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𝟎𝟖. I knew you were trouble.






Sabía que eras un problema.
Chapter eight. ଓ The Lightning Thief.



Megara, Grover, Annabeth y Percy fueron llevados en silencio a los puestos en los que se encontraban minutos antes de que los culparan por el desastre de su cabina.

Para Megara era increíble. Entendía totalmente el por qué culparlos puesto a que es su cabina, pero qué ganarían ellos con todo ese desastre. De todos modos, no podían culparlos sin tener pruebas.

— Entonces, ¿estamos pasando el rato hasta descubrir que ese hombre es como un hombre lobo o algo? — habló primero Percy e inmediatamente todos miraron al policía, quien ya los estaba mirando raro.

El tren llegará a la estación St. Louis Gateway en diez minutos.

— Bueno, si te pudiste deshacer del minotauro, un hombre lobo no debería ser tan difícil. — recordó Megara dejando algunas palmadas en su hombro.

— No creo que sea un monstruo. — confesó Annabeth.

— Es difícil saber.

Percy y Megara miraban directamente al policía, ya que lo tenían frente a ellos. Parecían dos abuelas intentando matar con la mirada a la otra abuela que se metió con lo suyo.

— Si no es un monstruo, ¿qué pasa aquí? ¿por qué alguien destrozaría nuestra cabina?

— Quizá buscaban algo.

— ¿Cómo qué? ¿Los bocadillos? — bromeó Megara, aunque en parte hablaba realmente en serio.

— No tenemos nada. — completó el rubio.

— Aquellos que piensan que robaste el rayo maestro quizá no estén de acuerdo.

— Es verdad. — concordó con Annabeth.

— Bueno, no van a encontrar algo que no tenemos.

— Lo que sea. Debemos dejarles claro que no fuimos nosotros o escapar. No hay tiempo para responder preguntas. — ordenó Megara.

Antes de que alguien pudiera comentar algo más, una mano tocó el hombro de Annabeth. De inmediato dirigieron sus miradas a la señora, quien había estado hablando con el policía sobre lo que había "escuchado".

Desde ese instante, la mayor le dio unas muy malas vibras a Megara. No la conocía y tal vez estaba totalmente equivocada, pero gracias a Cassius había aprendido que más valía prevenir que lamentar.

— ¿Les molesta si me siento? — nadie respondió, así que siguió hablando. — Pobrecitos.

Megara frunció el ceño y la miró con una mueca de desagrado. ¿Qué intentaba?

La señora hizo que Megara se pegara por completo contra la ventana y que Percy se acercará más de lo normal a la hija de Ares, para que ella pudiera entrar cómodamente.

— Sus padres no están aquí, ¿cierto? — un ruido vino del bolso en la mesa de al lado. — ¿No es verdad, preciosa? ¿No se asustan los niños cuando están solos? — habló con el bolso, haciendo que los semidioses y el sátiro la miraran aún más raro. — Está bien. Soy madre. Sé que deben estar asustados.

— ¿Por qué lo estaríamos? No hicimos nada. — justificó Megara antes de que la mujer siguiera hablando.

La mayor solo la miró con una pequeña mueca de desagrado y se volteó al policía que tenía atrás, pidiéndole algo de privacidad.

— Quiero que sepan que en realidad no creo que ustedes hayan hecho ese lío allá atrás. — siguió hablando con una sonrisa que asustaría a cualquiera. — Solo quería un momento a sola con ustedes. Hay algunas cosas que necesito que entiendan...

— Tienes algo en la chaqueta. — interrumpió Grover.

Redferne lo miro con confusión y luego miro al lugar mencionado. Era vidrio.

— Parece... parece vidrio. Nadie rompió la ventana desde adentro de la cabina. Alguien la rompió desde afuera.

La mujer fue borrando la sonrisa mientras escuchaba a Grover. Estuvo por hablar, hasta que escucho de nuevo un sonido viniendo de su bolso, pero esta vez más fuerte.

— Sí, cariño. Lo sé, lo sé. — volvió a hablarle, ahora más cerca que la anterior. Se puso de pie y miró a los chicos de nuevo. — Esta no es su culpa. Pero, lamentablemente, hoy tendrán que cargar con los errores de sus padres.

— Escuche, señora, no sé quién es, pero creo saber qué es. — empezó Percy con seguridad. — Nos hemos cruzado con algunos monstruos como usted y los mandamos a volar.

Megara lo miró con una pequeña sonrisa como si estuviera orgullosa de sus palabras, pero se borró rápido al volver a ver a la mujer.

— ¿Monstruos como yo? — se ofendió. — Bueno... por supuesto que son como yo. Eran mis hijos.

— ¿Qué? ¿A qué se refiere?

— Equidna.

El bolso de Equidna empezó a moverse fuerte y rápidamente de un lado al otro sin parar, ganando cariños de quien parecía su madre.

— Monstruo. Es una palabra peculiar, teniendo en cuenta que mi abuela es tu bisabuela y que esta siempre ha sido una historia familiar. Pero, como yo lo veo, el semidiós es la criatura más peligrosa. Disruptiva. Violenta. Si existo por algún motivo, es para interponerme en el camino de los monstruos... como ustedes.

En aquel momento se podía más que notar las muecas de miedo que habían en las caras de Percy y Grover. No había mucho que pudieran hacer dentro de un tren con la mamá de los monstruos y lo que probablemente era un monstruo dentro del bolso.

