adornaba su armadura. Gyda observó su armadura, carecía de adornos y brillo. Al cambio su armadura estaba dañada, abollada, pero demostraba las numerosas batallas que había enfrentado en el Norte.

—Se viste mejor que Aslaug —murmuró Gyda logrando sacar una sonrisa de la cara de su hermano menor.

—¡Gyda Stark! He venido en busca de mi hijo, Jaime Lannister —bramo el Guardián del occidente con todo tipo de hostilidad. La Reina del norte no respondió, siguió observando a aquel hombre—. No me iré, sin mi hijo.

—Bajaré para conversar con Tywin. Rodrik y Jon me acompañaran, si ves algo extraño, mátalos o Mátame a mí —expresó la Reina del norte a su hermano menor—. Pero no dejes que me secuestren.

—Nunca —expresó su hermano menor frunciendo su ceño—. El viene por su hijo, no te matara.

—Eso espero —manifestó la Reina del norte para bajar las escaleras y dirigirse a la puerta principal.

—¡Abran la puerta! —Grito Rodrik, y la puerta se abrió al instante.

Todo el ejército sureño posaba la mirada en la Reina del Norte. Gyda no se intimidó, sus pasos empezaron a encaminarse para encontrar con un hombre alto, rubio y de ojos azules. El hombre bajó del caballo con elegancia, dando dos pasos hacia adelante para quedar al frente de la esposa de Robb Stark.

—Me lo imaginaba más alto —expresó La Reina del Norte al momento que sus pasos llegaban al frente del cuerpo del padre del matarreyes. Tywin no mostró ninguna expresión en su rostro al escuchar las palabras de Gyda.

—Es increíble lo que se puede aprender de los enemigos —añadió Tywin. La Reina sabía de lo que se refería. Había utilizado el plan de Robb, el plan que había provocado el secuestro de Jaime Lannister.

—Hemos enviado nuestra propuesta de paz, dictamos nuestros términos —puntualizó Gyda frunciendo sus brazos—. He de suponer que ha traído la independencia del Norte, y a Sansa con ella.

—El norte jamás será independiente. Ned Stark fue un traidor a la corona —bramo Tywin sin desconectar la conexión de su mirada con la Reina del norte.

—Los hijos de Cersei Lannister, son de su hermano gemelo. No son los verdaderos herederos. Ned murió por esa verdad -contestó la Reina del Norte con tranquilidad frunciendo sus brazos delante de su vientre abultado.

—¡Blasfemias! —Bramó el padre de la Reina de Poniente. Y en ese momento Gyda observó un gesto en el rostro del hombre. Furia.

—Sabe que es verdad, simplemente no lo quiere admitir —puntualizó la hija de Ragnar.

—No he venido en busca de mentiras, he venido por mi hijo —expresó Tywin Lannister suavizando su rostro. Tragándose la rabia—. Le perdonaré su vida, y a los hombres que la acompañan. No hay mejor trato que ese —reveló Tywin sin cambiar expresiones por su rostro.

—¿Y Sansa? —preguntó Gyda dando un paso al frente.

—Aquí está. —La Reina del norte observó cómo el cuerpo de una niña pelirroja salía entre el tumulto de guerreros. Un hombre parecido a Tywin la llevaba agarrada de su delgado brazo—. Sansa por Jaime. Arya se quedará en la fortaleza roja como dama de la Reina de los sietes reinos para asegurar la fidelidad....

Desconozco la otra niña que tienes, porque Arya no está en la Fortaleza Roja. —Interrumpió la Reina del norte el discurso del guardián del Occidente, pero antes de que Tywin hablara levantó su mano para silenciarlo—. No hay necesidad de mentira, yo misma la saque de esa ciudad de mierda.

Tywin estaba sorprendido por la osadía de la mujer de callarlo. Había esperado una mujer sumisa al frente del ejército sureño, pero Gyda Stark era distinta. Era todo lo que había oído de ella. Más Rey que reina, más hombre que mujer, más esposo que esposa, y más peligrosa que todo el ejército norteño.

—¿Estás bien? —preguntó Gyda observando el rostro de Sansa.

La hermana de Robb se veía distinta, ya no era la dulce niña que salió de Invernalia. Su mirada era severa, su rostro sin emociones. Y no dejaba de ver a la esposa de su hermano mayor. Estaba tan cerca de casa, de lo que había estado hace un año.

—Si —musito Sansa en respuesta.

Gyda quiso sonreír y entregarla la tranquilidad a la hermana de Arya, pero la Reina del norte no quería a Sansa en soledad. Ella quería la libertad del norte de los sureños, era la única forma que sus hijos crecieran sin el peligroso acechandolos cada segundo.

