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Final Alternativo









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𝘗𝘢𝘳𝘵 𝘰𝘯𝘦






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Su esposo estaba muerto.

Sus ojos no se despegaban del cuerpo inerte de Robb Stark. Muerto en batalla en el desembarco del Rey. Con su hijo recién nacido en brazos hizo lo que la rabia, el dolor, la pérdida le indicó que su siguiente paso.

—Matenlos, matenlos a todos —brama la Reina del norte, lo suficientemente alto para ser escuchadas por sus guerreros.

Sangre. Fuego y sangre. Es lo que ordenó la Reina del norte para desembarco del Rey. No le interesó el bienestar de los inocentes habitantes, los que en la ignorancia apoyaban aún el reinado de los Lannister. 

Grito. Grito y sangre. Era lo que único que se escuchaba, y lo que único que se observaba en la tierra del sur. Cuerpo desangrados, desmembrados, y quemados adornaban las calles.

Magni, su hijo recién nacido estaba en silencio. Como disfrutando aquella matanza, de tal forma como lo hacia ella, y de seguridad los hermanos de la Reina del norte.

—Majestad...—El gran Jon Umber estaba en el salón con los Lannister más importantes, y los consejeros del rey. Cersei, Jaime, Joffrey, Tommen amarrados y arrodillados.  Al igual que los consejeros.

—Gyda...—La Reina del norte escuchó la voz de Oberyn Martell. Su sorpresivo amigo, se había transformado en una alianza imprescindible.

—Matalos, matalos a todos. —Volvió a repetir la Reina del norte, enfocando su mirada en sus hermanos. Ivar, y Ubbe asintieron con su cabeza ante su orden.

—!Gyda! —La voz de Jaime Lannister llamó su atención, pero aun observando su  mirada de terror, no la convenció—. Por favor Gyda...El destierro.

—A todos —ordenó nuevamente, pero alguien la interrumpió. Pero esta vez fue Oberyn.

—Tommen, solo es un niño —murmuró Oberyn a su dirección,caminando para quedar a su lado.

—Es un Lannister —indicó Gyda, como si aquello fuera una razón para ser asesinados.

—Es un niño —musito nuevamente Oberyn frunciendo su ceño ante la frialdad de su amiga. 

—Al igual que tus sobrinos, y no les importo —refuto Gyda.

—No soy ellos —puntualizo Oberyn con seguridad en sus palabras—. No quiero combatir contigo.

— Estarías muerto antes de dar un paso —admitió Gyda meciendo suavemente su hijo que empezaba inquietarse—. Tommen queda con vida. Los demás mátenlos. A todos —bramo Gyda observando los ojos negros de Oberyn Martell.

Los gritos de los Lannister, y de los consejeros del Rey fue lo que calmó a Magni. Volviendo a quedarse dormido en los brazos de su madre.

Volver a casa. No fue como se lo imaginó Gyda Ragnarsson. Sin su esposo, su amado Robb, no la acompañaba. Su corazón estaba roto, dolía en cada paso que ella daba. Y se alejaba de la pira funeraria del padre de sus hijos.

—Gyda.—Eira, su amada amiga se acercaba a ella en su caballo.

—¿Sucede algo con Magni? —pregunta Gyda sin quitar su mirada de su ejército caminando delante de ella.

—No...

—Entonces no quiero hablar —musita Gyda cabalgando un poco más rápido para alejarse de la calidez de su amiga. Una palabra más, y Gyda lloraba sin poder detenerse.

Pero algo de consuelo , y de calidez volvió a sentir al ver a su hijo. Su primogénito, el futuro rey del norte había sobrevivido a juego de tronos.

















Tan solo fueron unos meses de tranquilidad, hasta que una carta de parte de la Guardia de la Noche comunicaba la batalla de los salvajes. Una batalla inmensa, más grande de lo que ellos estuvieron en el sur.

Unas semanas no fueron suficientes para sanar las heridas físicas y emocionales de sus guerreros. Pero debía ayudar, si los salvajes pasaban la muralla, su tierra, su ciudad sería la primera en caer. Con su guardia personal, la Reina del norte se dirigió a la guardia de la noche nocturna, con la intención de realizar alguna alianza con los salvajes, pero en su camino dificultades se presentaron. El frío, y la nieve retrasaron su viaje. Y al momento que llegó a las puertas de la guardia la guerra había terminado.

