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XXIX





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Gyda Stark no recuerda exactamente como saco a Jaime Lannister de la celda de la fortaleza de la casa Marbrand para llevarlo a su habitación, pero su mente solo le recordaba el frágil cuerpo de Sansa. La niña pelirroja que perderían si el matarreyes perdiera su mano o su vida.

—¿Por qué? Limpiaste su herida —preguntó la reina del norte a la curandera que desvestía al matarreyes.

—Dormía en su propia mierda, ¿qué esperas? —respondió con molestia la curandera.

—Debo buscar a Robb. Si el matarreyes muere... —Su mente no podía dejar de pensar en la bella hermana de Robb.

—Sansa muere. —Finaliza la esposa de su hermano, colocando su mano en el rostro de Jaime, quien susurraba en silencio a causa de la fiebre—. Que traigan agua y paños limpios.

—Nadie debe saberlo —musito la reina del norte en el pomo de la puerta.

—Lo sé —añadió la curandera volteando su rostro para ver a Gyda. La reina del norte observó el cuerpo desnudo de Jaime Lannister, para tomar el valor y salir de la habitación en busca de su esposo.

—Mi Reina. —La saludo Ned Wood al momento que Gyda cerró la puerta. La Reina del norte recordó que Ned la había ayudado a llevar a Jaime Lannister a la cama.

—No debes contarle a nadie —susurró Gyda en voz baja aunque el pasillo de la fortaleza estaba en soledad. Ned asintió con rapidez su cabeza—. Ve a buscar agua limpia y paños, si alguien pregunta solo di que es para la Reina.

—De inmediato mi reina —añadió su guardia antes de desaparecer con rapidez. Gyda no dudó en la lealtad de su guardia. La Reina del norte cerró sus ojos por el miedo al futuro y suspiró dejándolo ir. Al abrir sus ojos la seguridad volvió en ella.

Debían armar un plan.

La Reina del norte se encaminó con una dificultosa lentitud, debía aparentar seguridad y tranquilidad. Nadie debía sospechar que Jaime Lannister deliraba en fiebre. Esa noticia llegaría con rapidez al oído de Tywin Lannister. Al momento que la Reina salía del castillo una voz la llamó.

—Majestad. —La voz de Baelish la detuvo. La reina del norte se giró con una pequeña sonrisa ante ese hombre.

—Lord Baelish. —Lo saludo la Reina del norte al momento que el pequeño y delgado hombre realizaba una reverencia ante ella.

—Me gustaría hablar en privado con usted. —Gyda quiso negarse, pero le resultaba interesante las palabras traicioneras que salían de la boca de Meñique.

—Por supuesto. —Gyda se encamino al salón principal con Petyrs detrás de ella—. Pueden retirarse —ordenó la reina del norte a los pequeños sirvientes y guerreros que estaban a su alrededor. Su orden fue acatada con rapidez por sus hombres que cerraron la puerta sin evitar mirar con desconfianza al hombre sureño.

—Toda Reina debería tener su corona —comentó Meñique al momento que Gyda se sentaba en la silla principal del comedor.

—Una corona no me hace reina, mis guerreros lo hacen —respondió la Reina del norte realizando una falsa sonrisa ante el hombre—. Escucho a mi señor.

—Se que los hijos son otro tipo de batalla, sin estandartes ni cuernos de guerra, pero no significa que sean menos violenta. —Empezó hablar Meñique con una voz suave, pausada casi susurrando—. Las hermanas del Rey están en perfectas condiciones, pero temo por sus vidas. La Reina y Joffrey son impredecibles.

—Lo recuerdo —añadió Gyda provocando el ceño fruncido de Meñique—. En el juicio de Ned en las escaleras. En el momento que Joffrey declaró la muerte a nuestro guardián del norte...recuerdo a todos sorprenderse incluso a la Reina.

—Estabas ahí... —Musitó Petyr sin creer aquella situación.

—Si. —Asintió Gyda con su cabeza—. Todos intentaron que el Rey cambiara su decisión, menos usted. Se quedó quieto en el lugar, como una pequeña estatua.

