XXIII
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Gyda escuchaba las voces de sus hermanos, padres y la voz particular de Robb a su alrededor, pero no tenía la fuerza para despertar. Se había desmayado al momento que había llegado al campamento norteño junto a Bjorn. Gyda habia logrado divisar a Eira entre la multitud y a Aslaug la madre de sus hermanos para que luego su mundo se convirtiera en negro.
—Está bien. Necesita descansar. —Escucho la voz de Eira acallando las demás voces—. No se ha alimentado bien. Ha adelgazado... —Gyda trató de abrir los ojos, pero su cansancio era más grande.
—El... bebé —musitó Gyda con dificultad. Dudo si alguien la había escuchado, pero sintió unas manos en su vientre.
—Ayudenme. Debemos desvestirla. —Escuchó nuevamente la voz de su amiga para luego sentir manos a sus alrededor, Gyda creyó identificar cada una de ellas.
El silencio nuevamente invadió a Gyda. Las manos de Eira la reconfortaron, la sanaron y la acompañaron en su largo viaje de sueño hasta que despertó nuevamente.
—¿Está bien? –Gyda escuchó la voz de su esposo muy cerca de ella. Quiso nuevamente abrir sus ojos, pero aún no tenía la fuerza necesaria para hacerlo.
—Está bien, pero debe comer. —La voz dulce de la esposa de su hermano la enterneció—. Debemos despertarla.
—No. Debe descansar. —La voz de su hermano Ivar le daba una fuerza para querer moverse. Estaba enojado.
—Si, pero el niño debe alimentarse —sugirió nuevamente Eira. Gyda supuso que estaba esperando la autorización de Robb. El nuevo guardián del norte—. Gyda, Gyda. —Escucho suavemente a la mujer tendida en la cama. Sabía que debía levantarse, pero su fuerzas eran pocas hasta que un olor desagradable provocó que sus ojos se abrieran. Gyda tardó en enfocar su mirada en las personas que tenía al frente, su vista aun estaba borrosa.
—Tranquila. Estás a salvo —puntualizó Eira acercándose a su lado para mover su cabello hacia atrás.
—Lo sé —susurró Gyda con voz ronca. Su cuello dolía, pero no recordaba el porqué—. Odio la lavanda —protestó la esposa de Robb Stark sin dejar de observar a su amada amiga.
—Lo sé. —Eira repitió las palabras de Gyda con humor para sacar una sonrisa en la nueva señora del Norte. Y así lo logró, la comisuras de los labios de su amiga se levantaron para entregarle una pequeña sonrisa. Eira tenía muchas preguntas, desde las marcas que tenía en su cuello hasta el pequeño embarazo que empezaba hinchar el vientre de Gyda, pero la esposa de Ubbe Ragnarsson se contuvo. Solo debía cuidarla—. Necesitas comer.
Gyda asintió ante sus palabras.
—¿El bebe aún vive? —preguntó Gyda llevando sus manos al pequeño bulto de su vientre sin dejar de mirar a la curandera.
—Si —respondió Robb Stark llamando su atención.
Gyda giró lentamente su cuello percibiendo pequeños dolores al realizarlo. Gyda observó el rostro de su esposo atentamente, se veía mucho mayor de la última vez que lo vio. Se destinguia una barba pelirroja que adornaba su bello rostro.
—Robb...—Habían pasado dos meses desde que había visto el rostro de su esposo. Y decir su corto nombre era extraño para ella. Gyda quiso levantarse, pero la mano de Eira la detuvo—. Necesito conversar con mi esposo.
—Necesitas comer. —Recalcó Eira con su ceño fruncido.
—Es importante —pronunció Gyda mirando atentamente a su esposo.
—Los dejaremos. —Gyda movió su cabeza rápidamente al escuchar la voz de su madre para verla, pero solo alcanzo a ver la cabellera rubia de Lagertha. Los hombres de su familia se quedaron unos segundos viéndola.
—Estoy bien, les explicaré todo —expresó Gyda mirando a sus hermanos y a su padre. Ragnar asintió con su cabeza.
—Estaré esperando. —La voz de Ragnar era severa, sin matices de preocupación o alivio de ver a su hija viva. Cada uno de sus hermanos salieron luego de darle un beso en su cabeza, mostrándole el afecto y el amor que tenían a su hermana. En el momento que los esposos quedaron en soledad, ambos se acercaron con urgencia uno con el otro para besarse.
