XXVIII
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La Reina del norte se bañó, se vistió y perfumó con lo que estaba en la habitación. La ropa del occidente era increíblemente incómoda y calurosa para Gyda Stark, pero la ropa la hacía lucir diferente, casi digna del trono. La reina del norte espero que el banquete iniciara para bajar a participar. Su culpa, su miedo se hicieron presente después de la salida de la curandera.
Si Eira no era capaz de entenderlo, Robb ni siquiera lo intentaría.
Su caminata al salón principal fue divertida, habían montones de guerreros borrachos alrededor de los pasillos provocando el entretenimiento de la Reina del Norte. Amaba a los borrachos, especialmente a sus hermanos. Los cuales luchaban entre ellos en su borrachera para entrar en calor en la fría ciudad de Kattegat.
—¡LA REINA DEL NORTE! — Gritaban sus guerreros eufóricos al momento que ella pasaba. La risa de la reina del norte resonó por los pasillos del castillo. El camino de la esposa de Robb Stark se dirige al salón, pero el cuerpo de Daemon Arena la distrajo. El hombre iba saliendo del castillo con una copa en sus manos, de manera intuitiva Gyda lo siguió.
—No es correcto que una Reina siga a su invitado —musito el bastardo de Dorne deteniéndose fuera del castillo. Daemon se apoyó en la pared para observar a Gyda—. Luce hermosa —confesó el bastardo bebiendo de su copa.
—Gracias —agradeció la reina del norte observando su vestido color rojo. Los colores de la casa Marbrand—. Es algo incomodo, creo que prefiero la armadura.
—Yo prefiero estar sin nada —confesó Daemon con una sonrisa coqueta—. Desnudo, nadando en los jardines de Dorne.
—Debe ser hermoso —admitió la Reina del norte—. En Kattegat solo tenemos agua congelada, pero más allá del muro hay bellas cuevas con aguas calientes.
—¿Estuvo más allá del muro? —preguntó el hombre con asombro. Gyda asintió con su cabeza en modo de respuesta—. Ahora veo porque el joven Stark posó su mirada en usted.
—A mi me dice Reina y a mi esposo el "joven Stark" —puntualizó Gyda confusa.
—Creo que mereces todo tipo de alto rango, después de matar a la montaña.
Y Gyda observó nuevamente esa mirada en el bastardo que le causó confusión. Una mirada que había visto antes.
—Hay hombres más grandes al norte del muro —añadió Gyda incómoda por la importancia de matar a un simple hombre.
—Hizo justicia. Una justiciera que espere años —musitó el hombre perdido en sus pensamientos. Gyda lo observó por varios segundos tratando de descifrarlo, hasta que una imagen de su hermano Bjorn llegó a su mente.
—Eres su hermano —afirmó Gyda Stark sorprendida por su propia deducción. El hombre que estaba al frente no trató de negarlo.
—Oberyn Martell —se presentó nuevamente el hombre.
—La víbora roja —murmuró Gyda observando con admiración aquel hombre. En ese momento se parecía a la pequeña Stark—. No conozco gente importante de poniente, nunca me interesó. Pero sus aventuras siempre me parecieron fascinantes.
—No hay necesidad de respeto, no soy tan mayor que la Reina del norte —insinuó Oberyn Martell. Gyda rió ante esa confesión.
—Robb me transmite su juventud —señaló Gyda con una sonrisa.
—Puedo preguntar, ¿qué me delató? —preguntó Oberyn Martell con tranquilidad.
—Su mirada. La mirada de un hermano —reveló la reina del norte quitándole la copa de vino a la víbora roja para beber un poco—. Y tengo cinco de esos.
—¿Sus hermanos buscarian justicia por usted? —Preguntó la víbora roja quitándole la copa a Gyda.
—Mis hermanos matarian, torutarian y desgollarian por buscar justicia en mi nombre —manifestó la reina del norte segura de sus propias palabras—. Nos amamos... de la manera adecuada —iInsinuó la Reina para diferenciar el amor de los hermanos de Jaime y Cersi Lannister.
—Los Lannister, los malditos Lannister —bramo Oberyn Martell—. Tywin Lannister dio la orden de ejecutar a mi hermana.
—Como Joffrey dio la orden de matar a Ned Stark —proclamó la Reina del norte—. Tenemos un amigo en común.
—No interferimos en la guerra —preciso la víbora roja con rapidez.
