XIV
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Robb Stark despertó con una sonrisa amplia en su rostro. Su cuerpo se sentía liviano, lleno de energía. Abrió los ojos lentamente buscando con sus manos el cuerpo de su mujer, hasta que sus manos se posicionaron en la cintura de Gyda. El primogénito de Ned Stark observó cómo su mujer dormía plácidamente, sus labios estaban entreabiertos, incitando que la besara. Aquel gesto fue suficiente para que la erección de Robb Stark volviera a aparecer.
—Gyda... —Robb movió a su mujer suavemente para despertarla. Gyda abrió los ojos con rapidez sentándose en la cama.
—¿Quién ataca? —Gyda preguntó de manera urgente.
—Nadie —respondió Robb mirando los senos levantados de su mujer. Al sentarse en la cama las sábanas cayeron para dejar al descubierto la parte superior del cuerpo de Gyda. Robb sintió como su pene se colocaba duro al ver a su mujer.
—Oh...Entiendo. —Gyda le sonrió a su esposo al percatarse de sus intenciones de despertarla—. Ven aquí —le susurro su esposa al volver acostarse en la cama y dejar que él se colocara encima de ella. Robb lo hizo de forma inmediata, se acomodo entre las piernas de su mujer al momento que acariciaba la pierna de ella con suavidad.
—Eres tan suave —mencionó Robb mirando los bellos ojos de su esposa. Gyda estaba despeinada, con sus labios hinchados y soñolienta, pero para Robb se había convertido en la mujer más hermosa de los sietes reinos.
—No lo soy —le indico Gyda cerrando los ojos para disfrutar el tacto de su esposo. Robb se acercó a la boca de su esposa para besarla lentamente regocijándose de los labios carnosos de ella. Se besaron por varios segundos, hasta que Robb empezó a penetrarla con suavidad. Gozando cada entrada a la vagina de su esposa.
—Mis señores, hemos traído el desayuno. —Robb Stark iba a detenerse al escuchar la voz de la servidumbre, pero al ver a su esposa con los ojos cerrados, gimiendo en cada penetración. Gyda estaba complacida por sus movimientos y no pudo parar. Siguió penetrando sin importar los golpes de la puerta. Robb bajo sus labios hasta llegar al cuello de ella, succionando y mordiendo cada parte de su longitud. No podía dejar de pensar lo bien que se sentía estar dentro de Gyda.
Gyda había accedido a caminar junto a su padre por las afueras del castillo de Invernalia. Ambos caminaban con tranquilidad, saludando a cada persona que trabaja en el lugar.
—Has manipulado al niño —le comentó Ragnar en voz baja mirando a su alrededores.
—No es un niño —exclamó Gyda con su ceño fruncido, deteniéndose para observar a su padre.
—Desde anoche no lo es y según la sangre de las sábanas mi hija tampoco. —Ragnar le entregó la misma sonrisa oscura que le daba su hermano.
—Robb sabía que no era una doncella. —Su padre frunció el ceño al escuchar las palabras de su hija, pero no se atrevió a decir nada. Su hija ya estaba casada—. Es un buen hombre.
—Es un Stark —mencionó su padre como si el apellido fuera la razón de la bondad de su esposo. Ambos siguieron caminando para llegar a las puertas del castillo—. Partiremos mañana a Kattegat. Lagertha volverá cuando estés dando a luz.
—Deseo que Eira se quede conmigo —añadió Gyda a la conversación con rapidez.
—No. Eira es importante para Kattegat —opinó su padre frunciendo su ceño nuevamente—. Es la curandera de nuestro pueblo, la necesitan...
—Sabías que Ivar estaba enamorado de Eira —musito Gyda interrumpiendo a su padre. Ragnar la miró detenidamente analizando cada palabra para verificar su veracidad.
—Sospechaba. Eira se comporta de manera diferente con él —apuntó Ragnar mirando al cielo, tratando de buscar una explicación en el cielo azul de Invernalia.
—No es culpa de ella —proclamó Gyda alzando su voz. Defendiendo a su cuñada—. Ivar está roto y no hablo de sus piernas —explicó la hija de Ragnar a su padre—. Deberías buscar a una mujer para él.
