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La mano de Jaime Lannister agarraba fuertemente el brazo de Gyda. La fuerza que empleaba el león dorado era gigantesca, pero Gyda no temblaba, ni se quejaba de la fuerza que ejercian sobre ella. Jaime la había agarrado para no soltarla. La había arrastrado hasta una habitación donde trabajan los sirvientes.

—¡Vayanse! —La orden de Jaime Lannister no aceptaba réplicas. Los sirvientes del norte salieron con rapidez sin mirar una vez a Gyda—. ¿Por qué ocultar su llegada? ¿Qué es lo que pretenden los Stark? —preguntó con rapidez empujándola a la pared de la habitación.

—Solo deseo llevarme a las niñas —respondió con sinceridad Gyda. Jaime la había atrapado, no tenía excusa alguna para ese hombre. Jaime fijó su mirada en los ojos de la esposa de Robb Stark. Ella no mentía. Gracias a su hermana gemela conocía los ojos de la mentira y el engaño.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que sabe Ned? —Gyda frunció su ceño ante la mirada que le entregó Jaime Lannister. Había algo, había un secreto que ocultaban los Lannister.

—Nada —respondió Gyda con lentitud—. Solo desea marcharse.

—¿Por qué viniste? —Pregunto ejerciendo más fuerza en su agarre.

—Para llevarme a las niñas —respondió Gyda sin titubear.

—Mientes. —El cuerpo de Jaime se acercó al cuerpo de Gyda. Estaba en una cercanía comprometedora, pero la esposa de Robb Stark no se incomodó.

—No. He llegado para llevarme a las niñas —confesó Gyda sin apartar su mirada de los ojos azules del hermano gemelo de la reina. Y era la verdad. Su objetivo era llevar a las niñas lejos del peligro que eran los Lannister.

—¿Por qué? —preguntó el Lannister. Gyda dudo un segundo por aquella pregunta y Jaime se percató. Su agarre se ejercitó con más fuerza, al punto que Gyda gimió de dolor.

—Por ti. —Gyda levantó su rodilla para golpear la parte íntima de su agresor. Jaime soltó su agarre para tocar su intimidad, el golpe le había provocado un dolor que lo sintió desde su cabeza hasta las puntas de sus pies—. Hay algo que ocultan, hay un peligro que existe entre los Lannister y los Stark... solo deseo llevarme a las niñas. — Gyda observaba como Jaime gemía de dolor por su golpe. Tenía la oportunidad de escapar, pero ella sabía que no llegaría lejos. Debía convencer a Jaime de guardar silencio.

—¿Qué es lo que saben? —preguntó nuevamente Jaime tratando de volver a su postura anterior.

—Nada —respondió nuevamente Gyda alejándose del hermano gemelo de la Reina. No quería matarlo con el bastón que veía a la esquina de la habitación. En Kattegat la solución ante un enemigo era matarlo en la primera oportunidad, pero aquí en el sur las cosas eran distintas. Si lo mataban iba a ser castigada—. Jaime... Solo deseo llevarme a las niñas —musito Gyda con suavidad.

—¿Por qué dejaría que hicieras tal cosa? —preguntó Jaime dejando de sentir el dolor en su entrepierna.

—Porque no tienes nada en contra de mi o de las niñas —puntualizó Gyda Stark tratando de convencerlo.

—No es razón suficiente. —Gyda lo sabía. Jaime la tenía entre sus manos. Con una orden de él, ella podría morir.

—Prometo no matarte —manifestó Gyda con seguridad. Jaime levantó su ceja de forma inmediata al momento que la escuchó—. Ni ahora, ni nunca.

—¿Crees que tengo miedo de ti? Con una orden podría matarte —añadió Jaime dando un paso hacia Gyda.

—No saldrías de esta habitación vivo. Se matar. Es lo mejor que sé hacer —amenazó Gyda con tranquilidad, pero la sonrisa del hermano de la reina flaqueó la seguridad que estaba mostrando.

—¿Cómo sé que no has mentido? De que solo quieres llevarte a las niñas Stark —preguntó Jaime acercándose a Gyda aún más—. De que no están planeando algo en contra de nosotros.

