XII
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La habitación de Gyda se llenó de gente a su alrededor, desde su amiga Eira hasta los hermanos de su prometido que cumplieron el deber de visitar a su pronta hermana. El único recibimiento cálido e ingenuo que recibió fue de la energética Arya.
—Nunca rezo, pero al verte herida. —Arya estaba sentada al final de la cama mirando a su nueva hermana y maestra—. Solo pude correr a rezar por ti.
—Gracias Arya —le agradeció Gyda aun con voz débil—. Creo que esos rezos funcionaron —le comento Gyda con una pequeña sonrisa en su rostro—. Estoy viva.
—Apenas —susurró Arya sin levantar su mirada.
—He estado peor —añadió Gyda para tranquilizar a su pequeña aprendiz. Pero la realidad era que nunca estuvo tan cerca de morir por descuidarse en terreno enemigo—. ¿Has entrenado? —le pregunto Gyda a Arya para cambiar el tema de conversación.
—Todos los días —confesó Arya con voz alegre.
—¿Y has cumplido con las responsabilidades de una dama? —Al preguntar Arya realizó una mueca de disgusto, comunicando a Gyda su respuesta negativa.
—Debes cumplir con ambas exigencias. En la vida no siempre harás lo que deseas —confesó Gyda con voz ronca por su esfuerzo para hablar—. Debes adaptarte y aprender todo lo que te entreguen.
—Pero solo quiero luchar —confesó la pequeña Stark con voz triste al no ser comprendida.
—Lo sé. Pero aún así debes cumplir el acuerdo que realizamos con tu padre —le comunicó Gyda buscando la mano de la pequeña—. Al no cumplir, lord Stark tendrá el poder de quitarte las Prácticas y no podré interferir. —Gyda vio el rostro detenidamente de Arya. Sus ojos reflejaban una tristeza que desconocía—. ¿Qué sucede? —La pequeña Stark levantó su mirada para conectarla con los ojos de su maestra—. Puedes contármelo.
—Mis costuras son horribles, todas se burlan de mí. —La voz que empleó Arya, provocó un sentimiento de profunda tristeza en Gyda al darse cuenta que sufría cada día por ser diferente.
—Si entregarás la misma energía que empleas para aprender a batallar, serías la mejor en las agujas —comentó Gyda con matices de entretención para alegrar a su pequeña aprendiz—. Serías la mejor costurera.
—¿Mejor que Sansa? —pregunto tímidamente la pequeña Stark.
—Si. —Asintió Gyda con su cabeza al momento que Arya sonría ampliamente al sentir el favoritismo de la prometida de su hermana recaer en ella.
—Pequeña Stark, Gyda debe descansar. —La voz de Eira llegó a la habitación para interrumpir su conversación
—¿Podré venir mañana? —preguntó Arya.
—Podrás venir cada vez que quieras —le prometió Gyda tratando de sonreír ampliamente, pero solo logró realizar una mueca, la cual Arya rió ante ese gesto. Gyda le entregó los últimos consejos para agarrar la espada correctamente, Arya se retiró alegremente al terminar la conversación.
—¿Dónde está Ragnar? —preguntó Gyda al momento que Arya cerró la puerta.
—En Pyke junto a Lord Stark —le explicó Eira a su amiga acercándose para sacar las mantas que cubrían la herida.
—¿Qué sucedió? –preguntó Gyda mientras Eira retiraba el vendaje para observar el estado de la curación.
—Eso deberías preguntarte yo a ti —respondió Eira al confirmar que la herida estaba sin infección. Cubrió nuevamente las mantas para cubrir el cuerpo de su cuñada.
—Te tardaste en preguntar —opinó Gyda con un tono de diversión, pero el rostro de su amiga se mantuvo severo. Eira se sentó en el borde de la cama esperando la explicación de la hija de Lagertha—. El primer error que cometí fue cuando elegí a Ragnar sobre mi madre y creo que aun pagó ese error.
—Lagertha no tiene rencor hacia ti —puntualizó Eira frunciendo su ceño por las palabras de su cuñada.