—El Rey había tomado su decisión. Joffrey es distinto a sus padres —puntualizó Meñique con lamento. Gyda Stark debía admitir que ese hombre actuaba a la perfección.

—¿A cual?¿Cersei o Jaime? —preguntó Gyda actuando confesión ante esas palabras.

—Son solo rumores Majestad. No creo que crea en esas horribles mentiras —aclaró Meñique dando un paso hacia adelante—. Tyrion es la mano del rey en este momento y desea un intercambio de prisioneros —confesó Meñique cambiando la conversación para evitar hablar de la verdad de los hermanos Lannister.

—¿Jaime Lannister por las hermanas de Robb? —preguntó Gyda con tranquilidad agarrando la jarra de vino para servirse—. Dos niñas por matarreyes, creo que Robb no aceptaría tales condiciones.

—Los hombres aman a sus hijos de una manera diferente, ellos no cargan a su pequeño en su vientre. Como las madres, como usted, como Catelyn. —Y Gyda entendió que era lo que quería Meñique o Tyrion Lannister—. Se lo proponen a Usted majestad, Tyrion recordó que amaba a la pequeña Arya como su propia hija.

—Es igual a mi —musito Gyda con lamento—. ¿Ella está bien?

—Tan salvaje como nunca —respondió Meñique con una sonrisa. Gyda se la correspondió.

—Estoy segura que este bebé —confesó Gyda colocando su mano en su vientre—. Es un niño, como todos los que vendrán... Arya sería mi niña —indicó la reina del norte levantándose de su asiento para encaminarse al lugar donde estaba Meñique.

—Las acciones de Tyrion son de buena fe. Envío el cuerpo de Ned intentando de representar la sinceridad de sus palabras —añadió Meñique tocando el vientre de la reina con las yemas de sus dedos—. Se que haría lo mejor por su hijo, y por los hijos de Catelyn Stark.

La reina del norte evito cortar la mano de Meñique por tocarla, trato de fingir lamento y tristeza. Quiso llorar ante él, pero las lágrimas no salieron.

—¿Mi Reina se encuentra bien? —preguntó Meñique al observar el extraño rostro de Gyda. La Reina del norte fingió lo único que llegó a su mente. Colocó su mano en su vientre por un supuesto dolor que llegó con rapidez.

—Llame a mis guerreros —musito Gyda con un fingido dolor. Meñique salió con rapidez para llamar a los guardias. El pequeño Jon Umber entró con rapidez al escuchar las palabras de Baelish.

—Majestad —musito Jon al ver su rostro de dolor.

—Llévame a mi habitación Jon —pidió Gyda agarrándose del brazo de su guardia. Jon trató de llevarla agarrando de su mano, pero la reina del norte emitió un gemido que provocó que los guerreros entraron al salón—. Cargame. —Jon lo realizó con rapidez—. Llamen al Rey —bramó Gyda colocando sus manos alrededor del cuello de su guardia—. que nadie nos siga —susurró la reina en el oído del pequeño Umber.

—¡Busquen al Rey! —Bramo Jon Umber al momento que se encaminaba a la habitación de la reina con rapidez—. La reina necesita su privacidad —ordenó su guardia mientras escuchaba como los pasos se detiene por sus palabras.

– ¿Nos siguen? —Pregunto Gyda en susurro.

—No —respondió Jon de igual modo. Al llegar al pasillo de la habitación de la Reina Ned Wodds que cuestionaba la habitación de Gyda se asustó al ver esa imagen.

—¿El agua y los paños? —Bramo Gyda al momento que veía a Ned.

—Adentro —respondió su guardia abriendo la puerta para dejarla entrar. El pequeño Jon entró con ella, pero se quedó estoico al ver un cuerpo en la cama de Gyda.

—Cierra la puerta Ned —ordenó la Reina, la puerta se cerró instantáneamente—. Bajame Jon. —El pequeño Umber fijó su mirada en su reina, para percatarse que no había señales de dolor—. Estoy bien, solo lo fingí.