—Es Ned —respondió Gyda con Obviedad—. Es demasiado bueno para eso. Su mente no tiene la capacidad de planear nada.

—Es verdad, pero aun así no me convences —aseguró Jaime llevando sus dedos en la mejilla de Gyda. Ella no se inmuto, no retiró su cara del tacto del hermano de la reina—. ¿Has mentido antes?

—Muchas veces —afirmó la esposa de Ned Stark tratando de deducir la mirada de Jaime.

—¿Le ha mentido a su esposo? —Gyda sintió el aliento de Jaime en su piel.

—Si —respondió Gyda confundida por el cambio de conversación.

—Escucho. —La mirada que le entregó Jaime era de curiosidad, pero aún dudaba como aquella conversación le iba a beneficiar.

—Folle con Jon Snow. —Los ojos de Jaime se abrieron de sorpresa, pero la sonrisa que le entregó fue de satisfacción.

—¿Su hijo es de Lord Snow?... —Gyda lo interrumpió con rapidez.

—No. Es de Robb. Lo de Jon sucedió cuando llegué a Invernalia —confesó Gyda con rapidez, tratando de explicar su comportamiento anterior. Como si aquel hombre fuera un ejemplo de la decencia.

—¿Alguien sabe? —preguntó Jaime entretenido por el secreto de la esposa de Robb Stark.

—No. —No quiso decir que lo sabían todos sus hermanos, sus padres y su mejor amiga. Debía mostrar que había una unión entre ellos—.Solo Usted.

—Es una mujer interesante. —Los dedos de Jaime descendieron hasta su cuello—. Nunca me había interesado una mujer aparte de... —El hermano de la reina no terminó aquella oración, pero su mirada se quedó en el escote de Gyda.

—¿Por qué me acuesto con quien deseo? —Gyda agarró la mano de Jaime para quitarla del inicio de sus pechos.

—Porque no tienes miedo —murmuró Jaime sin quitar la mirada de los ojos de Gyda.

—Nacemos para morir. —Gyda musito las palabras de su casa—. El miedo no es un factor que me impide hacer lo que desee.

—Robb es un hombre con suerte... O Jon Snow. Dependiendo de la perspectiva de su engaño. —El hermano de la reina se movió para encaminarse hacia la puerta—. Pero es una lastima que yo no sea parte de su deseo. Espero que haya tenido una buena vida.

—¡No! No te vayas —bramo Gyda al ver la mano de Jaime en el pomo de la puerta—. Puedo hacer lo que quieras. —El hermano de la reina volteó su rostro con una gran sonrisa al escuchar esas palabras—. Lo que sea para llevarme a las niñas en silencio.

—Sacate el vestido —indicó Jaime volteando su cuerpo para apoyarse en la puerta de la habitación.

—No. —Negó Gyda con su rostro severo, pero el cuerpo de Jaime se volteó con rapidez para salir por la puerta—. Espera. Si deseas ver el cuerpo desnudo de una mujer puedes ir a un prostíbulo, no soy diferente a las demás. —Gyda trató de convencerlo para que se arrepintiera de esa orden.

—Quiero ver el tuyo. No me interesan las demás —expresó Jaime. La esposa Robb Stark no tenía otra excusa en su mente para evadir la orden. Debía obedecer si quería permanecer viva. Gyda bajo su vestido con lentitud para dejar su desnudez al ojo del león dorado.

—No traes nada debajo del vestido —murmuró Jaime sin apartar su mirada del cuerpo desnudo de Gyda.

—El calor —explicó Gyda por la poca ropa que traía. Se quedaron en silencio por varios segundos. Jaime miró su cuerpo y ella no quitó la mirada del rostro del hombre que dictó la orden. Ella no se avergonzaba de su cuerpo, no era pudorosa, ni tímida, pero la mirada de Jaime era extraña, era difícil de descifrar.

—A la noche en este mismo lugar —musito Jaime para desaparecer con rapidez por el pasillo de la torre de la Mano del Rey.

—Por los sietes reinos —bramo Gyda pateando la puerta para cerrarla nuevamente. Jaime Lannister la tenía debajo de su merced. 

