XV
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Ocho meses después.
Vivir en Invernalia era diferente que residir en Kattegat. Gyda era respetada por los habitantes y querida por los hermanos de Robb. Aunque el amor de Catelyn y Sansa era superficial, ambas la respetaban como la futura señora de Invernalia.
Los llantos de un bebe resonaba por el castillo de Invernalia, el hijo de Eira y Ubbe había nacido antes de lo esperado, pero era un bebe fuerte y lleno de energía. El maestre Luwin había resultado un gran consejero, cuido al bebe de Eira con cariño y amor. Ambos se habían unido para trabajar en conjuntos entregando información del arte de la curación y de los libros.
—Le he escrito a Lagertha, Ragnar y Ivar —anunció Eira quien alimentaba su bebe con la leche de su seno en la habitación de la nueva madre.
—¿Por qué? —preguntó Gyda con su ceño fruncido.
—Mi lealtad también es con tu madre y padre —comentó Eira encogiendo sus hombros—. Ragnar se ha alegrado de que Ubbe se haya convertido en un caballero por Ned Stark.
—Es extraño ver a Ubbe con armadura —opino Gyda mirando al pequeño bebe en los brazos de su amiga.
—Si. —La risa de Eira causó que el bebe abriera sus pequeños ojos—. Pero de todos los Ragnarsson...
—Es el mejor para el rango de caballero.
Gyda terminó la oración de su amiga. Sus otros hermanos eran sanguinarios, no les interesaba los torneos, ni palabras bonitas para las mujeres. Eran guerreros, sedientos de sangre y placer. Pero Ubbe era diferente en ocasiones. Era amable, gracioso y educado en sus conversaciones con líderes.
—A Arya le gusta Ubbe —reveló Gyda a Eira. La inexperta madre se sorprendió ante esa información, para luego reír.
—Al parecer que Ubbe diera clases tuvo su efecto —añadió Eira con tono de diversión—. Pero la entiendo. Ubbe tiene una mezcla entre guerrero y caballero. Y sus ojos azules hechizan a quien sea —opinó su cuñada dando una sonrisa embobada.
—Al parecer con Arya tienen los mismos gustos —insinuó Gyda riendo de su propio comentario.
—No debe ser la única que está enamorada de Ubbe —comentó Eira frunciendo su ceño—. Ubbe es hermoso y...
—Adiós Eira. —Se despidió Gyda rápidamente al escuchar las palabras románticas de su cuñada. Odiaba cuando su amiga manifestaba su amor irrevocable que tenía hacia su hermano.
Gyda Camino con tranquilidad en busca de su esposo, estaba segura que Robb estaba practicando con Bran, pero antes de entrar al comedor principal el maestre Luwin apreció a su lado.
—Lady Gyda. Su madre ha llegado. —El comentario provocó que la sonrisa de Gyda se ampliará por su rostro. Con rapidez la hija de Lagertha salió del castillo para reencontrarse con su bella madre. Lagertha la esperaba con escuderas a su alrededor, y su hermano menor en una carroza. La sonrisa de Gyda era tan amplia que empezaba a doler.
—Madre. —Gyda saludo a Lagertha con un fuerte abrazo e inhalando el dulce olor de su madre.
—Estas hermosa hija. —Lagertha la miro de pies a cabeza, para acariciar dulcemente la mejilla de su hija.
—Te ves horrible. Tienes el cuerpo de un jabalí. —La voz de Ivar provocó la risa de su hermana por su modo de saludarla.
—Se ve hermosa con nuestro hijo en su vientre. —La voz de Robb llegó al lado de su esposa para abrazarla por su cintura con una gran sonrisa por el pronto nacimiento de su primogénito—. Sean bienvenidos a nuestro hogar.
Habían pasado días de la llegada de su madre e Ivar. Ambos se han adaptado rápidamente a Invernalia. Ayudando a criar al hijo de Ubbe y preparando todo para el nacimiento de un futuro heredero de Invernalia.
Gyda Ragnarsson estaba sentada cerca del lugar de práctica de tiro. Bran Stark estaba practicando su habilidad en el arco. Era una habilidad nula, el pequeño niño no lograba acertar en el blanco. Las risas de los hermanos no tardaron en aparecer al momento que una flecha salió por encima de la muralla.
—¿Quién de ustedes acertaba a los diez años? —preguntó Ned regañando a sus hijos mayores. Gyda iba a levantar su mano al igual que sus hermanos Ubbe e Ivar, explicando que a sus seis años empezó a acertar en el blanco, pero ambos se contuvieron para no menospreciar al pequeño Bran—. Sigue practicando Bran. —Gyda escuchó la voz del guardián del norte para entusiasmar a su hijo. Bran volvió a la posición para practicar una vez más.
