VIII
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Gyda Ragnarsson se alejó de sus hermanos en la travesía en alta mar. El clima le había entregado un día soleado donde el mar brillaba por el intenso Sol que caía al sur del muro. Gyda pensó que nunca había sentido el sol en su cuerpo como en ese preciso momento. Lo único que vio en su vida era hielo, siempre el frío y duro hielo.
—Toma. —Eira se acercó a Gyda para tenderle un té de la luna. Gyda alzó su ceja tratando de comprender su ofrecimiento—. Ivar tiene razón, eres ruidosa.
—Gracias —le murmuró Gyda mientras sonreía ante las palabras de su cuñada—. Ned Stark me ha amenazado por la cercanía que tengo con Jon.
—Jon tiene precaución en sus miradas, pero tú no tienes ninguna. —Eira dirigió su mirada al pelinegro, quien estaba en una esquina mirando el piso de la embarcación. La esposa de Ubbe Ragnarsson sabía que era difícil no mirar a la persona que uno le interesaba, aquel bastardo se debe estar esforzando en no observar a Gyda.
—Ni siquiera sé lo que significa la palabra "precaución" —Gyda le respondió cuando terminó de beber el Té de la luna—. Me gusta el bastardo —le sincero a Eira.
—Lo sé. —Eira tomó la mano de su amiga. Gyda la miró a sus intensos ojos azules—. Tienes dos opciones; casarse con Robb, tener sus hijos, convertirse en Lady Stark y traer orgullo a la casa de sus ancestros. Y la segunda es escaparte con el bastardo, de la furia de Ragnar y la vergüenza de la casa Stark.
—Aborrezco la idea de casarme, tener los hijos de Robb, en convertirme en la Señora Stark, pero no quiero escapar. Quiero ser libre. —Gyda suspiro para enfocar su vista al mar profundo—. Libre en mi propia tierra.
Era imposible que ella quisiera escapar, había luchado tanto para que fuera respetada como una guerrera entre su familia y en Kattegat. No podía desperdiciar las humillaciones que había vivido por ser mujeres, por un simple hombre.
—Siempre te has guiado por tus emociones, pero esta vez no lo hagas. —Gyda devolvió su mirada a su amiga. Era la primera vez que no la alentaba en sus deseos—. Vas a herir a Jon. Es distinto a los hombres con que has estado.
—¿Crees que no lo se? —Gyda levantó su voz provocando que algunos guerreros miraran su interacción—. No quiero herirlo, pero no puedo alejarme. —Gyda bajó nuevamente su voz.
—Claro que puedes, te acercaste por entretención y para desafiar a Ragnar. —Eira frunció su ceño molesta por las palabras de su amiga. A Veces el haber vivido tanto tiempo con hombres, en algunas situaciones se convertía en uno.
—Eira... —Gyda susurró bajo el nombre de su cuñada buscando su mirada—. Aún siento los besos de Jon en mi cuerpo.
—Maldición —respondió Eira al escucharla. De forma inmediata miró a Jon que las miraba desde que Gyda había levantado su voz.
Gyda Ragnarsson se estaba enamorando de Jon Snow.
Jon Snow trató de convencer a su padre de no acompañarlo en la travesía de las Islas del Hierro, pero Ned Stark no lo había escuchado. Y no era porque no quisiera salir de Invernalia y alejarse de Lady Stark. Era por no querer caer nuevamente en el deseo carnal que le provocaba Gyda Ragnarsson.
El viaje de Jon inició con en el sol iluminando su camino, pero los rayos de sol siempre brillaban en los cabellos rubios de Gyda, apuntando el camino hacia ella. El bastardo de Ned Stark trató de no pensar mientras cabalgaba en los besos de la mujer, en los gemidos de ella y su vagina mojada al momento de introducirse en ella. Pero era una tarea difícil, porque incluso en su montura aún era capaz de sentir el cuerpo suave pero con cicatrices de Gyda.
El bastardo de Invernalia no quería caer nuevamente entre las piernas de la prometida de su hermano. La primera vez le había provocado la suficiente vergüenza y culpa para no poder mirar a los ojos de su mejor amigo. Pero sus sentimientos estaban divididos, la vergüenza trataba de ganar el sentimiento de deseo y placer que sentía cuando se acostó con Gyda. Y ese sentimiento resaltaba sobre los demás.
