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II










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En el extremo norte todos los días eran iguales, el frío siempre estaba presente. La lluvia o la nieve caían con fuerza en Kattegat y a sus alrededores. En el recorrido, Gyda pensó en su madre. En Cómo se convirtió en Lady Ingstad. Usando su apellido de soltera, algo increíble en este mundo, dominado por hombres. Recordó el tiempo que convivió con sus padres, eran felices con su hermano Bjorn. Hasta que el Lord Ragnar, engañó a Lagertha con Aslaug, la actual Lady Ragnarsson. A pesar de que fueron momentos malos para su familia, Gyda agradecía la aparición de aquella mujer. Esa mujer le había entregado a sus queridos hermanos. Y los amaba a cada uno de ellos, como si fueran hermanos de la misma madre.

Con Eira habían cabalgado toda la noche, conocían el recorrido en todos sus aspectos. Y en algo que coincidían aquellas dos mujeres, era en no temerle a la oscuridad de la noche. Y Eira, era una experta viajera. Había viajado desde el Desembarco del Rey, su lugar de nacimiento, hasta Kattegat donde había encontrado el amor.

—¿Eira, te arrepientes de vivir aquí en Kattegat? —Gyda, había tenido esa duda, desde que Eira había dado un paso en su pueblo.

—No. He sido feliz en Kattegat, soy una mujer libre aquí. —Eira hablaba con tranquilidad. Estaba segura de sus palabras. Quizás extraño Desembarco del rey, al principio de su travesía. Pero al morir sus padres, quedó a la deriva. Una deriva, que la llevó a Kattegat entre viajes. Conociendo así, a su esposo.

–Pensé que dirías que eras feliz por mi hermano —le comentó Gyda con diversión.

—Ya era feliz antes de conocerlo. —Eira comenzó a divisar el pequeño pueblo de Hedeby—. Pero si, él me ha entregado el amor que nunca había sentido. Porque incluso aquí, cabalgando junto a ti, mi cuerpo y mi mente están al lado de Ubbe.

—Tengo miedo de sentir algo así. Tan intenso, que me quite mi libertad de estar con otros hombres. —Gyda comento con la verdad. Porque de todas las personas que ha conocido, Eira era de su total confianza.

—Entiendo. Pero va a pasar, aunque tengas miedo o no. —Ambas se bajaron del caballo para amarrarlos y encaminarse a la casa comunal—. Y no debes hablar así en Invernalia. Debes actuar como una doncella.

—Son muchas cosas que no debo hacer en Invernalia, no creo que recuerde todas —le comento Gyda con diversión.

Entraron a la casa comunal con familiaridad. A pesar de no haber visto a su madre por unos años, sentía que esa pequeña casa comunal, era su hogar. Incluso más que en Kattegat por la presencia de su madre.

—Hija. —Su madre estaba en la mitad de la casa comunal, desayunando con algunas escuderas—. ¿Viajaste toda la noche? —le preguntó su madre, al levantarse de la mesa.

—Si. —Gyda se acercó a su madre para darle un estrecho abrazo. Porque de todos los abrazos que ella sentía, en los únicos abrazos que se sentía completamente segura, era de Lady Ingstad—. Necesito hablar contigo.

Su madre sin ninguna información más, despacho a sus escuderas, quedándose solamente con Gyda y Eira, en la habitación. Y le contó todo lo sucedido en Kattegat, sobre la decisión de su padre.

—Tu padre luchó en la Rebelión de Robert, solo por el compromiso entre las casas norteñas —le comentó su madre—. El sabe que no nos respetan como grandes señores, pero si como grandes guerreros.

—¿Y cuál es mi papel en su decisión? ¿Qué haría la diferencia? —Le pregunto Gyda mientras comía. A pesar de la preocupación que tenía del tema, el hambre era mucho más grande.

—Serías respetada Gyda —le respondió su madre con seriedad.

