V
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Gyda desde que había probado los labios del pelinegro, busco todas las ocasiones para repetirlos constantemente. El bastardo de Ned Stark prefería la soledad, algo que beneficiaba a la apasionada hija del Lord Ragnar. Gyda trataba siempre de buscarlo, era su entretención del aburrido castillo de Invernalia. Aunque frecuentaba la compañía de sus hermanos, de sus padres y de la esposa de su hermano Ubbe, no podía evitar sentirse juzgada, menospreciada y desvalorizada por los habitantes del reino. Desconocía por qué Eddard Stark había aceptado el compromiso años atrás, debía tener un gran poder el Gran Ragnar Ragnarsson en el señor de Invernalia.
En una particular noche Gyda Ragnarsson frecuentaba la décima vez en aquel establo. Aunque el bastardo Jon se negaba a pasar la noche con ella, no se podía negar a la calidez y el fuego que le entregaba la prometida de su hermano mayor.
—Esto no está bien. —Era la quinta vez que se lo comunicaba Jon Snow a Gyda, entremedio de los besos que se entregaban en el establo.
—Jon...silencio. —Era también la quinta vez que lo decía Gyda. Para luego volver a besarlo con intensidad. Se besaron hasta que sus labios se quedaron hinchados por el ejercicio—. Eres un buen besador Stark —le dijo Gyda con una sonrisa, mientras se recostaba entre la paja.
—No soy Stark —le respondió Jon con su ceño fruncido, acostándose a su lado.
A pesar de sentir que era una equivocación aquella situación, el placer que sentía recorrer su cuerpo cada vez que tocaba los labios de lady Ragnarsson era una sensación inexplicable. Y que aquella mujer deseaba estar con él, en vez de su hermano lo reconfortaba en su desdicha de bastardo.
—Lo eres para mí —le comentó con sinceridad Gyda. La mujer odiaba los protocolos de los sureños sobre los linajes, y la importancia de los apellidos—. Pero entiendo tus palabras. No debería importarte tener el apellido Snow o Stark... —Jon iba hablar, pero Gyda tapó su boca con sus manos—. Soy una Ragnarsson y aun así he sido criticada y desvalorizada desde que di un paso en Invernalia.
—No por mí. —Jon quitó la mano de Gyda para hablar. El bastardo le comentó con sinceridad. Desde que Gyda Ragnarsson entró con su madre, una admiración creció en él. Aunque Lady Stark trató desde el primer momento de humillarlas, sin perder el decoro que la caracteriza. Jon sabía que la invitación de Lady Stark para estar en el banquete en la bienvenida de los Ragnarsson, era un acto de humillarlas y avergonzarlas con la presencia del bastardo de Ned Stark.
—Hacemos un excelente dúo, la salvaje y el bastardo. —Gyda río por su propio chiste, mientras Jon emitía una sonrisa tímida en su rostro—. Vamos a caminar Jon, antes de que esta salvaje te ataque de nuevo.
La hija de Ragnar se levantó con entusiasmo mientras salía del establo. Jon dudó en seguirla, no quería ser visto con ella, pero a la vez no quería dejarla sola en la noche.
—Es peligroso que nos vea, empezaran a rumorear sobre nosotros. —Jon alcanzó rápidamente los pasos de la mujer.
—No me interesan los rumores, ese trabajo se lo dejo a mi padre —le dijo Gyda mientras caminaba con seguridad al lado de Jon—. Vamos. ¿Qué es lo peor que podría suceder?
Jon medito las palabras, lo peor sería que hablaran mal de él o de Gyda y eso era algo que ya sucedía.
Caminaron por Invernalia con tranquilidad. Había pocas personas alrededor, la mayoría eran guerreros realizando su guardia. Jon decidió guiar el camino hasta los muros de Invernalia, quería sorprender a la mujer de Kattegat con la belleza del reino. Al llegar al muro, observaron juntos el paisaje que mostraba, a pesar de la oscuridad la luz de la luna iluminaba gran parte del bosque. Jon no pudo evitar mirar a la mujer, era increíblemente bella. Pero no una belleza elegante, era una hermosura en la fuerza que desprendía desde su presencia hasta la su voz o su mirada.
—Jon mira...—le dijo Gyda con voz de precaución, apuntando con unos de sus dedos. El bastardo con rapidez miró el lugar donde la mujer apuntaba. Se fijó como unas personas se movían sigilosamente por el bosque, pensó que eran unos borrachos, pero un sonido les hizo alarmarse.
