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XXII







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Gyda Stark estaba en la tienda de Jaime Lannister nuevamente a su merced. La hija de Ragnar se golpeaba mentalmente al ser atrapada por el león Dorado en plena guerra con el norte.

—¿Dónde estamos? —preguntó Gyda mirando a su alrededor.

—Luchabas con la Montaña —bramo Jaime caminando por su campamento sosteniendo a Gyda de su brazo—. ¿Buscabas morir? —Gyda iba a repetir su pregunta, pero al reconocer la bandera de la casa de la madre de Robb decidió desistir.

—¿Con quien? —preguntó Gyda confundida ante el nombre que le menciono.

—Es Gregor Clegane —musito Jaime deteniendo su paso para observarla. El rostro de Gyda demostraba ignorancia ante ese nombre—. ¿Acaso nunca leíste un libro o escuchaste la historia de cómo destronaron a los Targaryen? —Gyda negó con su cabeza.

—Rag...Mi padre llegó con una mujer después de la guerra. La madre de mis hermanos —confesó Gyda recordando su doloroso pasado. En esos años en el que perdió el amor y el respeto que sentía hacia su padre—. Nunca me interesó saber lo que había pasado —admitió Gyda frunciendo sus hombros para restarle importancia al tema.

—No eres una mujer culta —expresó Jaime con tono de burla en su voz.

—Lo que me falta de cultura, me sobra de guerrera —bramo Gyda quitando con fuerza su brazo del agarre de Jaime. El gemelo de la Reina sonrió ante ese gesto, dejó que Gyda caminara a su lado libremente sin dejar de admirarla.

—Su joven esposo llamó a sus abanderados —mencionó Jaime al momento que entramos a su tienda privada—. Nos declaró la guerra —comentó al momento que dejaba la espada del guardia del norte en la mesa.

—Ustedes lo hicieron al cortar la cabeza de Ned — refuto Gyda con su ceño fruncido. Desde la muerte de Ned, lo soñaba cada noche sin cabeza merodeando Invernalia.

– Estabas ahí. — Gyda asintió ante esas palabras de Jaime mirandole atentamente, tratando de identificar la perversion que tenía con su hermana en sus ojos—. El rey tomó su decisión.

—Y deberá enfrentar las consecuencias —añadió Gyda sin apartar los ojos del hermano gemelo de la reina—. El norte no perdonará.

—Cuento con eso. No hay nada mejor que una guerra para distraer los sentimientos —confesó Jaime sentándose. Gyda rio ante Jaime por sus dichos.

—No contaba que fueras un hombre romántico —manifestó Gyda colocando sus manos en su vientre por el dolor que había provocado su risa.

—¿Qué tipo de hombre crees que soy? —preguntó Jaime con una gran sonrisa. Gyda iba a exponer el secreto de los gemelos Lannister, pero su cordura la retuvo. Si terminaba muerta como el padre de su esposo, su viaje no habría tenido sentido—. ¿Un Mata Reyes?

—No —respondió rápidamente Gyda—. Un hombre adinerado. Que tiene lo que desea sin preguntar.

—A ti te pregunte —expuso Jaime con una gran sonrisa irónica.

—Me amenazaste —destacó Gyda ofendida ante el pensamiento del Lannister—. Recuerdo que no hubo pregunta.

—Pero, Violacion no fue —señaló Jaime levantándose para ofrecerle un asiento a Gyda—. Lo siento, olvidé que estaba embarazada —indicó colocando su mano en el vientre de la hija de Ragnar—. Traeré algo para comer.

Jaime no espero respuesta de Gyda, salió con rapidez por la tienda para buscar comida. Gyda tuvo el impulso de salir corriendo, pero sus pies no se movieron. Estaba cansada y el dolor en su vientre no ayudaba. La esposa de Robb Stark se sentó con lamento, sintiéndose estúpida al sentirse segura en la tienda del hombre que la había amenazado para acostarse con él.

—Aquí tienes.

—Gracias —musito Gyda al ver el plato que estaba al frente de ella. Llena de verdura, fruta y algo de carne.

—Adelante. No juzgaré —indicó Jaime sentándose nuevamente al frente de ella.