—Mi segundo error fue haber rechazado a mis medios hermanos al momento de sus nacimientos. —Gyda miraba a su cuñada con mirada grave—. Y el tercero fue creer que el invierno no llegaría.
—¿Hablas de los caminantes..? —Eira no pudo continuar porque un escalofrío pasó por su espalda cada vez que pensaba en los caminantes blancos. Nunca los había visto, pero creía firmemente en las palabras de Gyda y Bjorn—. ¿Por eso cambiaste de opinión?
—No cambie de opinión. Quisiera irme con... —Gyda quiso continuar, pero el temor que alguien estuviera escuchando detrás de la puerta evitó que mencionara el nombre de Jon—. No puedo irme —admitió Gyda con pesar.
—Robb es un buen hombre —señaló Eira para tranquilizar a su amiga por su decisión.
—Lo sé.
"Quizás en otra vida nuestros destinos estén unidos"
Fueron las pocas palabras que escribió Gyda en un pergamino para Jon. No quiso poner los nombres de ambos, en caso que ese pergamino cayera en manos equivocadas.
—¿Es todo lo que vas a escribir? —le preguntó Eira al ver el pergamino en las manos de su amiga.
Gyda quiso escribir más. Quiso explicarle a Jon la decisión de los antiguos dioses, quiso decirle sobre los caminantes blancos, el peligro que representaba y que debía estar en Invernalia para proteger al norte de esos espectros, pero Gyda sabía que toda la información era irrelevante porque ambos tenían el corazón roto. Y las palabras no iban a arreglar nada.
—Si —afirmó Gyda aun observando el pergamino que estaba en sus manos. Era una despedida, no habrá más Jon Snow en sus noches—. Entregaselo a él. Solo a él —suplicó Gyda entregando el pergamino en las manos de su amiga.
—Confía en mí.
Gyda asintió con su cabeza afirmando la confianza que tenía sobre su cuñada. Eira salió de la habitación tranquilamente para buscar al bastardo, pero en la recámara la única hija de Ragnar Ragnarsson soltó sus primeras lágrimas desde su estancia en Invernalia.
Los días avanzaron con rapidez, de la misma forma que su recuperación. Gyda demostraba a todos la fuerza que tenían los Ragnarsson. En los días siguientes Gyda pudo levantarse de la cama, al mismo momento que las últimas fuerzas de Ned Stark llegaban a Invernalia celebrando por la batalla ganada en Pyke.
Se celebró un banquete en la misma noche de su llegada, Gyda se negó asistir alegando el cansancio de su cuerpo por la herida. Pero lo que la sorprendió es que su prometido prefirió pasar la velada con ella.
—Theon quedó como señor de la casa Greyjoy —comentó Robb con una gran sonrisa por su amigo. Gyda observó la sonrisa de su prometido. Era un hombre atractivo con su cabello rojizo y sus ojos azules.
—Espero que sobreviva —confesó Gyda moviendo su cuerpo para sentarse en el colchón. Robb se movió con rapidez para ayudar a su prometida a acomodarse.
—¿Por qué lo dices? —Al momento de acercarse el olor de Robb sedujo a Gyda y su aliento caliente chocó en el rostro de su prometida. —¿Theon está a salvo? —Por la cercanía que estaban, Gyda observó como los ojos de su prometido mostraban preocupación.
—Es afeminado. —El comentario de Gyda provocó la risa de su prometido mientras se alejaba de su lado para sentarse nuevamente en la cama de Gyda—. Los hijos de hierro son despiadados.
—Él estará bien —le aseguró Robb a su prometida con una bella sonrisa. Gyda no quiso seguir hablando de Theon, porque en realidad no le importaba el bienestar de un Greyjoy. Mientras conversaban, el sonido de las risas de los hombres desconcentró a Robb.
—Deberías ir. Estaré bien —aseguró Gyda con tranquilidad. Robb negó con su cabeza para volver a conectar sus ojos con el de su prometida.
