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Epílogo



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Si estás leyendo esta carta, significa una sola cosa. He muerto.

No estés triste por mi ausencia, alégrate por el tiempo que convivimos juntos, y por los hijos que tuvimos.

No quería casarme contigo, ni con nadie, pero ahora me arrepiento del tiempo que estuve soltera. Debimos habernos casado antes, y haber repoblado el norte con nuestra semilla.

Sé que no expreso mis sentimientos con regularidad, pero en esta carta quiero que cada vez que la leas recuerdes el amor que siento por ti. Y que te ame como a ningún hombre.


El Rey del norte lee por milésima vez aquella carta. El papel había envejecido, y la letra empezaba a desaparecer, pero aun así sentía la escasa dulzura de su esposa a través de esas palabras. Como la extrañaba, a pesar de haber pasado diez años de su partida, aun lograba sentir la presencia de su esposa a su lado. Aún era capaz de oler su fragancia, y sentir la calidez de su cuerpo.

Diez años, de los cuales sucedieron innumerables cosas que el Rey no era capaz de recordarlas todas. Pero Robb recordaba a la perfección la primera vez que había leído la carta, su mente empezó a trasladarse aquel momento, pero su hijo mayor lo interrumpió.

—Padre. —Magnus entró con una sonrisa a la habitación de su padre, pero al ver el objeto que tenía en sus manos, la sonrisa desapareció. El heredero del norte no le agradaba cuando su padre viajaba al pasado. Una extraña melancolía recorria en Invernalia, al recordar a su madre.

—¿Qué sucede Magnus? —preguntó Robb guardando la carta de Gyda entre los pliegues de su abrigo.

—Magni se ha escapado, salió de Invernalia con su caballo. —Robb no pudo evitar soltar un suspiro. Su hijo de diez años era intrépido, divertido, audaz, violento en algunas veces, casi tan salvaje como Gyda y los hermanos de ellas, aunque no se hubiera criado en esa cultura.

—Dejalo, volverá a la noche —musitó Robb decidiendo por primera vez dejar a su hijo menor en libertad. Magni se parecía físicamente demasiado a su madre. Rubio, alto, con ojos azules, con la misma sonrisa que su madre y la misma destreza en las armas.

—¿Estás seguro? podría suceder algo —indicó el responsable Magnus. Cada vez se parecía más a Ned Stark. Robb negó con su cabeza ante las ideas de su hijo mayor.

—Los caminantes blancos han desaparecido, y vivimos en paz con los salvajes —puntualizó Robb levantandose de la cama—. ¿Has estudiado con el Maestre? —preguntó el Rey del norte acercándose a su hijo para colocarle una mano en su delgado hombro.

—Sí padre, pero Magni no. Se ha escapado para practicar en el patio con el abuelo para luego salir de Invernalia —reveló Magnus frunciendo su ceño. El hijo mayor de Gyda se frustraba por el comportamiento de su hermano menor. Lo amaba, si. Pero le incomodaba, e incomprendida la personalidad de Magni.

—Por los sietes...hablaré con él cuando regrese —indicó Robb Strak frunciendo su ceño. A veces Magni era un dolor de cabeza.

—Robb...—La voz de una mujer interrumpió en su habitación, una mujer que había aprendido querer durante los diez años de la ausencia de su esposa, pero no lograba borrar la huella de Gyda. Margaery Tyrell, su segunda esposa—. Esposo.—Margaery realizó una pequeña reverencia al Rey del norte, con su segunda hija en los brazos de ella. —Ha llegado una carta del sur.

—Jon...—susurró Robb el nombre de su medio hermano al ver la carta que sostenía su segunda esposa en sus manos. El Rey del norte recibió la carta que le extendió su esposa—. No se vaya, quédate —le indico Robb al percatarse que su esposa giraba sus talones para salir de la habitación—. Magnus lleva a tu hermana donde Lady Frey.

Y Magnus obedeció con rapidez. Sostuvo a su segunda hermana con cariño, al igual que lo hacía con la pequeña Catelyn, la primera hija de Robb y Margaery.

—Lady Frey no es cariñosa con las niñas —musito la bella Tyrell frunciendo su ceño.

Odiaba a Lady Frey, la esposa del pequeño Rickon, y dama de su corte. Aunque la comprendía. Margaery llegó a quitarle el trono al terminar la guerra.  La alianza entre el norte y el sur se llevó a cabo con el matrimonio de Robb Stark y Margaery Tyrell, después de la muerte de Joffrey Baratheon.