—Gyda... —susurró Robb al momento que se separaron para recuperar el aire. Gyda volvió a besarlo con urgencia. Había olvidado el exquisito sabor de la boca de su esposo, y el olor a bosque que desprendía en cada movimiento—. Tuve miedo...
—Estoy bien. —interrumpió Gyda a su esposo alejándose de los tentadores labios de Robb. —¿Dónde está Arya? —preguntó la esposa de Robb Stark al recuperar un poco la cordura.
—Con Aslaug. —La mano de Robb recorrió suavemente el cuello adolorido de Gyda—. Salvaste a Arya.
—Pero no pude encontrar a Sansa —se lamentó Gyda—. No pude salvar a Ned.
—Debiste regresar a Invernalia —pronunció Robb tocando su vientre con las yemas de sus dedos—. No debiste poner en peligro su vida.
—Lo sé —respondió Gyda con lamento—. Pero debía salvar a las niñas.
—Y lo hiciste —Recalcó Robb. Gyda iba a refutar sus palabras, pero su esposo la callo con un beso—. Rescataremos a Sansa. Y mataremos a los Lannister.
—La guerra no está en el sur –declaró Gyda con suavidad.
—Gyda debo rescatar a Sansa —señalo Robb con su ceño fruncido alejándose del lado de Gyda.
—Robb...ven —pidió Gyda con voz baja. Desde el momento que su esposo se alejó de ella sintió un vacío que no le agrado—. Rescataremos a Sansa y volvemos a casa.
—No será rápido —mencionó Robb con lamento sentándose nuevamente al lado de su esposa.
—Debo volver con Magnus —declaró Gyda tomando la mano de su esposo.
—Él está bien, está con mi madre —comentó Robb para tranquilizar a su esposa—.Te necesito aquí. Conmigo. No podré resistir estar lejos de ti nuevamente.
—Ni yo de ti. —Gyda apoyó su cabeza en el hombro de su esposo—. Rescataremos a Sansa y volvemos a casa.
—Matamos a los Lannister, Vengamos a mi padre —musitó Robb sin alejarse de su esposa. Gyda levantó su cabeza con lentitud.
—Creo que el pueblo hará ese trabajo —comentó Gyda en voz baja. El secreto de los Lannister era horrible, ni el pueblo ni los dioses aceptarian tal comportamiento.
—¿De qué hablas? –preguntó Robb con su ceño fruncido.
—Ned sospechó de los Lannister al momento de recibir el puñal que atacó a Bran, pero nada descubrimos de ese ataque. —Empezó a relatar Gyda mirando la entrada de la tienda—. Leí una carta que Ned enviaba a Stannis, unos días antes de su muerte.
—¿Qué decía?
—Mencionaba que los herederos al trono no eran hijos del rey. —Robb abrió los ojos por la sorpresa del relato de su esposa—. Desconozco como Ned averiguo esa verdad, pero esa carta mencionaba que el verdadero padre de los herederos del trono era...
—¿Quién? —preguntó Robb con rapidez al momento que Gyda se callo—. ¿Quién es Gyda?
—Es Jaime Lannister —aclaró Gyda con repulsión en su voz—. Tienen una relación incetuosa entre ellos. —Gyda observó cómo su esposo se quedaba mudo con esa verdad. Esa horrible verdad—. Ignoro en quien Ned confío, pero alguien lo traicionó. Debieron acusarlo con la reina.
—Y padre decidió no escapar —sentenció Robb con lamento—. Esa verdad destruiría el reino.
—Lo sé —admitió Gyda.
—Stannis es el verdadero heredero —comentó Robb con su mirada perdida—. El debe ser el Rey.
—Cualquiera puede ser el rey —añadió Gyda con tranquilidad—. Quien tenga el dinero, el ejército y el apoyo de los señores.
—Pero Stannis... —Gyda lo interrumpió con rapidez.
—Stannis sabrá la verdad y él decidirá si desea luchar por la corona. El no será el único que ponga los ojos en el trono de hierro. —Gyda observó cómo su esposo se levantaba para caminar alrededor de la tienda.
—¿Cómo lo habrá descubierto mi padre? —Se preguntó Robb sin mirarla. Gyda no pudo responder, no tenía la respuesta a esa pregunta—. ¿Quién lo habrá traicionado?
—Robb. —Gyda llamó a su esposo al momento que empezó a divagar. Su esposo la miró—. No tendrás las respuestas a esas preguntas. No puedes confiar en nadie del sur —puntualizó Gyda levantándose de la cama—. La verdad murió con Ned.
