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IV




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Gyda estaba mirando por la ventana de su habitación. Admiraba el bello reino que estaba delante de sus ojos. No podía evitar sentirse melancólica antes la idea de no volver a Kattegat. Extrañaría su gente, los banquetes con sus hermanos, la conversación con Eira y extrañaría el sexo con Einar. Aquel guerrero del ejército de su padre, el que hacía que las noches no fueran tan solitarias. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando unos golpes en la puerta se hicieron resonar.

—Adelante —indicó Gyda con voz neutral. Miro quien aparecía en la puerta, hasta que el rostro de la joven Arya entró con una pequeña sonrisa—. Pasa Arya —indicó con amabilidad Gyda, aquella niña le recordaba su infancia.

—Lady Gyda. —Arya realizó una pequeña reverencia a modo de saludo, aunque no le salió muy bien. Gyda sonrió ante el gesto.

—Solo dime Gyda... Seremos familia. —Arya sonrió con felicidad al escuchar.

—Estoy tan feliz, siempre quise una hermana como tú. —Arya sonrió ampliamente, incapaz de contener la felicidad de saber aquella información—. Deseo ser como tu madre. Como tú, como Eira, deseo ser como las mujeres de Kattegat.

Arya empezó hablar con rapidez, Gyda no pude evitar reírse al entusiasmo de la niña

—Tranquila, le pediremos permiso a tu padre para que aprendas. —Gyda se levantó para buscar a Lord Stark.

—¿Y quién me enseñara? –preguntó Arya mientras salía detrás de su nueva hermana.

—Yo —le dijo firmemente Gyda. Mientras caminaban por el pasillo del castillo.



—Padre por favor. —Arya estaba suplicando a su padre. Gyda había encontrado a Lord Stark en el campo de práctica de los hermanos y con el pupilo Theon.

—No perderá ninguna lección de costuras y buenos modales. Se lo prometo Lord Stark. —Gyda se colocó al lado de su nueva hermana, poniendo sus manos en los hombros de ella, tratando que contuviera su entusiasmo—. El invierno se acerca mi Lord, es necesario que cada hombre y mujer sea capaz de levantar una espada. —Eddard Stark la miró fijamente por las palabras.

—Retírense todos —ordenó Eddard con voz brusca. Sus hijos lo obedecieron inmediatamente. Gyda miro a los dos hermanos con una sonrisa, imaginando, teniendo a los hombres en la cama—. ¿Qué sabes? —le pregunto cuando sus hijos y su pupilo se habían retirado

—Solo lo que he visto con mis propios ojos mi Lord. —Gyda empezó a caminar para ser seguida por el Lord de Invernalia—. No es un secreto, pero mi padre prefiere no hablar de esta historia. —Gyda miró por los alrededores para ver si había alguien cerca que pudiera escuchar—. Hace unos años atrás con mi hermano quisimos salir de Kattegat y sobrevivir en el bosque. Necesitábamos hallarnos, estábamos perdidos, vagando sin razón en nuestra ciudad. —Gyda suspiro ante el recuerdo—. Fuimos más allá del muro. A pesar de que luchamos con salvajes casi a diario, los respetamos por su fuerza. Vivimos solos por unos meses, hasta que una noche fría, la más fría que he sentido en mi cuerpo. Éramos incapaces de movernos, es como si en el mundo se hubiera acabado todo lo bueno. Hasta que vimos por qué... vimos un caminante blanco. Unos salvajes nos salvaron, asustando con el fuego, al parecer no lo toleran.

—Entonces sabes que la única batalla que importa es la que está más allá del muro. —Eddard Stark miró a la joven escudera que estaba a su lado. A pesar de tener una corta edad, había vivido mucha más experiencia que su hijo. Quizás la unión entre las dos casas iba a beneficiar a los sietes reinos.

—Debería enseñarle a su hija, tiene la capacidad y las ganas de aprender. —Gyda detuvo su paso para mirar al señor de la casa—. No siempre estará con usted para que la defienda de los males del mundo.

Eddard Stark aceptó la propuesta, su hija se convertiría en una doncella escudera.



Gyda quería llegar a Jon Snow. No intentó acercarse a su prometido, al final iban a tener mucho tiempo en el matrimonio. Lo buscaba siempre, rondando en los lugares que estaba presente, siempre con cortesía y amabilidad.

Gyda en la primera práctica con Arya, tenía público. Los señores de Invenalia estaba mirando, los padres y los hermanos de Gyda estaban observando.

—Practicaremos con palos mientras se forja una espada para ti. —Gyda sonrió ante Arya. Se agacho para quedar a su altura—. La lucha es un arte, se debe aprender, pero disfrutar el momento. Te enseñaré.