El deseo gobernaba su cuerpo y su mente provocando que se acostara nuevamente con la prometida de su hermano. La segunda vez fue aun mejor que la primera, Jon comprendió en ese momento que jamás iba a poder a contenerse al deseo de sentirla nuevamente. Estaba atrapado entre su deseo y el deber.
—¡Barco a la vista! —Uno de los hermanos de Gyda alarmó a los demás. Jon se levantó con rapidez a buscar a la embarcación. Un barco con las banderas de la casa Gregroy estaba a unos kilómetros de su lugar.
El bastardo observó cómo los hombres de su padre tomaban las armas de forma inmediata y de cómo Gyda se quedó apoyada en la madera del barco con un arco en sus manos. El único pensamiento que llegó a su mente es que Gyda no solo era rápida para desnudarse.
—¡Jon! —La voz de su padre llamó su atención. Jon lo miró de forma inmediata y observó cómo su padre fruncía su ceño negando su cabeza—. ¡Atentos! —gritó Ned Stark a sus abanderados. El barco venía a la dirección de ellos, con hombres armados. Se escuchaban dando gritos de guerra. Jon se percató que en el otro barco había más guerreros que en el barco de su padre.
—¡Gyda, Ivar! —La voz de Ragnar captó su atención—. Prepárense, en unos kilómetros estarán lo suficientemente cerca para que disparen.
El bastardo se pregunto porque no tenían todos arcos y flechas para matar a los hombres de Hierro.
—Disparen. —Ragnar dictó la orden. Jon vio como Gyda y el hermano invalido disparar con puntería perfecta, matando a dos hombres del barco. En ese momento resolvió su duda, los dos hermanos Ragnarsson eran los mejores arqueros del norte. A los segundos Gyda e Ivar apuntaron nuevamente para disparar a la perfección. Ambos lo hacían en una sincronización intachable.
El barco de la casa Gregoy avanzó con rapidez estrellándose con el barco que estaba navegando. Los segundos que transcurrieron fueron rápidos. Jon observó cómo los hombres de sal saltaban al barco para luchar con ellos.
El bastardo cogió su espada con rapidez, moviéndola para defenderse de los ataques. Jon siempre pensó que una batalla iba a estar atento a su padre, a sus hermanos e incluso a Gyda, en caso que necesitaran su ayuda. Pero aquel pensamiento se esfumó con rapidez, Jon solo estuvo atento en salvar su trasero. Su inexperiencia era notoria ante cualquier ataque. Unos de los guerreros le dio un puñetazo provocando su inestabilidad para luego caer al suelo, vio cómo el hombre de cabello y barba oscura lo apuntaba con su espada. Jon cerró los ojos para no ver cómo aquel hombre lo mataba, pero cuando sintió que tardaba más de lo normal abrió sus ojos. Gyda detenía el golpe de la espada con la de ella, dándole un puñetazo en el rostro del guerrero tirándolo al alta mar.
—¡Arriba! —Gyda le gritó a Jon sin mirarlo para combatir con el siguiente hombre. Jon veía de forma lenta como la mujer que deseaba luchaba perfectamente. Sus movimientos, sus golpes y su fuerza eran increíbles—. ¡Jon arriba! —gritó nuevamente Gyda al ver que Jon permanecía aún en el suelo. El bastardo se levantó con su espada en mano, listo para seguir luchando.
El barco de la casa Gregroy quedó desolado, no había guerreros que siguieran combatiendo contra los norteños. Jon observó como la sangre manchaba el suelo del barco, como el olor de algunos hombres se empezaba a impregnar en su nariz. Era un olor desagradable que provocaba que frunciera su nariz molesto por el hedor.
—Los hombres defecan antes de morir. —La voz de Ragnar provocó el salto de susto de Jon. El bastardo lo observó ensangrentado con su espada en las manos.
—El olor es entre las heces y la sangre. —Lagertha apareció al lado de su ex esposo para explicar la esencia que empezaba a embriagar a todos. Jon observó a los padres de Gyda con detención. Ambos eran guerreros desde el cabello de su cabeza hasta sus pies. Ahora entendía el comportamiento y la sed de sangre que tenía cada uno de los Ragnarsson.
—Desconocía que los hombres defecaban antes de morir. — Sé sincero Jon casi con vergüenza por su nulo conocimiento en batallas.