—Ninguna mujer noble aceptaría casarse con Ivar —aclaró Ragnar a su hija.
—Eira no es noble —enfatizó Gyda.
—No, pero tiene otras cualidades que sirven —explicó su padre. Gyda solo quiso pensar de que hablaba de su habilidades en la curación—. Además Ubbe no escuchó los motivos para no casarse con ella.
—Madre y Aslaug no eran nobles. Ambas son mujeres comunes que tuvieron la desgracia de encontrarte en el camino —añadió Gyda con una sonrisa irónica en su rostro—. Los Ragnarsson siempre se han casado con las mujeres que desean sin importar su linaje.
—Tu eres la primera que realiza una unión con otra casa —informó Ragnar a su hija. Gyda lo sabía, no estaba orgullosa de ese acto, pero su padre sí.
—Exacto padre, necesito a Eira para mantenerme en este lugar. Necesito ojos y oídos que sean fieles a la futura señora de Invernalia. —Esa pequeña explicación fue lo suficiente para que su padre aceptara.
—Hablaré con Ned Stark. Eira y Ubbe se quedarán contigo. —Gyda iba a mencionar que Ubbe se fuera con ellos. Ella solo necesitaba a su cuñada—. Ubbe no permitirá que su esposa y futura madre de su hijo se quede sin él en Invernalia.
—Tienes razón. —Fue una de las pocas veces que Gyda mencionó aquellas palabras a su padre. Ragnar sonrió con autosuficiencia para luego entrar al castillo en busca de Ned Stark.
Gyda suspiro al momento que su padre desapareció de su vista. Amaba a su padre por ser parte de su creación, pero Ragnar carecía de gestos o habilidades para provocar el amor en sus hijos. Aún se preguntaba cómo pudo haber elegido haberse quedado con su padre sobre su madre. Gyda busco donde podría encaminarse.
Su esposo debería estar con el guardián del norte, su cuñada con su esposo, Lagertha debería estar acompañando a Bjorn. Ellos tenían una relación distinta, y era la consecuencia de que Gyda eligiera a su padre y Bjorn a su madre. Gyda se encaminó al único lugar que se sentía segura y en cual visitaba con regularidad.
Gyda Ragnarsson inhalo el aroma del establo, había extrañado el lugar. Busco con su mirada a su caballo, pero un potro la distrajo. Era un caballo hermoso, era negro en todo su cuerpo al igual que sus ojos. Al acercarse y ver los ojos del caballo no pudo evitar pensar en Jon.
—Es un hermoso caballo. —La voz de Jon provocó un salto de susto en Gyda. La hija de Ragnar pensaba que Jon visitaba el establo en la noche—. Mi señora.
Jon llegó a su lado dando una pequeña reverencia ante su presencia. Gyda no pudo responder, se quedó observando al bastardo con culpabilidad. El bastardo empezó a cepillar al caballo al lado opuesto de donde estaba Gyda, bajó su mirada y la levantó en segundos para ver a la bella mujer.
—No me odies —susurro Gyda con voz acongojada. No quería el odio del hombre que había deseado en toda su estadía en Invernalia.
—No podría odiarla, aunque lo intentara —susurro Jon mirando al caballo—.Se veía hermosa ayer. —Las palabras de Jon conmovieron a Gyda. Sus pies se movieron solos para acercarse al bastardo y abrazarlo fuertemente. Gyda inhalo el olor particular de Jon colocando su rostro en el cuello de él.
—Perdóname... —susurro Gyda con voz de lamento. Quería que la perdonará por casarse con su hermano, por disfrutar la noche y la mañana que había pasado entre los brazos de Robb Stark.
—No hay nada que perdonar a mi señora. —aseguró Jon tratando de no caer en la tentación de tocar a la esposa de su hermano, pero sus dedos dolían por querer volver a tocarla. La necesitaba.
—Jon... —murmuró Gyda separando su rostro del cuello de Jon, para verlo directamente a los ojos. La esposa de Robb Stark observó cómo las ojeras marcaban el bello rostro de su bastardo—.No dormiste. —Gyda levantó su mano para acariciar las ojeras con las yemas de sus dedos.
