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Primer día

Nuestro héroe, nuestro héroe, reclama el corazón de un guerrero.

Te digo, te digo, viene el Dragon.

Con una voz que ejerce el poder de las antiguas artes Valyriana

Cree, cree, el Dragón viene.

Cuidado, cuidado, el Dragón viene.

Porque la oscuridad ha pasado, y la leyenda aún crece

Lo sabrás, lo sabrás, el Dragón ha venido.

La voz dulce de Eira se escucha en el castillo desde los rincones más escondidos. La voz de la esposa de Ubbe Ragnarsson resonaba por todo el lugar. Convirtiéndolo por algunos momentos en un castillo acogedor.

Gyda cerraba los ojos cada vez que escuchaba a su cuñada. Su voz la transportaba a lugares que no sabían que existían. Donde la paz y la tranquilidad albergaba en su corazón. Aquellos sentimientos no eran recurrentes en sus días. Ni siquiera el amor se presentaba en ella, y conocer a Jon Snow el que despertó algo más que una fuerza bruta que manejara sus impulsos.

—Te ayudaré a escapar, si es lo que deseas —aseguró Eira al momento que se alejaron del comedor principal para rondar el castillo.

—¿Eres esposa de Ivar o de Ubbe? —preguntó irónicamente Gyda al escuchar a su cuñada. Ivar le había contado la verdad a la esposa de su hermano. Tenía la leve sospecha de que su hermano menor estaba enamorado de Eira.

—Algunas veces de Ivar —comentó con burla su cuñada mientras le daba un codazo de bajo de sus costillas. Gyda río por las palabras de su mejor amiga y escudera.

—Ivar me ha dicho unas cosas que me ha hecho pensar. —Sé sincero Gyda al frente de su amiga—. No quiero escapar, pero quiero estar con Jon —admitió la hija de Ragnar con culpa. —Libre...

—Eres Gyda Ragnarsson. Hija del Gran Ragnar y Lagertha la mejor escudera de los sietes reinos —apuntó Eira deteniendo sus pasos—. Tienes responsabilidades...

—¡Eira! —Gyda Chillo el nombre de su amiga enojada, Con su ceño fruncido por tales palabras. Odiaba la palabra "responsabilidad''.

—Es la verdad Gyda. Tienes que escucharla —clamó Eira alzando la voz—. Te estás comportando como una niña. Escapandote por amor, huyendo de tu hogar, de todos nosotros.

—Me acabas de decir que me ayudarias. —Gyda increpó a su amiga alzando su voz.

—Lo haré si es lo que deseas realmente —recalcó Eira la última palabra—. Siempre estaré de tu lado diciéndote la verdad. —Eira bajo la voz tratando de calmar la situación—. Eres mi amiga. Mi mejor amiga...

—¡Hey ustedes! —Las escuderas escucharon unos sonidos que llamaron su atención interrumpiendo la conversación de ambas. Empezaron a buscar de donde provenía el sonido, pero no lograron encontrar su procedencia—. ¡Aquí idiotas! —Ahora las escuderas lograron descifrar la voz. Era una voz femenina.

—Proviene detrás de esa ventana —mencionó Eira para luego secarse con la hija de Ragnar—. Te escuchamos.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó agresivamente la mujer.

—Caminando —respondió Gyda tranquilamente con una sonrisa de burla en su rostro.

—¿Qué demonios hacen en Pyke? ¿Dónde está mi padre? —Gyda reconoció a la mujer con la última pregunta dicha por ella.

—Asha Grejgoy —mencionó Gyda sorprendida. Pensaba que aquella mujer había estado casada lejos de su hogar.

—¿Quién eres? —preguntó Asha levemente confundida.

—Gyda Ragnarsson —respondió la hija de Ragnar mirando a su amiga Eira. La cual estaba con su ceño fruncido escuchando atentamente a Asha.

—He escuchado sobre tu madre —respondió rápidamente Asha, sorprendida por la mujer que le había respondido—. ¿Qué hacen aquí? ¿Qué es lo que quieren con Pyke? —preguntó nuevamente Asha furiosa por no entender lo que sucedía.

—Simples conversación querida Asha por órdenes del Rey —comentó Gyda.