—No es como en las canciones de grandes caballeros —apuntó con burla Ragnar mirando a Lagertha quien sonreía de igual forma.
—La guerra carece de honor, pero es igual de hermosa. —Lagertha y Ragnar se siguieron observando hasta que Jon empezó a carraspear por la incomodidad que provocaba sus miradas, pero no fue su carraspera que los separó, fue la voz de su padre.
—Sabían que veníamos. —Ned Stark empezaba hablar fuertemente con Gregor Forrester. Jon observó cómo el rostro sereno de su padre cambiaba a uno de enfado. Casi lo desconoce.
—No. —La voz de Gyda llamó la atención de todos—. Hubiera enviado mejores guerreros —declaró mientras un hombre de hierro se arrastraba por el suelo buscando ayuda. La espada de Gyda atravesó lentamente la espalda del hombre provocando el último gemido del guerrero. —Podremos desembarcar alejados de Pyke y caminar....
—Podremos saber si nos esperan o no. Sin llamar la atención. —Jon terminó de concluir la oración de Gyda. El bastardo observó la sonrisa de la hija de Ragna ante su intromisión en su oración.
—Si nos esperan podremos llamar a todos los abanderados. —Gregor Forrester creó la idea, la cual fue rechazado por Ragnar.
—Hay formas de adentrarse a un reino sin llamar la atención. —Jon miró a Ragnar de forma inmediata. El hombre tenía un rostro oscuro, disfrutaba de las guerras, como Jon gozaba el cuerpo de Gyda.
—Matamos a su líder. —La voz de Bjorn lo sobresaltó. La voz de hermano de amyor de Gyda era ronca, áspera y demostraba liderazgo. El hermano de Gyda hablaba poco, pero cuando lo hacía cada hombre y mujer se quedaba en silencio—. Sin líder no atacaran.
—No tardará que alguien tome su lugar en cuestión de segundos —respondió el guardián del norte, rechazando la idea de Bjorn.
—¿Y cuál es su idea mi señor? ¿Deseo venir a este lugar con qué objetivo? —Gyda se adelantó hasta quedar al frente del señor Stark. Jon observó como la mujer se enfrentaba a su padre sin tener apéndice de miedo—. Deseaba simplemente salir de Invernalia como un mero viaje o quiere darle un mensaje a los hombres de hierro. De quien se atreva a traspasar los dominios del norte, morirán por el frío de nuestras tierras o por las espadas de nuestros hombres.
Las palabras de Gyda se quedarían grabadas en la mente de Jon por toda su vida. Esas palabras lo iban atormentar o calmar en sus noches de soledad. Recordaría las palabras duras de la hija de Ragnar, demostrando la esencia de la mujer que empezaba a querer.
El guardián del norte había decidido desembarcar alejado de Pyke para caminar en los dominios de los hombres de hierro y atacar por dentro del reino. Jon se preguntaba en la forma que entrarían, pero observando a los hombres y mujeres que acompañaban a su Padre estaba seguro de que su plan funcionara.
Jon decidió viajar al lado de Gyda, aunque su padre se molestara y los grandes nobles hablaran de ellos. El bastardo concluyó que si eran sus últimos días antes de morir, prefería pasar sus horas al lado de Gyda, aunque no fuera de la manera que él deseaba. La hija de Ragnar lo recibio con alegria, con una sonrisa que lo contagiaba. Con una sonrisa que demostraba lo cómodo que se sentian uno al lado del otro.
La noche empezaba a aparecer en su travesía. El caminar por un dominio que no conocían y con un clima que su cuerpo desconocía. El descansar era aún más factible para ellos, pero solo serían unas horas para seguir caminando durante la madrugada antes que el sol volviera aparecer en sus cabezas. Ragnar había decidido que Gyda y Jon harían la primera guardia. Aunque Ned no estaba contento por la idea, decidió no intervenir porque el cansancio se hacía presente en sus viejos huesos.
—¿Por qué te has acercado a mi? —Gyda le preguntó a Jon mientras ambos caminaban de un lado a otro observando alrededor.
—Podría morir... —Jon empezó hablar mientras miraba la luz de la luna. Sincerarse no era una cualidad en él—. Si son mis últimos días prefiero estar contigo. —Gyda no pudo evitar sonreír emocionada por las palabras del bastardo.