—El banquete duró hasta tarde –mencionó Jon manteniendo su mirada en el rostro de Gyda. Jon no quería decir que no durmió en toda la noche imaginando como su hermano acariciaba y besaba el cuerpo de la mujer que deseaba—. Debemos mantener distancia —recalcó Jon en la última palabra. El bastardo quiso dar un paso atrás, pero Gyda agarró firmemente el rostro de Jon con sus manos.
—No. No puedo —chillo Gyda al sentir que perdía a Jon.
—No puedes tenernos a ambos —señaló Jon colocando sus manos en el rostro de Gyda. Imitando su gesto—. No es justo para mí...
—¿Y crees que es justo para mí? —bramo Gyda. Pero de forma inmediata se arrepintió de aquellas palabras. La vida era justa para ella. Se había casado con un hombre noble, bueno y apuesto. Jon se alejó del tacto de Gyda creando una distancia entre ellos—. Sé que no es justo para ti, pero no puedo evitarlo.
—¿Que no puedes evitar? —La voz de Robb Stark interrumpió en el establo llegando al lugar donde Gyda y Jon conversaban. Los amantes se quedaron en silencio al escuchar al heredero de Invernalia y ver su ceño fruncido.
—No puedo evitar venir al establo. —Gyda cambió su rostro de manera inmediata al ver a su esposo—. Este caballo es hermoso. ¿De quién es? —preguntó Gyda suplicando que su esposo se distrajera con su pregunta.
—Suyo —respondió Robb Stark mirando atentamente el rostro de su hermano. Gyda observó el movimiento, pero la hija de Ragnar agradeció que Jon siempre tuviera el mismo rostro en todas las ocasiones.
—¿Qué? —Gyda camino directo a su esposo en busca de su mirada. Tomó de su mano para acariciarla y fue en ese momento que Robb Stark dejó de mirar a su hermano para enfocar sus ojos en los de su esposa.
—Es suyo mi señora. Es un regalo de boda. —Gyda le entregó una gran sonrisa por la noticia. Y abrazo a Robb de manera efusiva. Al abrazarlo Gyda observó la mirada triste de Jon y como partía del establo para buscar un lugar para no sentir el dolor en su corazón. La hija de Ragnar quiso llorar.
—Gracias esposo mío —murmuró Gyda en el cuello de Robb tratando de contener las lágrimas que salían de sus ojos.
—Lo que sea para mi esposa —señaló Robb acariciando el cabello de su esposa, tratando de quitar en su mente la imagen de su mujer con su hermano.
A la mañana siguiente Gyda despertó en los brazos de su esposo. El cual estaba sediento de sexo. Gyda se había sorprendido de la fogosidad de su Robb, ella esperaba que su primerizo esposo fuera vergonzoso y pasivo en aquel acto.
Gyda no podía evitar estremecerse por los besos de su esposo, ni gemir por las penetraciones de Robb. Disfrutaba el acto sexual que tenía con su señor.
—Más, más —murmuraba Gyda, quien estaba boca abajo en su unión. Robb Stark la penetraba sin descanso, besando y mordiendo el cuello de su esposa. Al escuchar gemir todas las preocupaciones y frustraciones desaparecian de su mente y solo podía pensar en entrar dentro de su esposa con fuerza. Robb Stark bajó su mano para tocar el clítoris de su esposa, realizando movimientos en círculos para estimular aún más. Aquel gesto provocó que llegara el clímax de Gyda antes que su esposo.
El grito de Gyda debió ser escuchado por el pasillo. Y eso no detuvo que Robb siguiera penetrando a su esposa para llegar a su orgasmo. Con un gemido grave, Robb llegó a su clímax por segunda vez en la mañana.
—Creo que estamos mejorando —opinó Robb acostándose al lado de su esposa, mirando hacia arriba con una sonrisa en su rostro. Gyda que aún estaba boca abajo con la respiración agitada, solo murmuró un "Si" —.¿Está bien? —preguntó Robb preocupado por la falta de movilidad de Gyda. Se movió de la cama para observar el rostro de su mujer, el cual estaba con sus ojos cerrados. Robb se acercó para darle un beso en el cabello de su mujer y luego cubrirla con las sábanas.
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—¿Tan bueno es el sexo que estas tan casada para despedirnos? —La voz de Ivar interrumpe el sueño profundo de Gyda.