Gyda no esperó más y empezó a comer con frenesí. Era la primera comida que había probado en dos días. La hija de Ragnar observó como Jaime le llenaba una copa con vino. Y sin vergüenza la bebió por completo. Estaba sedienta.

—Gracias —musito nuevamente Gyda a Jaime cuando se comió el último pedazo de carne. Jaime asintió con su cabeza complacido ante la actuación de la esposa de Robb Stark.

—¿Dónde está Arya? —preguntó Jaime cambiando su rostro—. Su objetivo era escapar con las niñas Stark.

—Lo hice con Arya —confesó Gyda lentamente—. Pero debimos separarnos.

—¿Por qué? —preguntó con cautela.

—Por unos ladrones que nos atacaron hace dos lunas atrás. Si alguien debe morir soy yo —aseguró Gyda con tranquilidad—. Debe estar en el campamento de Robb...

—Debería llevarte ante mi hermana —exclamó Jaime interrumpiendo su relato—. Debería decir quien eres. —Gyda agradeció mentablemente su intromisión. No tenía fuerza para seguir mintiendo.

—Deberías —admitió Gyda—. ¿Lo harás? —le pregunto después de unos segundos en silencio.

—No —afirmó Jaime con su ceño fruncido—. No podría cargar con su muerte —confesó sin dejar de fruncir su ceño colocando su mano en su cabello para desordenarlo.

—No me mataría. Me usaría para torturar a Robb —comentó Gyda segura de sus propias palabras.

—Si se percata de nuestra noche, creeme que la mataría —admito Jaime sin percatarse de sus propias palabras.

—¿Por qué lo haría? Creo que mi esposo tiene ese derecho. Y por la poca cultura que poseo la Guardia Real no puede tener esposa —comentó la esposa de Robb Strak aparentando confusión ante las palabras del gemelo de la Reina. Jaime la observó sin pestañear, Gyda mantuvo la mirada con su ceño fruncido. Jaime prefirió no seguir indagando.

—Ordenaré que te traigan agua —musito Jaime para salir con rapidez de su propia tienda.

La cabeza de Gyda cayó con pesar a la mesa que tenía al frente. Debía planear como salir de las garras del león.

La noche llegó y Gyda Stark estaba aseada, alimentada y vestida en la tienda de Jaime Lannister. El gemelo de la reina le había conseguido un vestido y un abrigo para el frío. La esposa de Robb Stark se sentía renovada, pero era más por estar físicamente bien. Había dejado de sangrar al momento que se había sentado para comer.

—Se ve hermosa —confesó Jaime admirándola con el vestido dorado que había conseguido.

El hijo de Tywin no pudo evitar imaginar si aquella mujer fuera su esposa, pero ese pensamiento desapareció en un segundo al momento que la imagen de su hermana llegaba a su mente.

—¿Qué haces? —preguntó Gyda sentándose en la cama provisoria de Jaime. El gemelo de la reina frunció su ceño confundido por la pregunta de la mujer que tenía al frente—. No me vas a delatar, pero sere reconocida como la prostituta de Jaime Lannister.

—Creo que es mejor —admitió Jaime con una sonrisa irónica para sentarse en su cama al lado de Gyda.

—Alguien me reconocerá —señalo lo obvio la hija de Ragnar—. Estoy aseada, es más fácil.

—Es verdad —musito Jaime colocando el mechón de cabello de Gyda detrás de su oreja—. No debes salir de la tienda —susurro el Lannister mirandolo los labios de la esposa de su enemigo.

—Debo hacerlo —respondió Gyda atenta ante cualquier movimiento del hombre que quería besarla—. Debo llegar con mi esposo.

—El afortunado Robb Stark —exclamó Jaime alejándose de los labios de Gyda—. Un hombre nunca es tan afortunado.

—No soy un premio... —refuto Gyda observando los cambios de humor de Jaime—. Creeme yo soy afortunada.

—No creo que el joven lobo sea un premio —comentó Jaime con una risa.

—¿Joven lobo? —preguntó Gyda ante ese nombre.

—El lobo va junto con él —respondió Jaime sin importarle el tema. Gyda sonrió ante la imagen de Viento Gris. El lobo lo protegería mejor que sus abanderados—. Debería conseguir un león...