—Mentira. Han bloqueado cada puerta y entrada de la fortaleza. ¿Qué sucede? ¿Quiero hablar con mi padre? —chillo Asha desesperada.

—Su padre está conversando con nuestros señores, arreglando sus diferencias —comento Gyda,creyéndose su propia mentira.

—Entraré a la fuerza, prenderé fuego si es necesario —bramo Asha.

—Un solo ruido que escuchemos y le cortaré el cuello a su padre. Lentamente. —Gyda empezó a emplear la voz que utilizaba su hermano menor. Aquella voz que profesaba miedo y terror en los demás—. Cuando terminen sus conversaciones su padre saldrá, no antes.

—Vámonos... —susurró Eira a Gyda. La hija de Ragnar asintió con su cabeza y sin esperar respuesta por parte de la hija de Balon, partieron al comedor principal mientras se escuchaban aún los gritos de Asha.




Segundo día.

Soy la hija salvaje de mi madre.

La que corre descalza maldiciendo piedras afiladas.

Soy la hija salvaje de mi madre.

No me cortaré el cabello.

No bajaré la voz.

Ella busca sus presagios en los colores de las piedras.

En los rostros de los gatos, en la caída de las plumas.

En el baile del fuego y la curva de huesos viejos.

todos nacimos de la oscuridad y el agua.

Traído a este mundo a través de la sangre y el dolor.

Y en lo profundo de nuestros huesos, las viejas canciones están despertando

Así que cántalas con voces de trueno y lluvia.

Somos las salvajes hijas de nuestras madres.

Las que corren descalzas maldiciendo piedras afiladas.

Somos las salvajes hijas de nuestra madre.

No nos cortaremos el cabello.

No bajaremos la voz.

La voz de Eira no era suave como el día anterior. Era un grito desesperado para reaccionar a Gyda. Eira estaba segura que si Gyda se escapaba no iba a durar su felicidad al lado de Jon Snow. Aún ambos eran jóvenes, y no serían capaces de vivir con la culpa de provocar daño a sus familiares, el amor aún no era fuerte en ellos. Solo era pasión y atracción.

—Aún recuerdo cuando te enseñé esa canción. —La voz de Lagertha llamó la atención de todos—. Estabas indefensa y vulnerable, pero siempre demostrabas una fortaleza inigualable.

—Me has enseñado varias cosas. —comentó Eira sentándose al lado de Ubbe quien sonrió al mirar a su esposa—. Has sido una madre para mí.

—Y tú eres una hija para mí —respondió Lagertha dulcemente mirando a Eira.

—¿Cómo llegaste a Hedeby? —preguntó Jon Snow. Y al momento de preguntar todas las miradas se posaron sobre él—. Si es que quiere contarlo mi señora —añadió tímidamente mirando a Eira.

—No es una gran historia, pero tiene sus momentos trágicos. —Eira se rio por su propio chiste. Solo Ubbe lo entendió—. Era...soy la hija de una prostituta del Desembarco del Rey. Mi madre murió al momento que cumplia diez años. Fue una gran madre, incluso con su ignorancia —comentó Eira mirando al suelo, recordando su pasado—. Al momento de morir, el dueño del prostíbulo se convertía en mi supuesto tutor. Queria introducirme en las artes.... del sexo. —Eira tardó unos segundos en completar la última parte de la oración—. Nací viendo a las mujeres sufrir por los abusos, y preferí escapar.

—Es valiente —comentó Ubbe con admiración hacia su esposa—. Se escapó con diez años de edad.

—Toda una viajera —agregó Sigurd. El cual admiraba esa parte de su cuñada.

—Sufriste —dictó Ned Stark llamando la atención de todos. Gyda busco a su suegro con su mirada para encontrarlo al lado del fuego que habían creado en la chimenea.

—Mucho —respondió Eira de manera inmediata—. Una niña debería sentirse segura en un hogar. No escapar de abusos,robos y maltratos. He aprendido mucho sobre todo. Y me convirtió en quien soy ahora, pero... —Eira quitó la mirada de Ned Stark para fijarla en su esposo—. Entregaré todo mi esfuerzo para que mis hijos no tengan el mismo destino que su madre.