El portón principal se abría con lentitud dando el paso para la entrada de los intrusos. Ambos corrieron al lugar donde estaban las cadenas para abrir el portón, pero al llegar vieron los cuerpos de los guardias Stark y dos hombres con ropa comunes estaban en lugar. Gyda con rapidez sacó la espalda que llevaba junto a ella a todo momento, para clavársela a unos de los hombres, mientras el otro se acercaba donde el bastardo. Jon no tenía experiencia matando a hombres, sus pies por instinto retrocedieron con temor. La sonrisa se asomó por el intruso al ver los ojos de temor del bastardo, pero antes de dar un paso una espada se clavó en su espalda, dando una muerte instantánea al enemigo. Jon quedó atónito con el movimiento de Gyda, que se sintió inferior a la fuerza de la mujer.
—Ven Jon. —Gyda le habló con urgencia para bajar nuevamente el portón y evitar la entrada de más intrusos—. Da la alarma —le dijo Gyda a Jon, cuando bajaron el portón a su totalidad. El bastardo dudó nuevamente, pero se percató como Gyda bajaba rápidamente para perderse en la ciudad en busca de los intrusos. Antes de partir sacó la espada del guardia muerto, para bajar con urgencia la escalera.
Jon Snow sentía como su corazón latía con rapidez mientras corría a gran velocidad para dar la alarma, y llegar nuevamente al lado de Gyda Ragnarsson. Debía tocar las campanas dando aviso de los intrusos. Jon sabía que estaban cerca, pero en ese momento sentía que era kilómetros que lo separaban de su objetivo. Hasta que sus ojos divisaron las campanas, pero su cuerpo se alertó cuando escucho unos gritos. Le rezo a los dioses por primera vez que esos gritos no fueran de la mujer que estaba besando en unos minutos atrás. Cuando llego toco las tres veces, que debía realizar para avisar de los intrusos, se escucharon los gritos de temor por partes de los habitantes y de los guardias. Y corrió nuevamente con la espada en mano, evitando colisionar con las personas que salían de sus casas. No fue difícil encontrar a Gyda, era como si una fuerza mayor lo guiará con ella. La vio luchando con dos hombres, se movía a la perfección, pero la oscuridad de la noche dificultaba percatarse de todos los movimientos de los enemigos. Mientras corría vio como uno de los hombres se ponía a sus espaldas para clavar su espada en ella. Jon nunca supo qué movimiento realizó, pero lanzo su espada para clavarse en la cabeza del hombre.
—¡Jon! Detrás de ti —lLe grito Gyda cuando se percató del hombre caía detrás de ella, para fijarse quien había sido el dueño de la espada clavada del intruso. Jon se dio vuelta por el grito de la mujer, se fijó que se acercaban dos hombres hacia él. Pensó en combatir con sus puños, pero el pensamiento se fue con rapidez al momento que Gyda llegó a su lado con una espada extra en sus manos. Con una sonrisa la hija de Ragnar le pasó la espada al bastardo. Ella adoraba una buena batalla, y era aún mejor cuando luchaba junto al hombre que se excitaba.
Lucharon con fervor, la adrenalina se sentía en sus cuerpos agitados. Mataron a los intrusos que vieron, pero desconocía si existían más en Invernelia. Mientras revisaban los cuerpos buscando algún indicio de la procedencia de aquellos cuerpos. Escucharon unos pasos que se acercaban con rapidez, ambos fijaron su mirada para ver la imagen.
—¿Qué le diremos? —le preguntó Jon a Gyda, mientras veía a su padre llegar junto a él.
—La verdad —le respondió Gyda con su ceño fruncido. Jon se fijó en el rostro de la chica, lucía agitada y con rastros de sangre. Le pareció la mujer más bella de los sietes reinos.
—¿Jon estás bien? —le preguntó Eddard Stark con voz de precaución, mientras los padres de Gyda llegaban a su lado con una sonrisa de orgullo.
—¿Mataste a todos? —Le preguntó Ragnar y Lagertha cuando llegaron con sus hijos, en busca de Gyda.
—Si, pero desconozco la cantidad de hombres que han entrado. Bajamos el portón —le respondió Gyda mirando a sus padres y al señor de Invernalia.
—Padre, hay guardias muertos arriba —le comunicó Jon con su voz de cansancio. La adrenalina se estaba esfumando de su cuerpo.