Después de todo Margaery había ganado la corona del norte, además de un buen esposo.

Si, había ganado la guerra.

—Ya he hablado con ella, no presentará problemas —indicó Robb sentándose en el borde de la cama. —Recordará la próxima vez que eres la Reina, mi esposa y la madre de mis hijas. —Y Margaery sonrió ampliamente. Gano la guerra.

—¿Qué dice? —preguntó la bella esposa de Robb Stark sentándose al borde la cama.

—Vendrá con Daenerys al norte con un pequeño grupo —anunció Robb terminando de leer aquella carta. Le reconfortaba la presencia de Jon, porque no se sentía solo en su dolor. Jon había amado a Gyda con el fervor del primer amor.

—¿La Reina no está embarazada? —pregunto Maegery confusa por aquello.

—Lo ha perdido —aclaró Robb entristecido por aquello. Era el tercer embarazo de Daenerys, y el tercero que perdía. El Rey del norte intuía que Jon deseaba que su esposa escapara de los rumores de desembarco del Rey.

—Oh, es una lástima —murmuró la esposa de Robb Stark apoyando su cabeza en el hombro de su esposa disfrutando de su presencia.

—Lo es —admitió Robb girando su cabeza para besar la cabeza de su esposa, inhalando el olor que emanaba. Tan distinto al de Gyda, pero igualmente especial.

Su flor como le había denominado años atrás. Lo revivo de la muerte viviente. Con paciencia, respeto y amor, la flor de altojardín se ganó al Rey del norte. Robb le agradeció cada día por la comprensión de ella a su pérdida. Una comprensión que duraba hasta el día de hoy. Respetando sus momentos de tristeza, y tolerando sus momentos de llanto.

Porque Robb Stark aún lloraba a Gyda Ragnarsson.

—Debemos preparar todo para su llegada —expresó la Reina del norte levantándose de golpe de la cama al percatarse de las miles de tareas que debía realizar.

—Jon es simple, lo sabes.

—Pero Daenerys, no. —Y con eso Margaery giro sus talones para salir de la habitación de su esposo.

Robb Stark dejó la carta de su hermano en la cama para sacar la carta de su esposa nuevamente. Necesitaba leerla una vez más.

El Rey del norte acarició la carta con las yemas de sus dedos en los lugares donde estaba la letra de Gyda, como si aquello fuese el cuerpo mismo de su primera esposa.



Sé que cometí errores, uno tras otro, pero si fuera el único camino para llegar a ti, volvería hacer todo de nuevo de la misma forma. Te amo tanto, que escribiendo esta carta mis lagrimas caen al imaginar que no estoy a tu lado, revolcándonos en nuestra cama, gimiendo de placer y gritando al llegar al éxtasis.

Por los sietes, como extrañare que me hagas el amor.


Y no era la única. Robb extrañaba hacer el amor con Gyda, tan salvaje y tan ardiente como lo era ella.

Robb, sé que esta es una petición un poco difícil pero deseo ser cremada, como la cultura en mi familia. No deseo que quede mi cuerpo para unirse al ejército de los caminantes blancos, quémame en el lugar que sea, pero lleva mis cenizas a Kattegat. Dáselas a mi madre. Mi nacimiento y mi muerte están unidas a ella.

Robb no se había percatado en primera instancia de la veracidad de sus palabras. Los caminantes blancos llegaron dos años después de la guerra de los cinco reyes, para llevarse a Bjorn y a Ubbe, los primogénitos de los matrimonios de Ragnar Ragnarsson.

El Rey del norte agradeció la intervención de la madre de dragones, solo a ella están vivos, y a su pequeña hermana, que logró hacer lo que su primera esposa le enseñó; matar.


Y por favor vuelve a casarte, nuestros hijos merecen una madre, y tú mereces a una esposa. Una esposa amable, que huela a flores y comprenda el amor que vas a sentir por mi cada vez que veas a nuestros hijos.

Y no, que no sea una Frey.


El Rey sonrió ante lo último. E incluso en sus últimas palabras le daba las órdenes, y él como un buen esposo las obedeció. Se casó con una amable, comprensible, esposa, y además olía a flores. El paquete completo. Aunque no lo había decidido por amor, sino por una alianza para retener a Stannis, y de mantener una buena convivencia entre el sur y el norte.