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Ned Stark tenía la daga entre sus manos, el último libro que había leído Jon Arryn en su escritorio y la verdad de Meñique en su cabeza.

—Mi señor. —Gyda entró haciendo una reverencia ante la Mano del Rey—. Esperaba su llegada para cumplir su orden.

—Meñique ha jurado que esa daga es de Tyrion Lannister. —Jory cerró la puerta al escuchar la voz de Ned. Dejando a Gyda y Ned en privacidad.

—¿Por qué deberíamos confiar en él? —preguntó Gyda al escuchar la puerta cerrarse.

—Es amigo de Cat —murmuró Ned sin dejar de mirar la daga.

—No es razón suficiente. —Gyda pronunció las palabras que Jaime había usado en ella.

No, No lo es. —Concordo Ned con la esposa de su hijo. Levantó su mirada para enfocarla en ella. Estaba de pie, mostrando una seguridad inusual en su mirada. Una mirada que solo un hombre la daría—. Pero son muchas las casualidades que lo unen a los Lannister.

—Debemos partir de aquí. No está seguro en este lugar —confesó Gyda con rapidez.

El miedo recorría su cuerpo cada segundo desde que Jaime había salido de la habitación. Aunque dudaba que la verdad de Meñique, no había otra prueba que indicara el autor del intento de asesinato de Bran. Por ende los Lannister debían estar consciente de estos accidentes hacia la casa Stark si el autor era Tyrion.

—No. Debo tener pruebas —puntualizó Ned frunciendo su ceño ante las palabras de su nueva hija—. Y si es así, serán llevados a la justicia del Rey.

—No existe la justicia del Rey. Solo de la reina y la de su padre —expresó Gyda colocando sus manos en el respaldo de la silla que estaba al frente de ella—. Este lugar está infectado de Lannister, ante una batalla perderá. Debemos irnos —insistió Gyda aferrando sus manos en el respaldo de la silla.

—Robert no lo permitirá. Él es el Rey —manifestó Ned volviendo su mirada a la daga.

—Una corona es tan solo un sombrero que deja pasar la lluvia —exclamó Gyda con lamento. El no era el Rey. El Rey eran los Lannister, ellos tenían el poder.

—Mañana se llevará a las niñas. —Las palabras de Ned provocaron un suspiro de satisfacción de Gyda—. Debes ser rápida y silenciosa. Me despedire de ellas en la noche.

—Le aconsejo no despedirse de ella. Este plan solo lo debemos saber ambos, para que nada salga mal —aconsejo Gyda a su suegro, pero él negó la cabeza ante su plan.

—No. Me despedire de ellas. —Gyda suspiro por la terquedad del padre de su esposo.

—Sansa no lo aceptara. Quiere darle hijos rubios con el sello Lannister. —Gyda trató de sonar divertida, pero fracasó en ello.

—Es un Baratheon, no un Lannister —replicó Ned con su ceño fruncido volviendo la mirada al libro que estaba en su mesa. Gyda se iba a retirar al percatarse que la mente de su suegro viajaba a otro lugar, pero la voz de Ned interrumpió su paso—. Llévese mi espada. Entregasela a Robb. —Gyda se volteó para mirar a Ned, él no titubeó en su orden. Gyda asintió ante esa petición.

—A la noche volveré para guardarla. —Ned trató de sonreír para despedirse de ella. Quizás para entregarle la seguridad de que él volvería a Invernalia, pero algo dentro de él le aseguraba que era un sueño—. Mandale un beso a mi esposa, a mis hijos y a mi nieto —musito Ned despegando su mirada con incomodidad ante el rostro de Gyda.

—Les entregaré su amor a ellos, mi señor. —Gyda no esperó respuesta por parte de Ned y salió de la habitación para encontrarse con Jory.

—Mi señ....¿Estás bien? —preguntó Jory al ver su rostro. Gyda cerró la puerta con suavidad. La esposa de Robb Stark sonrió ante el error del guardia de Ned Stark.

—Espero que salgamos vivos de aquí —musito en voz baja Gyda acercándose al cuerpo de Jory.

—Me asegurare de eso —prometió Jory sin retroceder ante su cercanía.