—Relaja el brazo y levanta el codo —mencionó Ubbe entregando la confianza que necesitaba un niño, pero antes de que Bran realizará el movimiento, una flecha llegó al centro. Gyda giro su rostro para enfocar su mirada en la pequeña Arya con el arco en sus manos.
—¡Arya! —El grito eufórico que le dio Bran a su hermano fue el aviso que le entregó a la pequeña Arya para salir corriendo del enojo de su hermano. Las risas de los hermanos Stark no tardaron en aparecer en el lugar.
—Debes estar orgullosa. —Robb Stark se acercó a su esposa con una gran sonrisa.
—Lo estoy —murmuró Gyda levantándose con dificultad de la silla. Su esposo se adelantó con rapidez para ayudarla a realizar el movimiento.
—Chicos, su padre irá a cumplir la Ley. —La voz de Rodrik provocó que ambos miraran a su dirección—. Iré a buscar a Brandon. —Robb asintió ante las palabras del señor de las armas y volvió a mirar a su bella esposa.
—No lo tengas mientras estoy afuera —puntualizó Robb tocando el vientre abultado de su esposa.
—No deberías dirigirte hacia a mí —comentó Gyda con una pequeña sonrisa en sus labios, colocando sus manos encima de las manos de su esposo.
—Tienes razón —susurro Robb al momento que le entregaba un pequeño beso a su esposa, para encaminarse a buscar su caballo. Gyda aun sentía los labios de su esposo al momento que su mirada se quedó en Jon Snow. El bastardo recogía las flechas junto a Rickon, Gyda no pudo evitar sonreír ante la presencia de su bastardo. Era el secreto que había guardado y atesorado en su corazón.
Gyda descansaba en la penumbra de su habitación. La pesadez de su vientre la dejaba cansada de dar diez pasos alrededor del castillo. El bulto crecía cada vez más. El maestre Luwin creía que Gyda tenía dos bebés en su vientre, pero Gyda dudaba de sus palabras porque solo sentía a uno.
—Gyda. —Robb Stark abrió la puerta de su habitación, en la cual la encontró en penumbras—. Observa lo que tengo en mis brazos. —Gyda abrió los ojos al momento que escuchó la voz de su esposo. La oscuridad de la habitación dificulto la tarea de descubrir lo que tenía Robb Stark en sus brazos—. Es un lobo Huargo, un bebe.
—Los huargo no están al sur del muro —comentó Gyda con su ceño fruncido, pero Robb colocó el animal en su cama. Quien olorosaba el vientre de Gyda—. ¿Y su madre? —preguntó la esposa de Robb Stark, mientras acariciaba el lomo del animal.
—Muerta. —Su esposo se sentó en la cama para jugar con el animal—. No me gusta que estés en penumbras.
—Tengo esa vela —admitió Gyda apuntando a la vela, la cual estaba alejada de la cama—. Extraño mi hogar y Kattegat a veces tenía poca luz durante el día. —Gyda recordó los días oscuros de su hogar. El sol no aparecía en semanas.
—Jon debería saber esa formación antes de querer irse —opinó Robb mirando al pequeño animal.
—¿A dónde irá? —preguntó Gyda confundida por las palabras de su esposo.
—Quiere vestir de negro —aclaro Robb sonriendo ante la ternura del pequeño lobo.
—Jon no puede ir —indicó Gyda con voz enojada. Robb levantó la mirada para enfocar en su esposa. La cual poseía un semblante de precaución.
—Gyda... —Robb iba a expresar su enojo. Jamás pregunto de la relación que tuvo con su hermano, pero no permitiría que su esposa insinuara el amor hacia su medio hermano con su hijo en el vientre.
—Robb escuchame. —Gyda imploró el silencio de su esposo. Robb accedió mirándola con su ceño fruncido—. Hay cosas más allá del muro. Criaturas antiguas...
—¿Crees en eso? —preguntó Robb sorprendido por las palabras de su esposa—. Son cuentos para niños.
—Esposo. Yo los vi. —Los labios de Robb se entreabrieron sorprendidos por la confesión de Gyda—. Los vi con Bjorn. Creo en lo que he visto.
—Nunca me has contado esa historia —musito Robb frunciendo su ceño.