Los Martell lucharon en aquella batalla al momento que la madre de dragones viajaba a desembarco del Rey con el apoyo de la casa de la víbora roja. La bella madre de dragones se coronó como la reina de los seis reinos a los meses después de la muerte de Gyda. Una reina esperada por los habitantes de Desembarco del Rey, una reina benevolente.

A Gyda le hubiera encantado ver a los dragones. Era el pensamiento recurrente de Robb al pensar en la madre de Dragones.


No leas esta carta tan seguido, te hará mal para la cabeza.


Y no, en aquello no obedeció.







Los siguientes días fueron una locura en Invernalia, la noticia de los reyes se expandió con rapidez por el reino del norte.  Incluso hasta los lugares más lejanos. Lagertha llegó a Invernalia con su nuevo esposo para estar presente al
Momento de la llegada de la madre de dragones. Pero no llegaron solo, Ivar el nuevo señor de Kattegat llegaba al lado de Sansa, su esposa.

Del sur llegaban Sigurd, y Hvitserk ambos casados con mujeres Frey. Los Ragnarsson vivos volvían a reunirse.

—¿Quienes serán los que acompañen a los reyes? —preguntó Ragnar en el consejo matutino del Rey del norte.

—Desconozco esa información —contestó Robb encogiéndose de hombros. El rey intuía la llegada de Eira, la única del grupo de Kattegat que reside en Desembarco del Rey, luego de la muerte de Ubbe. A los años le llegó la carta del casamiento entre Tyrion, y Eira.

—Prepararé a los chicos para la llegada de los reyes, especialmente a Magni —indicó Ragnar, el cual vivía en Invernalia desde la muerte de Gyda.

Aunque fuese extraño, Ragnar decidió quedarse en Invernalia luego de la muerte de su hija. Robb intuía que Ragnar necesitaba a sus nietos para sobrevivir de la pena de la ausencia de su única hija. Ragnar y Aslaug eran excelentes abuelos desde el primer momento. Robb no confiaba en nadie más para el cuidado de sus hijos que en ellos.

—Con que ese día no escape, me daré por satisfecho  —musito Robb observando a Ragnar.

—No lo logré nunca con Gyda. –Robb sonrió ante el nombre de su primera esposa.

El nombre recurrente que salía en las conversaciones entre Ragnar y el. En realidad era el único tema que se daba entre ellos. Era una forma de honrarla, en sus historias de rebeldía en Kattegat. Y eran las mismas historias que se repetían en Magni.

—Rey del norte. —La voz de un hombre conocido por Robb se presentó en el salón principal con autoridad. —Magni ha salido a cabalgar con Lagertha. —El Rey observó el ceño fruncido de Ragnar al escuchar la voz del hombre, el segundo esposo de Lagertha.

—Gracias. —Fue lo único que contestó el Rey. A pesar de los diez años que han pasado, aun no le era agradable la presencia de Jaime Lannister.

—Me gustaría hablar con usted. —Y un suspiro salió de la boca del rey con rapidez. Los nobles salieron de la habitación para dejarlos en soledad con el segundo esposo de la condesa Hedeby. Aún le era extraño verlo al lado de la madre de Gyda. —Es sobre la carta de Gyda.

—¿Qué sucede? —preguntó con hostilidad en su voz. Robb levanto sus ojos para posarlos en el rostro cansado de Jaime Lannister. No le agradaba que su esposa le haya escrito al matarreyes, ni a Jon, ni a su guardia personal.

—¿Existe algún motivo especial para que me enviaras aquella carta hace un mes atrás, después de diez malditos años?

—No, ninguno. —Robb se encogió de hombros con indiferencia. —Simplemente no deseaba que tuvieras algo de Gyda.

—Tengo a su madre —respondió con rapidez al matarreyes, aunque se arrepintió a los segundos. El amor que sentía por Lagertha era verdadero, distinto pero sincero. Ambos se refugiaron en el dolor de perder a Gyda, y en sus pérdidas se encontraron—. No, lo siento. No es así —Se disculpó Jaime, aún le era difícil ser amable con el Rey del norte. Su Rey, desde que se casó con Lagertha. —¿La leiste?

—No. Quise... pero...