—No puede prometerlo —añadió Gyda apoyando su cabeza en el hombro de Jory. Estaba cansada. Y su embarazo empeoraba todo.

—Pero puedo intentarlo. —Gyda cerró los ojos con una sonrisa ante las palabras de Jory. Se había convertido en su amigo en estas semanas, un amigo cercano. Y mientras sus ojos se estaban cerrados su mente viajó a Invernalia a su nuevo hogar, y ante el tacto de su esposo.

Lo extrañaba más de lo que ella aceptaria.

—¿Dónde está ese maldito? —Gyda levantó el rostro de golpe al escuchar la voz del Rey Robert cerca de la habitación de Ned Stark.

—¡Vete! Rápido —ordenó Jory colocándose al frente de ella para cubrir su cuerpo. Gyda levantó sus faldas para correr con rapidez lejos de la mirada del Rey. El peligro estaba cada vez más cerca.

Gyda lo cabalgaba frenéticamente disfrutando el sexo con Jaime Lannister. Lo hacía con agresividad, odiando aquel encuentro, odiando al hombre que estaba debajo de ella, pero odiando sobre todo su placer.

El placer era lo que estaba viviendo el hermano gemelo de la reina. El placer que le entregaba Gyda por su agresividad lo llevaba al límite, pero la dulzura de aquella mujer al colocarla debajo de su cuerpo lo quebró. Gyda acariciaba el cabello lacio de Jaime, suspirando de placer ante penetraciones del hombre que estaba encima de su cuerpo.

—Gyda. —Jaime susurró el nombre de la mujer que penetraba. Jamás pensó en acostarse con aquella mujer, pero debía admitir que ella tenía algo distinto que lo seducía. Algo que no podía descifrar, pero quería intentarlo—. Oh Gyda... —Suspiro el Lannister al momento que sentía que su segundo orgasmo iba a llegar. Sus penetraciones aumentaron de velocidad para lograr el esperado éxtasis.

—¿Se lo contaras a mi esposo? —preguntó Gyda al momento que Jaime caía encima de ella recuperando el aire perdido.

—No es conveniente para ninguno de los dos que este encuentro salga a la luz —murmuró Jaime en el cuello de Gyda, inhalando su olor. Era cierto, no olía a flores solo a sexo. Ahora entendía que el deseo no se prepara.

—Estoy embarazada —confesó Gyda al momento que Jaime salía de su interior para acostarse a su lado.

—No creo que sea tan rápido —añadió Jaime con una ceja levantada girando su rostro hacia Gyda. La mujer que estaba a su lado no pudo evitar reírse por ese comentario.

—Llegue embarazada a Desembarco del Rey —explicó Gyda girando su rostro para enfocar su mirada en la cara de Jaime—. No quiero que creas en un futuro que un niño Lannister saldrá de mi.

—Es mejor que un lobo —puntualizó Jaime con una gran sonrisa. Gyda solo negó con su cabeza por ese comentario.

—De mi cuerpo solo nacerán hijos norteños —reveló Gyda tocando el vientre con sus dedos.

—¿Crees que hubiéramos tenido alguna posibilidad? Entre nosotros —preguntó Jaime después de unos segundos en silencio en la habitación. Gyda observó el rostro de Jaime miraba hacia arriba, lo analizo detenidamente. Era apuesto con su cabellera rubia, su gran porte y su gran apellido.

—No creo que el Gran Tywin Lannister considere mi casa digna para sus hijos —comentó irónicamente Gyda.

—Hablo de ti. —Jaime giró el rostro con su ceño fruncido. Su rostro severo mostraba la seriedad de su pregunta.

—No —respondió Gyda acariciando el rostro de Jaime—. No funcionaria —añadió Gyda imaginando los comentarios de sus hermanos, padres e incluso de ella misma en su pasado.

—Gracias por su sinceridad —proclamó Jaime Lannister con tranquilidad—. Pero mi padre si la hubiera aceptado. Lo que sea para tener descendencia.

—Aun tiene a Tyrion —apuntó Gyda confundida por la desesperación de Tywin.

