XIX
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Gyda Stark se vistió con un vestido simple que había conseguido por la dueña de la posada. Se había desordenado el cabello y ensuciado su vestimenta para camuflarse con trabajadores del Desembarco del Rey. Guardo su espada en la habitación, pero amarró su pequeño cuchillo en su pierna derecha en caso de recurrir a la fuerza bruta. Y en su pierna izquierda guardó el cuchillo en el cuál fue atacado el pequeño Bran.
Gyda sospechaba que iba a ser difícil entrar al castillo de la mano del Rey por los guardias que protegían la entrada, pero un alboroto que se creó cerca de la puerta desconcentró a los guardias creando la situación perfecta para entrar el lugar. Gyda recorrió con una fuente de comida que había hallado en el patio, caminó lentamente con su ceño fruncido. Los norteños jamás sonreían, el frío provocaba que las facciones se congelan. Y nadie sospecho de ella. Al parecer su presencia gritaba que era una norteña.
Lo único que detuvo su paso fue el cuerpo de Jory, aquel guardia fiel de Ned Stark resguardaba una puerta con su rostro severo. Gyda camino hasta llegar donde Jory, el cual se sorprendió al verla, pero no musito palabras. La puerta que estaba resguardando se abrió para dejar ver el cuerpo de un hombre robusto, bajo y calvo. Gyda realizó una reverencia ante la presencia de ese hombre desconocido.
—Oh querida, no soy ningún caballero para merecer su reverencia. —La voz del hombre era suave. Gyda levantó su mirada para fijarse el cuerpo detrás del desconocido, era Ned Stark quien la miraba sorprendido.
—Eira a su servicio mi señor —respondió con rapidez Gyda tratando de comunicar su mentira al padre de su esposo.
—Varys. —El hombre robusto sonrió ante el saludo de la mujer—. Eres una mujer muy bella. Una belleza norteña digna de admirar —comentó el hombre sin quitar su sonrisa—. ¿Deseas hablar con la mano del Rey? —preguntó el hombre tratando de entender su presencia.
—Si, mi señor. —Gyda bajo sus ojos mostrando sumisión entre esos hombres—. Estoy en busca de trabajo.
—Podrías conversar conmigo —sugirió Varys amablemente, pero Ned habló con rapidez.
—Ella es del norte, trabajará para mi. —Ned habló severamente sin permitir más intromisión por parte del hombre—. Entra a la habitación Lady Eira. Quisiera saber del norte.
—Sí mi señor. —Gyda no levantó su mirada, pero hizo una reverencia para despedirse de Varys y entrar a la habitación de Ned. Escucho como la puerta se cerraba fuertemente.
—¿Qué mierda haces aquí? —La palabra inapropiada que utilizó Ned Stark provocó la risa de la esposa de su hijo. Gyda no quería reírse, pero escucharlo decir tales palabras era suficiente para que su risa apareciera—. Gyda, por favor —suplico Ned Stark tratando de entender la venida de ella.
—Lo siento Ned —Se disculpó Gyda tratando de olvidar el momento gracioso que había venido—. He realizado un largo viaje para comunicarte lo que sucedió en Invernalia.
—¿Bran está bien? —preguntó Ned sentándose al frente de ella.
—Si, pero fue atacado. —Gyda sacó el cuchillo que estaba amarrado en su pierna izquierda—. Alguien intentó matarlo con esto. —Colocó el cuchillo en la mesa para que Ned Stark lo observara. El guardián del norte no sacó su mirada del cuchillo.
—¿Quién lo atacó? —pregunto sin mirar a la esposa de su hijo.
—Era un ladrón quizás —respondió Gyda encogiéndose de los hombros—. Quise mantenerlo con vida, pero Verano lo mato.
—¿Estabas con Bran? —Gyda asintió con su cabeza ante la pregunta de su suegro—. ¿Está bien? —Gyda nuevamente asintió—. Bran debió ver algo.
—Catelyn sospecha de los Lannister —comentó Gyda con tranquilidad. Ned levantó su mirada para enfocarla en ella.
—Necesitamos pruebas para inculparlos. - Objeto Ned sumido en sus pensamientos. - Debemos encontrar el dueño de esta arma.
Debemos llevarnos a las niñas. —Gyda sugirió otra idea—. Está en una posición débil. Podrían secuestrar a las niñas.
—Robert no haría tal cosa. —Ned frunció su ceño ante la idea de Gyda.