—Ella me agradeció de mi presencia en su vida. Aunque le trajo problemas, le sirvió para confirmar el amor que sentía por ti. —Robb sonrió como respuesta. —Y en qué otra vida quizás hubiéramos tenido alguna posibilidad. —Y la sonrisa de él desapareció, para aparecer en el rostro de Jaime. —Gyda era un alma libre, pero su corazón solo lo tienes tú. Eres un hombre afortunado.

—Lo soy —coincidió Robb. —Al igual que tu, Lagertha es una gran mujer y se... se ve feliz contigo.

—Somos felices —añadió Jaime. —Aun en la tristeza de perder a sus hijos, hemos logrado alcanzar la felicidad.

—Me alegro, ella se lo merece.

—Lo sé. —Jaime realizó una extraña mueca de amabilidad para el Rey, pero por la incomodidad giró su cuerpo para salir del salón.

—¿La amaste? —preguntó Robb antes que Jaime saliera del lugar. El matarreyes negó con su cabeza.

—Amo a Lagertha, quizás de la misma forma que amaste a Gyda. Y no logro comprender como sigues de pie.

—Creeme que no tengo la respuesta para aquello.






Por favor no leas la carta que le he escrito a Jon. Es algo entre él y yo, no le quites eso.


Robb Stark sostenía nuevamente la carta de su amada, pero esta vez estaba al frente del monumento de su esposa en las criptas de Invernalia. Observaba cada detalle de esa estatua, era lo único visible de la imagen de Gyga Ragnarsson.

Viento gris lo acompañaba acostado a los pies de la imagen de su esposa. Algunas veces el viejo lobo huargo se acostaba todo el día en las criptas, al lado de la madre de Magnus y Magni.

Robb continuó observando la cripta de su esposa hasta que unos pasos provocaron que Viento gris levantara la cabeza, a pesar de sus años no perdía su audición. Robb Stark giró su cabeza para observar quien se acercaba, y la silueta de Jon Snow se proyectaba entre las sombras.

—Jon —susurró Robb Stark al momento que una gran sonrisa apareció por su rostro. 

—Hermano. —Lo saludo el Rey de los seis reinos llegando a su lado para abrazarlo fuertemente.

—Los vigías no anunciaron su llegada —indicó Robb confuso.

—Hemos llegado en los dragones, la tropa está a dos días de diferencia —musito al momento que giraba su rostro para observar la imagen de Gyda. —Al parecer el escultor la conocía a la perfección, fue capaz de transmitir el salvajismo de ella.

—El escultor era de Kattegat. 

—Magni es muy similar a Gyda —añadió Jon sin apartar sus ojos del monumento de la Reina del norte—. Tiene su mirada, y aquella sonrisa salvaje al momento que tiene una espada en sus manos.

—Aveces pienso que el alma de Gyda se traspasó a Magni. 

—Ella daría todo por sus hijos, e incluso su alma. —musito Jon Snow apartando la mirada de la estatua para conectarlo en su hermano mayor. Aquellos ojos lucían aún más tristes que antes.

Robb Stark se percataba que aun después de diez años su hermano aun sentir amor por su Gyda, aunque desconocía la intensidad de aquel sentimiento, aún existía el rastros de ese sentimiento. El Rey se percató que sería la oportunidad para preguntarle a Jon de aquella carta. Necesitaba aquello, necesitaba asegurarse que el amor de Gyda era para él, solo para él. Y quizás aquello le daría la fuerza de resistir diez años más.

—Vamos, Daenerys y Margaery nos deben estar esperando.







A los dos días la tropa de los reyes de los seis reinos llegó al mando de Eira, y Tyrion. Ambos se presentaron con una gran sonrisa, especialmente Eira al observar el crecimiento de Magnus y Magni.

El banquete se realizó a los minutos de la llegada de las tropas. Sureños y norteños compartían con euforia, y fraternidad. Margaery compartía con Daenerys, y Sansa.

—¿Qué sucede? —le preguntó Jon Snow acercándose en la esquina del salón donde su hermano observaba el fuego. Robb dudó por unos segundos, pero la idea de preguntar sobre la carta rondaba en su cabeza.

—He estado leyendo nuevamente la carta de Gyda, y en la última parte me solicitaba que no leyera la carta que te escribió...