La entrada al patio de la guardia nocturna fue lenta, pero fue más lento aún el camino que realizó Jon Snow hacia ella. Pero aun así, después de meses, una sonrisa se posó en ambos al conectar sus miradas.

Ninguno de los dos se atrevió a alzar la voz, ambos tenían miedo de que aquel encuentro fuera tan solo un sueño, o algo producto de su imaginación.

—Jon...—susurró Gyda el nombre del bastardo. Y al escuchar la voz de la Reina del norte, Jon despertó de su sueño. Realizó una reverencia ante la majestuosidad de Gyda Ragnarsson.

—Majestad —saludo Jon Snow sin despegar su mirada del rostro perfecto de Gyda Ragnarsson.

—Al parecer he llegado tarde —musitó Gyda observando las banderas con el escudo del venado y con un corazón flameando. Frunció el ceño, no recordaba aquel escudo con ese detalle.    

—Stannis —indicó Jon Snow respondiendo la pregunta mental de Gyda. Jon no se movió de su lugar. Es como si sus pies se hubieran estancado en la nieve.  

—¿Él? —preguntó Gyda al levantar la mirada por donde Jon Snow había bajado para conectarla con un hombre alto, calvo acompañado de una mujer vestida de rojo. 

—Si, él —contestó Jon sin sacar la mirada de Gyda.  La Reina del norte se percató de la mirada, era imposible no darse cuenta ante la intensidad de la mirada de Jon pero también se percato que eran el show en el patio del castillo negro. Todos estaban expectantes ante cualquier movimiento que realizaran algunos de los dos, como si supieran el pasado de ellos. Gyda dio dos pasos hacia delante para acercarse al cuerpo del bastardo, algo que provocó que sus inertes corazones volvieran a latir nuevamente.

—¿Dónde podemos conversar a solas? —preguntó la Reina del norte acercándose al oído del bastardo—¿Existe algún Lord comandante?  —Alzó la voz Gyda para preguntar nuevamente mientras el bastardo se movía por el patio guiándola algún lugar para conversar.  

—No —contestó Jon sin dar más detalle—. Hemos tenido grandes pérdidas

—Lo entiendo. —Por supuesto que la Reina del norte sabe de bajas. La mayor pérdida de su vida fue su Rey, su esposo, su compañero, el padre de sus hijos—. ¿Qué hace Stannis aquí? —pregunto al momento de entrar al parecer al comedor del castillo negro.  

—Stannis, está aquí. Nos...salvó —anunció Jon.

—Debe querer algo a cambio —musito Gyda sentándose en el comedor para quedar al frente de Jon. Un Jon nuevo, con cabello largo, con una cicatriz que cubría su ojo izquierdo que realza aún más la belleza natural del bastardo. Ambos conectaron su mirada, azul con negro. Día y noche se vuelven a encontrar en solitario, como aquellas noches en el establo donde ambos se entregaron por completo. Pero antes de que alguno de los dos musite alguna palabra, un hombre y una mujer entraron a la habitación interrumpiendo.

—Gyda Stark, supuesta Reina del norte. —Y aquello provocó una risa por parte de Gyda. Stannis entró al comedor sin golpear ni avisar de su llegada.

—Él es Stannis Baratheon, el legítimo rey de los sietes reinos —anunció la mujer pelirroja. Gyda la observó detenidamente y su mente susurro la palabra "bruja".

—Seis reinos —corrigió Gyda con rapidez—. El norte no volverá a ser gobernado por un sureño. Y no esta discusión. Se ha acabado la batalla del sur, que no estuvieras presente no es mi problema. He venido por el norte, y el problema de los caminantes blancos. El invierno ha llegado, y debemos unirnos. —Lo último lo manifestó observando a Jon Snow—. Debemos hablar con Mance, el Rey más allá del muro.

—Está encadenado —explicó Jon Snow sin quitar su mirada de la bella Gyda. Porque la belleza de la fémina seguía latente, escondida en un manto de tristeza.

—No existe otro Rey —bramo Stannis. Descolocado por la indiferencia de la Reina del norte. 

—En su corazón solo existe un Rey —puntualizó la mujer pelirroja observando a Gyda Ragnarsson. La Reina no giró su cabeza en busca de la mirada de la bruja, no se dejaría hechizar tan fácil. 