—Viento gris no es un lobo cualquiera —expresó Gyda—. Los lobos Huargos son criaturas maravillosas, deberías verlo cuando tienen su edad adulta. —La mente de la esposa de Robb Stark empezó a viajar al pasado que tuvo con los salvajes—. Más allá del muro esos lobos son letales. Son lobos letales, los Stark han sido los únicos que han podido dominarlos.

—¿Has estado más allá del muro? —preguntó con incredulidad Jaime Lannister.

—Si. Junto a Bjorn —confesó Gyda arreglando las arrugas del vestido—. He enfrentado hombres tan grandes como "La montaña" —puntualizó Gyda con una sonrisa.

—Eres una mujer admirable —admitió el hermano gemelo de la reina con una gran sonrisa en su rostro. Jaime empezó acercarse a sus labios con anhelo, pero Gyda lo detuvo de manera inmediata.

—No puedo —musito Gyda casi con culpa. Jamás había rechazado un beso de un hombre. Su libertinaje había terminado al momento de casarse con Robb, pero no fue esa alianza que había probado el rechazo de Gyda. Las palabras de Jaime le recordó al joven Jon Snow. Aquel hombre que estaba a kilómetros de ella. Y la culpa le invadió, extrañaba al pelinegro y el tiempo que estuvo con él—. Llevó a su hijo.

—Puedo amenazarla —Le recordó Jaime siguiendo con su movimiento. Gyda colocó su mano en su torso ejerciendo fuerza para detenerlo.

—Por favor... No lo hagas —Rogó Gyda bajando su cabeza—. No cruces la línea.

—¿Qué línea? —preguntó Jaime confundido.

—La de enamorarte de mi —preciso Gyda con seguridad en sus palabras.

—¿Qué? - preguntó Jaime levantándose de la cama riendo. Gyda observó como Jaime se servía una copa de vino—. ¿Por qué haría tal cosa?

—Porque soy una mujer admirable —aclaró Gyda con una sonrisa en su rostro acostándose en la cama de Jaime. La risa del hermano de la reina la tranquilizó para cerrar los ojos sin pensar en el peligro—. Creo que dormiré —musito Gyda al momento que sentía que el sueño la alcanzaba.

—Descansa. Estás a salvo.

Escuchó Gyda las palabras de Jaime y sintió una caricia por su cabello. Y fue lo último que logró percibir ante caer al profundo sueño.



Unos sonidos la despertaron. Gyda se levantó con rapidez de la cama con su corazón desbocado al identificar el sonido que provenía afuera de la tienda. La guerra había llegado al campamento de Jaime Lannister. Gyda se acercó para agarrar la espada de Ned Stark. Estaba en el mismo lugar que Jaime la había dejado. A ese hombre no le interesaba matarla.

Al momento que Gyda sostuvo la espada se sintió nuevamente poderosa. Se sintió Gyda Ragnarsson, la única hija del Gran Ragnar y la poderosa Lagertha, pero la sensación duró un segundo La montaña entraba a la tienda de Jaime. Su porte era casi intimidante.

—Terminaré lo que empezaste —bramó el hombre al momento que entraba vestido completamente de armadura. Gyda sonrió como lo hacía su hermano menor—. Morirás.

—No podrías matarme ni en cien años —musito Gyda levantando la espada moviendo las piernas para posicionarla en lugar correcto para soportar cada estocada realizada por la Montaña.

Gyda no dio el primer paso, espero que el gran hombre se acercara para empezar la batalla. Gregor luchaba con fervor, con rabia contenida hacia la mujer, no media la fuerza que ejercia en cada movimiento que realizaba, pero Gyda, si. Ella luchaba analizando cada situación a su alrededor, sabía que debía aguantar hasta que el gran hombre perdía su fuerza

El hermano de Sandor Clagane dio dos pasos hacia atrás al sentir el cansancio en su brazo, y ese instante Gyda atacó sin compasión. Ataco como le había enseñado su padre, su madre y su hermano mayor. Gregor resistió cada movimiento realizado por Gyda, pero se sorprendió por la agilidad de la mujer. La montaña en un recurso de desesperación evitó el siguiente golpe, para empujar a la mujer hacia la mesa provocando que Gyda cayera al suelo.