—Ivar... —murmuró con voz soñolienta–. Al parecer sí —comentó para sentarse en su cama y ver el rostro de su hermano quien estaba con sus muletas junto a Lagertha—. Madre. —Gyda saludo a su madre con un movimiento de cabeza.
— Te vestire. —Lagertha se acercó al mueble que contenía la nueva vestimenta de su hija. Vestidos con colores que representaban la casa Stark. Aunque ambas casas tenían colores semejantes, la única diferencia era el color rojo.
—Madre. —Gyda quiso negarse por el gesto de su madre.
—Quizás sea la última vez que te vea Gyda. Quiero hacer algo por mi hija, aunque sea vestirla. —La voz de su madre convenció a Gyda.
—Esperaré afuera —añadió Ivar sin esperar respuesta de las mujeres. El hijo menor sabía que aquel momento era íntimo entre ellas.
—Te extrañaré madre —confesó Gyda al momento que su madre sacaba las sábanas de su cuerpo para desnudar su cuerpo. Lagertha se fijó en las cicatrices de su hija y las mordidas que Robb Stark había creado en el cuerpo de ella.
—Volveré cuando des a luz a tu primogénito —le aseguró su madre con una bella sonrisa. Gyda no quiso seguir hablando, pero disfruto el momento con su madre. Las caricias y los besos tiernos que repartió por su rostro. Adoraba a su madre de una forma inexplicable. Esa mujer era una guerrera y una madre dulce a la vez—. Debes ser la confidente de tu esposo. Y debes aconsejar —comentó Lagertha al momento que peinaba a su hija—. El bien de tu esposo, es el bien tuyo y de tus hijos... No más Jon Snow.
—Lo sé —aclaró Gyda cerrando sus ojos para disfrutar el tacto—. Respetaré a mi esposo, aunque mi corazón esté con el bastardo de Invernalia.
—Aprenderás a querer a Robb Stark. —La tranquilizó su madre con aquellas palabras—. Hasta el momento el muchacho no lo ha hecho mal.
—No. —La pequeña sonrisa que se formó en el rostro de Gyda, confirmó sus sospechas. Un buen sexo era importante para una relacion de amor.
—Eres una mujer fuerte. No te dejes influenciar por nadie. —Gyda se levantó de la silla para colocarse al frente de su madre—. Confía solo en Eira. Y si las cosas no salen bien, siempre puedes volver conmigo —añadió Lagertha acariciando el rostro de su hija. Gyda sonrió por aquellas palabras. Extrañaria a su madre.
Gyda salió del castillo para despedirse de su familia. Abrazo fuertemente a cada uno de sus hermanos, prometiendo que volverían a visitarla. El abrazo que le provocó dolor fue el de su hermano menor. Ella había creado una unión única con su medio hermano. Lo defendió y lo incluía en cada actividad que realizaba en Kattegat.
—Ven a verme —le pidió Gyda a su hermano menor.
—Con seguridad lo haré mi bella hermana. —Ivar elogió a su hermana, tomando la mano de ella. Le dolía alejarse de ella y de Eira. Ambas mujeres se habían ganado el corazón de Ivar el deshuesado—. Ten cuidado.
—Lo tendré —le prometió Gyda abrazando fuertemente a su hermano menor.
La hija de Ragnar vio partir a los suyos. Cada uno en sus caballos, no había carruaje en Kattegat. Aquellos instrumentos se hundían con la nieve que estaba en su ciudad. El corazón de Gyda se acongojó por el dolor de ver a su familiar irse sin ella, pero la mano de Robb Stark la tranquilizó.
—Podrás visitarlo cada vez que quieras —le prometió su esposo con una bella sonrisa.Para luego darle un beso en el dorso de la mano de Gyda, aquel gesto se volvería una costumbre para ellos.
—Gyda... —La voz de Arya llamó su atención. La pequeña Stark se colocó al lado de su cuñada para tomar de su mano—. Quiero practicar —susurro en voz baja Arya, tratando de no ser escuchada por sus padres. Gyda volvió a mirar a su esposo con una gran sonrisa, el cual la devolvió.
—Vamos —manifestó Gyda para moverse con rapidez junto a la pequeña, mientras su esposo distraía a sus padres.
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