—El rey no gobierna en soledad. Los Lannister tienen mucho poder —enfatizó Gyda tratando de razonar con el padre de su esposo—. Debemos llevarnos a las niñas. Si esto se transforma en una guerra, las niñas deben estar en el norte.
—No llegará a una guerra, lo evitaré —aseguro Ned aun con su ceño fruncido.
—No puede estar seguro —señaló Gyda aun tratando de convencer al guardián del norte—. Si usted peligra junto a las niñas, Robb avanzará al sur.
—No lo hará –musito Ned—. Me obedecerá.
—Robb es joven. Batallara si su familia está en peligro —informó Gyda el último pensamiento que le comunicó su esposo.
—Prométeme que volverás. —Los nuevos guardianes del norte Estaban en la cama desnudos abrazados. La oscuridad solo permitía que los ojos azules de Robb resaltaran en el lugar.
—Siempre vuelvo —reveló Gyda ante su esposo—. Sé cuidarme Robb. No me mires como una doncella en peligro.
—No lo hago. —Robb acarició suavemente el rostro de su esposa—. Te miro como mi esposa, como la madre de mi hijo.
—Volveré. Te lo prometo. —Gyda le aseguró a su esposo su llegada.
—Si me llega información de que peligras o que mi padre y mis hermanas son amenazados. Levantaré las armas —le comunicó Robb con su voz severa, que cada vez era más intimidante.
—No esperaría menos de ti.
—Debo cumplir con mi deber —admitió Ned con pesar. Un suspiro salió de su boca con frustración.
—Hágalo, pero sin las niñas —clamo Gyda—. Déjeme llevarlas. Estarán bien conmigo —suplico Gyda con sus manos juntas. Adoraba a las niñas, especialmente a Arya—. Podrás cuidarlas y con las lobas a mi lado será aún más seguro.
—Las lobas no están —musito Ned con voz baja moviendo su cuerpo con incomodidad. Gyda no quiso preguntar, pero intuía que debió ser culpa de los Lannister. Las lobas no confiaban en nadie, debían ser un peligro para ellos—. Está bien. Llevatelas. —Acepto Ned con su ceño fruncido, pero aliviado de no tener que cuidarlas en estos lugares peligrosos—. Pero deberá ser después del torneo. Sería sospechoso si las niñas desaparecieran ahora.
—Me quedaré —aseguró Gyda con tranquilidad—. No me iré sin las niñas —le proclamó Gyda con su mirada de orgullo.
—Deberás mantenerte oculta. Los norteños conocen su rostro y los Lannister también —comentó Ned. Gyda lo sabía, y había planeado su plan.
—Los norteños mantendrán su silencio. Trabajaré limpiando el piso, siempre tendré el rostro hacia abajo y me quedaré con Jory. —Ned frunció su ceño ante su última mención—. Nadie me molestara si soy la favorita de su guardián. Y podré descansar tranquila —musitó lentamente Gyda. Dormir sola en un lugar desconocido, donde los enemigos sobraban era tomar la decisión de no dormir. Pero con Jory a su lado sería distinto. Y nadie sospecharía que ella era una mujer noble.
—Estás casada con mi hijo —pronunció Ned como si aquel detalle había sido olvidado por Gyda.
—Si descubren quién soy, cómo he ocultado mi nombre y mi rostro, no seré la esposa de nadie.
La habitación de Jory era pequeña, pero cómoda. Estaba cerca de la habitación de Ned y de las niñas. Gyda descansaba en el colchón de Jory, no podía evitar pensar que extrañaba a su esposo y al pequeño niño que había crecido en su vientre. Pero debía seguir en Desembarco del Rey, debía llevarse a las niñas a Invernalia, a su hogar.
—Lady Gyda. —Jory entró lentamente a su habitación, sin hacer ruido que pudieran molestar a Gyda—. ¿Puedo entrar?
—La habitación es suya. —Hablo Gyda con tonos de diversión en su voz. Jory entró tímidamente sin mirar el rostro de la mujer que estaba dentro de su habitación.
—Tengo vino. —Ofreció Jory sin mirarla—. Puede servirte.
—Por favor. —Accedió Gyda con una sonrisa. Se levantó de la cama para acercarse a Jory. El guardia de Ned Stark le pasó la copa con sus manos temblorosas—. ¿Tienes miedo? —preguntó Gyda al observar el temblor de sus manos. Jory levantó su mirada para enfocar en ella, para mirarla por primera vez.