—No eres un hombre hablador, pero me has dicho palabras que me hacen dudar de que seas tímido —le comentó Gyda divertida por la situación. Jon era tímido, pero ante ella esa faceta desaparece.
—Con el poco tiempo que te conozco Gyda Ragnarsson... me has cambiado. —Jon nuevamente se sincero sin mirarla. Mirando la luna y los alrededores ante un posible peligro.
—Jon... –Gyda se detuvo nerviosa por lo iba a declarar. Jon se detuvo para mirarla—. Esto ya no es divertido para mi. —El bastardo frunció su ceño por las palabras de la mujer—. Desde que nos acostamos, no puedo dejar de pensar en hacerlo nuevamente contigo. —Jon aún fruncía su ceño por las palabras.
—Al igual que yo Gyda —le comentó Jon—. Deseo hacerlo ahora contigo, sin importarme que está mi padre a unos kilómetros. —Jon se acercó al cuerpo de Gyda, pero ella lo detuvo colocando sus manos en el torso de él.
—No me entiendes Jon. —Gyda suspiro de frustración—. Siempre me he acostado con hombres, pero sin desearlo nuevamente. No hay nada más que diversión. —La hija de Ragnar miro los profundos ojos negros de Jon, tan oscuro como la noche—. Contigo es diferente. Ya no es divertido, es Necesidad.
—Gyda... —Jon juntó su rostro con el de Lady Gyda. Ambos cerraron sus ojos disfrutando la cercanía entre sus cuerpos. Una cercanía que estaba prohibida, pero se está convirtiendo en una necesidad para ellos.
—Podríamos escapar... —susurró Gyda espontáneamente. Los ojos de Jon se abrieron de sorpresa por sus palabras, incluso Gyda se sorprendió por aquellas palabras.
La hija de Ragnar había rechazado la idea de escapar ante su amiga. Había luchado tanto por ser reconocida como una excelente guerrera. Fue menospreciada por su padre y los guerreros. Batallaba todos los días en Kattegat para ser mejor que su padre, su madre y sus hermanos, Para demostrarle a los sietes reinos que las mujeres eran capaces de gobernar, de liderar una batalla y ser esposas y madres. Que eran capaces de todo y más. Pero ahora al frente de Jon nada tenía sentido. Quería estar con él. En los brazos del bastardo en cada noche de su vida.
—Hermana. —La voz dura de Bjorn los sacó de esa burbuja que habían creado con su leve contacto. Jon y Gyda se separaron con lentitud para mirar al hermano mayor de Gyda. Bjorn estaba junto a Ubbe quienes lo miraban sin expresiones en su rostro—. Descansen, seguiremos nosotros.
—Bien —murmuró Gyda para alejarse de Jon y de sus hermanos. Ella debía pensar en sus palabras.
¿Que aquellas palabras salieran sin planear de su boca significaba que era lo que verdaderamente deseaba?
—Si quieres alejarte de Gyda este es el momento, después será imposible para ti Bastardo. —Ubbe le comento mientras Jon empezaba a caminar para alejarse. Pero al escuchar al hermano de Gyda se detuvo sin mirarlo.
—Y será doloroso verla con tu hermano. —Siguió hablando Bjorn. No querían entrometerse en la vida amorosa de su hermana.
Ella era capaz de defenderse sola, pero ahora era distinto. Sus hermanos se percataron de las miradas de su hermana hacia el bastardo. Era una mirada que no le había entregado a ningún hombre o mujer en Kattegat. Jon quiso decir algo, incluso darse la vuelta y agradecer sus palabras. Pero no fue capaz, un nudo se había creado en su estómago al imaginar a Gyda con Robb Stark.
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Aún no se asomaba el sol y los norteños empezaron a caminar en dominios de Balon Greyjoy. Los guerreros Stark estaban seguros de sus objetivos, debían demostrar que no podían entrar a tierras norteñas sin tener consecuencias por sus actos. Los guerreros del norte eran un total de treinta hombres. Por ende debían ser cuidadosos para pasar desapercibidos por las tierras del Dios Ahogado. Empezaron a rodear pueblos de campesinos, para tratar de escuchar rumores si los vasallos de la casa Greyjoy se estaban preparando para una guerra.