— Mi pequeñita aquí. Es solo una cachorra ahora, bendita seas. — dejó de mirar al bolso y volteó. — Hoy, ustedes serán su presa. ¿Ya sienten miedo? Están bien. Es lógico tener miedo. También es esencial para la caza. Su miedo. Su incertidumbre. Su duda. Su confusión. Necesitaba que entendieran lo que estaba sucediendo...

— No es por sonar grosera. Pero tenemos muchas cosas por hacerse. ¿Podría tan solo hacer lo que sea que la hizo venir hasta acá? — espetó Megara con gran estrés, ya que estaba completamente irritada de la voz de la mujer.

— Si así lo quieres. — se acercó a la bolsa y empezó a abrir la cremallera.

Inconscientemente, Percy le dio toda su espalda a Megara para poder protegerla de lo que fuera que estuviera dentro del bolso. Cosa que molestó a Megara ya que ahora no podía ver que sucedía.

— Deberían correr.

Sin saber qué pasaba, sintió cómo Percy estrellaba contra el pecho de Megara a causa del golpe que recibió. Annabeth se paró de su puesto y clavó su cuchillo en la criatura que logró ver Megara.

— ¡Percy! — llamó Redferne al ver que el rubio no se movía.

Percy empezó a correr siendo seguida por Megara, Grover y por último Annabeth. Los policías no tardaron mucho en comenzar al correr por el mismo camino que los semidioses y el sátiro.

El hijo de Poseidón se encargaba de abrir todas la puertas que estaban frente a él y buscando estar lo más lejos posible de Equidna.

Megara vio cómo Percy se volteaba hacia ella mientras paraba y su respiración se volvía cada vez mas desesperada.

— ¡Percy, espera! — mandó Megara, deteniéndolo antes de que siguiera corriendo.

¡Abran la puerta!

— ¡Regresen y abran la puerta!

La mano de la castaña se acercó al pecho de Percy, donde tenía un aguijón clavado. Mirándolo con mucha atención, Percy habló. — ¿Qué es eso?

— Es un aguijón. Grover, ¿sabes qué monstruo tiene uno de estos? — preguntó Megara con preocupación.

— No lo sé. — los nervios llegaron al sátiro. — Quiero decir, ninguno bueno, seguramente.

— ¿Te sientes bien? — preguntó Annabeth.

— Eso creo. ¿Por qué? — respondió con la mano presionada en el hombro como le mandó Megara. — ¿Crees que sea venenoso?

Percy miró entre Grover y Megara. Siendo la chica quien respondió primera. — Probablemente. — resopló con preocupación.

¡Abran la puerta ahora mismo!

— ¡Vamos!

— ¡Oigan!

Los gritos y sonidos acabaron de un momento a otro; llegaron fallos de luces, lo que ganó la mirada de los cuatro hacia donde provenía un nuevo ruido que cada vez se hacía más fuerte.

— Tenemos que irnos.

Su camino siguió de largo, no sin antes de que Megara esperara que Percy se adelantara para vigilar que no se quedara atrás por su herida.

Lograron salir del tren sin cruzarse con los policías o aquel monstruo que los perseguía, pero con las respiraciones altamente agitadas.

— ¿Por qué dejó de perseguirnos?

— Equidna dijo que lo que sea que se escondía en ese bolso, es joven. — explicó Annabeth. — No se alejará mucho de su madre. Está aprendiendo a cazar...

— Y nosotros estamos siendo parte de su linda cacería justo ahora. — terminó Megara rodando los ojos.

𖥸

— No podremos dejarlos atrás por mucho tiempo. — avisó Grover caminando rápidamente.

Los semidioses y el sátiro comenzaron su camino lejos del tren e intentando no conseguirse con el monstruo.

— No es necesario. Solo necesitamos un lugar seguro en el cual esperar.

— Pregunta importante. ¿A donde se supone que vamos? Nadie conoce esto, ¿o si?

— Yo sí. — respondió sin demasiada seguridad Annabeth. — Un santuario, dedicado a Atenea, construido hace tiempo por uno de sus semidioses.

— ¿Hay un templo de Atenea oculto en algún lugar en el centro de St. Louis? — preguntó sin creerlo el sátiro.

— Sí. Excepto que no tan oculto.

Grover y Annabeth siguieron caminando mientras que Megara bajo la velocidad e inmediatamente Percy la siguió.

— Lamento que por mi culpa hayan terminado las cosas mal. — soltó Megara lo que tenía en su cabeza desde hace un rato.

— Está bien. Hiciste lo que todos teníamos en la cabeza desde que nos mandaron a sentarnos.

— ¿Estás bien? — preguntó con preocupación visible.

— Gracioso como pasaste de querer matarme a preocuparte por mi tan rápido. — bromeó Percy pero se quejó al sentir como Megara lo empujaba por donde el aguijón fue clavado.

— Habló en serio, Jackson.

— Volvimos al Jackson. — asintió.

— ¿Estás bien? No vuelvo a preguntarlo. — la paciencia de Megara estaba por acabarse.

— Lo estoy... eso creo. Gracias por preocuparte.

Megara se encogió en hombros. — Es lo que sea. Solo... avísame si el dolor empeora.

— Lo haré. — confirmó, regalándole una sonrisa de lado.

— Gracias, Jackson.

— Gracias a ti, Redferne.











𖥸 Orita's note.

Holaa <3 como una disculpa por tardar en actualizar, aquí hay un nuevo capítulo! Espero les guste.

55 votos para publicar el próximo capítulo. No olviden comentar lo que piensen de la historia; me encanta leerlos!

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