—Tyrion no es una opción para él —aseguró Jaime con un suspiro—. ¿Ivar es una opción para Ragnar?

—Es la mejor opción —añadió Gyda volteando su cuerpo hacia Jaime—.Ivar es inteligente. Su discapacidad lo ha hecho más fuerte que todos mis hermanos. Su mente es su mejor arma.

—Lo admiras —señaló Jaime al observar cómo los ojos de la esposa de Stark brillaban al hablar por su hermano.

—Si. Él es... —Gyda iba a seguir comentando sobre su hermano, pero los golpes en la puerta de la habitación la interrumpieron.

—¡Mi señor! —gritó un hombre afuera de la habitación. Jaime no se inmuto, pero el corazón de Gyda latió con rapidez ante el peligro—. ¡Mi señor despierte! —grito nuevamente.

—¿Qué sucede? —pregunto al momento que agarraba la cintura de Gyda para que se mantuviera acostada a su lado.

—¡El Rey está herido! Se ha caído del caballo al salir de la fortaleza —anunció el sirviente rápidamente—. ¡Debe venir! La reina lo ha llamado.

—Deberías escapar, es el mejor momento —señaló Jaime levantándose de la cama para colocarse su vestimenta. Gyda se levantó unos segundos para colocar su vestido—. Gyda, si Joffrey es Rey...

—Moriremos. —Gyda terminó su oración con su rostro severo. Jaime asintió.

—Cierra la puerta y espera que los ruidos cesen para salir —añadió el hermano de la reina para acercarse a besar a la norteña—. Gracias por su noche mi señora. Mi silencio es suyo. —Y Jaime Lannister salió de la habitación con rapidez para evitar que alguien viera su interior.

Gyda Stark esperó hasta que los ruidos cesaran para escabullirse en el pasillo. Trato de recordar por el camino que había entrado para encontrar el camino adecuado para llegar a la torre de la Mano del Rey. Salió de la habitación con paso seguro, pero precavido mirando al suelo como una sirvienta. La esposa de Robb se percató de que los guardias Lannister corrían con rapidez, los murmullos de los sirvientes se escuchaban. Gyda escuchó que la pronta muerte del Rey estaba cerca.

La hija de Ragnar llegó a la torre de la mano del rey sin problemas, nadie sospechaba de ella. Al momento que entraba se encontró al padre de su esposo con un rostro de precaución.

—Gy... —Eddard se callo de forma inmediata al percatarse que no estaban solos. Los guardias Lannister caminaban por el patio.

—Mi señor...Iré a cuidar de las niñas. —Gyda realizó una reverencia ante Ned.

Observó cómo Jory salía detrás de él. El día empeora con cada segundo, pero su deber era primordial. Se encaminó a la habitación de Ned para buscar a Hielo. La gran espada de Ned Stark, que había estado en generación por los grandes señores de Invernalia. Gyda guardó la espada envolviendola en una manta para ocultar su magnitud. Observó el escritorio de Ned con tranquilidad sintiéndose por un momento segura en ese lugar. Quizás con Jaime Lannister a su lado las cosas no terminaron tan mal, pero mientras miraba por la habitación una carta sin sellar llamó su atención. Gyda la abrió cuidadosamente tratando de no ensuciar aquella hoja.

A Su Alteza, Stannis de la Casa Baratheon.

Cuando recibáis esta carta, vuestro hermano, Robert, que ha sido nuestro rey durante los quince pasados años, ya habrá muerto. Ha caído del caballo para una salida de caza...Una caída que ha provocado un fuerte golpe en su cabeza...

La carta revelaba la verdad de los Lannister, una verdad horrible que sorprendió a la bella Gyda. Llevó su mano para tocar los labios que Jaime había besado. Aquel hombre era amante de su hermana. Habían engañado al rey, al reino y a todos sus súbditos. Los herederos del Reino eran de sangre Lannister, no había gota de la casa Baratheon. Ese era el secreto que Jaime temía que Ned Stark tuviera conocimiento.

Gyda Stark guardó la carta en el cajón para evitar que alguien leyera esa verdad que provocaría que Ned Stark fuera acusado de traición por la casa Lannister. Eddard Stark debía actuar con precaución, con su mente fría y con el favor de los súbditos a su favor. Gyda salió silenciosamente con la espada en sus manos hacia la habitación de Arya.