—Lo protegeremos —añadió Ubbe posando su mano en el vientre de Eira. Gyda miró confundida aquel gesto entre ellos, pero al ver la sonrisa de su cuñada comprendió todo.

—Estas en cinta —comentó Gyda mirando a su querida amiga. Eira dejó de mirar a su esposo para enfocar su mirada en su cuñada con una sonrisa tímida confirmando las palabras. Y al momento que sus familiares se percataron de sus miradas, emitieron un sonido de alegría para luego levantarse para abrazar a los próximos padres. Gyda observó cómo su madre, padre y sus hermanos abrazaban a Eira con cariño por su embarazo.

La hija de Ragnar no pudo evitar pensar en su amiga desde que la conoció. Desde que llegó a su pueblo junto con su madre, como una escudera y curandera. Eira no poseía un gran apellido, pero su experiencia en las artes de la curación, de la guerra, y de sus viajes, eran un conocimiento único, el cual su padre aprovechaba en la oportunidad de mantenerla a su lado.

—¿No me vas a felicitar? — Eira se encaminó a la dirección de Gyda al observar su mirada perdida. Gyda levantó su mirada para enfocarla en su amiga. La sonrisa de Eira contagió a la hija de Ragnar, la cual sonrió de igual manera para levantarse y abrazar a su cuñada.

—Me alegro por ustedes. Serán grandes padres. —Gyda Ragnarsson observó los ojos azules de su cuñada mientras sonreía ampliamente. Y en lo único que pensó es que quería ver crecer a su sobrino.



Tercer Día.

Estas cicatrices llevan tiempo esperando tu tierna caricia.

Para vincular nuestros destinos, ¡olvídate de lo que digan las estrellas!

Abre mi corazón, y confiesa tu amor.

Un destino tortuoso, entrelazado, que seguiremos juntos.

Huyes de mi sueño cuando llega la mañana.

Tu olor me queda – tarta de moras, lila suave.

Soñar con cabellos negros, revueltos, tempestuosos.

Con tus ojos violeta, que centellean al llorar.

El lobo seguiré hasta el ojo de la tempestad.

Para encontrar tu corazón, su pasión perdida.

Por tu ira creciente, convirtiéndote en piedra.

Para en este frío abrazarte y darte calor

No sé si el destino quiere que vivamos juntos

O si el azar ciego del amor nos ha unido

El voto que murmuré, cuando todo empezó,

¿Acaso forjó un amor que jamás hubieras encontrado?

Huyes de mi sueño cuando llega la mañana

Tu olor me queda – tarta de moras, lila suave

Soñar con cabellos negros, revueltos, tempestuosos

Con tus ojos violeta, que centellean al llorar.

Gyda recordaba haber escuchado esa canción en su infancia. Incluso recordaba las lágrimas que recorrieron su rostro por esa letras románticas, llena de ternura y amor. E incluso recordaba como su padre se había burlado de ella por llorar. Esa infancia fue difícil, su hermano mayor estaba con su madre y Ubbe recién había nacido. Todo el dolor, la rabia de Ragnar recayó en ella por la ida de su primera esposa.

—Su voz provoca que la canción sea aún más bonita, Lady Eira —enfatizó Jon para dirigirse hacia la esposa de Ubbe Ragnarsson. Gyda observó como Jon se sonrojaba al momento que todas las miradas recaian en él.

—Gracias Jon —respondió Eira con una gran sonrisa en forma de agradecimiento.

Gyda siguió observando a Jon. Mirando los bellos bucles que se creaban en su cabello, en sus ojos negros intensos y en sus labios rosados carentes de experiencia, pero lleno de pasion. Y no pudo evitar pensar que ambos eran los protagonistas de aquella canción. Un amor tortuoso, que el destino no había querido juntar, pero al conectar con los ojos de Jon un amor desconocido fluía en la hija de Ragnar. Gyda observó a Jon todas las horas que pasaron hasta que los sonidos de los guerreros Greyjoy empezaron a cambiar.

—¡Se acerca un ejército! –gritó un guerrero que se escuchó en el castillo. El ejército de Ned Stark había llegado. Era el momento para escaparse. Era la distracción perfecta.