—En ese pueblo odian a Balon Greyjoy. —Ivar llegó arrastrándose a la guarida de los norteños junto a Eira. Ambos se habían ofrecido de manera voluntaria para exponerse en el pueblo. Eira por ser una curandera, e Ivar por ser discapcacidado pasaban desapercibidos.
—Pero nadie ha escuchado de una posible guerra con los norteños. —Eira siguió hablando hasta llegar al lado de su esposo. Jon observaba como Eira miraba con ojos de amor a Ubbe Ragnarsson. Los envidiaba con cada gesto, con cada mirada que se entregaba. Jon Snow deseaba tener la misma libertad para amar.
—¿Alguien ha sospechado? —Ragnar preguntó a su hijo menor. Ivar negó con su cabeza en modo de respuesta.
—Pero Eira ha llamado la atención curando a ciertos aldeanos. —Ivar dirigió su mirada hacia su cuñada, quien se encogió de hombros.
—No lo puedo evitar. —Se excuso la esposa de Ubbe Ragnarsson. Jon observó como Gyda sonreía por las palabras de su cuñada, al momento que limpiaba su espada.
—Podremos entrar por las montañas, detrás del reino. — Ned Stark empezó a hablar del ataque—. Los Greyjoy tienen sus guerreros en alta mar, su fuerza está en la navegación. Pero una vez que están en tierra pierden fortaleza.
—Entrar a una fortaleza es fácil, salir de ella es difícil. —Lagertha entregó su opinión entre los hombres—. Si su deseo es matar al señor de la casa, solo tienes que decirlo. —Ned negó con su cabeza.
—Quisiera evitar esa parte. No quiero declarar la guerra a los hombres de hierro —murmuró Ned pensativo.
—Nadie tendría que saberlo. Si somos sigilosos. —Gyda habló mientras aún limpiaba su espada—. Matar al Baleon se acabaría la venganza que tiene él sobre los Stark. Quizás Theon podría ser el siguiente señor de las Islas de Hierro.
El silencio se hizo presente cuando Gyda terminó de hablar. Ned se quedó estoico pensando en la idea de la prometida de su hijo Mayor. Gyda carecía de modales pertenecientes a una Lady, pero su conocimiento de Guerra y táctica eran asombrosos.
—Carece de honor —señaló Ned al mirar a Gyda. La hija de Ragnar levantó su mirada para clavarla en su suegro.
—No hay honor en la guerra mi señor. Mataron a sus hijos, tomaron prisionero al menor. —La hija de Ragnar respondió con seguridad. Ella jamás se quedaba en silencio—. Baleon tratará de matarlo a usted y a su familia por el resto de su vida. Y en unas noches más seré parte de esta familia, al igual que los hijos que nazcan de mi.
Y nuevamente se quedó en silencio la guarida de los norteños. Gyda tenía el efecto de dejar a los hombres en silencio, ya sea por sus palabras, su dureza en batalla o por su belleza.
—Atacaremos al anochecer —murmuró Ned para dar por finalizadas sus órdenes. Jon iba a encaminarse hacia Gyda, pero la voz de su padre lo interrumpió antes de dar un paso al frente—. Ven Jon. —El hijo bastardo siguió a su padre fuera la guarida, lo lejos para que su padre conversara con libertad junto a su hijo.
—Robb desea casarse con ella. —Jon evitó mirar a su padre a los ojos—. Sé que es distinta a todas las mujeres de Invernalia, pero aun así será la mujer de tu hermano.
—Padre... — Jon comenzó hablar, pero Ned Stark lo interrumpió.
—No digas nada Jon. No es necesario, con solo ver tus ojos puedo entenderlo. —Jon bajó su mirada con vergüenza—. No existe alguna forma de que estés con ella. Dejalo Jon.
Ned se alejó dando por terminada por segunda vez las órdenes. Jon solo pudo sentir que no era digno para Gyda, un bastardo no era merecedor para la hija del gran Ragnar.
La noche llegó con rapidez, la oscuridad empezó a invadir cada rincón de las islas de Hierro. Los hombres de Ned Stark se separaron para crear pequeños grupos para entrar al castillo. Pyke carecía de seguridad entre su ciudad, desconocían que el peligro yace debajo de sus pies. Los Ragnarsson se mantuvieron juntos, cada uno necesitaba la habilidad del otro. Aunque Ivar tenía nula actividad en sus piernas, sus hermanos se turnaban para llevarlo en su espalda. Porque a pesar de su invalidez Ivar Ragnarsson era un excelente guerrero, con una gran mente para las batallas y para proteger a su familia.
