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𝟎𝟗. Pretty isn't pretty.



¡No seas lector fantasma y deja un voto/comentario! Siempre agradeceré un montón por esos detalles <3

Lo bonito no es bonito.
Chapter nine. ଓ The Lightning Thief.





Los pasos de los semidioses y el sátiro pararon un poco al llegar al santuario dedicado a Atenea. Miraron a sus al rededores asombrados por la belleza de aquel lugar; nunca habían visto algo tan lindo –o por lo menos eso pensaba Megara–.

Bajaron las escaleras por las que fueron por Annabeth y consiguieron una gran cantidad de niños mirando a diferentes lugares con atención.

— Así es como le demuestras tu amor a Atenea. — explicó Annabeth, abriendo paso entre las personas. — Un monumento al poder de la perfección.

— Es un monumento para otras cosas también. — agregó Grover con una mueca.

Percy y Megara se encontraban tras los anteriores, mirando cada lugar del santuario con atención.

— Tú hablas sobre lo que algunos humanos quieren que sea este lugar. Yo hablo de lo que en realidad es. — discutió Annabeth.

— Como sea. — respondió Grover desinteresado.

La hija de Ares y el hijo de Poseidón compartieron una mirada incómoda por la conversación de sus amigos, para luego compartir una sonrisa reconfortante.

— ¿Estamos a salvo aquí? — preguntó con determinación el sátiro.

— Los monstruos no pueden entrar. Ni siquiera Equidna.

— ¿Estás completamente segura? — volvió a preguntar con duda Megara.

Sabía que debía confiar en la palabra de su amiga, pero necesitaba que Annabeth estuviera totalmente segura de sus palabras; ninguno de los cuatro estaba para perder más tiempo, mucho menos algún otro peligro –por el momento–.

— Lo estoy. Tranquilos. Estamos a salvo.

— Genial.Bueno, como nuestro tren explotó, veré si puedo conseguir boletos para otro. No podemos quedarnos aquí por siempre. — mantuvo silencio el moreno. — Que seamos presas no significa que seamos incapaces. — dio media vuelta y tomó otra dirección.

Percy se acercó a las dos chicas. — No le gusta que la gente se meta con los animales.

— Sí. Lo sé. No debí hablarle mal, pero...

— Estará bien, Beth. — reconfortó Megara.

— No... debería de ir a decirle algo, o al menos a buscarlo. — la morena dio media vuelta y fue en dirección a Grover.

Megara y Percy quedaron en un silencio, que al principio llegó a ser incómodo pero poco a poco aquel sentimiento se evaporó.

Redferne lo miro con detalle y notó como cada minuto su piel se veía más pálida. Debían tomar precaución con aquel tema antes de que empeorara, sin embargo, no tenía idea de cómo podía ayudarlo.

— Entonces, este es el hogar de Atenea. Sería increíble que estuviera aquí, ¿no crees? — intentó sacar conversación el rubio.

— Sería increíble, la verdad. Nunca ha sido de mis diosas favoritas, pero no podría doler conocer a algún dios, ¿no crees? — intentó sacar conversación de vuelta.

— ¿Nunca pensaste en que tu padre tenga alguno así? — preguntó.

— No lo creo. Tal vez solo tenga una gran casa con sus mayores logros. Tiene toda la pinta de ser un egocéntrico. — intentó bromear.

Percy soltó una risa nasal y la miró como ella hacía instantes atrás. — Creo que somos muy afortunados de conseguir este lugar. — confesó.

— Seguro. Si no estarías en una esquina pidiéndome que te salve antes de que Equidna te haga polvo. — bromeó Megara.

— ¡Ey! Solo he sido un semidiós desde hace... menos de una semana. Deberías darme un descanso. — se quejó con una sonrisa en la cara que no podría borrar nadie.

Megara rió hasta el punto de cerrar los ojos. — Lo pensaré. — sonrió. — ¿Sabes? Este lugar es de Atenea, pero un templo es un templo. Podrías intentar hablar con tu padre mientras estamos acá.

Sin poder evitarlo, la sonrisa de Percy se esfumó por completo. — No, gracias.