—Tienen una deuda que saldar —señalo La reina del norte alzando su voz.
—Hemos traído telas, joyas y oro en agradecimiento —recalcó Oberyn a la defensiva.
—¿Crees que necesitamos joyas y malditas telas para ganar la guerra? —bramo Gyda Stark.
—Pueden servir para comprar ejércitos, o comprar aliados —Señaló Oberyn Martell tratando de mantener la tranquilidad.
—¿Podría comprar a los Martell? –Preguntó la reina del norte. La víbora roja negó con su cabeza—. Porque los aliados no se compran, se ganan el respeto y la confianza del otro.
—¿Por qué debería luchar por los Stark? —preguntó Oberyn interesado en la respuesta de la reina del norte.
—No es luchar por nosotros, si no has entendido esta guerra es porque has estado ciego —manifestó la reina del norte ofuscada por la situación.
—¿Qué debería entender? –preguntó la víbora roja con curiosidad.
–Mi Reina. —La voz de Ser RodriK Forrester interrumpió la escena—. El Rey la llama.
—Iré de inmediato Ser Rodrik. —Sonrió la Reina del norte a su guardia personal para tranquilizarla. Un desconfiado Ser Rodrik entró al castillo para esperarla.
—Los Lannister han matado, saqueado, violado, torturado a hombres, a madres, princesas, a familias completas a su conveniencia —demandó la reina del norte observando la tez oscura de la víbora roja—. ¿Que van a esperar los grandes señores para detenerlos? ¿Que violen a sus propias hijas? , ¿Que extingan sus propias casas?... —La voz de Gyda fue disminuyendo, perdiendo su fuerza al imaginar la destrucción de la casa Stark.
—Eres buena con las palabras —añadió Oberyn Martell al momento que Gyda terminó de hablar.
—Soy buena en muchas cosas —puntualizó la reina del norte alejándose de la víbora roja para entrar al castillo.
—¿Se encuentra bien Majestad? —preguntó con rapidez Ser Rodrik Forrester al momento que vio a la reina entrar.
—Si Rodrik —Respondió Gyda caminando al salón principal al lado de su guardia—. Perfectamente. —Sonrió Gyda entrando al bullicio que provocaban sus guerreros norteños, pero al momento de entrar un silencio se propagó por el salón. Cada mirada iba directamente a las Reina del norte.
—Es solo un vestido —bramo Gyda al percatarse que el silencio duraba más de lo debido—. Sigan bebiendo —ordenó la reina del norte incómoda por el silencio de sus norteños. De a poco sus guerreros volvieron a reírse, murmurar y celebrar a gritos.
—Hija. —Ragnar Ragnarsson llamó a su hija al momento que entraba al salón con un vestido impresionante. La Reina del norte giró su rostro para hallar a su padre entre la multitud—. Ven.
La Reina del norte se encaminó hacia el señor de la casa Ragnarsson mientras los hombres realizaban reverencia ante ella.
—Padre, Lady Aslaug. —Saludo Gyda cordialmente.
—Se ve despampanante —comentó Lady Aslaug con una bella sonrisa hacia la reina del norte. Gyda agradeció el gesto.
—Los Martell han negado participar en la guerra —aclaró Ragnar con una mirada que demostraba lo descontento que estaba.
—¿Dijeron el por qué? —preguntó la Reina del norte buscando con su mirada a su esposo, hasta que sus miradas se encontraron. Robb Stark estaba rodeado de los hermanos de su esposa. El Rey del norte miró a su esposa con una bella sonrisa.
—No, pero podrías hablar con ellos. Tienen una deuda con la reina del norte —musito Ragnar cerca del oído de su hija—. Debes convencerlo de que debe saldar la deuda contigo es entrar a la guerra.
—Basta Ragnar, deja que disfrute el banquete con su esposo —clamó Lady Aslaug agarrando a su padre del brazo para retirarlo del lugar.
—Gracias —murmuró Gyda hacia la madre de sus hermanos. Ella solo sonrió ante el gesto. La Reina se encaminó al lugar donde estaba su esposo y sus hermanos riendo.
—Creo que deberíamos irnos —musito Robb al momento que su esposa llegaba a su lado.
—Acabo de llegar —aclaro Gyda frunciendo su ceño confusa por las palabras de su esposo, pero al percatarse que la mirada de su esposo se posó al inicio de su senos—. Robb tarde media hora en colocarme este vestido...