—Prefiero estar contigo —admitió Robb con una voz suave. Gyda solo puedo pensar, si no estuviera encantada por Jon Snow, estaría gimiendo entre los brazos del heredero de Invernalia—. Nos casaremos cuando su cuerpo se recupere. —Le recordó nuevamente Robb Stark.
—Será pronto —le prometió Gyda con una sonrisa sin despegar su mirada en la de su prometido.
Quizás con el tiempo la hija de Ragnar caería en los encantos del pelirrojo.
Los días avanzaron con lentitud en la recuperación de Gyda. Su cuerpo estaba adolorido, al igual que su corazón. No salió de la habitación para evitar encontrarse con el bastardo e ignoró cada comentario de las bocas de sus hermanos referentes a Jon Snow.
Gyda deseaba recibir una respuesta de su carta, pero Eira le transmitía cada día su negativa sobre algunas palabras proveniente del bastardo de Invernalia. La hija de Ragnar entendió que su rechazo a responder el pergamino era la respuesta a ella.
—Arya aprende con rapidez. —Eira comentó mientras limpiaba la herida de Gyda—. Será una gran escudera.
Desde que Gyda cayó en cama, su cuñada destinó su tiempo para enseñar a la pequeña Stark, hasta que la hija de Ragnar tuviera la fuerza para seguir con sus clases.
—Debe ser una gran escudera y una adecuada dama para su madre. —Gyda se levantó de su cama cuando su cuñada terminó de limpiar su herida—. Debes enseñarle a ser una dama.
—Lo intentare, pero es aún más testaruda que la hija de Ragnar. —Gyda río al escucharla. La risa le provocó dolor en su abdomen.
—Tranquila. No te rías. —Eira reprendió a Gyda.
—Estoy bien. Debo estar bien, en unos días me casaré. —Gyda camino con un poco de dificultad hasta llegar a la ventana de su habitación. La cual mostraba las montañas que estaban alrededor de Invernalia—. Debo consumar el matrimonio.
—No creo que sea un problema para ti. —Eira se acercó con una sonrisa al lado de su amiga.-. Pero deberás enseñarle. —Refiriendose a Robb Stark.
—He llegado a Invernalia a enseñar diversas materias —comentó Gyda con tono de diversión.
—Te destacas en todas esas materias —respondió Eira con una sonrisa traviesa. Se quedaron unos segundos mirándose atentamente, hasta que la risa estalló en ambas.
—Hija. —La voz de Lagertha interrumpió su momento de risa—. El vestido.
Gyda se callo de forma inmediata, y su corazón empezó a latir con rapidez al momento que su madre se acercaba con el vestido en sus manos. Era blanco como la nieve, con mangas largas sin pedrería, ni estampados. Era un vestido de novia simple, pero bello. Gyda quería demostrar que no era una mujer ambiciosa, ella se casaba por el honor de entrelazar una unión con un Stark.
—Te verás hermosa —confesó Eira con lágrimas en sus ojos.
—Deletiarás a Robb Stark —admitió Lagertha mirando a su hija—. Eres una mujer fuerte y hermosa. Stark tendrá la suerte de ser tu esposo. —Los ojos de Lagertha se llenaron de lágrimas al imaginar a su única hija casada y lejos de la seguridad de sus padres.
—Gracias madre —susurro Gyda embelesada mirando su vestido de novia. Su matrimonio era una realidad. Iba a dejar de lado el apellido Ragnarsson, para convertirse en Lady Stark. La futura señora de Invernalia.
Gyda no podía conciliar el sueño, su cuerpo daba vueltas buscando la posición perfecta para creer en un profundo sueño, pero su mente trabaja sin descanso. Imágenes llegaban a su mente de su futuro, casada y con hijos de Robb Stark. La imagen no le entusiasmaba.
—Jon... —susurró Gyda lentamente, deseando tener el poder de invocar a su adorable bastardo. Deseaba verlo, ver sus ojos oscuros como la noche, su cabello negro y sus labios. Quería volver a estar en sus brazos cálidos.
