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XXIV





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Las semanas pasaron con rapidez en el campamento de los norteños. La carta escrita por Ned Stark a Stannis había sido divulgada por los sietes reinos, proclamando a Stannis Baratheon como un heredero legítimo, pero la enemistad de los hermanos de la casa Baratheon se hizo resaltar al momento que ambos se enemistaron para conseguir la corona. Renly Baratheon tenía el apoyo de la casa Tyrell. Unas de las casas más ricas y poderosas del poniente.

Existían cuatro reyes al sur del muro. Tres de ellos luchaban por ganar el trono de hierro, mientras los norteños querían la muerte de los Lannister, el rescate de la hija de Ned Stark y la independencia de su reino.

Robb Stark, el rey del norte tenía varios factores a su favor. La fuerza, el poder y el apellido correcto para gobernar. La casa Stark había liderado millones de años al norte, entregandole a joven lobo la fuerza para liderar.

Nada, ni nadie podría dudar de su reinado.

—Más arriba —ordenó Gyda a la joven Arya, quien practicaba su puntería en el arco. Arya obedeció la orden disparando su flecha y matando al cuervo que rondaba por el campamento.

—El cuervo es el animal de su casa —musito Gyda observando cómo el animal cayó en los pies de Gyda.

—Lo es —respondió Gyda colocando una mano en su vientre que empezaba a crecer—. Pero existen muchos de ellos. Son como una plaga...

—Hay igual que los Ragnarsson —añadió Ivar quien se acercaba arrastrando.

—No son una plaga. Son los mejores guerreros que existen —comentó Arya colocando otra flecha en su arco, respirando con lentitud para luego disparar y dar en otro cuervo que rondaba.

—Lo somos —respondió Gyda con una sonrisa mirando con orgullo a la niña que entrenaba.

—El Rey del norte las ha citado a ambas, ahora —puntualizó Ivar con incomodidad a la palabra Rey—. Está en la tienda del muerto.

—¿Por qué? —preguntó Gyda con extrañeza. Ivar se alejó para no responder la pregunta de su hermana mayor. Aquel gesto provocó la risa de Gyda. Su hermano menor se negaba a obedecer órdenes de Gyda.

—Creo que su hermano no está tan feliz de que seas reina —comentó Arya colocándose al lado de su maestra. Gyda se encogió de hombros.

—Se acostumbrara —respondió Gyda—. Siempre hemos sido iguales. Todos los hermanos, y ahora de un momento a otro soy la reina del norte —comentó Gyda tratando de comprender el comportamiento de su hermano desde que fue proclamada Reina—. Sería difícil para mí seguir a un hermano como Rey.

—No es tan difícil —añadió Arya colocando el arco en el suelo—. No hay mejor Rey que Robb.

—Lo sé. —respondió Gyda con una sonrisa para encaminarse junto a su pequeña hermana a la tienda donde estaba su esposo.

Al llegar a la tienda donde estaba el muerto, Gyda se tapó la nariz. El olor era horrible, casi irrespirable. La esposa de Robb Stark conocía ese olor perfectamente, pero ahora en su embarazo cada olor era un martirio para ella.

—¿Está bien? —preguntó Arya al observar como Gyda se detenía a metros de la tienda. Gyda asintió para seguir caminando y entrar a la tienda. El cuerpo de la montaña estaba blanco, limpio y desnudo.

—Mis señores, mi rey —saludo Gyda entregando una pequeña reverencia al ver quienes estaban en la tienda. Sus padres, sus hermanos, los señores de las grandes casas, Ser Rodrik y su esposo las esperaban.

—Excelencia —musitaron los señores de la casa al verla entrar. Gyda entró con tranquilidad para posarse al lado de su esposo, quien tomó su mano para darle un beso en ella. Gyda no se había percatado que había extrañado ese pequeño gesto por parte de su esposo.

—Los dorniense han respondido nuestra carta. —Empezó a hablar el Rey del norte mirando a su esposa—. Están agradecidos por el aviso, pero han solicitado que enviemos el cuerpo de la montaña.

—Bien —añadió Gyda aliviada por tener que alejarse del cuerpo del muerto, pero la reina del norte observó que los hombres la miraban—. ¿Qué sucede?