—Muchas cosas murieron con mi padre —se lamentó Robb tocando suavemente la mejilla de su mujer. Gyda tenía golpes en su cara, en su cuello, pero aun así para Robb Stark era la mujer más hermosa de los sietes reinos.
–Ganaremos la guerra —le aseguró Gyda—. Nada ni nadie le hará daño a nuestra familia.
Gyda observó como su esposo esbozaba una sonrisa. Una bella sonrisa que le provocó una corriente en su entrepierna.
—Ven, dame otro beso —le pidió Gyda en voz baja tratando de ser seductora en medio de una guerra. Robb se acercó con rapidez al momento de escucharla y la besó. La beso con anhelo. Y con el deseo que había guardado todo esos meses en la ausencia de su esposa.
Gyda se encontraba comiendo con tranquilidad rodeada de sus hermanos, de sus padres, de su amiga. La esposa de Robb Stark le había contado la verdad de los Lannister.
—No puedo creerlo. —Gyda escuchó la voz de Ubbe incrédulo.
—Con su hermana —musito Hvitserk mirando a Gyda.
—Yo los amo a todos, pero no podría tener una relación con ustedes —comentó divertida Gyda con comida en su boca. Ivar fue el único que rió de su chiste.
—Tywin no creerá en esos rumores —sentenció Ragnar sin mirar a ninguno de sus hijos.
—No es un rumor —replicó Gyda ofendida—. Ned no hubiera escrito esa carta sin tener la certeza.
—De igual modo sigue siendo un rumor que él no aceptara —aclaró Ragnar observando los ojos azules de su hija—. Debiste volver al momento de saber de tu embarazo. Fue irresponsable de tu parte. Eres Lady Stark ahora.
—El niño sobrevivió al igual que yo. —Eira quien permanecía a su lado tocó su herida en el cuello—. Es solo una herida.
—Alguien intentó asfixiarte —puntualizó la curandera con su ceño fruncido—. No es una simple herida. Estuviste a punto de morir.
—Estamos en guerra. Creo que estaremos a punto de morir varias veces —comentó Gyda alejando la mano de la curandera de su cuello.
—¿Quién fue? —preguntó Lagertha sin moverse de su lugar mirando las heridas en su cuello. Gyda observó a su madre quien había permanecido en silencio desde su llegada a la tienda.
—Gregor Clagane —respondió Gyda recordando lo que había transcurrido hace unas horas atrás.
—¿Mataste la montaña? —exclamó Ivar al escuchar a su hermana. Gyda observó los ojos sorprendidos de su hermano.
—Hay hombres más grandes más allá del muro —explicó Gyda extrañado por el comportamiento de su hermano menor.
—Mataste la montaña, no podrías salir ilesa. Miles de hombres intentaron matarlo, especialmente los Dornienses —explicó Eira sorprendida por las palabras de la hermana de su esposo.
—¿Sabes quién es Gregor Clegane? —preguntó Gyda alzando su voz sorprendida por el conocimiento de Eira.
—Mencione varias veces que debías leer libros —precisó Eira con una gran sonrisa.
—Esos libros deberían agregar que Gyda Stark y Arya Stark lo han matado —comentó Gyda divertida.
—¿Arya? —preguntó Ragnar confuso, pero su hija accedió a explicar lo sucedido desde su escape de Desembarco del Rey—. ¿Jaime no te delató? —pregunto confuso.
—Creo que no —respondió Gyda con simpleza—. Me alimento en su tienda. Me trato bien.
—No recibiría la misma atención aquí. Mató a muchos norteños —explicó Bjorn con su ceño fruncido. Gyda tardó un segundo en comprender las palabras de su hermano mayor.
—¿Lo capturaron? —exclamó dudosa Gyda.
—¿Robb no lo mencionó? —preguntó Eira extrañada. Gyda negó con su cabeza—. Está aquí encarcelado.
—Debería hablar con él — musito Gyda con rapidez.
—¿De que? - preguntó Ivar con extrañeza—. ¿Tienes algo pendiente con él? —Gyda giró su rostro en busca de su hermano mayor, quien bebía vino con tranquilidad observándola con una ceja levantada.
—¿Arya? —preguntó Gyda cambiando el tema de conversación.
—Con Aslaug —respondió Ragnar con simpleza saliendo de la tienda de sus hijos. Lagertha salió detrás de él.
—Madre. —Gyda llamó a su madre, pero ella siguió su camino ignorandola. Gyda Stark se extrañó por el comportamiento de su madre.