Los hombres empezaron a bajar las montañas algunos con dificultad y otros con una facilidad que era envidiable. Jon vio cómo la prometida de su hermano bajaba con una facilidad que impresionó a Jon, como si bajar o subir montañas era un acción que realizaba con regularidad. Jon se separó de Gyda para entrar al castillo con su padre. Antes de seguir a su padre le entregó la última mirada a la mujer que deseaba, tenía su rostro pintado con blanco en cada mejilla al igual que sus hermanos. Al parecer cada uno de ellos se pintaba su rostro al entrar a una batalla. Gyda lo miró a sus ojos sonriendo con entusiasmo, Jon solo pudo rezarle a los dioses que le entregara la suficiente vida para ver nuevamente aquella sonrisa.
Jon se quedó resguardando el lugar mientras los Ragnarsson entraban en primer lugar. El bastardo sabía que los vasallos de su padre no respetaban a la familia de Gyda, pero en aquel momento seguían a los Ragnarsson como un pollo sigue a su madre. Ragnar, Lagertha y sus hijos eran guerreros temibles. Escucho sonidos de espadas en el castillo, gemidos de dolor y el olor tan especial que desprendían los hombres en sus últimos segundos de vida. Los hombres de Ned resguardaban el castillo ante cualquier sonido que avisara de su llegada a Pyke, pero los Ragnarsson eran sigilosos, apenas unos sonidos se llegaban a escuchar. Para el bastardo de Ned sintió que pasaron horas sin saber de Gyda, pero la realidad fue otra. Tan solo unos minutos pasaron para que Eira, la curandera, que sabía luchar a la perfección llegó a su lado.
—Mi señor Pyke es suyo. —La mujer de Ubbe, una mujer alta pero delgada. Llegaba a su lado con su espada en las manos, con sangre en su rostro, pero con una sonrisa que era similar a Ubbe. Jon pensó que desconocía la procedencia de la mujer, una curandera y guerrera. Una combinación extraña en estas tierras.
—Quédense —murmuró Ned a sus hombres para seguir a Eira. Jon empezó a seguirlos igualmente—. Jon quedate. Saldré a buscarte.
Snow quiso refutar la decisión de su padre, pero al ver la mirada de Ned su boca permaneció en silencio. Jon permanecio inquieto observando a su alrededor atento a cualquier peligro junto a los hombres de su padre. Nadie hablaba, nadie murmuraba, nadie respiraba. Hasta que unos sonidos llamaron su atención, un pelotón de hombres se acercaban a su punto. Las manos de Jon empezaron a sudar, vio la señal del líder de la casa Forrester para dividir su grupo y atacarlos por los costados.
—Respira, respira. —Se repitió Jon mientras movía sus pies. Y los segundos a continuación avanzaron con rapidez como la batalla en la embarcación.
Los hombres de su padre sorprendieron a los hombres de hierro atacando por los costados. Jon mató a hombres, no vio sus rostros sólo el movimiento de sus espadas. Deseaba ver una vez más a Gyda. Pero no esperaban que otro pelotón de hombres llegara al momento que luchaban. Los gritos de los hombres alertaron a los guardias y los guerreros alrededor. Vio cómo un grupo de hombres entraban al castillo.
—¡No! —gritó Jon al verlos. Los Ragnarsson no estaban alertados.
Ellos esperaban que los hombres de su padre pudieran controlar una amenaza. Jon empezó a correr esquivando y matando hombres con su espada. Su padre tenía razón sobre los Greyjoy no eran guerreros letales en tierra firme. Jon corrió, hasta que escuchó sonidos de espadas en el castillo. Observó como Gyda junto a Eira luchaban. Ambas mujeres vigilaban el pasillo. Se entrometió para ayudarla con rapidez, luchando nuevamente al lado de Gyda, se olvidó del decoro o de la vergüenza porque al terminar de matar a esos hombres Jon murmuró.
—Escapémonos.
Y beso sus labios con fervor, olvidando por completo a Eira. La sonrisa de Gyda apareció en su rostro al escuchar al bastardo. Ambos planearían cómo escapar de sus respectivos padres. Si es que lograban escapar con vida de Pyke.
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!Felices Fiestas!
Gracias por leer <3
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