XXI
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Camino real. Afuera de las puertas de Los Gemelos.
Robb Stark miraba el mapa que mostraba a los sietes reinos en su esplendor. Cada camino, río y valle estaba trazado en aquel papel. Un papel que debería ser la salvación de su casa. Un papel que le mostraría el siguiente paso que debería dar con su gran ejército.
—Debemos movernos. —Robb escuchó las palabras de Ivar. Aquel hermano ansioso que deseaba encontrar a su única hermana.
—Lo sé —musito Robb sin despegar la mirada del mapa. El comandante del ejército de los norteños sabía que debía moverse para encontrar a su padre, sus hermanas y su amada esposa.
—Necesitamos Los Gemelos —añadió Ragnar en la carpa de Robb Stark.
—¿Puedo leer la carta nuevamente? —Robb escuchó la voz de Lagertha. Y por un momento supuso que era la voz de su amada. Eran increíblemente parecidas. El esposo de Gyda tomó la carta entre sus manos para entregarsela a Lagertha. Era la cuarta vez que leía la carta.
—¿Theon ha respondido? —preguntó Ubbe hacia el esposo de su hermana. Robb negó con su cabeza sin mirarlo. Su mejor amigo Theon no respondió ante su llamado.
—Enviare hombres a Invernalia —comentó Ragnar con su ceño fruncido. El que Theon no respondiera aquella carta por parte de su mejor amigo, era un mal presagio.
—No se atreverán a invadir —añadió el gran Jon Umber descifrando la orden de Ragnar Ragnarsson.
—Claro que se atreverían —replicó Ragnar mirando a Jon—. Son estúpidos y despiadados. Las peores cualidades de un hombre.
—Invernalia debe estar protegida —aseguró Robb Stark mirando a todos los hombres que estaban al frente de él—. El norte siempre ha tenido enemigos. —Y debía proteger a su madre, sus hermanos y a su propio hijo. Invernalia debía estar segura.
—Debemos movernos —puntualizó nuevamente Ivar ignorando las palabras de los grandes hombres. Robb fijó la mirada en Ivar. Ambos sabían la urgencia de moverse, pero nadie de sus hombres conocía que Gyda estaba en Desembarco del Rey. Y debía seguir así.
—Lord Frey es el vasallo de la casa de mi madre —indicó Robb mirando a sus hombres.
—Frey es imprescindible. Siempre aparece al final de la batalla —aseguró Jon Umber—. Lucha por sus propios intereses.
—Es lo peor del sur —musito Ragnar en voz baja. Aún recordaba la cobardía de aquellos hombres de la casa Frey.
—Iré a conversar con él —exclamó Robb sin encontrar otra idea.
—No. Es peligroso —replicó Ubbe quien permanecía a su lado como un fiel hermano—. Podría matarte con facilidad.
—Iré yo —aviso Lagertha mirando a Ragnar—. Puedo manejar a hombres codiciosos...
—¿Estás segura madre? —preguntó Bjorn con su rostro de precaución.
—Si. No me hará daño —prometió Lagertha con una pequeña sonrisa. Estaba segura que Frey prefería acostarse con ella que matarla.
—Estaremos atentos —expreso Robb mirando a la madre de su esposa, la cual asintió con su cabeza. Ella sabía que debía conseguir ese puente si quería encontrar a Gyda Stark con vida.
Los minutos pasaban con lentitud en la tienda de Robb Stark. Los hombres Ragnarsson se movían nerviosos por la ausencia de la ex esposa de Ragnar. Los hermanos de Gyda desconocían el paradero de su hermana, pero sentían que ella estaba viva. El amor, la fraternidad que lo unían eran única en los sietes reinos. Y era lo que lo motivaban para luchar contra los Lannister.
Los minutos se transformaron en horas y el silencio preocupaba al ejército norteño. Robb miraba el mapa tratando de trazar un plan en caso que Frey se negara a abrir el puente. Pero nada lograba distraer al heredero de Invernalia, la imagen de Gyda rondaba en su mente. Confortandolo en cada paso que daba en la guerra que llevaba al sur.
—Lagertha ha salido —anuncio Ubbe entrando a la carpa con viento gris a su lado.
—Bien. —Fueron las únicas palabras que salieron de la boca de Robb—. Llama a todos. —Ubbe asintió ante la orden para llamar a todos los consejeros de Robb Stark. Cada uno llegó con urgencia a la carpa para esperar la llegada de Lagertha.
—Debemos movernos —pronunció Ivar caminando con sus bastones hasta llegar al lado de Robb Stark.