—Penso que te había perdido —le comunicó su hermano mayor—. Dale un poco de tiempo.
—Tiempo es lo que menos tenemos —añadió Gyda metiendo una cucharada de sopa en su boca—. Ahora me explicaran que serán las desafortunadas mujeres que se deberan casar con ustedes —pegunto Gyda divertida ante ese rumor. La risa de Ubbe y su esposa no se hicieron esperar. Los Ragnarsson estarían comprometidos al terminar la guerra.
Gyda Stark caminaba por el campamento norteño con lentitud. Observaba a cada guerrero que la saludaba, tratando de memorizar los nombres de cada uno. Gyda sabía que ahora era la señora de la casa. La esposa del guardián del norte.
—Mi señora... —Un guardia la llamó al momento que pasaba caminando a su lado—. ¿Para dónde se dirige? —preguntó el hombre con timidez. Gyda se rió ante esa pregunta. Ni siquiera su padre fue capaz de realizar esa pregunta en su juventud. Gyda siguió caminando a su objetivo, el cual estaba amarrado a un palo—. Mi señora...
—Estaré bien —aseguró Gyda, quien se acercó al cubo con agua para agacharse y darle de beber a Jaime Lannister. El mata reyes bebió con urgencia. Gyda giró su rostro al observar que el guardia no se movía—. Vete —ordenó la esposa del guardián del norte con voz severa. El muchacho se retiró con rapidez.
—Estás herida. —Observó Jaime al momento de la cercanía con Gyda.
—Un hombre me atacó en tu tienda. —Jaime frunció el ceño al instante.
—Ordené que nadie debía tocarlo. Que eras mía —confesó Jaime sin titubear mirando con recelo las marcas de herida de Gyda—. ¿Quién fue?
—La montaña —respondió Gyda divertida—. ¿Le dijiste a tu ejército que era tuya?
—¿Gregor? ¿Sobreviviste? —preguntó Jaime con extrañeza mirando a Gyda y llegando a pensar que la mujer que estaba al frente de él era un fantasma.
—Creo que sí. —Gyda se levantó para tocar su cara, sus senos y su vientre.
—¿Como? —preguntó Jaime incrédulo.
—Lo maté —confesó Gyda con tranquilidad. Jaime abrió aún más sus ojos—. Soy una buena escudera.
—Eres perfecta —musito el hermano gemelo de la reina. Gyda rió ante esa revelación—. Deberías haberte casado conmigo, seriamos imparables.
—¿Cómo lo eres con tu hermana gemela? —preguntó Gyda interrumpiendolo. Jaime se quedó mudo—. Lo se todo.
—¿Qué sabes? —Jaime frunció su ceño.
—Todo. —Jaime siguió frunciendo su ceño dudoso si Gyda decía la verdad—. Sé que te acuestas con tu hermana. Sé que eres el padre de esos supuestos herederos. Se que engañaron al rey y su pueblo...Y se que eres un maldito pervertido.
—Es curioso que venga de ti. La que engañó a su esposo conmigo —expresó Jaime con ironía.
—Cállate —ordenó Gyda con rapidez—. Mencionaste que ese encuentro iba a ser un secreto.
—Si mantienes su boca callada, no le diré nada al joven lobo — prometió Jaime, pero era tarde para Gyda. Robb Stark sabía la verdad horrible de los hermanos Lannister—. Ya se lo mencionaste —afirmó Jaime observando el rostro de Gyda.
—¡Gyda! Debes venir. —La esposa de Robb Stark escuchó la voz de su hermano Hvitserk llamándola—. ¡Ahora! —Gyda se movió con rapidez para obedecer la orden de su hermano con rapidez.
—El joven lobo aullara de dolor —bramo Jaime al momento que Gyda se alejaba.
—¿Qué sucede? —preguntó Gyda siguiendo a Hvitserk por el campamento, quien no detenía su paso.
—Escucha... —Gyda se callo, pero otro sonido se hizo presente.
¡El rey del norte! !¡El rey del norte! —Gritaban los hombres al momento que llegaba Gyda a la reunión que tenían con su esposo. La esposa de Robb Stark observó el rostro de su esposo quien permanecía estoico en el lugar.
—Eres la reina del norte —anunció Hvitserk a su lado con una gran sonrisa.
Gyda observó los ojos de su hermano sin creer las palabras que aun escuchaba. Gyda Stark se convertiría en Reina del norte. Y la primera gobernadora con apellido Ragnarsson.
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