—No es una historia agradable para contar —respondió Gyda acostándose nuevamente en la cama. El bebe había empezado a patear.
—Es difícil de creer —musito Robb pensativo por aquella revelación.
—Lo sé.
Gyda espero que su esposo se durmiera junto con el animal en sus pies, para salir silenciosamente de la habitación. Debía buscar a Jon.
La luz de la luna alumbraba su camino, le entregaba la suficiente luz para no necesitar velas para su caminata. Gyda rezaba que Jon estuviera en aquel lugar, que siguiera aun con su bella costumbre de visitar a los caballos en la noche. Gyda entró silenciosamente al lugar, moviendo la puerta del establo con suavidad, para encontrar a Jon cepillando a su caballo.
—Jon. —Gyda llamó el nombre de su bastardo, por primera vez luego de nueve meses. El bastardo con sorpresa volteó su rostro para enfocarse en Gyda.
—No —musito Jon para dejar el cepillo en el suelo para salir del establo.
—Escúchame —suplico Gyda aferrando su mano en el brazo de Jon—. Escúchame, por favor. —Jon enfocó su mirada en el rostro de Gyda. Desde su embarazo aquella mujer estaba más hermosa que antes, su mirada brillaba y su andar era la perfección—. No vayas a la muralla.
—Gyda, por favor —murmuró Jon tratando de soltarse del agarre de la esposa de su hermano.
—Hay cosas peligrosas más allá del muro —exclamó Gyda apretando su agarre en el brazo del bastardo.
—Sé defenderme —objeto Jon con su ceño fruncido.
—No hablo de los salvajes. Hay espectros que te quitan el aliento con su presencia —expuso Gyda con voz temblorosa. Se negaba a que Jon estuviera en ese peligro—. No hay ninguna espada que los rivalice, solo el fuego.
—¿De qué hablas Gyda? —preguntó Jon preocupado por las palabras de Gyda.
—De los caminantes blancos. Existe Jon —afirmó Gyda suplicando con su mirada que le creyera—. Debes creerme, lo he visto.
—Te creo —sentenció Jon sin titubear en su voz—. Pero aun así debo ir.
—¡No! Podrías morir —chilló Gyda sin importar si alguien escuchaba. Debía detener a Jon Snow.
–Cada día muero cuando te veo con mi hermano. —La voz de Jon se quebró en la última palabra.
—Jon... — Gyda rompió en llanto al imaginarse a Jon sin vida—. No puedo dejarte ir.
—Si puedes. —Jon levantó su mano para rozar las yemas de sus dedos con la mejilla de Gyda. La hija de Ragnar cerró sus ojos de manera inmediata al tacto—. Debes.
—Iré contigo —musitó Gyda con sus ojos cerrados disfrutando el tacto.
—Gyda... —susurró lentamente el bastardo al momento que se acercaba a los labios de la esposa de su hermano. Habían pasado ocho meses desde la última vez que sintió los besos de Gyda, que ese instante un nerviosismo se planteaba en el estómago del bastardo. Los labios de Gyda se sintieron suaves, dulces y apetecibles. Se besaron lentamente disfrutando cada movimiento, cada roce entre ellos. Pero el sonido de un líquido golpeando con el suelo. Jon se separó de la boca de Gyda para observar cómo el líquido salía de las piernas de la mujer que le había dado su virginidad—. ¿Qué sucede? ¿ Qué es eso?
—Por favor, no vayas —pidió Gyda aferrándose a su vientre por el dolor que aparece.
—Tranquila. —Jon agarró a Gyda entre sus brazos para levantarla—. ¿Qué hago?
—Llevame con Eira —suplico Gyda con gemidos de dolor—.Llama a mi madre. Rápido Jon.
El bastardo corrió con la futura madre en sus brazos, sintiendo como su corazón empezaba a latir con rapidez al ver a su casi amada gimiendo de dolor. El bastardo empezó a gritar el nombre de la esposa de Ubbe, pidiendo ayuda.
Eira despertó con rapidez al escuchar los gritos, sabía lo que significaba. Gyda Ragnarsson entraba a labor de parto. Con rapidez la cuñada de Eira fue en busca de donde provenían los gritos, hasta encontrar con Jon Snow quien sostenía a la futura señora de Invernalia. El parto fue rápido, tan rápido que Eira la curandera se sorprendió. Ni siquiera alcanzó a ordenar que despertaran a Robb Stark. El grito de bebe resonó con fuerza por Invernalia, en conjunto los lobos empezaron a aullar en conjunto entregando la alarma que necesitaban para dar aviso de un nuevo nacimiento norteño.