—Solicitó la presencia de las asesinas de la montaña —comunicó su padre con voz severa—. Indica que recibirmos una recompensar por este asesinato.

—La única recompensa que queremos es que se unan a nosotros en la guerra —añadió Gyda girando su rostro para ver a su esposo—. No puedo viajar. Y Arya no se alejara de mi.

—Debes hacerlo —bramó su padre—. Quizás es el único modo que tengamos para conseguir una alianza.

—Ya expuse a mi hijo a suficientes peligros —puntualizó Gyda mirando a su esposo, quien permanecía en silencio.

—Le enviaremos el cuerpo con una carta sobre el estado de la reina —Sentenció Lagertha comprendiendo a su hija.

—No. —Negó Gyda girando su rostro para ver a su madre—. Si quieren el cuerpo, deben venir por él. Que envíen a un señor de sus grandes casas, pero alguien debe venir a este campamento. No perderemos la oportunidad de convencer a los Martell de participar en la guerra.

—Tienen suficientes razones para matar a los Lannister. —La voz de Ser Rodrik resonó en la tienda.

—Lo tienen —respondió Robb Stark acariciando el vientre de su esposa—. Pero no sabemos qué quieren. No apoyan a los Lannister, ni los Baratheon, ni a Nosotros.

—Ellos solo apoyaran a una casa —añadió Ivar con obviedad.

—Esa casa quedó extinta. Luchamos para que así fuera. —La voz de Gran Jon resonó con fuerza en la tienda.

—Aún queda una —puntualizo Ivar observando a su hermana—. Quizás quiera luchar por el trono.

—Prefiero a un Lannister, que nuevamente un Targaryen en el trono — bramo Gran Jon escupiendo al suelo—. Malditos enfermos.

—Una hija no debe pagar por los errores de su padre —apuntó Gyda con tranquilidad—. Si los Martell apoyan a una Targaryen en el trono, quizá sea el único modo de ganar esta guerra.

—Aún nos queda Renly. —Destacó Robb con rapidez ante que otro señor de las grandes casas norteñas discutiera con su esposa.-. Enviaremos la carta del estado de la reina del norte. Si desean conocer a las ase...sinas de la Montaña deberán viajar al campamento norteño —ordenó Robb mirando a Ivar, quien se había encargado de escribir cada carta por parte del rey del norte—. Es suficiente hoy. Que los hombres recuperen fuerzas. Seguiremos moviéndonos —ordenó nuevamente Robb indicando que debían salir de la tienda. Cada uno de sus señores salió con incomodidad por las palabras de Gyda. El apellido Targaryen aun dolía en las memorias de los norteños.

—El Rey loco mató a mi abuelo y a mi tío —comentó Robb al momento que todos salieron de la tienda. Quedando en soledad con su esposa.

—Los Lannister mataron a su padre y retienen a su hermana —comunicó Gyda con tranquilidad—. Su abuelo y su tío fueron vengados. De eso se encargó Ned.

—Los Targaryen son peligrosos. Y no sabemos si la hija del rey loco es igual a su padre —comentó Robb con su ceño fruncido.

—Podemos averiguarlo —puntualizó Gyda observando la seriedad del rostro de su esposo—. Podemos enviar a alguien a las ciudades libres. Me encantaría ir, pero en este estado... —Gyda tocó el vientre con sus manos.

—No. No volveré alejarme de ti —expresó Robb colocando su mano en el vientre de su mujer—. Esperaremos a los Martell. Vendrán por el cuerpo de la Montaña.

—Necesitamos una alianza —manifestó Gyda apoyando su cabeza en el torso del Rey—. Necesitamos una alianza para ganar la guerra e irnos a casa.

—Te prometo que volveremos a estar todos juntos —le prometió Robb a su esposa al momento que acariciaba su cabello con suavidad. Gyda no respondió, estaba segura que su esposo no le podía prometer tal cosa, pero prefirió callar y creer las palabras de su rey.



Viento gris caminaba hacia la dirección de Gyda. Si la reina del norte caminaba al norte o al sur, el lobo iba detrás de ella resguardando cada paso que daba. Y en las noches en la tienda, el lobo del rey del norte se quedaba en los pies de sus reyes.