—Él tardará segundos en quitartelo —añadió Hvitserk con voz divertida. Los demás guerreros que estaban presentes rieron por las palabras del hijo de Ragnar.
—Lo mismo que tardó en desarmarte —bramo Gyda girando su rostro para observar a su hermano. El cual escupió el líquido que tenía en su boca. Las risas no tardaron en llegar.
—Vamos, ven conmigo —pidió Robb sin importarle las risas de los demás. Agarró a su esposa del brazo para sacarla del Salón. La Reina del norte se dejó guiar por un rápido Robb Stark quien la introdujo a una habitación oscura.
—¿De quién es la habitación? —pregunto Gyda al instante que Robb cerró la puerta.
—No interesa —respondió su esposo para besar sus labios con dureza. Gyda sintió el aliento de alcohol en la boca de su esposo.
—Estás borracho —aclaró su esposa con una sonrisa en su cara. Nunca había visto a su esposo de esa manera.
—Un poco —respondió Robb Stark desabrochando su vestido, pero la falta de coordinación le fallaba. El Rey del norte sacó su cuchillo para romper el bello vestido de la casa Marbrand.
—Era un bello vestido —musito Gyda con diversión por los actos de su esposo.
—Usted es mucho más bella —susurro el rey del norte sacando los nudos del corset de su esposa con lentitud sin dejar de observar como sus bellos senos lucían hermosos. Gyda quería hablar, preguntar algunas cosas, pero su poca cordura desaparecio al momento que Robb la dejó desnuda y beso sus pechos con devoción—. Ven. —Robb dejó de besar sus pechos para guiarla a la cama. La recostó con suavidad—. Tengo una idea.
—¿Cuál? —preguntó Gyda levantando su cabeza para observar el rostro de su esposo. El rey del norte sacó su cinturón para amarrar las manos de su esposa en el respaldo de la cama—. No creo que me guste —musito Gyda tirando el amarre, desesperandose al sentirse atrapada.
—Quieta —ordenó Robb con su ceño fruncido—. Debes confiar en mí —aclaró su esposo sacándose su ropa. Gyda observó la desnudez de su esposo, como algunas pecas adornaban su torso, su espalda, y partes de sus piernas—. Nunca te haría daño.
—Lo sé —respondió la Reina del norte al momento que su rey se posaba entre sus piernas—. Me gusta tener el control.
—Disfruta, no te arrepentirás —le susurro el Rey del norte en el oído de su esposa.
—Estoy segura que lo disfrutaré, pero... —Las palabras de la reina del norte que iba a salir de su boca se convirtió en gemido. Su esposa había bajado tan rápido a su vagina separando sus piernas para empezar a lamer su cavidad con rapidez. El Rey del norte se dedicó tanto a besar, lamer y chupar la cavidad de su esposa, que las piernas de Gyda Stark empezaron a temblar—. Oh Robb...—Gimió su esposa en alto al momento como sentía que su orgasmo llegaba.
Robb Stark introdujo su lengua en la cavidad de su esposa sintiendo como su sabor salado penetraba en su paladar, al momento que sus gemidos resonaban en el castillo. Gyda Stark, era suya, solo suya.
El orgasmo de la Reina del norte fue glorioso, sus piernas aun temblaban al momento que termino. Aun podía sentir la lengua de su esposo en su vagina y las cosquillas en su vientre al sentir el placer fluyendo por su cuerpo.
—Gyda, Gyda —susurró Robb besando el cuerpo de su esposa desde los pies hasta llegar a sus labios. La Reina del norte abrió su boca para dejar entrar la lengua de Robb, y para sentir el sabor de sus propios líquidos vaginales—. Abre los ojos —le ordenó Robb a su esposa. Gyda no había abierto sus ojos desde la llegada de su orgasmo—. Abrelos —pidió nuevamente Robb a su esposa. La Reina del norte los abrió y en ese preciso momento la virilidad de su esposo entró en ella.
—Te amo —murmuró Gyda Stark sin despegar su mirada de los bellos ojos de su esposo. Robb no respondió, pero su sonrisa y su euforia de seguir penetrándola fue la respuesta que necesitaba.
Los Reyes del norte se amaban. Después de un año, de un hijo y de otro en camino, los reyes por fin declararon su amor.