—¿Qué? —Preguntó Jon bajando con suavidad a la esposa de su rey. Observando el rostro de su reina, el cuerpo del matarreyes y el rostro de la curandera.

—Me quedaré en la habitación en reposo, ¿me entiendes? —ordenó la Reina acercándose al cuerpo de Jaime—. Nadie debe sospechar que Jaime está aquí.

—¿Qué le sucede? —Preguntó Jon con su ceño fruncido.

—Su herida se infectó. La herida que le hice —Respondió Gyda Stark tocando el rostro del matarreyes. Un rostro caliente, un rostro que ardía en fiebre—. Al parecer no solo sere recordada por la muerte de la Montaña —musito Gyda observando el rostro de Eira. Aquel rostro que lo reconocía a la perfección. Un rostro que demostraba que las cosas no saldrían bien.


Robb Stark se encaminaba a la tienda de Bjorn Ragnarsson, el único hermano mayor de su esposa. Aquel hermano que la conocía a la perfección, con virtudes y sus defectos. El Rey del norte a veces envidiaba la relación de hermandad que había entre los Ragnarsson. La lealtad que manifestaban a su hermana era magnífica, digna de canciones. El esposo de Gyda intuía que sus hermanos eran capaces de matarlo si él le causaba algún dolor a la Reina del norte.

—Bjorn. —Llamó el Rey del norte entrando a la carpa del heredero de la casa Ragnarsson, pero con rapidez se volteo al ver el cuerpo desnudo de Talisa. Un sonrojo llegó a su cara. Robb Stark solo ha visto desnuda a una sola mujer, y era quien tenía su segundo hijo en su vientre.

—Majestad — Bramo Talisa con rapidez al momento que vio al rey entrando a la tienda. La curandera se tapó con las sábanas y movió el cuerpo desnudo de Bjorn a su lado—. Despierta. —Zamarreo con fuerza el gran cuerpo del hermano de la reina—. El Rey está aquí —musito Talisa tratando de buscar su vestido sin destaparse. Bjorn abrió los ojos con lentitud al escuchar las palabras de la curandera—. Adiós Majestad. —Se despidió Talisa sin mirar al Rey para desaparecer con rapidez afuera de la tienda.

—Al parecer los Ragnarsson tienen una debilidad por las curanderas —musito Robb con diversión para voltearse para ver a Bjorn vistiéndose.

—Estoy comprometido. —Le recordó el hermano mayor de Gyda al momento que se servía dos copas de vino—. Pero podría llevarla a Kattegat, si ella lo desea.

—Sería una ofensa para su esposa —comentó Robb con su ceño fruncido, pero la sonrisa de Bjorn le recordó lo diferente que eran los norteños con los Ragnarsson.

—La fidelidad no es un concepto importante en nuestra familia —preciso Bjorn bebiendo de su copa. Robb trató de no enfocar aquellas palabras en su matrimonio. Gyda era fiel.

—Mañana atacaremos el Risco —le recordó el Rey del norte cambiando de conversación. Bjorn escuchó atentamente las palabras del esposo de su hermana—. Tengo un plan para que sea rápido y sin tantas muertes en el ejército.

—Escucho —Respondió Bjorn sentándose en la cama. Robb le relató el plan que había estado en su cabeza desde que se acostó con su esposa en la noche anterior. Varios hombres debían escalar la pared de la fortaleza de la casa Westerling, con el objetivo de desarmar a los pocos guardias que tenían en el castillo—. ¿Por qué crees que tienen pocos guardias? Quizás los Lannister están esperándonos.

—Los Lannister se refugian en Harrenhal —respondió Robb con seguridad. Stannis planea atacarlos pronto.

—Deseas avanzar. —Frunció el ceño de forma inmediata el hermano de Gyda—. No sabemos si Stannis nos apoya.

—Nos apoya, pero solo si me arrodillo ante él. —Cito las palabras que Ubbe había pronunciado al momento que hablaron de la estadía de Ubbe en el campamento de Renly.