—No puedo creer lo rápido que ha crecido —comentó Gyda sentada en la cama observando a viento gris en sus pies—. Te extrañe mi bello lobo —musita Gyda en voz infantil mientras acariciaba el lomo del lobo.

—¿Debería ponerme celoso? —preguntó Robb divertido por la escena.

—No. Tal vez un poco —respondió Gyda besando el hocico de viento gris. La esposa de Robb Stark escuchó la risa de su esposo, era una risa melodiosa. Algo que no escuchaba a menudo desde la guerra.

—Debo decirte algo —confesó Robb sentándose a su lado. Gyda levantó su mirada para fijarla en los ojos azules de su esposo—. Theon no ha respondido mis cartas.

—Quizás está muerto —comentó Gyda—. Theon era muy afeminado para los hombres de hierro. Quizás su hermana sea la señora de la casa.

—Theon es el primogénito —aclaró Robb con su ceño fruncido.

—En las islas es distinto. El más fuerte es el líder —añadió Gyda acariciando el ceño de su esposo.

—Debemos tener barcos si vamos a llegar a Desembarco del rey —confesó Robb con un suspiro.

—Puedo escabullirme para rescatar a Sansa —comentó Gyda—. Evitariamos enfrentarnos en la ciudad.

—Es más complicado que eso. Lo sabes. —Robb se levantó de la cama para observar el mapa que estaba en la mesa—. Luchamos por vengar a mi padre, por rescatar a Sansa y por la independencia de nuestro reino.

—No me case con un rey —musito Gyda cansada de todo el trabajo que debían hacer como reyes.

—Pero yo me casé con una escudera. —Robb se apoyó en la mesa con sus brazos observando detenidamente el mapa que tenía enfrente—. Los Martell ya debieron recibir la carta, pero necesitamos movernos.

—Si avanzas te encontrarás con las fuerzas Baratheon —manifestó Gyda levantandose de la cama para colocarse al lado de su esposo mirando el mapa.

—Necesitamos a Renly o Stannis —comprendió Robb mirando detenidamente el mapa—. o Ambos.

—Deberías enviar a alguien —expresó Gyda. Robb giró su rostro para observarla.

—¿A quién? Solo tengo confianza plena en ti y en mi madre —afirmó Robb sin dejar de observar a su esposa.

—Y en viento gris —indicó Gyda con una sonrisa que contagió al Rey del norte. Gyda Stark acarició con lentitud el rostro de su esposo, desde su mentón hasta sus cejas—. Eres apuesto.

—Y usted es hermo... —Gyda no dejó que su esposo terminara la oración.

Ella se lanzó a sus labios como un niño hambriento. Gyda había deseado intimar con su esposo desde el primer momento que lo vio. Robb Stark cada vez se veía como un hombre severo, algo que excitaba a su esposa.

La Reina del norte desvistió el torso de su esposo con rapidez. Tocó los músculos del rey con suavidad, admirando como su cuerpo había crecido. Robb Stark no se quedó atrás, desvistió a su esposa con rapidez sin importarle si alguien entrara a su tienda.

—¿Podemos hacerlo? —Preguntó Robb entre medio de los besos. Gyda lo miró extrañada, pero siguió la mirada de su esposo que caía en su vientre.

—Si —respondió Gyda. En realidad la reina desconoce si podrán hacerlo estando embarazada, ella se había negado al momento que Magnus yacía en su vientre.

—Te negaste con Magnus —comentó Robb confuso por las palabras de su esposa.

—Callate Robb —ordenó Gyda volviendo a besar los labios de su esposo.

—Podemos dañar al bebé —comento Robb separandose de su esposa. Gyda con furia se alejó de Robb para colocarse nuevamente el vestido—. Gyda lo deseo tanto como tu. —Gyda no quiso responder, la frustración era alta—. Ven. —Gyda se alejó de su esposo para salir de la tienda, pero el brazo de su esposo la detuvo—. Podemos hacer otras cosas —le mencionó Robb en el cuello de Gyda al momento que sus manos empezaban a desnudarla. La Reina del norte sonrió en silencio, sintiendo como su cuerpo se estremecía al sentir las manos de su esposo.

Esa noche no hicieron el amor, pero ambos entregaron placer a sus cuerpos, olvidando por minutos el peso de ser los reyes del norte.