Megara frunció el ceño. — No creo que podría ir tan mal. Vamos, pensé que querías saber de él.

— Megara, creo que eres la última persona que puede decirme algo así. No quiero. — soltó sin arrepentimientos.

Percy no solía decir las cosas sin pensar... o al menos no siempre, por lo que hasta el mismo se sorprendió en el momento en el que soltó aquellas palabras con tanta brutalidad y crueldad.

Megara se mantuvo estática por unos segundos; rodó los ojos, pero a diferencia de las anteriores veces, ya no había ni una pizca de diversión en ello. La castaña dio media vuelta y comenzó su camino a Grover y Annabeth.

— ¡Meg...!

Las palabras del rubio se cortaron por completo al sentir su cuerpo desmayarse, haciendo que cayera de inmediato al piso.

— ¿Percy? — preguntó con miedo Megara.

— ¡Ey! ¿qué pasó?

Annabeth, Grover y Megara corrieron hacia el rubio. El sátiro se encargó de tomar sus brazos intentando subirlo más mientras que Percy confesaba creer que los aguijones eran venenosos, a lo que Annabeth llegó con una nueva idea.

𖥸

En alguna otra ocasión, –tal vez minutos antes– Megara se habría sentido mal por la idea de Annabeth; pero luego de aquellas palabras que el rubio le lanzó, no podía sentirse más feliz.

Annabeth los llevó hasta una pequeña fuente que se encontraba en el templo y mandó a Percy a sentarse en el agua. Su plan era mojarlo hasta hacer que se curara como hizo en el campamento.

Megara sin pensarlo más se adentró a la fuente y empezó a mojar al hijo de Poseidón con fuerza.

— ¡Ah! — se quejó el rubio.

— Aguántate, Jackson. — ordenó la castaña.

— Megara, lo lamen...

Las palabras del rubio fueron interrumpidas de nuevo en el momento que Megara empezó a lanzar mucha más agua sin piedad alguna.

— Debemos curarte, ¿no? — habló con seriedad.

Annabeth y Grover se acercaron con algo de incomodidad –mirándose entre ellos– y se acercaron a ayudar a Megara, aunque ambos sabían que la chica no necesitaba ningún tipo de ayuda.

— El agua lo curó en el campamento, debería de funcionar con el veneno también, ¿no?

— ¿Sabes? Creo que está funcionando. Sobre todo con la cantidad de agua que ya me lanzó Megara. — soltó Percy. — Fue una buena idea.

Hizo un intento de pararse, pero fracasó segundos después.

— Deberíamos lanzarlo al mar... no le pasará nada. — Megara tranquilizó a Annabeth y Grover cuando le mandaron miradas alarmadas por su idea. — O..

Las palabras de Megara se cortaron al escuchar un carro chocar frente a ellos. Solo podía ser una cosa.

— Bien. Hay que volver adentro. — dijo Annabeth.

— No, hay que seguir intentándolo. — peleó Grover.

— No está funcionando. Y ella se acerca.

Los cuatro se voltearon a la entrada del templo, viendo cómo Equidna caminaba hacia ellos como si de una modelo se tratara.

— Llevaremos a Percy adentro y lo llevaremos al altar del templo.

— ¿Altar? ¿Dónde hay un altar?

— El punto más alto, la mejor vista. — explicó Annabeth.

— Bueno, pero ¿en qué nos ayudará eso?

— Va a pedirle ayuda a su madre. — Redferne terminó por Annabeth, mirándola con una pequeña sonrisa reconfortante.

— Pensé que no pedíamos ayuda. — soltó Percy desde el piso.

Annabeth ignoró sus palabras –lo que hizo sonreír más a Megara– y empezaron su camino hacia el altar.

La hija de Ares, Poseidón y el sátiro se dirigieron a la escaleras mientras que Annabeth quedó un poco más atrás.

— Chicos, ¿oyeron eso?

— ¿Oír qué?

— Nada. Olvídenlo.

𖥸

Sus pasos se volvían cada vez más rápido al caminar por el templo. Cada vez sentían los pasos de Equidna más cerca, lo que hacía que se pusieran aún más nerviosos.