—Jon es el momento —susurro Gyda espontáneamente en voz baja al momento que todos los presentes del comedor principal corrían al ático del castillo para observar cómo el ejército llegaba a las costas de Pyke.

—Vamos. —Acepto Jon al momento que agarraba la mano de Gyda para empezar a correr por el castillo sin la ayuda de nadie. Corrieron sintiendo como sus corazones empezaron a latir con rapidez, por la actividad física y por la adrenalina del momento. Iban a escaparse juntos, iban a dejar sus familiares, amigos y cualquier privilegio que tenían por ser los hijos de sus padres.

Gyda corría con rapidez del castillo o del error que estaba cometiendo. Su mente no estaba funcionando con normalidad, la pasión prohibida que sentía por Jon Snow estaba nublando su juicio. Iba a perder todo lo que había logrado conquistar, su reputación y el amor de sus padres.

"Antiguos dioses interfieran en mi destino, muéstrame el camino correcto" Era el Rezo de Gyda en su mente, repitiendo constantemente para ser oído por los dioses. La hija de Ragnar seguía corriendo junto a Jon, subiendo las montañas con rapidez para no ser visto. Pero Jon sabía que nadie los vería, sus miradas estaban al occidente en la flota de los norteños.

—Gyda. —Jon llamó a la mujer de su hermano, para que enfocará su mirada en la flota de los norteños la cual se divisaba en la cima de la montaña. Gyda detuvo sus pasos para dirigir la mirada a pedido de Snow.

—Oh —exclamó Gyda al ver el gran armamento naval que estaba luchando contra los hombres de Hierro. Los pies de Gyda se querían mover para dirigirse hacia la batalla, pero las manos de Jon que Sujetaba las de ella contuvieron aquel deseo. Gyda apoyó su rostro con el del bastardo para inhalar su olor y tranquilizar su deseo de sangre.

—Escapare contigo si es lo que deseas —susurró Jon en voz baja cerrando sus ojos—. Y te amaré en silencio si deseas quedarte en Invernalia. Como una sombra.

—¿Amarme? —preguntó Gyda a Jon al escucharlo. Su padre siempre le inculcó que el amor era algo para niños. Gyda tenía un deber en la casa Ragnarsson. Y eso no incluía enamorarse de nadie.

—Si. Amarte —le respondió lentamente Jon tratando de comprender el tono de duda de su voz, pero al conectarse con los ojos de Gyda, entendió absolutamente todo. Jon Snow no era el único que pensaba que no tenía el privilegio de amar y de ser amado.

Gyda quiso decir algunas palabras, pero su boca callo. Jon era dulce, demasiado dulce para la bruta Gyda Ragnarsson, pero nada cambió su decisión. Escaparía con Jon aunque aquella decisión carcomiera su conciencia toda la vida.

La hija de Ragnar beso dulcemente a Jon, sintiendo como la brisa recorría su cuerpo, como los sonidos de la batalla se acallaba al momento que juntaba sus labios juntos a los de Jon. No estaba segura que fuera la decisión correcta, pero si los Dioses no intervienen en su destino. Ella escaparía de su hogar a los brazos de Snow.

—Vamos —ordenó Gyda al momento que sus labios se separaron. Jon asintió con sus cabeza con una sonrisa para encaminarse lejos de Pyke. Pero antes de dar un paso, una flecha se dirigio hacia ellos, para atravesar el cuerpo de Gyda. Los ojos de la hija de Ragnar se abrieron por la sorpresa al sentir el dolor, bajó su mirada para enfocar en la flecha que atravesaba en su vientre.

— ¡No! —Gyda escuchó el grito de Jon como si el bastardo estuviera a kilómetros de ella.

Lo último que vio la hija de Ragnar fue la llegada de hombres de hierro. Y lo último que pensó fue lo tonta que había sido, para no fijarse lo que sucedía alrededor de ellos. Gyda supo que iba a morir, que no conocería el amor, que no conocería al hijo de Eira y que no conocería sus propios hijos.

Los dioses la habían castigado, no había sido la decisión correcta y Gyda lo pagaría con sangre.








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Primera canción: Dragonborn comes
Segunda canción: Sarah Hester -savage daughter
Tercera canción: Wolven storm

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