En medio de la noche Gyda despertó sudorosa, las palabras de sus padres no salían de su cabeza "Una deuda que saldar", debían convencer a los Martell en luchar a favor de los Stark. La Reina del norte observó cómo su esposo dormía tranquilamente a su lado, con una respiración pausada. Amaba a ese hombre, como a ningún otro. Se había entregado en cuerpo y en alma.
Gyda observó por varios minutos el rostro de su esposo, hasta que una idea rondó por su mente.
Las manos de la reina del norte se posaron al borde de las sábanas para empezar a moverlas para salir de ella con lentitud. No deseaba despertar a su esposo. El Rey que había perdido el norte.
Gyda necesitaba encontrar a Oberyn Martell.
La Reina del norte salió de la habitación donde dormía su esposo con suavidad,Robb debía seguir durmiendo para concretar su plan. Caminar por el pasillo sin ser detectada por sus guardias fue fácil. Sus guerreros estaban borrachos, todos ellos. Si los Lannister atacaran en ese preciso momento, los norteños perderían. Gyda encontró la habitación con rapidez. Golpeó tres veces, esas tres fueron lo suficiente para que la puerta se abriera.
—Robb aceptó las telas, las joyas y el dinero —comentó Gyda al momento que Oberyn martell abría la puerta. El dorniense asintió con su cabeza—. Pero la deuda la tienes conmigo.
—¿Qué quieres? —preguntó la víbora roja dándole espacio a la reina para que entrara—. Una noche de sexo, No creo que lo necesites. Sus gritos decían lo contrario. —Gyda se encogió de hombros ante esas palabras.
—Robb sabe follarme —añadió Gyda—. El sexo no es lo que necesito de ti.
—Escucho —puntualizó Oberyn Martell sentándose en la cama.
Gyda lo observó. Estaba con un pantalón y una túnica que dejaba ver sus marcados abdominales. Gerol Dayne estaba apoyado en la ventana esperando que de su boca saliera alguna palabra mientras con sus manos jugaba con una cuchillo.
Gyda se regaño, había venido desarmada.
—Quiero que me entregues el norte –aclaro la reina del norte posando su mirada en los ojos negros de Oberyn Martell—. Invarnalia fue...
—Lo sé, fue atacada y asediada por los hijos de hierro. —Continuó Oberyn la oración de la reina del norte—. Si accedo, ¿mi deuda está saldada? –Gyda asintió con su cabeza.
—No se compara matar un hombre a un ejército —bramo Gerold Dayne deteniendo sus movimientos con el cuchillo.
—No es la cantidad —aclaró Gyda posando su mirada en el bello Dayne—. ¿Si te pidiera asesinar a Joffrey como la forma de saldar mi deuda, que pensarias?
—Que es suicida —añadió Gerold.
—No me interesa la muerte de Joffrey, me interesa recuperar el norte, a mi hijo —clamó Gyda Stark.
—Tienes muchos abanderados que harían ese trabajo, ¿por qué perdirmelo a mí? —Preguntó la víbora Roja con curiosidad.
—Confío en ti —respondió la reina del norte segura de sus propias palabras. Aquel hombre que había llegado con otro nombre le proporcionaba más confianza que algunos de los grandes señores del norte.
—Será difícil recuperar Invernalia —comentó Obreyn Martell—. Soy un buen guerrero, pero no soy un ejercito.
—Te daré dos de mis hermanos. Te mostraran el camino perfecto para entrar al castillo —recalcó Gyda emocionada por las palabras de Oberyn Martell—. Bolton envió a su hijo bastardo a recuperar el castillo, pero no confió en él.
—¿Por qué? —preguntó Oberyn levantándose de la cama.
—Las grandes casas norteñas se beneficiarian con la caída de la casa Stark. Se convertirían en el nuevo guardián del norte —explicó Gyda..
—O en el Rey del norte —musito el hermano del príncipe de Dorne—. No confías en muchas personas.
—Solo en mis hermanos —admitió la Reina del norte—. Entregame el norte, lucha por mi solo esta vez.
Oberyn se calló por varios segundos que parecieron la eternidad para la reina del norte, pero solo unas palabras le devolvieron la esperanza.
—Lo haré.
La Reina del norte despertó por las patadas que le proporcionaba su hijo en el vientre. Busco a su esposo con su mano, pero no lo encontró. Solo una nota estaba en su lugar.
Para la Reina del norte;
Ni siquiera puedo comprender el amor que siento por ti. Sería capaz de entregar mi cuerpo, mi reino, y mi alma por tenerte a mi lado.