—Maldición Ivar. —bramo Robb con sus dientes apretados, tratando de contener su rabia—. Sé que debemos movernos, pero debo hacerlo bien. Debo pensar cada movimiento que de para encontrarla... —He inmediatamente el hijo de Ned Stark cerró su boca ante de nombrar el nombre de su esposa. Los hombres de las otras casas se miraron entre sí, pero antes de dudar la fuerte Lagertha entró.
—He tardado más de lo que imaginé —comentó la bella Lagertha entrando a la carpa junto con sus escuderas—. Ha salido bien. Walder Frey nos dará el puente...
—¿A cambio de que? —La voz de Ragnar interrumpió a Lagertha, la cual lo miró con su ceja levantada para ignorarlo y fijar su mirada en el esposo de su hija.
—Ha pedido que uno de sus hijos sea su escudero —anunció Lagertha.
—Hecho. ¿Qué más? —pregunto intrigado Robb Stark.
—Su hermana Arya Stark deberá casarse con otro de su hijo. De la misma edad que su hermana —añadió Lagertha con incomodidad—. Y Bran también.
—No les gustara —admitió Robb pensando en su hermana menor, pero al ver el rostro de Lagertha comprendió que aún faltaba decir las condiciones de Walder Frey—. Solo digalo.
—Bjorn deberá casarse con una de sus hijas, al igual que Hvitserk e Ivar. —Lagertha habló con rapidez mirando a su exesposo. La madre de Gyda esperó reprimendas por parte de su hijo y los hijos de Ragnar, pero nada salió de sus bocas.
—Nos casaremos hoy si es necesario —preciso el hermano mayor de Gyda asintiendo con su cabeza. Lagertha miró a los medios hermanos de su hija, los cuales asintieron a las palabras de Bjorn. Cada uno de ellos tenían la ansia de encontrar a su única hermana.
—Movamos las tropas —anunció Robb dando un paso hacia al frente, pero Lagertha lo detuvo.
—Hay algo más —exclamó Lagertha con su ceño fruncido. La última petición de Walder Frey fue lo que incomodó a la fuerte madre de Gyda—. En el caso de la muerte de Gyda, deberás casarte con una Frey... Y si usted muere, Gyda deberá casarse con un hombre Frey.
Y el silencio reinó en la carpa. Cada uno de los hombres se miraron por esa singular petición, pero nada salió de sus bocas.
—Acepto —señaló Robb saliendo de la carpa con viento gris a su lado.
A las afueras de Harrenhal.
El vientre de Gyda Stark dolía en cada paso que daban en el interior del espeso bosque. Después de una larga semana, de no comer apropiadamente, de no beber agua limpia, el cuerpo de Arya era irreconocible.
—Soy mas fea que antes... —comentó Arya alrededor de un pequeño fuego que habían realizado para cocinar un conejo que Gyda había cazado.
—Me corte el cabello a tu edad —añadió Gyda mirando el cabello corto de su pequeña hermana.
Gyda había decidido cortarle el cabello a los segundos de la decapitación de Ned. Era conveniente que Arya pasará como un niño para protegerla en el viaje y ante hombres Lannister en busca de la hija del guardián del norte.
—Quería ser un hombre. Un guerrero al igual que Ragnar.
—Eres mejor que Ragnar —recalcó Arya masticando su comida.
—Lo soy —admitió Gyda con una gran sonrisa—. Pero practique cada día, cada hora, cada segundo de mi vida para ser mejor que mi padre.
—Quiero ser como tú —señalo la pequeña Arya admirando a la esposa de su hermano mayor.
—Serás mejor que yo —prometió Gyda al momento que tiraba tierra para apagar el fuego—. Vamos, debemos movernos.
Las mujeres Stark se movieron con rapidez alejándose del camino real para evadir a tropas Lannister que se movían. Desde su salida luego de la muerte de Ned Stark, las tropas Lannister se movían con urgencia preparándose para una guerra. Cada uno de los soldados pasaban a su lado ignorándola, desconociendo que tenían en sus propias tierras dos mujeres Stark.
El camino era fácil. Gyda se guiaba por las estrellas para caminar al norte, pero el dolor en el vientre provocaba lo difícil de proseguir con rapidez. En la oscuridad de la noche, en unas de sus pocas horas para dedicarla al sueño, el vientre de Gyda se contrajo de dolor. Un gemido de dolor salió de la boca de la esposa de Robb Stark.
—¿Qué sucede? —preguntó Arya levantándose para acercarse a su hermana mayor.
—Estás atenta. —Reconoció Gyda sorprendiendose en la actitud de Arya. La hija de Ragnar se había esforzado para realizar un pequeño gemido—. Estoy embarazada. —Gyda se levantó el sucio vestido para mostrarle el pequeño bulto que tenía en su vientre.
—Estás sangrando —mencionó Arya al ver la sangre recorrer las piernas de Gyda.