—No —afirmó Jory con seguridad, pero luego su voz se debilitó—. La respeto. —La sonrisa de Gyda apareció en su rostro por la respuesta del guardia de Ned Stark. La esposa de Robb Stark se sentó para beber el vino con tranquilidad. Jory imitó su acción.
—Deberás ocultar ese respeto hacia mí —comentó Gyda al momento que bebía vino–. Aquí solo soy una sirvienta que calienta su cama.
—Mi señora —bramo Jory escandalizado por la manera de hablar de Lady Stark. La risa de Gyda no tardó en llegar.
—Solo soy una sirvienta, perdón por mi manera de hablar mi señor. —La voz burlesca de Gyda era similar a la de su hermano Ivar, pero Gyda le empleaba solo cuando tenía confianza con la otra persona—. Recuerda no soy una señora. Y trata de no mirarme con respeto.
—Será difícil —mencionó Jory en voz baja.
—Dependerá de mi supervivencia su actitud —confesó Gyda tomando la mano de Jory entre sus dedos—. Estamos en un lugar peligroso...
—Lo sé. —La rapidez en la que Jory la interrumpió, sorprendió a Gyda—. Sé que son peligrosos. He notado espías alrededor de la Torre de la mano del Rey. Cada palabra, cada gesto puede ser tomado como una amenaza por los Lannister.
—No los conozco, pero sospecho de todos quienes no tengan el apellido Stark o Ragnarsson. —Gyda se encogió de hombros ante su confesión—. El futuro de mi hijo depende de evitar la caída de la casa Stark.
—Jamás sucedería tal cosa —exclamó Jory con su ceño fruncido.
—Grandes casas han desaparecido en la historia —preciso Gyda con tranquilidad.
—Pero los Stark jamás desaparecerán, grandes señores darían la vida por el guardián del norte —Recalcó Jory con su voz dura. Gyda prefirió no opinar, ya que dudaba de la integridad de los grandes señores. Los hombres eran ambiciosos, y siempre preferirían proteger su propio intereses.
Las semanas siguientes de la vida de Gyda transcurrieron con lentitud y siempre mirando el suelo del edificio. Limpiaba, aunque el piso estuviera limpio. Y siempre en las cercanías de las habitaciones de las niñas y Ned Stark.
Los norteños no la reconocieron vestida como una simple sirvienta y con el rostro sucio. Y los grandes señores jamás la miraban. La Reina había pisado la torre de la Mano del Rey al momento que el Gran torneo transcurrió fuera de la ciudad, pero en su andar no se percataba del rostro de la servidumbre, pero Arya Stark Si.
Gyda con tranquilidad limpiaba el piso de las afueras de la habitación de Arya, hasta que la pequeña Stark al salir con rapidez se tropezó con en el cuerpo de Gyda. Cayendo al suelo con dureza.
—Deberías tener cuidado pequeña Stark —musito Gyda levantándose para ayudar a la pequeña a ponerse de pie. Gyda no se percató de la secuencia de su acción. Lo único que le importaba era salir de Desembarco del Rey con las niñas a su lado. Y necesitaba a Arya para apresurar la decisión de Ned Stark.
—GY... —Gyda tapó la boca de la niña con rapidez antes de que revelara su identidad.
—Calla. Mi nombre es Eira y soy su sirvienta —señaló Gyda con rapidez. Arya asintió ante las palabras de su cuñada—. Bien. — Y Gyda retiró su mano de la boca de Arya—. Hola Arya. — El saludo de Gyda fue con ternura, había añorado el tacto de su pequeña hermana. La menor de los Stark se lanzó en los brazos de su cuñada por unos segundos, sintiendose por un momento en casa—. Se que es extraño, pero he venido para llevarlas a casa. Nadie debe saberlo.
—Quiero irme ya —musito Arya con urgencia—. No me gusta aquí. Papá está en peligro.
—¿Qué sabes? —Gyda se arrodilló frente de Ayra para escuchar su historia.
—Estaba persiguiendo un gato y llegué donde estaban los huesos de dragón —susurró Arya—, y escuche a dos hombres diciendo que si una mano cayó, la otra puede caer. Debes protegerlo —suplico Arya con sus ojos vidriosos.
—No le pasara nada a tu padre. Nos tiene a nosotras. —Tranquilizó Gyda a su pequeña hermana—. Nadie me conoce y debe permanecer así. —Gyda posó su mano para acariciar dulcemente la mejilla de Arya—. Controla tus impulsos.