—¡Gyda! —grito la pequeña Arya al ver a nueva hermana entrar por su habitación—. Padre ha dicho que nos iremos.

—Así es —añadió Gyda acercándose a la pequeña y dejando la espada en el mueble de la habitación. Arya estaba feliz—. Iremos a casa.

—Veré a madre. Y a Robb —comentó Arya sentándose en su cama con una gran sonrisa—. Padre debería venir con nosotros —musitó la niña con pesar esfumando su sonrisa.

—Ned tiene sus obligaciones. Debe estar aquí, Pero la familia se reagrupara pronto. —Gyda se sentó al lado de Arya para acariciar su cabello—. Iremos a las tres en silencio. Pocos saben de nuestro viaje y debe permanecer así. –Arya asintió ante sus palabras—. Partiremos en la mañana.

—Sansa no quiere salir de aquí —confesó Arya con cara de asco—. Dice que ama a Joffrey y quiere tener sus hijos.

—Aún es joven. Y encontrara a alguien mejor —expresó Gyda divertida por las muecas de la pequeña Arya.

—Cualquier hombre es mejor que Joffrey. —Gyda no pudo evitar reír por las palabras de su pequeña hermana. La sinceridad de sus palabras eran similar a ella. A veces Gyda imagina a una futura hija como Arya. Fuerte, independiente, inteligente y sincera. 


Gyda pasó la noche junto a Arya. Acaricio su cabello toda la noche tratando de reconfortarse a sí misma por la culpa que sentía por acostarse con Jaime. Un hombre mentiroso, indecente y pervertido. Su verdad era tan horrible que ni siquiera la liberal Gyda podía comprenderlo.

—Gyda despierta. —La esposa de Robb Strak sintió como movía su cuerpo, pero su sueño era más fuerte—. ¡Gyda! ¿Qué son esas campanas? —Gyda abrió sus ojos para sentarse en la cama. —¿Qué significan?

—El rey ha muerto —anunció Gyda sin creer sus propias palabras. Estaban en peligro—. ¡Vístete! Y no salga de estas habitación hasta que llegue.

—¿A dónde irás? —preguntó alarmada la pequeña Arya.

—A buscar a Sansa. —Gyda no espero respuesta por parte de la pequeña. Salió con rapidez de la habitación para caminar hacia el otro pasillo donde dormía la bella hija de Ned Stark. Gyda escuchó sonidos de espadas y los gritos de los sirvientes Stark. Los lannister habían actuado antes de lo esperado.

Gyda salió con rapidez en busca de Sansa con la espada entre sus manos, corrió hacia la habitación de Sansa, pero unos guardias Lannister la detuvieron. La miraron detenidamente, y luego a su espada.

—Nacemos para morir —susurro Gyda para levantar la espada sin esperar la reacción de los guardias. La hija de Ragnar se movía con agilidad. La espada era filosa que ante cualquier tacto provocaba corte en los guardias Lannister. La esposa de Robb los mató con facilidad.

—Maldición —murmuró Gyda al escuchar los sonidos de armaduras cerca de ella. Buscaban a las hijas de Ned. Corrió nuevamente hacia la habitación de Arya—. ¡Vámonos! —bramo Gyda abriendo la puerta.

—¿Y Sansa? —preguntó Arya empuñando su pequeña espada entre sus manos. Gyda no respondió. No podía responder, debía actuar con rapidez.

—No te apartes de mí —ordenó Gyda hacia su pequeña hermana. Corrieron por los pasillos en busca de una salida, pero los sonidos de armaduras y gritos a su alrededor les indicaba que la torre estaba rodeada.

—Se de un camino —indicó Arya observando el rostro de precaución de Gyda—. Sígueme.

La niña Stark no esperó respuesta por parte de Gyda, corrió en busca del camino que utilizó para atrapar a un gato. Bajaron las escaleras hasta hallar una pequeña puerta. Una puerta que mostraba un camino subterráneo. Gyda dudo en entrar, si cruzaba la puerta quizás no podría salir de ahí.