—He sangrado desde que salimos de Desembarco Del Rey —añadió la esposa de Robb Stark bajándose el vestido.
—Robb no hubiera dejado que vinieras en ese estado —clamó la pequeña Stark con su ceño fruncido.
—No lo sabía. —Gyda se recostó en el húmedo pasto del bosque mirando las estrellas—. Lo supe en Desembarco del Rey en el cuarto de Jory...
—Está muerto, ¿cierto? —preguntó Arya al escuchar el nombre de su favorito guardia de su padre.
—Si —susurro Gyda melancólica ante el recuerdo de su buen amigo. Jory estaba muerto, Ned estaba muerto y cada habitante de Invernlia que viajó con el guardián del norte había muerto en manos de la reina.
—Robb los matara a todos —puntualizó Arya acostándose al lado de Gyda.
La esposa de Robb Stark quiso hablar, pero el nudo de su garganta se lo impidió. La pequeña Stark se apegó al cuerpo de su hermana para confrontarla. Unas lágrimas habían salido de los ojos de Gyda para recorrer su rostro. Aquellas lágrimas salieron por sus muertos, e iba asegurarse que ninguna otra lágrima saliera de sus ojos, pero lucharía para que los ojos de Cersei Lannister se bañarian de lágrimas cada noche por sus muertos.
Los pies de las mujeres Stark dolían por caminar kilómetros lejos del camino real, escuchando cada sonido de las armaduras de los Lannister. El ejército se movía con rapidez, e incluso le ganaba a los pasos de Gyda, que cada vez debía descansar más por el intenso dolor en su vientre.
—Debemos descansar más días —comentó Arya preocupada por los gemidos de dolor de Gyda, pero la esposa de Robb Stark negó con su cabeza.
—Robb debió salir con los abanderados al momento que supo de la detención de Ned —aclaró Gyda apoyándose en un árbol para controlar sus dolores—. Ya debió pasar por Foso Cailín. Debemos encontrarlo antes de que un Lannister nos encuentre.
—No sabrán quienes somos —expresó Arya con su ceño fruncido.
—Hay quienes saben de nuestra identidad —musito Gyda apoyando sus manos en su vientre—. Sigamos... —ordenó Gyda aun con el dolor en su vientre, pero el sol se escondía y debían avanzar lo que la luz le permitiera.
Dos semanas habían pasado desde la muerte de Ned y desde el escape de Gyda y Arya, pero en sus cuerpos sentían que habían pasado años. Para Arya la voz de su padre estaba lejana, casi en un susurro en su oído y que cada vez le dificultaba escucharlo.
—Quizás encontremos a Nymeria —clamó Gyda pensativa caminando por el bosque con Arya a su lado.
—¿Crees en eso? —preguntó Arya ilusionada por un momento olvidando su dolor.
—Si —añadió Gyda con una sonrisa—. Creo que estamos cerca de Aguas Dulces donde...
—Donde abandone a mi loba —bramo Arya pateando una piedra furiosa ante el recuerdo—. Debe odiarme —aseguró Arya con lamento. —Le tiré piedras dos veces y en una le di—. Arya se detuvo inmediatamente. —Su mirada era de tristeza, me sentí tan avergonzada.
La pequeña Stark tapó su rostro con sus dos pequeñas manos.
—Arya. —Gyda detuvo su paso para quedar al frente de la hija de Ned Stark—. Es lo que debías hacer. Lo hiciste bien —insistió Gyda acariciando el cabello de Arya—. A veces hacer el bien daña a algunas personas.
—No debería ser así —musito Arya abrazando a Gyda espontáneamente y escondiendo su rostro en el vientre de ella.
La hija de Ragnar se callo ante esas palabras. El mundo no debería ser así, en eso concordaba la bella hija de Ragnar. Pero los problemas, el dolor, el hambre y la falta de amor la habían convertido en la guerra que era. Rápida, inteligente y fuerte como un hombre.
Pero un silbido interrumpió aquel íntimo momento entre las dos.
—Alguien se acerca —anunció Gyda a la pequeña—. Sube al Árbol —ordenó Gyda en un susurro.
—No. Lucharé contigo —añadió Arya sacando su pequeña espada.
—Si me atrapan podrás seguirme y sacarme de ese lugar —aclaro Gyda su orden—. Ahora haz lo que digo y escóndete.
La pequeña Arya dudó ante esa orden, pero ante la insistente mirada de Gyda se subió al árbol para mantenerse escondida ante miradas.
Gyda sacó la espada de su funda preparada ante cualquier ataque. Su mente empezó a trabajar con rapidez, podrían ser ladrones, asesinos y guardias Lannister, pero tuvo una pequeña esperanza que el ejército de Robb hubiera llegado a estos lugares.