Los Reyes del norte se encaminaron a la celda de Jaime Lannister con lentitud, uno al lado del otro con sus manos entrelazadas. Gyda estaba nerviosa, no había visto a Jaime desde su última interacción en la noche que fueron proclamados como reyes. El guardia al verlos llegar abrió la celda con rapidez. Robb Stark entró en ella dejando atrás a Gyda.

—Los Reyes del Norte —clamó Jaime con burla—. Aún espero que me dejes en un castillo, pero me sigues arrastrando de un campamento a otro. Y debo pensar que quizás le gusto. —Jaime movió su rostro para mirar a Gyda—. Pobre de la Reina del norte... Puedo darle lo que necesita.

—Si lo dejo con uno de mis abanderados no tardarian recibir una carta de su padre por su libertad —expresó Robb ignorando la última frase del matarreyes.

—¿No confían en los hombres con los que lucha? —preguntó Jaime con una falsa preocupación.

—Les confiaría mi vida, pero no la suya. —Gyda sabía de la decisión de Robb de mover a Jaime. La reina del norte estaba orgullosa del Rey que se estaba convirtiendo.

—Chico inteligente... —dijo Jaime Lannister con burla al rey del norte. Robb Stark frunció su ceño ante ese apodo—. ¿Qué sucede? No te gusta que te digan "niño", es un insulto para ti...-

—Te insultas a ti mismo mata reyes. —El gruñido de viento gris llamó la atención de Jaime Lannister—. Te venció un niño, te atrapo un niño... —Viento Gris entró a la celda para quedar al lado de Robb—. Stannis Baratheon ha enviado carta a todo poniente que Joffrey no es un auténtico Rey, ni aun auténtico Baratheon. Y es su hijo bastardo.

—Que conveniente para él —respondió Jaime con su ceño fruncido.

—Mi padre supo la verdad por eso lo ejecutaron —bramó Robb colocando su mano en el lomo de viento gris.

—Lo ejecutaron por traicionar a Joffrey. El legítimo Rey —se excusó Jaime tratando de no mirar al lobo que estaba al frente de él.

—Lo mataron para que no se divulgará esa verdad, pero nada se guarda para siempre. Ahora todo poniente sabe de sus bastardos —clamó Robb con furia.

—¿Tienen alguna prueba? Quieren contar chismes como unas pobres viejas —bramó Jaime con indignación—. No saben nada de mí, ni de mi familia.

—Enviaré a uno de sus primos con una carta de paz —le comunicó Robb a Jaime.

—Si crees que mi padre aceptara rendirse es porque no lo conoces muy bien —indicó Jaime con una pequeña sonrisa.

—Tal vez no, pero él ya empieza a conocerme —expresó Robb con tranquilidad.

—Una batalla no te hace conquistador —musito Jaime.

—Es mejor que una derrota —puntualizo Robb acariciando a Viento gris para que se adelantara a intimidar a Jaime. Gyda observó cómo su esposo salía de la tienda asistiendo su cabeza en su dirección.

—No te culpes, un lobo Huargo es intimidante —comentó Gyda al momento que Jaime abría los ojos. Viento gris ya no estaba en la celda. Jaime guardó silencio al verla.

—Mi hermana se veía hermosa embarazada, pero debo mencionar que su belleza en ese estado es incomparable. —Gyda no entendía las bellas palabras del matarreyes. Solo pudo suspirar—. Él aún no sabe. ¿cierto?

—No hay nada que saber —respondió Gyda con tranquilidad apoyando sus manos en su vientre.

—Usted sabe que sí —aclaró Jaime con una sonrisa egocéntrica—. Pero hay un modo de evitarlo. Si me liberas, ninguna palabra saldrá de mí.

—Eso jamás sucederá —sentenció Gyda.

—Entonces la verdad saldrá a la luz —musito Jaime con exageración—. Voy a adorar el rostro del joven lobo.

—No importa. El podra enfurecerse, enviame devuelta Invernalia, negarme el sexo o negarme a mis hijos —comentó Gyda agachándose para quedar a la altura de Jaime—. Pero seré siempre su esposa, su reina y la madre de sus hijos.

—¿No te atormenta vivir sin amor? –preguntó Jaime con curiosidad.