—¿Quieres saber lo que dice aquella carta? —Jon fue directo en aquella pregunta, y Robb fue igualmente sincero asintiendo con su cabeza—. Gyda escribió al final que no te contará lo que ella redactó en esa carta, aunque me rogaras. —Jon imagino que Robb se exaltaria por esas palabras, pero tan solo una risa salió de su boca—. Solo diré que tuvimos suerte de conocerla. Y que el amor que sintió por mí no es comparable con el sentimiento que tuvo contigo...

—Aun no comprendo la relación entre Lagertha y Jaime —escupió Ivar al lado del Rey del norte y Jon Snow interrumpiendo su conversación.

—El amor es extraño. —La risa de Ivar inundó el salón principal ante las palabras de Jon Snow.

—El sur te ha transformado en un sentimentalista —expresó Ivar sin detener su risa, contagiando a Robb Stark.

—No es el sur, es Daenerys —explicó Jon igualmente contagiándose por la risa de Ivar.

—Lo siento por sus pérdidas. —Ivar cambió la expresión de su rostro al escuchar el nombre de la Reina—, pero tengo cinco de ellos, podría pasarte uno. —Jon Snow dirigió su mirada a unos pequeños pelirrojos que estaban corriendo alrededor del salón. Cuatros niños, y una niña.  —O quizás podrías pedirle a Talisa que cuide de la Reina, quizás con Eira podrían ayudar mejor.

—No hay nada de lo que ellas puedan ayudar —musito Jon Snow suspirando buscando con su mirada a su esposa. La cual perdía el brillo de sus ojos, por las muertes de sus hijos nonatos.

—Quizás al norte haya alguna respuesta para una ayuda "no tradiciona". —Ivar se percató con rapidez que el problema de Daenerys no era normal.

—Quizás... —susurro Jon.

Las esposas de los tres hombres se acercaron con una sonrisa y con una copa de hidromiel en sus manos. Las tres bellas mujeres, cada una distinta la otra, se posicionaron al lado de sus hombres para incorporarse a las conversaciones de ellos.

—¿De qué hablan? —pregunto Margaery al instante que Robb Stark pasaba su brazo alrededor de su cintura.

—De visitar la guardia de la noche —indicó Jon Snow girando su rostro hacia su esposa para susurrarle algo en su oído. Algo que iluminó en el rostro apagado de Daenerys Targaryen.  

—No es un viaje atractivo para mi —aclaro Margary frunciendo su ceño al imaginarse al estar en un lugar más frío que Invernalia.

Las risas no tardaron en llegar al ver el rostro de la Reina del Norte. Porque a pesar de vivir hace diez años en Invernalia, y parir dos mujeres norteñas no lograba acostumbrarse al frío.

—Arya ha enviado una carta, llegará en unos meses —expresó Sansa Stark a sus hermanos para convertir a la Aprendiz de Gyda Ragnarsson en el centro de la conversación.

El banquete transcurrió con alegría, y euforia. Los norteños y los sureños lograron reconciliar sus rencillas, gracias al gobierno de Daenerys Targaryen y Robb Stark.

Robb Stark vivió muchos años, siendo amado por sus súbditos, esposas, hijos y nietos.

Los Stark gobernaron miles de años con el linaje de los Ragnarsson en su sangre.

El rey del norte falleció en su vejez, en la cama que amó a sus dos mujeres mientras dormía, rodeado de su círculo más cercano.

Al momento que Robb Stark cerró sus ojos, la imagen de su primera esposa se hizo presente.  Gyda Ragnarsson se veía reluciente, con su cabello largo y rubio cayendo por sus hombros. Su primera esposa vestía su vestido blanco de matrimonio y estaba acompañada de viento a gris.

—Perdón, he tardado más de lo que esperaba —susurro Robb al momento que caían unas lágrimas de sus ojos al ver la imagen de su esposa después de tantos años.

—Has llegado en el momento preciso —indicó Gyda acercando lentamente sus labios a la boca de esposo—. Lo has hecho bien —aclaro Gyda alejándose a centímetros de la boca de Robb. —Vamos, hay gente esperándonos

La primera esposa de Robb Stark lo acompañó por el umbral de la muerte para guiarlo donde sus familiares los esperaban.

Los Reyes del norte volvieron a estar juntos nuevamente, pero esta vez por la eternidad.





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💕Gracias a todos los que han llegado al final de esta historia, pero detente un momento, aun queda algunos capítulos, pero serán un final alternativo.

Aun queda de nuestra amada Reina Gyda Ragnarsson.

















El norte recuerda.

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