—No cambiaré a Sansa por Jaime —aclaró Gyda con tranquilidad soltando un suspiro al instante—. Nuestros términos han sido dictados —expresó la Reina del norte. Gyda sabía que al intercambiar a Jaime, el ejército de Lannister atacaria de igual forma—. No tendrá a su hijo y se camina un paso al castillo matare a su hijo, y lo enviará por parte a sus pies. Partiré por sus bellos ojos azules...

—No es capaz —Bramo un hombre detrás de Tywin. Era el hombre que tenía agarrado del brazo a la bella Sansa.

—Se sorprendería de lo que estoy dispuesta hacer por la independencia del Norte de reyes ignorantes y crueles —Bramo Gyda refiriéndose al nieto de Tywin—. Obtendrá a su hijo de una forma, y está ligada con la libertad de Sansa y del norte.

—Nada me detiene matar a Sansa y usted en este momento —Bramó el padre de la Reina del poniente dando un paso hacia la Reina del norte.

—Solo el hombre que le apunta con su arco —musito Gyda volviendo su rostro a la muralla, donde su hermano Ivar apuntaba al guardián del occidente.

—Medite su respuesta, no olvide que tiene un niño en su vientre. He de suponer que quiere que viva —indicó Tywin Lannister apuntando con su dedo al vientre de la Reina del norte.

—No hay otra propuesta, obtendrá a su hijo con la libertad de Sansa y el norte —expresó nuevamente Gyda Stark.

—Si mata a Jaime, Sansa morirá al instante —aclaró Tywin frunciendo su ceño. Gyda comprendió que estaba perdiendo la paciencia. La Reina del norte escuchó un pequeño sollozo por parte de Sansa.

—En realidad nunca me agrado Sansa —expresó Gyda bajando su voz, tratando de demostrar que le contaba un secreto para que la hermana de Robb no la oyera—. Pero los descendientes de Ned Stark no se acabarían, el de usted moriría con Jaime.

Tywin no contaba con la astucia que hablaba la mujer norteña. Debía reconocer que era inteligente y rápida con las palabras.

—Le daré un día para considerar mi oferta, si no accede atacaré al castillo y morirán todos lo que están dentro de ella —expresó Tywin Lannister girando su cuerpo para alejarse de la presencia de la esposa del Rey del norte. Gyda Stark emitió el movimiento del guardián del occidente.

—Hemos matado a los cuervos, su esposo no llegará a su rescate —Bramó el hombre que estaba al lado de Tywin Lannister, al momento que las puertas se abrían.

—¡Soy una escudera norteña! ¡Jamás he necesitado rescate! —Gritó la Reina del norte girando su cuerpo para observar como las puertas se cerraban al frente de ellas, observando por última vez al ejército sureño con Sansa Stark entremedio.

—¿Mi Reina? —preguntó Rodrik en voz baja al percatarse que su reina no se movía. Aun miraba aquella dirección, pero la puerta estaba cerrada.

—Que los hombres se alimenten, será una larga noche —ordenó Gyda Stark girando su cuerpo para observar a Rodrik Forrester.

—De inmediato —contestó Rodrik obedeciendo la orden de su reina. Gyda se quedó con la presencia del pequeño Jon Umber.

—Nos atacaran de cualquier forma. Aunque entreguemos o no al matarreyes —expresó Jon Umber.

La Reina del norte asintió con su cabeza.

–Solo busca la forma de que su hijo salga vivo de aquí. Es lo que le importa —indicó Gyda caminando por el patio de la fortaleza para subir la escalera para juntar con su hermano menor.

—¿Por qué no tortura a Sansa para conseguir a Jaime? —preguntó Ivar confundido por el actuar de Tywin.

—No lo hará al frente de sus guerreros, de nobles señores. La tortura no está permitida —aclaro la Reina del norte apoyándose en el cuerpo de su hermano menor—. Solo necesito un día. Mañana Robb llegará.

—Nacemos para morir —murmuró Ivar oliendo el cabello de su hermana mayor. Si de todos los hermanos debía elegir uno para morir, sería al lado de la única mujer descendiente de Ragnar. La única mujer que admiraba.

Su hermana y su reina. 


LLa noche llegó con rapidez. Gyda Stark y Ivar Ragnarsson no se apartaron de la muralla. No le quitaron la mirada al ejército sureño que estaba a sus pies. Analizando cada movimiento del ejército, los guerreros no se movían solo la observaban. Pocas tiendas se armaron, Tywin atacaria si o si en la mañana.