—Jory, encárgate de los guardias muertos. —Un guerrero llegó a su lado, asintiendo ante su orden para desaparecer con rapidez—. Rodrik, patrullas por todo el reino. Si alguien no es de Invenalia, que rinda cuenta conmigo. —Un viejo regordete salió para asentir con su cabeza.
—Sí, mi señor. —El hombre regordete salió devuelta al castillo para reunir a los hombres.
—Ayudaremos con la patrulla. —Habló el padre de Gyda con su voz grave. Ned asintió con su cabeza mirándolo, pero sin decir palabra alguna. Ragnar salió con todos sus hijos para recorrer el reino, mientras Lagertha se quedaba al lado de Gyda.
—Vamos al castillo Gyda —le comentó su madre mientras la tomaba de su mano. Gyda asintió con su cabeza, las miradas de aquellos hombres la estaban incomodando.
—Lady Gyda. —Escucho la voz de Jon llamándola, se extrañó por su llamada. El bastardo quería evitar rumores de ellos—. Gracias... —le dijo al momento de que Gyda lo miraba. Ella sonrió a su palabra, para luego hacer una reverencia ante él. Mientras caminaba, miró a su prometido quien tenía su ceño fruncido.
—¿Qué estabas haciendo con Jon? —le preguntó su madre cuando estaba sola en la habitación de Gyda.
—Me acompañó en mi caminata madre —le respondió Gyda mientras se sacaba la ropa ensangrentada. Para luego meterse a la bañera.
—Deberías pedírselo a tu prometido —le reprendió Lagertha, mientras se acercaba para lavar el cabello de ella. Su hija era madura e independiente, pero adoraba tratarla a veces como una pequeña niña, que necesitaba de sus cuidados—. Aquí no es como Kattegat, Gyda. Ten cuidado con tus acciones, no estaremos con tu padre para protegerte siempre de estos señores.
—Lo entiendo madre. Tendré cuidado. —Gyda levantó su mirada para fijarla en su bella madre—. Quiero imaginar la cara de Lady Stark cuando le entreguen la información que Gyda Ragnarsson y Jon Snow salvaron Invernalia. — Una risa salió en la boca de Gyda, para ser seguida por su madre.
—La felicidad se reflejará en sus ojos prejuiciosos.
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Gyda estaba lista para acostarse en su cama. Se había sacado el rastro de sangre de su cuerpo, la adrenalina no quedaba rasgos en su cuerpo y el cansancio llegaba a sus ojos, cerrándose a momentos. Pero el sonido de la puerta, evitó que Gyda entrara a su cama.
—Adelante —comunico Gyda mientras se dejaba ver con su camisón de dormir. Pensó que sería su madre, Eira o incluso la pequeña Arya, pero la visita era alguien que no había compartido—. Robb...
—Mi señora. —Robb realizó una pequeña reverencia ante ella—. Me alegro verla en buen estado. Quería agradecerle por su valentía. —El hijo mayor de Eddard entró a la habitación, cerrando la puerta detrás de él. —Y agradecerle por lo de mi hermana. No he podido realizarlo con anterioridad por su rechazo.
—No es un rechazo Mi señor —le dijo Gyda mientras se acercaba a él—. Tendremos mucho tiempo en el matrimonio, pensé que sería mejor esperar...
—¿Esa es su excusa para acercarse a mi hermano? —le interrumpió Robb con su ceño fruncido. A pesar de lo grave de sus palabras, la elegancia en la voz y los movimientos de Stark no se esfumaban. Gyda se sorprendió con las palabras, frunció su ceño con precaución, pero a los segundos los cambió con una pequeña sonrisa. Gyda no se preocupaba por cosas tan banales.
—No es una excusa, es la realidad —le respondió Gyda mientras se acercaba para tocar la camisa de su prometido—. Jon es un hombre agradable, además será como mi hermano —añadió Gyda dulcemente—. Solo deseaba saber de ti, a través de otras personas.
Esa fue la primera mentira de parte de Gyda. Porque en realidad se había acercado a Jon, por su deseo. No quería saber sobre su prometido, ella sabía cómo manejar a un hombre.
—En una ocasión futura, puedes preguntarme personalmente. —Robb Stark se alejó de ella, para acercarse a la puerta—. Deseo verla mañana mi señora. Y no aceptaré un rechazo de tu parte.
Se alejó dejando las palabras atascadas en la boca de Gyda. La única hija de Ragnar no pudo evitar pensar que le había gustado aquella personalidad del heredero de Invernalia, y deseaba que aquel hombre fuera de igual manera en la cama.
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