La decisión de Gyda de partir en medio de la noche en busca de Jon, llegó a su mente con rapidez, pero sin meditar si aquella decisión era la correcta, la hija de Ragnar con su camisa de dormir se dirigió al establo con la esperanza de encontrarse con su casi amado. Su esperanza incrementada al observar que nadie vigilaba los pasillos, con tranquilidad se encaminó para salir por la puerta de la servidumbre.
La llegada al establo le recordó los meses anteriores, en su deseo de jugar con en el bastardo de Ned Stark se había terminado entregando en cuerpo y alma en aquellas noches de placer. Gyda Ragnarsson entró con paso lento por el miedo de ser descubierta y por la herida de su abdomen. La prometida de Robb Stark observó a su alrededor en busca del bastado, pero aquel establo estaba en soledad. Solo se escuchaban los sonidos de los caballos.
—Gyda... —El susurro de Jon Snow deleito a Gyda. Cerró sus ojos disfrutando como su nombre salía de la boca de Snow—. Mi bella y fuerte Gyda.
Los pasos de Jon se empezaban a escuchar cerca del cuerpo de Gyda. La mujer aun con sus ojos cerrados se quedó paralizada en aquel lugar, deseando que el tiempo se congelara para quedarse eternamente en el establo. Los brazos de Jon rodearon su espalda, conteniendo su cuerpo suavidad. El rostro del bastado se quedó en cuello de Gyda, inhalando su olor a flores y bosque. Ambos se quedaron varios segundos en aquella posición, disfrutando el tacto de sus cuerpos.
—No respondiste. —Gyda se dio vuelta para conectar sus ojos con los de Jon. Aquellos ojos que adoraba.
—No soy bueno con las palabras —admitió Jon con timidez—. No puedo despedirme de ti —confesó Jon con voz baja, posicionando sus manos en la cintura de la mujer.
—Debes saber que mi decisión... —Gyda iba a entregarle el fundamento de su carta.
Él merecía saber la verdad, que lo hubiera elegido mil veces si los caminantes blancos no existieran, pero el deber que tenía con su pueblo, con sus tierra era aún más fuerte que el amor que estaba empezando a sentir. Pero los labios de Jon interrumpieron su diálogo, para darle el beso que recordaría toda su vida. Un beso lento, disfrutando cada tacto de sus bocas. La lengua de Jon entró con suavidad, chocando con la lengua de Gyda, realizando una danza al compás provocando los suspiros de Gyda Ragnarsson por aquel beso que la estremecía por completa. Sus piernas empezaban a debilitarse por la profundidad del beso, pero los brazos de Jon la rodeaban entregando la firmeza para no desfallecer.
—Te extrañaré —confesó Gyda entre medio de los besos que se entregaba. La sonrisa que le entregó Jon, confirmó que aquellas palabras le habían gustado, pero Jon siguió sin hablar.
El bastardo prefirió actuar. Prefirió el tiempo que les quedara junto, fuera sintiéndose uno con el otro. Ambos desconocían el tiempo que había transcurrido en el establo, pero la hinchazón de sus labios les entregaba una sospechas que de varios minutos habían transcurridos.
—Yo también te extrañare.
Terminó por confesar Jon conectando los ojos con lo de Gyda. Aquella mujer bella y fuerte lo había elegido a él. Al bastardo de Invernalia. No podía pedir nada más a los dioses, su vida había recibido la cuota de felicidad que merecía el ilegítimo hijo de Ned Stark. Jon Snow viajaría a la Guardia de la noche, con su corazón inflamado de amor y conociendo lo que era amar y ser amado.
—Vuelve a besarme —ordenó Gyda con una sonrisa en su rostro. Aquella sonrisa que demostraba confianza en su cuerpo, en sus palabras y en su actuar. Gyda aprovecharía el tiempo que le quedaba con el bastardo, lo besaría hasta que sus labios se desgastaran. Hasta que sus labios y su mente grabaran los moldes de los labios de Jon, para recordarlo en sus noches de soledad. En las futuras noches como la Señora de Invernalia.
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