Los cuatro tomaron asiento y empezaron las preguntas sin parar.

— ¿Qué fue aquello? ¿Qué oíste? — preguntó Percy desesperado con las respiracion entrecortada. — Te habló. Alecto hizo lo mismo conmigo en el museo en Nueva York. ¿Qué dijo?

Aunque Megara muriera de ganas por saber qué había dicho, también notaba cómo Annabeth no estaba pasando por el mejor momento.

— ¡Deja de atosigarla con tus preguntas! Ya te escuchó las primera vez. — soltó Megara con aún más desesperación que antes.

Percy se mantuvo callado mientras la miraba con miedo. — Lo lamento.

Antes de que pudieran volver a hablar; todos dirigieron su mirada al frente, consiguiendo a Equidna y una gran sombra tras ella.

Una Quimera.

¿Esa era la Quimera? Creo... creo que era la Quimera. — nombró Grover sin poder creerlo. — ¿Cómo logró entrar aquí? ¿Cómo pudo entrar un monstruo aquí?

— ¿Beth? — no pudo evitar preguntar al ver la cara de la morena.

— Estamos en un santuario. Atenea debió permitirle ingresar pero ¿por qué lo haría?

— ¡Annabeth! — exclamó en alto Percy.

— ¡Cállense! — gritó Megara estresada. — Ya los escuchó, dejen que responda cuando quiera. — defendió, rodando los ojos.

Los dos chicos se mantuvieron callados como dijo Megara, esperando a que Annabeth estuviera lista para hablar.

— Dijo que mi impertinencia lastimó el orgullo de mi madre. Y que eso será mi condena. — explicó.

— ¿Impertinencia? Qué tipo de...

— ¿La cabeza de Medusa? — Megara frunció el ceño.

— Avergoncé a mi madre.

— Pero fuimos Megara y yo quienes enviaron la cabeza al Olimpo. Yo firme la nota.

— Pero ella estaba con nosotros... — lamentó Megara con una mueca.

— La avergoncé. Ahora está enojada.

— Chicos, ¿qué vamos a hacer? — preguntó Grover intentando calmar el ambiente.

— Ella no nos ayudará a salvar a Percy.

— No, quise decir, ¿qué haremos con Equidna y Quimera? Deben estar tras nosotros. — habló Grover con desesperación.

Salieron de lo que parecía un pequeño elevador –según Megara– y comenzar a seguir a Annabeth de nuevo, quien sabía de aquel lugar a la perfección.

— No tendremos mucho tiempo. Llegaran aquí arriba en cualquier momento. Y si mi madre no va a protegernos, tendremos que luchar aquí arriba.

Todos se pusieron en marcha a desaparecer a las personas de aquel lugar al verlos. Empezaron a crear un nuevo plan contra Quimera y Equidna, pero Megara paró a Annabeth al escucharla decir que se separarán y siguieran ellos la misión.

— ¡No! No te dejaré hacerlo. Ya tuviste muchos problemas con tu mamá por mi culpa como para crear más. Yo me quedaré y ustedes seguirán. A fin de cuentas, fui yo quien tuvo la idea de enviar la cabeza.

— Ara... — intentó pelear.

— ¡Vayan!

Justo cuando Megara estaba por cerrar la gran puerta de las escaleras, Percy la detuvo.

— Espera. — sacó el bolígrafo de su bolsillo y se lo ofreció ya siendo una espada. — Toma esto.

— No, Jackson. No lo necesito. — rechazó.

— No terminare ninguna misión si no tomas la espada. — amenazó.

— Bien.

Megara rodó los ojos e intentó tomar la espada. Claro que lo hubiera logrado; si tan solo el rubio no le hubiera tendido una gran trampa.

— ¡Jackson!











𖥸 Orita's note.

¿Este capítulo? demasiado para mi. Uno de mis favoritos aunque Megara este currently hating percy!! Denle tiempo que luego se vuelve a amar de nuevo.

MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LAS 10k VISTAS!!! No me lo puedo creer para nada, me alegra que les esté gustando tanto como a mi <33 55 votos para el siguiente capítulo!

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