—Llévame con Mance —solicitó Gyda hacia Jon Snow, quien se levantó con rapidez ante la orden de su Reina. La única Reina para él.

Gyda Ragnarsson pasó al lado de Stannis ignorándolo, aquel hombre no tenía el poder de intimidarla, él no era un Rey, era un simple hombre en busca de poder. Un Rey nace, como su esposo.

—¿Fantasma? —preguntó Gyda entablando una conversación con Snow por el pasillo.

—Vivo. —Y Gyda sonríe. Una sonrisa sincera. 

—Viento Gris no se mueve del lado de mis hijos —relató Gyda—. Es como si él viera a...Rob en ellos. —Y fue la primera vez después de la muerte de su esposo que se atrevió a decir su nombre. Y le dieron unas inmensas ganas de llorar.

—Gyda...—Jon detiene su paso para tomar suavemente el brazo de la Reina del norte. Y un escalofrío recorre sus cuerpos al instante. Su tacto suave, cálido y su dulce aroma invaden a Jon Snow—. Lamento la muerte de Robb... El era...

—Se lo que era para ti. No debes decírmelo —indicó Gyda sin querer moverse. Quería que Jon siquiera tocándola. Se sentía viva ante el tacto del bastardo. Aquel tacto lograba que viajará al pasado. Donde fue libre.

—Me encantaria conocerlos. —Gyda identificó que se refería a sus hijos.

—Magnus es igual a Robb, y Magni...Magni es una fiel copia de mi, te agradarían —apuntó Gyda sonriendo por el recuerdo de sus hijos. Tan distintos uno al otro.

—Estoy seguro que sí —susurro Jon sin querer mover su brazo alrededor de Gyda, pero el sabia que algunos ojos juzgaran mal la cercanía entre ellos. Gyda es la Reina del norte, esposa de su medio hermano, y una viuda.  Lentamente el bastardo de Invernalia retiró su mano—. Ahí está...—murmuró el bastardo apuntando con su dedo la puerta que está detrás de la Reina del norte.   

La Reina del norte giró su talones para quedar al frente de la puerta para a los segundos con un largo suspiro abrió la puerta para encontrar al Rey más allá del muro malherido y amarrado con cadenas.

Y en aquella habitación los tres descubrieron lo que debían hacer. Al igual que Jon, ambos tuvieron la misma idea para salvar el norte del invierno. Del invierno más terrorífico que llegarán a ellos.

—Necesitas ser Lord Comandante de la Guardia de la noche —murmuró Gyda al momento de que salían de la habitación. 

—¿Qué? —pregunta Jon Snow sorprendido. 

—Ni Stannis, ni yo tenemos poder aquí. La guardia de la noche debe permanecer imparcial, es lo mejor para todos —aclaró Gyda tomando el brazo de Jon para acercarlo a ella—. Debes ser el Lord. Debes manejar, y permitir el paso de los salvajes. Si aquel ejército se convierte en caminantes blancos, perderemos.

—Lo se —concordó Jon con las palabras sabias de Gyda

—No me quedaré mucho tiempo, si lo hago matare al Stannis y su bruja. —El cuerpo de Jon temblaba ante la cercanía de Gyda. El bastardo imaginó que después de Ygritte, su amor hacia la esposa de su hermano se había esfumado, pero no fue así. Gyda había removido su cuerpo triste después de la muerte de la salvaje.

—¿Buscar a los salvajes? Las casas norteñas no aceptaran —admitió Jon dando un paso hacia el cuerpo de Gyda.

—Déjame a mí a los nobles, pero debemos.. debemos unirnos Jon. — Gyda jamás pensó que esas palabras se tornarían tan pervertidas en su mente. Imágenes de su cuerpo junto al del bastardo llegaron a ellas como golpes, una tras de otra. Su cuerpo empezó a transpirar de nerviosismo, su entrepierna se humedeció ante la idea de sentir el placer de coger con un hombre. Especialmente uno tan especial como Jon Snow.

—Majestad. —La voz de Rodrik Forrester interrumpió la magia que se había creado alrededor de ellos—. Hemos encontrado una habitación para usted.

—Gracias Rodrik —agradeció Gyda alejándose de Jon para llegar al lado de su guardia personal—. Piénsalo...no hay otra opción.