La hija de Ragnar evitó la caída para proteger su vientre, pero la inestabilidad de la mesa la llevó directamente al suelo. Gyda soltó la espada para colocarla alrededor de su estómago para protegerlo ante un golpe. Y logro, pero al hacerlo desamparo su vida.

La imagen de su hijo Magnus llegó a su mente al momento que veía como la Montaña se acercaba con su espada para clavarla en su vientre. Lo que sucedió a continuación para Gyda fue lento. Cada movimiento que realizaba su asesino era pausado, dejándole tiempo para reaccionar y agarra Hielo que había caído a su lado para clavarla en el gran torso de Gregor al momento que se balanceaba hacia ella. Gyda Stark esperaba que el hombre cayera muerto instantáneamente, pero la Montaña seguía moviéndose.

—Muere, muere, muere —musitaba Gyda con sus dientes apretados moviendo la espada en el cuerpo de Gregor.

La montaña soltó su espada al sentir que su vida se apagaba, pero una fuerza indomable ejercía en él en ese momento. Con sus grandes manos sujetó fuertemente el cuello de la mujer. Rezandole a los dioses que si caía iba ser junto con ella.

La esposa de Robb Stark maldecía en su interior al sentir como el aire de su cuerpo se agotaba. Las manos de la montaña no cedían. Las manos de Gyda apretaba los ojos del hombre con desesperación tratando que la soltara, pero nada desminuia la fuerza de su agarre en su cuello. Hasta que la punta de una espada salió por el ojo de Gregor provocando su muerte instantánea.

—Arya... —susurro Gyda tosiendo para recuperar el aire perdido. Al momento que la espada se clavó en su cabeza la Montaña había librado su agarre cayendo encima de la esposa de Robb. Gyda se escabullo del peso de la montaña ejerciendo una fuerza que ella misma desconocía—. ¿Está bien? —preguntó Gyda al momento que se levantaba para acercarse a su pequeña mañana que aun miraba el cuerpo inerte de la Montaña.

—No quise dejarte —confesó Arya retirando sus ojos en el cuerpo de Gregor para enfocarlo en el cuerpo ensangrentado de Gyda—. El hermano de la Reina te conoce, tuve miedo de que terminaras igual que padre.

—No es tan estupido como Joffrey –señaló Gyda colocando una mano en su hombro—. Vamos. Los norteños están atacando, es nuestra oportunidad de encontrarnos con Robb. —Gyda se acercó al cuerpo sin vida de la montaña—. Ayúdame Arya —suplico la esposa de Robb Stark para girar el gran cuerpo del hombre y sacar Hielo de las entrañas de la Montaña—. Vamos –indicó a Gyda al momento que tuvo la espada de su suegro en sus manos.

Los ojos de Gyda dolieron al momento que la luz del día hizo contacto con ella al salir de la tienda. Las mujeres Stark miraron a su alrededor con atención, veían a hombres heridos tendidos entre las tiendas rojas de los Lannister. Observaron a hombres mutilados pidiendo a gritos ayuda, pero nadie socorrió por ellos. Las mujeres corrieron directo a la dirección de la batalla. Gyda Stark tenía esperanza de ver a algunos de sus hermanos entre el ejército.

Gyda Stark entrelazo su mano junto a la de Arya. No debían separarse más.

Corrieron entre la multitud, evitando chocar con un guerrero sureño o norteño. Estaba segura de que nadie las reconociera, solo su familia cercana. Debía encontrar a su esposo y sus hermanos, sólo así estaban a salvo de las garras del león. Gyda observaba a su alrededor sin soltar la mano de Arya tratando de identificar a sus hermanos entre la sangre, sudor y el lodo que había en torno a ellas. Pero Gyda no logró prevenir el golpe que logró desestabilizar nuevamente para caer al lodo.

—¡No! —Escucho el grito de Arya al dejar de sentir el agarre de Gyda. La esposa de Robb miró atentamente a su atacante para encontrar algunas similitudes con su hermano mayor.

—Gyda... —Alcanzó leer Gyda su nombre en los labios de Bjorn.

Gyda agradeció a los dioses.

Estaban a salvo.









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