—¿Lo harás? —preguntó Bjorn con tranquilidad. Robb negó con su cabeza.

—El norte no tendrá otro Rey sureño —declaró el Rey del norte. Bjorn sonrió ante la respuesta del esposo de su hermana.

—Mi Rey. —Walder su escudero entró a la carpa con rapidez sin avisar—. La Reina solicita su presencia, al parecer tiene problemas con el bebe.

El corazón del Rey del norte se detuvo al momento que escuchó las palabras de su escudero. Su hijo estaba en peligro. 

El esposo de Gyda Stark tardó solo unos segundos para entrar con rapidez a la habitación de la Reina, pero al momento que Robb entró su rostro se confundió. Vio a su esposa sentada cerca de la ventana. No había dolor en su rostro, pero sus ojos lo guiaron al verdadero problema.

—Su herida se infectó, delira en fiebre —respondió la pregunta que se creó en la mente del Rey del norte.

—Mierda —musitó Robb sin creer lo que veían sus ojos—. Si el muere...

—Lo sé —respondió Gyda con tranquilidad—. Meñique me propuso un intercambio, Jaime por las niñas. —Robb iba abrir su boca para negarse, pero su esposa lo detuvo—. Robb, pide la independencia del norte por Jaime, antes que él muera.

—No lo sabemos —señaló Robb acercándose a su esposa.

—No podemos esperar. Sansa no puede esperar —bramo Gyda perdiendo su paciencia—. No tenemos aliados. Stannis apoyara solo si juras lealtad hacia él, los Martell no entraran a la guerra y los Tyrell son aun mas incognito para nosotros.

—Podemos convencerlo —propuso Robb tratando de idear un plan para ganar aliados.

—Margaery Tyrell quiere ser Reina, ¿Puedes casarte con otra mujer? —preguntó la Reina del norte levantándose de su silla para enfrentar a su esposo. Robb no respondió—. No tenemos nada para proponerle.

—Quiero justicia —manifestó Robb con rabia.

—Lo sé, pero mira a los Martell. Tardaron años en conseguirla, pero llegó. —Gyda bajo su voz tratando de convencer a su esposo—. Se que llegara el momento.

—Deseo matarlo con mis propias manos —expresó Robb juntando su rostro con el de su esposa.

—Estoy segura que Oberyn Martell pensaba lo mismo que usted —musitó Eira sin despegar la mirada de Jaime. La vida del Matarreyes depende de la curandera—. Y todos los hijos, hermanos y esposos que han perdido a un ser querido.

—Robb... es momento de volver a casa —susurró Gyda cuando la esposa de su hermano finalizó de hablar—. Cita a Baelish, que lleve la oferta a Tywin. Prometele que no apoyaremos a Stannis, a los Tyrell o Daenerys Targaryen si desean quitarle la corona al Joffrey. El norte será independiente y no interfiera en asuntos sureños.

—Puede negarse —puntualizó Robb con su ceño fruncido.

—Pero puede aceptar. Está acorralado con Stannis, agradecerá deshacerse de un enemigo sin necesidad de luchar —señaló Gyda.

—Aun así puede negarse. —Volvió repetir su esposo.

—No podrá negarse si lo amenazas con matar a su hijo —añadió Gyda mordiendo sus labios. Su esposo dio un paso atrás instantáneamente.

—Significaria la muerte de Sansa —aclaró Robb sin creer las palabras de su esposa.

—Recemos para que Twyin sea el padre que queremos —musito Gyda girando su rostro para observar el cuerpo enfermo del Matarreyes.

La Reina del norte comprendió que la guerra estaba lejos de ser ganada si seguían luchando. Los Lannister tenían demasiado poder en el sur, un poder que los norteños jamás entenderían. Un poder con mentiras, amenazas, con oro y con ofrecer una corona a una casa poderosa.

La guerra debía terminar para los norteños, el cuerpo enfermo de Jaime Lannister era la señal. 









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