—Pero quiero irme a casa —pidió Arya alejándose del cariño de Gyda.
—Pronto será el día, pero aún es peligroso. Debemos esperar —preciso Gyda volviendo al suelo para fregar el piso—. Debe tener cuidado mi señora al caminar —Pidió La esposa de Robb Stark al momento que escuchó unos pasos por el pasillo.
—Lo tendré —añadió Arya para desaparecer por el pasillo sin mirar atrás. Gyda vio cómo se alejaba la pequeña Arya sin mirarla y solo pudo estar orgullosa de la escudera que estaba creando.
El torneo finalizó y la ansiedad de Gyda inició. Despertaba sudando y con el corazón latiendo con fuerza impidiendo que volviera a su sueño.
—Mi señora, ¿Se encuentra bien? —La voz de Jory provocó que el corazón de Gyda se tranquilizara. La esposa de Robb Stark movió sus ojos para enfocarse en el sillón donde dormía Jory. Aunque la oscuridad evitaba que observará el rostro del guardia de Ned.
—Creo que he tenido pesadillas, pero no las recuerdo al despertar —confesó Gyda colocando nuevamente su cabeza en la suave almohada—. Presiento que algo sucederá. Tengo miedo —murmuró Gyda con las manos en su vientre. Luego de estar lejos por dos meses de su esposo y de la ausencia de su sangrado. Gyda supo que estaba en cinta por segunda vez. Y por primera vez tenía miedo. De perder a ese hijo, de no volver a ver a su familia y su esposo. De morir aquí en Desembarco del Rey junto a Ned y las niñas.
—Estará bien mi señora. La protegeré —proclamó con voz baja Jory. Gyda sonrió ante esas palabras, pero no por su veracidad. Nadie podría protegerla de las garras de un león, solo otro león.
—Gracias Jory —agradeció Gyda mientras acariciaba su vientre con suavidad. Si este niño nacía a pesar de todas las dificultades lo criaría como el mejor Guerrero de los sietes reinos, superando a sus hermanos, a su padre y a Arthur Dayne.
—Lady Gy...Eira ven. —Jory la llamó con urgencia sin importarle si había gente alrededor. Gyda se levantó con rapidez del suelo, pero sin despegar la mirada de los pies de Jory para seguirlo. La guio por los pasillos hasta llegar al escritorio de Ned Stark. Gyda entró junto a Jory para luego cerrar la puerta detrás de ellos.
—Debemos irnos. Se adelantaran ambas con las niñas. —Gyda iba a rectificar la decisión de Ned, pero al ver su rostro severo prefirió callar.
—¿Qué ha sucedido? —Gyda preguntó.
—Robert no es el Rey que creí —musito Ned ordenando sus cosas, pero antes de dar otra orden la puerta se abrió con rapidez. Un hombre delgado con cabello negro aparecio en la habitacion. Gyda lo había visto un par de veces, pero pasaba por alguien indiferente para ella—. Lord Baelish.
—Mi señor. —Gyda habló en voz entregando una pequeña reverencia ante ese hombre. Porque a pesar de que pasaba inadvertido, la bella ropa que lo adoraba daba a reconocer la importancia que tenía en el reino.
—Si se queda unos minutos, lo llevaré con la última persona que habló con Jon Arryn. —Gyda reconocía ese nombre a la perfección. Era la causa que el padre de Robb estuviera en este lugar.
—Eira acata mi orden —musito Ned sin mirar a la esposa de su hijo y salió detrás de Lord Baelish.
Gyda salió de la habitación de la mano de Rey pensativa. No confiaba en ese hombre, ni ese hombre regordete calvo que visitaba con regularidad a Ned. La mente de Gyda viajó a la habitación de las niñas, pero sus pies se movieron al lado contrario siguiendo al guardián del norte.
Gyda salió con rapidez del edificio principal sin percatarse de quien estaba a su alrededor. Intuía que Ned estaba en peligro. Fue tal la rapidez de las que sus pies se movían que realizó una equivocación. Su cuerpo chocó contra una armadura dorada que provocó que su trasero cayera al suelo.
—Maldición, debes tener cuida... —Gyda reconoció con facilidad la voz de Jaime Lannister y de forma inmediata quiso esconder su rostro, pero la gran mano del hombre se aferró en la barbilla de Gyda para levantar su rostro con dureza—. Lady Gyda.
Jaime Lannister frunció el ceño al verla.
Gyda supo en ese instante que se había metido en la boca del león.
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