La Reina del norte no podía dormir, estaba ansiosa. Un nudo se había posado en su estómago evitando que comiera con normalidad. Se movía de un lado a otro, inquieta, nerviosa ante la cercanía con Jon. Tan solo unas habitaciones y podría llegar a él. Pero no corresponde. Su corazón estaba con Robb, pero su cuerpo, su cuerpo le pedía otra cosa. Su cuerpo se quería levantar y caminar hacia al bastardo sin pensar, ni analizar los problemas que podría atraer aquello. 

Había pasado tanto tiempo desde que sintió amor o pasión por un hombre. Su fuego se había apagado junto con la pira funeraria de su esposo. Pero en ese momento todo se despertó, todo lo que había muerto volvió a surgir. Ese nerviosismo al estar al frente de la presencia de un hombre, el corazón latiendo con rapidez y un cosquilleo en la parte baja del vientre. La Reina del norte volvió a tener dieciocho años.

Unos golpes interrumpen el hilo de sus pensamientos llamando su atención, provocando que se levantaran para abrir su puerta. Intuyo que sería su guardia personal, pero se equivocó. Jon Snow estaba al frente de ella. Ni Rodrik, ni ninguno de su guardia personal resguardaba su habitación.

—Gyda...—Susurro Jon el nombre de la primera mujer que tuvo su encuentro sexual. La primera mujer que amo.  Gyda no pudo hablar. Su garganta se había secado. Pero no hubo necesidad de palabras. Sus miradas, su cuerpo gritaban lo que deseaban.

Y no hubo raciocinio. Ambos dieron el paso, ambos se besaron intensamente, sin importar el peligro. A Jon no le interesó faltar nuevamente a sus votos, ya nada era como antes. Y con Gyda jamás pudo pensar. Si no le interesó que fuera la prometida de su hermano, el que fuera cuervo no lo mortificaba.

Las manos del cuervo desnudaron a la Reina del norte con rapidez. Con experiencia. Jon ya no era aquel chiquillo tímido de Invernalia. Era un hombre con experiencia en mujeres, en batalla y en muerte. Y eso se notó al sacarle las prendas de ropa a Gyda.

Por primera vez Gyda actuó con timidez, aunque recordaba a la perfección de los movimientos, del placer que inunda el acto, su manos estaban estancadas. Había perdido la práctica. Después de vivir por el reino y por sus hijos, se había olvidado vivir por ella, por su propio placer.

Aunque fuera en el lugar menos indicado. Jon beso lentamente el cuerpo de Gyda Ragnarsson, disfrutando los rincones de la mujer que amo, y que estaba seguro que seguía amando. Sus besos, sus caricias se tornaron posesivos y pasionales. El bastardo de Invernalia se posicionó en medio de las piernas de Gyda y la penetró. Y aquel tacto, aquel movimiento le devolvió la vida a la Reina del norte.

Hicieron el amor toda la noche. Sus gemidos suaves, casi silenciosos se mezclaron con los aullidos de fantasma.

—No me arrepiento —aclaró Jon Snow vistiéndose en la habitación de Gyda.

—Ni yo —admitió Gyda observando la espada ancha de Jon Snow. Quien le daba la espalda para vestirse—. Jamás me he arrepentido de lo que sucedió entre nosotros.

—Ni yo —repitió Jon la misma respuesta de Gyda ambos sonrieron. Una sonrisa sincera. Jon giró su cabeza para conectarla con la Reina del norte aun con la sonrisa en su rostro—. Eres una mujer admirable.

Y aquellas palabras que dictó en el pasado tuvieron el mismo efecto que la primera vez, aunque hayan pasado meses de su separación. Aun en su herido corazón quedaba amor para el bastardo de Invernalia.

Gyda Ragnarsson jamás imaginó que sería la última vez que vería a Jon Snow.


Jon Snow, Lord Comandante de la Guardia de la Noche, ha muerto.


Y la tristeza, la rabia volvió a tomar el cuerpo de Gyda Ragnarsson. Sabía la causa de la muerte de Jon, sus compañeros no toleraron la entrada de los salvajes. La unión entre ellos había causado la muerte de su último amor.

—Los mataré a todos —susurro Gyda tomando su espada entre sus manos. 







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!Hola! Aquí estoy nuevamente, con mi bella y audaz Gyda.

Final alternativo entre Gyda y Jon, esta es la primera parte, quizás sean dos o tres, aun no lo se, pero publicare pronto la siguiente parte. Espero que les guste.

Besos y abrazos a todos los que leen <3

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