Gyda Stark suspiro cuando termino de leer esa nota. Estaba profundamente enamorada del rey del norte.
Gyda Stark suspiro cuando termino de leer esa nota. Estaba profundamente enamorada del rey del norte.
La Reina del norte prefirió vestirse con unos de sus vestidos para salir de aquella habitación, aunque no le molestaba la atención de su esposo en ella, pero había cosas más importantes que discutir para llegar al final de la guerra.
—Mi Reina. —La Saludo Robett Glover al momento que abrió la puerta. Gyda salto del susto ante ese salido—. Lo siento mi reina.
—No te preocupes —añadió Gyda riendo por su acción—. ¿Mi esposo? ¿Mis hermanos? - Preguntó la Reina.
—En el salón principal. Llegó visita del sur —puntualizó Robett Glover. Gyda frunció su ceño de forma inmediata ante esas palabras.
—¿Quién? —pregunto Gyda con interés.
—Lord Petyr Baelish —anunció Robett con rapidez. Gyda se sorprendió ante ese anuncio, no confiaba en ese hombre desde que lo vio en la oficina de Ned Stark.
La Reina del norte se encaminó con rapidez al salón principal hasta que la suave voz de Meñique llegó a su oído. Gyda Stark entró al salón en silencio observando a los grandes señores alrededor de la sala Su esposo estaba sentado en la silla principal, la que debía ocupar Damon Marbrand, Gyda se sentó al lado de su esposo sin dejar de observar a Meñique.
—Lord Tyrion ha enviado el cuerpo de su padre de buena fe. —Terminó de hablar Baelish al momento que vio a la reina al lado de Robb—. Majestad. —Meñique realizó una reverencia ante ella al momento que la vio sentarse.
—Esposa, él es Lord Baelish —comentó Robb agarrando su mano para besarla en su dorso.
—Lo conozco, pero creo que él no me debe recordar —musito Gyda sonriendo hacia Meñique, quien frunció su ceño de inmediato.
—Creo que recordaría la belleza de la reina del norte —aclaró Lord Baelish—. Tengo un rostro común mi señora, quizás se ha confundido.
—Creo que las últimas palabras que escuche de usted fue " Si se queda unos minutos, lo llevaré con la última persona que habló con Jon Arryn" —Repitió Gyda la frase que le había dicho a Ned Stark. El rostro de Meñique se descompuso por un segundo—. Entre a Desembarco del Rey como Eira, me escabullí dentro del castillo y muchos secretos se revelaron ante mi, por aparentar ser una simple sirvienta.
—Trate de convencer a Ned de no hablar con la reina —murmuró Baelish con voz de lamento—. Pero su sentido del honor era grande. Le dio a la Reina la opción de escapar de Desembarco del Rey junto a sus hijos.
—Pero la Reina decidió lo contrario y cada uno de los consejeros del Rey Robert lo traicionaron —aclaró la Gyd Stark levantando su voz.
—Solo soy un simple hombre, no tengo el poder de defender a nadie —bramo Meñique.
—Tienes razón mi señor, lo siento —Se disculpó la reina observando a su esposo—. Solo trato de entender lo que sucedió.
—Mi señora, la reina tiene un poder que no puedo asemejar. —Reconoció Meñique con lamento, tratando de mostrarse ante ellos como una víctima. Gyda se acercó al oído de su esposo y le susurro "hermanas".
—¿Cómo están mis hermanas? —preguntó Robb Stark entiendo el significado de la palabra de su esposa.
—Ambas están perfectamente. Sansa más bella que nunca y Arya tan salvaje como el norte. —Y aquellas palabras fueron suficiente para marcar el destino de Meñique.
—No tengo dudas de sus palabras mi señor —confesó Gyda con una sonrisa—. Gracias por sus noticias, reconforta nuestro espíritu.
—Gracias Lord Baelish, le pediré que se mantenga cerca de nosotros. Quizás tenga unas palabras para Tywin Lannister —ordenó Robb sin levantarse de su silla.
—Como lo desee Majestad. —Baelish se dio vuelta para retirarse del lugar.
—Ser Robett. —Llamó la Reina a su guardián, el cual se acercó con rapidez a su lado—. Busca a Arya, que se esconda en una habitación y ordena a cada uno de los guerreros que no hable de ella.
El hermano del señor de la casa Glover, salió con rapidez para obedecer su orden cerrando la puerta del salón.