—¿Qué hace una bella mujer perdida en el bosque? —musito un hombre saliendo del espeso bosque con armadura. Gyda sonrió podría matarlo con facilidad, pero al momento que daba un paso diez hombres salieron por alrededor. Su sonrisa se esfumó—. Es una bella espada. Grande...
—Lo robo —sentenció otro guardia con voz severa. Gyda observó el logo de sus armaduras, pero no las reconoció. Se lamentó en silencio ante su ignorancia, debió estudiar junto a su hermano menor.
—¿Sabes usarla? —preguntó el primer hombre que había hablado.
—Ven y averigualo —exclamó Gyda sin matices de miedo en su voz.
Los hombres se rieron ante esa imprudencia por parte de la mujer. Hasta que una imagen provocó el miedo que no había sentido ante un hombre. Un hombre gigante salia del bosque montando un negro corsel. Gyda estuvo a punto de retroceder, pero las palabras de sus padre en su mente lo impidieron "No demuestres miedo ante tu enemigo".
—Lo haré. Averiguare lo que está debajo de su vestido —prometió el hombre acercándose.
Gyda se lamentó unos segundos ante su acción. Quizás debió actuar como una indefensa mujer, perdida en el bosque, pero su orgullo Ragnarsson ante la lucha le impidió hacer tal actuación. Quiso observar su rostro, pero la armadura en rostro impidió aquel trabajo. El hombre dio sus siguientes pasos para ser los últimos, con un rápido movimiento Gyda cortó el cuello del hombre.
El silencio reinó por unos segundos ante esa imagen. Los hombres no creían ante esa imagen, pero la incredulidad pasó a la furia. Y cada uno de ellos se acercaron con sus espadas levantadas. Gyda se preparó, posicionó sus pies en los lugares adecuados para atacar.
—Luchara conmigo —comentó el gran hombre. Gyda había visto hombres más grandes al norte del muro, pero jamás había luchado con ello. Quizás con un gran Thenn, pero su cuerpo estaba débil. Lo sentía en cada paso que daba—. Me gustan las mujeres con agallas —musitó el hombre sacando su yelmo para mostrar su rostro. Gyda no titubeo, la sed de lucha estaba en su sangre.
—Nacemos para morir —susurro antes de realizar el primer golpe.
La batalla era ruda, el hombre tenía una fuerza insuperable, pero la rapidez de Gyda era mayor. Y la espada de Ned le ayudaba alejarse lo suficiente para evitar los golpes del hombre. Unos de los golpes del gran hombre provocó la caída de Gyda, la cual se movió con rapidez al ver la espada del hombre querer clavarse en su cuerpo.
La hija de Ragnar y Lagertha se levantó con rapidez escupiendo la tierra que había tragado en su caída, pero ante de proporcionar una estocada con su espada el dolor de su vientre provocando que soltara su espada y desestabilizando su cuerpo para caer de rodilla por el dolor. Y Gyda supo en ese instante que su muerte había llegado. No quiso levantar la mirada para ver al hombre, vio la tierra a su alrededor y cerró los ojos para escuchar el llanto de su amado hijo, al que no iba a ver crecer.
"Escapa Arya, encuentra a Robb" Quiso gritar hacia su pequeña hermana, pero rezo en ese instante que Arya actuará con inteligencia.
—¡Detente! —bramó un hombre deteniendo a su atacante. Gyda levantó la mirada instantante al escuchar esa orden, no supe descifrar aquella voz, pero al ver el rostro de quien le pertenecía un suspiro de alivio soltó—. No hemos venido a este lugar a asesinar bellas damiselas.
—Mató a mi hombre —musitó furioso el atacante de Gyda.
—Sir Jaime... esa espada no debe ser de ella —añadió otro hombre acercándose a Jaime Lannister, quien había aparecido en el bosque cabalgando. Su cabello rubio resplandecía en aquel lugar, en su rostro no estaba la guerra.
—¿Cual es su nombre? —preguntó Jaime con una sonrisa irónica bajándose del caballo.
—Eira —aclaró Gyda sin levantarse del suelo.
—Eira de la casa de... —pregunto Jaime tendiendo su mano para que se levantara.
—Eira de la casa de mi madre. —Gyda tomó la mano de Jaime para levantarse. La esposa de Robb comprendió que Jaime quería reírse, pero la risa no llegó a su boca.
—Ven conmigo. Conversare con usted en mi carpa —añadió Jaime agarrando la espada de Ned para guardarla en el bolso de su caballo. Gyda quiso negarse ante esa orden, pero sabía que debía ir con él.
Quizás aquel hombre la salvaría de nuevo. Convirtiéndolo en su segundo hombre favorito luego de su hermano menor.
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