Jon Snow sostuvo la mano de Gyda en todo el proceso. Fue el primero en recibir al hijo de su hermano en sus brazos, pero Jon Snow divagó en su mente. Imaginó que aquel niño era entre Gyda y él. Beso dulcemente a la esposa de su hermano por el orgullo que sentía por la fuerza que desprende al parir.
—Es un niño —le susurro en los labios de Gyda, mientras ella se recostaba en la cama con una gran sonrisa en su rostro. Ver la imagen de Jon con su hijo en sus brazos la conmovió.
—Jon...No —murmuró Eira alarmada por el movimiento del bastardo de besar a la esposa de Robb Stark. El bastardo al escuchar la voz de la cuñada de Gyda, se percató que no era su realidad. No era padre y no era esposo.
El muro era su lugar.
Gyda Ragnarsson dormía profundamente luego de dar a luz. La noche en Invernalia fue diferente, los habitantes se despertaron por la noticia de un nuevo Stark, celebrando la llegada de nuevos herederos. La servidumbre empezó a trabajar en un banquete para la bienvenida del nuevo integrante.
—Descansa Robb. Me quedaré con el bebe. – Gyda despertó al escuchar la voz de su madre.
—Gracias Lagertha, pero prefiero quedarme con mi hijo y mi esposa —musito Robb mirando a Gyda dormir.
—Avísame cuando desees descansar —le pidió Lagertha para retirarse silenciosamente de la habitación.
—Deberías descansar —musito Gyda abriendo sus ojos para enfocarse en su esposo. El cual estaba sentado en una silla al frente de la cama con el bebe en sus brazos—.Ha amanecido.
—Estoy feliz por el nacimiento de nuestro hijo. —Robb siguió mirando a su hijo mientras hablaba—. Pero, debo preguntar.
—¿Por qué estaba con Jon Snow? —Gyda terminó de hablar por su esposo, como era su costumbre. Su esposo asintió dirigiendo su mirada hacia ella—. Debía decirle. Advertirle de lo que existe más allá del muro.
—¿Te creyó? —preguntó Robb Stark con su rostro severo.
—Solo el tiempo lo dirá. —Gyda se encogió de hombros, tratando de quitarle importancia al tema.
—¿Estás enamorada de Jon? —preguntó Robb sin titubear aun con su rostro severo.
—No —respondió con rapidez Gyda Ragnarsson—. Me diste un hijo. Mi amor y mi lealtad está contigo. —Y era verdad. Se había ilusionado cuando Jon tenía su hijo en brazos, pero al tomarlo entre sus propios brazos un amor creció en ella hacia su hijo y el padre. No había nada más importante que el niño que estaba en sus brazos. Y la familia que estaba creando—. He pensado en un nombre para nuestro hijo.
Robb Stark estaba enojado, pero al escuchar a su esposa el enojo se desvaneció.
—Dime. —Robb reaccionó con entusiasmo.
—Magnus. Magnus Stark.
El nacimiento de Magnus no fue el único acontecimiento de Invernalia. El Rey de los sietes reinos viajaría al norte con la familia real. Gyda desconocía que la mano del Rey había muerto, el que era un amigo leal a Robert y a Ned Stark.
La venida de la familia real había creado un ambiente tenso. Estaba el rumor de que Ned Stark se convertiría en la nueva mano del Rey. Pero ese rumor no alegraba a nadie. Quizás la única era Sansa, la bella hija de Ned Stark que creía que la felicidad estaba en los reinos sureños.
—Si tu padre se va, te convertirías en el guardián del norte —confesó Gyda el pensamiento que llegó a su mente al escuchar la venida del rey.
—Lo sé. —Robb miraba embobado como Gyda alimentaba a Magnus—. Y tendría a mi Lady Stark a mi lado. —El futuro Lord de Invernalia se acercó donde su esposa para acariciar con sus yemas de las manos el seno de Gyda—. Tal vez nuestras vidas cambien.
—No estás solo. Somos tres ahora —declaró Gyda observando a su hijo y a Robb. Ambos se parecían al mes de nacimiento. Magnus empezó a tener unos vellos rojizos en su cabeza, y estaba segura que tendría los penetrantes ojos azules de su esposo.
—El Rey ha llegado.
Los esposos escucharon el grito de la servidumbre. Ambos salieron juntos sin decir palabra alguna. Porque estaban seguros que el cambio que llegaría a su vida, lo iban a enfrentar juntos como la familia que se estaban convirtiendo.
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