—Solo hay una cosa que me atormenta. Y no es la falta de amor —respondió Gyda levantándose.

—¿Y qué es? –preguntó el matarreyes intrigado.

—La larga noche —expresó Gyda retrocediendo—. No habrá grandes señores, hermanos incectuosos o reyes que se salven de los caminantes blancos...

—Gyda por favor —indicó Jaime con cansancio—. Creía que eras mejor que unos cuentos de niños.

—No sabes nada —admitió Gyda negando su cabeza—. Le diré la verdad a Robb, no tendrás el placer de ver su rostro. Quizás solo mi cuerpo apedreado por mi insulto al rey.

—No es lo que deseo —clamo Jaime con su ceño fruncido.

—Entonces mantente callado —bramó Gyda acercándose para tomar entre sus manos el rostro de Jaime.

—No puedo. Debo volver con mi... —Jaime se callo de inmediato. No debía admitir ante nadie la verdad de ellos

—Veremos quien será el valiente o estupido que hable primero. —Gyda soltó el rostro del prisionero para salir de la celda.

—¿Te acostaste con Jaime? —La voz de Ivar interrumpió su salida triunfal de la mirada de Jaime. Gyda salto del susto al ver a su hermano arrastrándose por la oscuridad. Gyda trató de componerse para seguir caminando—. !Gyda!

—Callate. Hablemos en tu tienda —ordenó Gyda con furia.

La reina del norte se encaminó a la tienda que compartían los hermanos solteros por el momento. Al entrar Gyda observó que sus hermanos incluido Ubbe estaban en lugar sentados bebiendo vino.

—Mi Reina.

Todos se levantaron con burla al momento que ella llegó.

—Callense —musito Gyda malhumorada. Los hermanos Ragnarsson se rieron al escucharla.

—¿Qué sucede? — preguntó Ubbe al momento de ver el rostro de Ivar. Gyda se sentó en la cama de uno de sus hermanos.

—Gyda se acostó con Jaime Lannister —anunció Ivar sin titubear.

—¡Maldición Ivar! —Chillo Gyda con enojo. Ivar se encogió de hombros—. Es que no sabes callarte una puta vez.

–No es el vocabulario de una reina —mencionó Hvitserk sorprendido.

—Para nada —afirmó Bjorn apoyando a su hermano menor.

—¿Es que nadie dirá nada de su estupidez? —preguntó Ivar a sus hermanos—. Peligra tu matrimonio, tu poder, tu reinado.

—Nada peligra, si el secreto se queda entre nosotros —comentó Ubbe bebiendo vino con tranquilidad.

—Ubbe... —Gyda se sorprendió de las palabras de su hermano. Ubbe se había vuelto cercano a su esposo—. Jaime me pidió una noche en cambio de no delatarme ante la reina. Lo hice para sobrevivir.

—No nos interesa la razón —admitió Ubbe con una pequeña sonrisa—. Eres nuestra hermana, siempre te cubriremos.

—Tendremos que callar al matarreyes —aseguró Bjorn sin opinar sobre su hermana—. ¿Te pidió su silencio en cambio de su libertad?

—Si —respondió Gyda observando a su hermano mayor—. Me ha amenazado.

—¿Qué le has dicho? —preguntó Ivar sentado en el suelo.

—Puede decir lo que sea, pero seguiré siendo la reina del norte. —La sonrisa de Ivar le demostró que era la respuesta correcta.

—Por la reina del norte —Levantó la copa Bjorn observando a su hermana. Los demás hermanos imitaron su gesto.

—¡Por la reina del norte! —Brindaron sus hermanos observándola. Gyda solo sonrió ante el gesto.

—¿Y quien lo hace mejor? —preguntó Hvitserk con diversión al momento que el vino entró a su cuerpo.

—Definitivamente los norteños —rRespondió Gyda con una risa que contagió a sus hermanos.

Los Ragnarsson bebieron vinos por varias horas, recordando sus pasados, sus infancias y sus amantes. Bebieron con tranquilidad, con una risa en sus bocas. Amando y disfrutando cada minuto que pasaban juntos.

Esa noche iba a ser la única por mucho tiempo que iban a disfrutar. Al día siguiente iba a cambiar absolutamente todo.







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