—Coloquen más guardias a la celda de Jaime —ordenó Robb mirando a sus abanderados—. Ha venido a rescatar al matarreyes.
—Mi señora, ¿Él traicionó a Ned? —preguntó el gran Jon Umber. Gyda giró su rostro para observarlo.
—El y cada uno de los consejeros del Rey Robert —bramo la Reina del norte.
—Necesito que todos estén atentos, no sabemos que planea los Lannister a través de la llegada de Lord Baelish. —Los abanderados salieron hasta que en el salón solo quedaron los reyes del norte y el cofre que trajo Meñique—. Padre —susurro Robb abriendo la caja del baúl para ver el cuerpo de su padre separado de su cabeza.
Gyda Stark colocó su mano en el hombro de su esposo al momento que unos bajos sollozos salían de la boca de Robb.
—Te vengaré padre, aunque tarde mil años. Lo haré —prometió el Rey del norte cerrando el baúl con fuerza.
—Lo haremos —musito Gyda en voz baja—. Pero debes recomponerse, no es momento de llorar. —Robb giro su rostro para observar a su esposa. Su esposa tenía razón, pero a veces aparte de su sinceridad su falta de empatía la desconcertaba.
—Gyda... —Robb iba a enojarse por decir aquellas palabras, pero su esposa lo interrumpió.
—Escucha, unos de los dornienses era Oberyn Martell —confesó la reina del norte con rapidez—. Se que se negaron a entrar a la guerra, pero lo convencí de saldar la deuda que tiene conmigo.
—¿Qué? ¿Cómo lo descubriste? ¿En qué momento hablaste con él? —Bombardeo de pregunta el Rey del norte a su esposa.
—Tiene la mirada de un hermano. Es difícil de explicar, pero lo descubrí —aclaró la Reina del norte—. Se que lo hice a sus espaldas, pero le di la forma de saldar la deuda conmigo.
—¿Como? –Preguntó Robb dando un paso hacia atrás.
—Le pedí que me entregara el norte —informó Gyda dando un paso hacia su esposo—. Hvitserk y Sigurd lo acompañan. —Robb frunció su ceño de forma inmediata.
—¿Por qué no contarme? —Preguntó su esposo con una voz severa acercándose para agarrarla de los hombros—. Se trata de nuestro reino, nuestro hijo.
—Debes confiar en mi Robb —pidió Gyda—. Aunque no lo creas confio en ese hombre, se que cumplira...
—Bolton ya ha enviado a su hijo, quizás ya recuperó el norte —Bramo Robb con descontento por la edición de su esposa.
—No confío en Bolton, Y si es así mis hermanos me lo confirmaran —añadió Gyda tratando de convencer a su esposo—. Robb piensa que Lord Bolton, Lord Umber o Karstark se benefician de nuestra caída.
—No me traicionaría —musito Robb sacando las manos de los hombros de su esposa para alejarse de ella.
—Lo mismo pensó Ned —añadió Gyda.
—Es distinto —Bramo Robb sin entender la desconfianza de su mujer hacia sus abanderados.
—Si es así, puedes castigarme como quieras —señaló Gyda a su esposo—, Pero debo estar segura. La seguridad de nuestro hijo depende de la fidelidad de hombres codiciosos. Debes entenderme que no confíes en ello.
—Confiare en tu decisión —comunicó el Rey del norte hacia su esposa—. Sé que lo haces por el bien de Magnus. Por nuestra familia.
—Daría todo por la familia que tenemos —aseguró la Reina del norte acercándose a su esposo—. Daria todo por mantenerte salvo a ti -susurro Gyda tocando el rostro de su esposo con suavidad. Robb cerró los ojos de forma inmediata al sentir el roce de la mano de su esposa.
—Mis reyes. —La voz de Eira interrumpió ese momento—. Lady Arya solicita la presencia de su hermano. —Está en su habitación.
—Iré de inmediato —comentó Robb dándole un pequeño beso en los labios de su esposa.
Gyda aun sentía los labios de su esposo al momento que él desapareció del salón. La Reina del norte observó el rostro de su amiga Eira, quería disculparse con ella por sacarla de su habitación de esa manera, pero las palabras que salieron de la boca de la curandera casi la hacen desmayar.
—Jaime pasó la noche con fiebre, su herida se ha infectado. —El corazón de la reina del norte se detuvo—. Puede perder la mano.
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