Gyda se levantó para señalizar a su amiga Eira para que llegara a su lado

—Enseñemos a estos hombres, lo que somos capaces. —Gyda sonrió con malicia con sus propias palabras. Eira aceptó. Aunque ella no estaba con la vestimenta correcta, siempre iba aceptar a luchar con Gyda Ragnarsson. Lucharon las espadas sin filos que estaban en el lugar, realizaron sus movimientos con coordinación, casi como un baile entre ellas. Eira sabía que Gyda estaba siendo amable. La hija del gran Ragnar era mejor que sus hermanos. Lucharon con risa entremedias, hasta que un movimiento por parte Eira provocó la caída de Gyda. Se escuchó la risa espontánea entre sus hermanos.

—¡SI! —Eira empezó a celebrar. Era la primera vez que botaba a su amiga en una práctica. Pero antes de que siguiera riendo, Gyda con unas de sus piernas provocó el desequilibrio de su amiga, cayendo encima de ella—. Era demasiado bueno para que durara mi felicidad. —Se escuchaba aún más fuerte la risa de sus hermanos.

—Si estuviéramos en Kattegat te daría un beso. —Eira sonrió con las palabras de su amiga.

—Como los viejos tiempos —respondió Eira coquetamente. Ubbe llegó rápidamente donde estaban ellas, para levantar a su esposa.

—Quiero ver esos movimientos más de cerca. —Ubbe le susurró a su esposa. Gyda sonrió ante la osadía de su hermano, ambos se alejaron del público ante la mirada de todos.

—¿Qué fueron hacer? —preguntó inocentemente la hija de Eddard Stark.

—Fueron a practicar en su dormitorio. —Ivar respondió mientras se acercaba arrastrándose en el suelo. Arya frunció el ceño tratando de comprender lo dicho, pero antes de que abriera su boca. Ivar siguió hablando—. A practicar niña. Gyda es la mejor maestra que podrás tener.

Empezaron a practicar con movimientos suaves, enseñando lo básico del arte de la guerra. A pesar de que eran observadas, Gyda no se sentía incómoda. Estaba acostumbrada en Kattegat.




Gyda caminaba por el castillo en la oscuridad, quería encontrar al bastardo para ver si caía en sus encantos. Había tardado más de lo normal. Escucho la voz de lady Stark.

—No puedo creer que hayas accedido ante esa barbaridad. —Escucho la voz fuerte de la madre de su prometido—. Arya es una dama, no una salvaje como esas mujeres.

Gyda sintió el deseo fuerte de entrar aquella habitación y de callar con un golpe a esa mujer, pero se contuvo. Esta salvaje se iba a convertir en su hija. Siguió caminando hasta llegar al establo, donde Jon estaba siempre en la noche.

—¿Qué deseas de mí? —Gyda sintió un agarre en su brazo cuando entró al establo. Jon Snow estaba al frente de ella, con su semblante de enojo. Aquella mirada provocó la excitación de la hija de Ragnar. Odiaba que la trataran con cariño y cortesía.

—Lo que tú también deseas de mí.

Gyda lo empujó para que cayera al suelo. Se sentó encima de él, mirándolo con una gran sonrisa. Jon no quitaba su semblante de enojo, pero aun así no se movió.

—Solo deseo un beso, Jon Snow, no se lo puede negar a una Lady. —Gyda alzó su ceja a modo de pregunta. A lo que el joven bastardo asintió con su cabeza, accediendo a su petición. Gyda se lanzó con rapidez ante que cambiara de opinión. Lo besó con urgencia y con deseo. Entrelazo su lengua con la del bastardo con rapidez. Jon Snow aquel bastardo estaba sorprendido ante el gesto de la prometida de su hermano. Pero no pudo evitar sentir placer al sentir los labios de la mujer, se besaron por unos segundos, disfrutando el momento. Hasta que el deseo fue más allá de besarse. Gyda trató de sacar la ropa de Jon Snow, pero él lo impidió.

—No. —Hablo firme ante la insistencia de Gyda—. Eres virgen.

—Si fuera virgen no estaría aquí Jon —le aclaro Gyda mientras lo besaba por el cuello, Jon soltó un gemido al sentirla.

—No querrás tener un hijo bastardo —le habló Jon tratando de alejarse de ella.

—Hay métodos para no quedar embarazada, Jon —añadió confundida Gyda. Hasta que, al ver su rostro, se percató de que Jon Snow era virgen. No sabía nada de temas sexuales—. Eres... —Gyda le iba a decir de su descubrimiento, pero escuchó un ruido que alertó al hijo bastardo de Eddard. Se levantó con rapidez, con una erección que se notaba en su pantalón.

—Nos vemos mañana en este mismo lugar —le indico Gyda mientras Jon se retiraba con sus mejillas sonrojadas.

Gyda Ragnarsson nunca había estado con un hombre virgen. 















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