—Te prometo que hay una salida. Confía en mí —suplicó la niña lobo a Gyda.

—Muestrame. –Acepto Gyda cerrando la puerta para entrar al subterráneo.

El lugar era gigantesco, era como si una pequeña ciudad existiera debajo de Desembarco del Rey. Caminaron con rapidez atenta a cada sonido a su alrededor. Los sonidos de gatos, de ratas y murmurllos llegaban a ese lugar.

—¿Hasta dónde llegan estos túneles? —preguntó Gyda a Arya al percatarse que su camino no tenía fin.

—Hasta el mercado de la ciudad —aclaró Arya la duda que tenía su hermana mayor—. Estaremos afuera de la fortaleza roja —añadió sin dejar de caminar con la mirada hacia adelante. Gyda quiso decirle algo, explicar por qué estaban en esta situación. Explicar dónde estaba su padre, su hermana, pero nada llegaba a su mente—. ¿Por qué tienes a Hielo? —peguntó Arya después de unos minutos en silencio—. ¿Padre morirá?

—Tal vez —musitó Gyda agarrando el puño de la espada entre sus manos—. Pero Robb no lo permitirá. Nos rescatara...

—O nos vengará —expresó Arya sin matices de su voz infantil. La pequeña estaba creciendo a golpe, tal como Gyda había crecido. Sin madre, y con sangre a su alrededor. Encontraron la salida a los segundos de sus últimas palabras. El mercado era un bullicio, y nadie sospechaba lo que sucedía dentro de la fortaleza.

—La espada... —comentó Arya al ver como hombres miraban extrañados a Gyda. Hielo estaba teñido de sangre.

—Lo sé —añadió Gyda mirando la espada entre sus manos. Cortó un poco su vestido para envolver a Hielo entre manta para alzarla entre sus manos, como si llevara un bebe en ella—. Somos madre e hija. Quedamos pobres al momento que tu padre cayó por una enfermedad. —Arya se acercó para entrelazar sus manos—. Saldremos vivas. No te preocupes.

—Sí madre —susurró Arya con una pequeña sonrisa en su boca.

Madre e hija caminaron lentamente por el mercado tratando de buscar una salida que no fuera por el portón principal, pero los guardias dificultaban la tarea. Ambas caminan lentamente sin llamar la atención a su alrededor. Gracias a la suciedad de sus vestimentas, las transpiraciones de su cuerpo nadie sospechaba que pertenecían a grandes casas.

—Gyda... Tengo hambre —murmuró Arya al momento que se sentaban en el suelo para descansar.

—Yo también —comentó Gyda tocando su vientre. Estaba segura de que este bebe moriría. Las horas pasaron y nada sucedió en ella. Nadie conocía el rostro de Arya Stark. Y nadie sabía que Gyda Stark estaba en ese lugar. Jaime había guardado silencio cumpliendo su palabra—. Ven a dormir un poco. —Gyda señaló sus piernas para que Arya acostara su cabeza en ella.

—Deberíamos escapar ahora. La noche nos ayudaría —comentó Arya con su ceño fruncido.

—La noche es peligrosa —puntualizó Gyda. Quizás ella hubiera escapado sola, pero con Arya era distinto. Debía cuidar de ella, porque al final aún era una niña—. Debemos aprovechar el bullicio para escurrir a los guardias.

—No podré dormir. —Lamento Arya apoyando su cabeza en las piernas de Gyda.

La esposa de Robb acarició el cabello de la pequeña hasta que sus ojos se empezaron a cerrar. Gyda se mantuvo despierta toda la noche, alerta a su alrededor con Hielo cerca de su cuerpo. Y la noche se transformó en mañana en un parpadeo.

—Vamos a buscar comida —comunicó Gyda levantando el cuerpo cansado de Arya. Ambas caminaron entre los primeros mercantes que salían a trabajar. Desde gritos para vender su mercancía hasta murmullos sobre la Mano del Rey—. Los distraere y tu saca esos dulces para nosotras. —Arya asintió con su cabeza—. He escuchado que hablas de la mano del rey...¿Que ha sucedido? —preguntó Gyda con voz baja hacia el mercante. Un hombre robusto, calvo y con grandes ojos azules.