—¿Cómo supo Tywin Lannister que su hijo estaba aquí? —preguntó Gyda girando su rostro para ver el cuerpo de su hermano. Apoyado en la pared con su arco en sus manos.

—Tenemos un traidor —musito Ivar en aquella respuesta. Lo sabía desde que el ejército había llegado a sus pies.

—¿Quién? —preguntó la Reina del norte comiendo un pedazo de manzana. Ivar se encogió de hombros ante esa pregunta.

—¡Mi Reina! Trataron de entrar a su habitación —Bramo Jon Umber llegando a su lado con el rostro descompuesto.

Gyda boto la manzana de sus manos para correr por el patio del castillo en busca de su habitación, pero antes de llegar un charco de sangre la detuvo. Dos cuerpos estaban tirados al suelo, cada uno sin vida. La Reina del norte buscó en los rostros de los hombres similitudes con la cara de Robett Glover.

—Mi Reina... —Una voz herida se escuchaba. Robett Glover salió de su habitación herido en su abdomen. El pequeño Jon se acercaba con rapidez para afirmar a su compañero.

—Llevalo a la habitación —ordenó Gyda entrando a la habitación detrás de sus guardias. La Reina del norte observó otros charcos de sangre en el suelo, y dos cuerpos más. Rezo para que no fueran las mujeres de su familia.

—Eira me salvó... —murmuró Glover sentándose en la cama de la Reina. La curandera había reaccionado con rapidez sacando su arma para defenderse al escuchar los ruidos afuera de la habitación de su reina.

—No hables —ordenó la curandera acostando el cuerpo de Robett Glover para ver su herida. Gyda observó que la madre de sus hermanos estaba en perfecta condiciones, detrás del cuerpo de Jaime Lannister.

—Nos protegió. Trato de ordenar aquellos hombres que no nos atacaran —reveló Aslaug detrás del cuerpo de Jaime Lannister.

—Tienen a Sansa en el ejército —confesó Gyda conectando los ojos con los azules de Jaime—. Quieren un intercambio de rehenes.

—¿No es lo que quieres? —preguntó Jaime confundido. Gyda negó con su cabeza.

—¿Ella está bien? —preguntó Arya Stark.

La Reina del norte busco con su mirada el cuerpo de hermana menor de Robb para encontrarlo sentado en el suelo observando a los hombres muertos.

—Lo está —aclaro Gyda.

—¿No lucharás por ella? —Pregunto la pequeña Arya sin quitar la mirada de los cuerpos.

—Tengo otro plan —musito Gyda. El plan era esperar el ejército norteño, Si era la voluntad de los dioses, el norte tendría en su poder a dos grandes Lannister como rehenes—. Jon ayúdame a mover los cuerpos. —Ambos corrieron los cuerpos de la habitación de la reina para juntarlos con los dos hombres muertos que estaban afuera.

—Mi reina...—Bramo Ned Woods acercándose a ella para suplir la tarea que estaba realizando Gyda.

—¿Por donde entraron? —preguntó Gyda a sus hombres. Ellos se encogieron de hombros.

—Averiguenlo, y custodien aquel lugar —ordenó la Reina del norte. Sus hombres asintieron con la cabeza.

Al momento que la Reina del norte se quedó en soledad en el pasillo, pudo escuchar sus pensamientos. Y lo único que se cruzaba en su mente era la imagen de su esposo cabalgando para salvarla. Y un sentimiento de impotencia creció en ella. Gyda Stark no quería ser salvada, no quería ser una damisela que necesitaba un rescate. Su padre y su madre no la habían criado de esa forma, pero aquí en Poniente había necesitado más ayuda de la que creía.

—Majestad.... —La voz de Rodrik llegaba al castillo interrumpiendo su soledad—. Le he traído algo para comer. —Forrester llegaba con un plato de comida para ella. Gyda al ver el plato un rugido de hambre salió de su estómago. Ambos los escucharon y no pudieron evitar reír por el sonido.

—Será un norteño hambriento —manifestó la Reina del norte colocando sus manos en el vientre, sintiendo las patadas de su pequeño hijo. 


Las horas avanzaron, la noche pasaba con rapidez, y la Reina del norte estaba segura de su victoria. En unas horas su esposo llegaría. La Reina del norte hablaba con sus guerreros al momento que un grito llamó su atención. Alguien la llamaba.

—Tywin está afuera —Bramó su hermano desde arriba—. Está solo.

—¡Rodrik! —Gyda llamó a su guardia al instante, el único que estaba disponible en ese momento. Ambos se encaminaron juntos a la puerta, pero antes de que se abriera Rodrik habló.

—Moriría por usted —susurró El mayor de los hermanos Forrester.