—Harías que respetaran a tu casa, a tus hermanos, a tu gente —añadió Eira con voz baja–. Mostrarías a las demás casas, quiénes son ustedes. Y que deberían sentirse orgullosos, de unir tu casa con la casa Stark.

—Eira, tiene razón. Eres hija del gran guerrero Ragnar, canciones se han compuesto por tu padre, en la batalla por la rebelión de Robert. —Lagertha tomó las manos de su hija—. Debes mostrarles a todos, lo que están hechas las mujeres del extremo norte. Fuertes, decididas, guerreras y apasionadas. —Gyda sonrió antes aquellas palabras, ya que la describían a la perfección—. Quisiera que vieras el mundo hija... y que te cases con un hombre honorable.

—Madre, vine a que me ayudarás a conservar mi libertad.

Suspiro Gyda, porque su madre la había convencido de realizar todo lo contrario de lo que ella pensaba.

—Gyda, naciste libre —le comentó su amiga, tomando la mano de Gyda—. No por casarte pierdes tu libertad. —Eira lo comentaba con fundamento. Al momento de casarse, ella sintió aún más libertad y seguridad de lo que había sentido en años.

—Eres una mujer libre Gyda, siempre lo serás. —Su madre se levantó de la mesa—. La decisión es tuya.

Lagertha se encaminó a su habitación para cambiarse de vestimenta, pero antes de llegar escuchó la voz de su hija.

—Lo haré madre. Mostraré que soy hija del Gran guerrero Ragnar y de la Escudera Lagertha —comentó Gyda con seguridad.

Lagertha entró con una gran sonrisa a su habitación. El mundo conocía la fuerza de las mujeres del norte. 








Querido Padre;

Viajaré con mi madre a Invernalia, llegaremos al anochecer el día de tu llegada.

Deseo viajar con Lady Ingstand,

Eira, está conmigo y viajará con nosotras. Nos vemos en Invernalia.

Cariños, tu querida y única hija. 


Gyda Ragnarsson.






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Gyda selló la carta con el logo de la casa de su madre. Dos escudos unidos, un escudo representaba el amor y el otro a la mujer. El único pueblo, donde son tratados con igualdad. Algo que Gyda, se sentía orgullosa.

Lady Ingstad, estaba preparando un pequeño grupo de escuderas para viajar al Invernalia. Mostraría a esos grandes señores, la fuerza que tenían sus mujeres. Una fuerza que superaba a cualquier guerrero promedio. A pesar de que ella no estaba respaldando todas las decisiones de su ex esposo, estaba segura que esta decisión, era la mejor que había realizado. Gyda, iba a ser la llave para abrir la puerta al mundo de los reinos sureños.

—¿Gyda estás preparada? —Su hija asintió con su cabeza. Con los caballos, con las provisiones listas. Las mujeres comenzaron su viaje a Invernalia. Llegarían al anochecer, del siguiente día, si cabalgan con rapidez sin detenerse. Y fue exactamente lo que sucedió, viajaron intensamente por dos días, sin descansos largos, solo para reponer el suficiente sueño para seguir cabalgando. Hasta que empezaron a divisar, el gran reino de los Stark.

Gyda se sorprendió al verlo. Jamás había salido de su pueblo, o de las cercanías.

Los guardias abrieron el portón de la fortaleza, permitiéndole el paso al grupo de guerreras. Ragnar debió comentar la llegada de su hija y su ex esposa. Mientras se adentraban, pudo observar el mercado grande, algunos comerciantes, que los miraban con extrañeza e incredulidad. Hasta llegar a la casa principal, donde se celebraba el banquete, se podía escuchar los ruidos, los gritos que realizaba su gente. Lagertha con paso firme, abrió las puertas de la casa comunal. Quedándose en completo silencio, aquel banquete. Donde estaban sus hermanos, con los hijos del Lord Stark. Y con una gran sonrisa, se adentro hasta llegar a ellos, y a su futuro esposo. Que, en ese momento, no sabía que serían un dúo imbatible. 




















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