—Lo han encarcelado por traición —comentó el hombre con felicidad al tener la atención de una bella mujer. Gyda abrió los ojos de sorpresa para acercarse aún más al hombre y tapar su visual hacia los dulces.

—¿Hizo algo malo? —pregunto Gyda con un gesto falso de preocupación.

—Conspiró en contra del Rey Joffrey. Quería quedarse con la corona ese sucio norteño —explicó el hombre tirando un escupe al suelo al decir la palabra norteño.

Gyda colocó un rostro de miedo por los norteños. El hombre se quiso acercar para tomar sus manos, pero la mujer se alejó agradeciendo por su tiempo. No necesitaba nada más de él.

—Está rico —comentó Arya con el dulce en su boca hacia Gyda. La esposa de Robb asintió con su cabeza al sentir como el dulce llenaba su estómago vacío.

—Vamos, vamos, vamos —gritaron unos niños—. Lo están llevando. —Siguieron gritando. Gyda se levantó para agarrar del brazo a uno de esos mocosos que revoloteaban por el callejón.

—¿A quién llevan? —preguntó Gyda con su ceño fruncido.

—A la mano del Rey. Lo llevan al Septo de Baelor —anunció el niño soltándose del agarre de Gyda. Madre e hija corrieron con rapidez al lugar que le indico el niño para encontrarse una gran cantidad de personas alrededor. No veían nada, pero la imagen de Sansa en las escaleras llamó su atención.

—Sube a Baelor —indicó Gyda a la estatua que estaba en lugar. Arya se subió con agilidad—. ¿Qué ves? —Gyda observó como Arya movía su boca, pero nada escuchaba de ella por los gritos de las personas hasta que su mirada quedó en el cuerpo de Ned Stark subiendo la escalera.

La realeza estaba detrás de él, esperando las palabras de la mano del Rey.

—Soy Eddard Stark, señor de Invernalia y mano del Rey. —Y el bullicio cesó al momento que Ned empezó hablar—. He venido a confesar mi traición ante los dioses y los hombres. He querido matar al hijo de mi amigo, antes de que su cuerpo se enfriara para quedarme con su trono. —La gente empezó a gritar groserías en contra de Ned. Gyda no podía creer lo que estaba viendo. Hasta que una piedra de la multitud llegó a su rostro desestabilizando el cuerpo de Ned. De forma inmediata Gyda agarró la pierna de Arya que había tomado la empuñadura de su espada entre sus manos—. Que Baelor el Santo sea testigo de mi confesión. Joffrey Baratheon es el heredero del trono de hierro, por la gracia de todos los dioses y protector del reino.

—Los dioses son justos. ¿Qué debemos hacer con este traidor? —añadió un hombre viejo. El maestre de los sietes reinos. La gente gritaba "matarlo" "cortar su cabeza" "perdonenlo". El público se callo al momento que el nuevo rey dio un paso hacia adelante.

—Mi madre ha dicho que lo entregue a la guardia de la noche, que lo despoje de sus tierras. Y mi señora Sansa ha suplicado clemencia para su padre. —Gyda observó como Joffrey giraba su rostro para ver a la bella hija de Ned Stark. La cual lucía un vestido y un peinado hermoso. La Reina la trataba con todas las comodidades. —Pero tienen el corazón blando de las mujeres. Mientras yo sea su Rey la traición jamás será impune. Ser Ilyn traiganme su cabeza—. Los gritos no se hicieron esperar. La multitud gritaba a favor y la súplica de Sansa era insignificante para su prometido.

—¡No! —grito Gyda al observar como Arya bajaba con rapidez para sumergirse en el mar de gente que miraba aquel espectáculo. Gyda atrapó a Arya obligándola a girar su cuerpo.

—¡Suéltame! —gritó Arya empujándola con sus pequeñas manos. Gyda la abrazó con fuerza sin importar los golpes. La abrazó hasta que la niña dejó de pelear.

Gyda observó como la cabeza de Ned Stark rodaba por las escaleras hasta que desapareció de su vista.

La guerra acababa de comenzar. 







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