—Al igual que yo —contestó la Reina del norte con sinceridad. Ella moriría por su familia y por sus guerreros. El amor siempre debe ser recíproco.

Y la puerta se abrió.

La luna iluminaba el cuerpo de Tywin Lannister. Su cabello rubio brillaba aún más con la luz de la luna.

—He venido a escuchar su aceptación al cambio de rehenes —indicó el guardián del occidente frunciendo sus brazos al frente de su cuerpo.

—¿Me creería si le dijera que he fornicado con su hijo? — Reveló Gyda con tranquilidad. El papá de Jaime se sorprendió, no lo esperaba—. Me ha declarado su amor. Ha mencionado que soy distinta a las demás, que seriamos un dúo invencible...

—Le creo —puntualizó el padre de la Reina Viuda de Poniente—. Jamás se interesó en una doncella.

"Solo en su hermana" pensó Gyda al instante.

—Al parecer le gustan las escuderas —señaló Gyda con una pequeña sonrisa—. Y admitió que le hubiera gustado casarse conmigo.

—Estoy seguro que lo haría para deshonrar mi apellido —Refuto Tywin.

—Su apellido ya está deshonrado —Aclaro Gyda con un falso rostro de confusión— Al momento del incesto.

—¡Callate! —Bramó el padre de Jaime. Rodrik desenfundo su arma al instante.

—!Arqueros! —Gyda escuchó la orden de su hermano menor.

—¡Quiero a mi hijo! —Bramo Tywin Lannister con hostilidad dando un paso adelante—. Dame mi hijo, y perdonaré su vida

—No importa mi vida. No rogaré por ella —admitió Gyda aferrándose a su vientre. Ella prefería que su hijo muriera en su vientre, que fuera un rehén de los Lannister.

—¿Y por la de su hijo? —preguntó Tywin.

La Reina del norte pensó que se refería al niño que llevaba en su vientre, pero un llanto llamó su atención. Gyda busco con su mirada de donde provenía el sonido, hasta que vio a un hombre con caballo pelinegro sosteniendo a un bebe en sus brazos.

—Creo que has oído de él, Él es Ramsay Snow, bastardo de Bolton. —Gyda no le quitó la mirada a aquel hombre. Recordaría cada detalle de su rostro.

—No debería sorprenderme del asesino de Elia Martell y sus hijos —Bramo la Reina del norte sin despegar la mirada del bastardo. El hombre le daba una extraña sonrisa. Magnus lloraba a sus brazos. Gyda estuvo apunto de sacar su espada para matar al guardián del occidente.

—La vida de su hijo por la de Jaime. Creo que ese si es un trato justo.

La sonrisa que se amplió en el rostro de Tywin demostraba que había ganado aquella guerra, pero la respuesta de la Reina del norte lo desconcertó.

—No hay trato —Contestó Gyda Stark posando su mirada a los ojos azules del padre de Jaime—. Olvidas que soy la Reina del Norte, y tengo miles de hijos a mi cuidado. Puedes matar a Magnus Stark, si es la voluntad de los dioses, pero el niño no se irá solo —manifestó la Reina del norte dando la última mirada a su hijo en los brazos del bastardo—. Acepte nuestras condiciones, creo que un trato justo —murmuró con ironía la Reina del norte para girar su cuerpo y volver a la fortaleza.

—¡Lo mataré! —bramó Ramsay Snow al momento que veía como la Reina del norte se alejaba de ellos. Una mujer diferente a las demás. 

Gyda Stark observó como Tywin se alejaba junto al bastardo que tenía a su hijo en brazos para perderse en la multitud. La Reina del Norte sentía como su hijo pateaba en su vientre, recordandolo como lo había realizado Magnus en su creación.

—¿Creyó que aceptarías el trato por tener a Magnus? –preguntó Ivar a su lado. A pesar que no escuchaba todo, entendió la mirada de su hermana al aquel hombre con el niño en sus brazos.

—Es lo que cualquier madre haría —expresó Gyda sin retirar la mirada de aquel ejército.

—No eres cualquier madre, eres la Reina del norte —musito su hermano menor posando su mano en la espalda de Gyda, tratando de reconfortarla—. Debemos esperar, Robb debe estar cerca.

—Lo sé.

De lo único que estaba segura la Reina del norte, era de la eficiencia del lobo de su esposo. Y el silencio rondó entre ellos, observando más allá del ejército tratando de divisar en el bosque alguna sospecha del Rey del norte.

Y al momento que el sol empezaba a salir, el sonido de un cuerpo se presentaba. Era el cuerno de su hermano mayor.

La Reina del norte sonrió. Su esposo había llegado. 






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