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16. me rompiste el corazón

La primera vez después de su disparo que Agatha abrió los ojos, fue cuando la subieron a un avión. Ella estaba apenas semiconsciente en ese momento, y los párpados se le sentían tan pesados como el resto del cuerpo, pero hizo un esfuerzo por no quedarse dormida sin importar cuánto lo quisiera.

Estaba recostada en el asiento metálico de un avión que parecía de carga, con una chaqueta de piel como almohada. Miró a su alrededor como pudo, y encontró a Calipso en el asiento frente a ella, al otro lado del avión, ella no la estaba mirando sino que observaba la cabina frontal, pero eventualmente la notó despierta cuando se giró para mirar la compuerta trasera.

— ¿Qué pasó? —preguntó Agatha, como pudo, sintiendo la garganta rasposa y la voz desagradablemente gangosa. Tenía la mente algo revuelta y las punzadas de dolor que sentía por todo el cuerpo no le permitían pensar correctamente, ni rebobinar lo último que había pasado.

Calipso dudó un segundo, dando una mirada a su alrededor antes de responder.

—Te dispararon.

Agatha recordó la bala atravesando su cuerpo, el sonido bajo acompañado de un pequeño silbido. Recordó el dolor. Recordó la forma en que se le oscureció la visión y la manera en que su cabeza se golpeó en la calle.

Miró de reojo y vio su blusa, que se encontraba tintada de rojo al igual que la venda que la envolvía, con una gran mancha de forma abstracta, y también tenía un pequeño agujero. Al menos la bala no se había quedado en su interior, Agatha lo agradecía profundamente.

— ¿Dónde está Kraven? —preguntó Agatha, tan rápido como pudo sin que se le enredara la lengua.

Calipso sonrió, y casi parecía burlona. A Agatha le daba igual lo que ella pensara, sobre todo si seguramente se equivocaba, pero con la mente tan dispersa, no pudo evitar pensar en ello. No pudo evitar preguntarse si simplemente le divertía que le hubieran disparado a Agatha después de que la atacara, si le divertía que quisiera saber dónde estaba Kraven a pesar de su renuencia a ayudarle inicialmente, o si le divertía que lo llamara Kraven.

Solo cuando se preguntó eso, se dio cuenta de que lo había llamado Kraven en voz alta. Ella había decidido que ya no haría eso, que se recordaría una y otra vez que él era igual a su padre al llamarlo Kravinoff. Y aún así, había recaído en los viejos hábitos.

—Dijo que estaba arreglando algo con nuestro piloto, que volvería en un minuto.

Agatha suspiró.

— ¿Y su hermano? ¿Pudo volver con él?

Calipso la miró como si creyera que era una idiota, pero Agatha se escudaría en la posibilidad de una contusión y solo siguió mirándola fijamente para obtener una respuesta.

—Claro que no. Te dispararon y él te sacó de ahí. Cuando regresó, el departamento estaba vacío, Dimitri ya no estaba.

Agatha suspiró, pero se sujetó con fuerza al lugar donde estaba acostada cuando sintió que se mareaba. Su vista se estaba llenando nuevamente de puntos oscuros y la fuerza que ella tenía para mantener los ojos abiertos se estaba ahogando rápido.

—Dile que es un idiota —respondió Agatha, pero su voz fue apenas un balbuceo.

Los ojos se le cerraron y la oscuridad la reclamó de nuevo.

Cuando Agatha volvió a despertar, sintió las extremidades más cooperativas y en general estaba más consciente que la vez anterior. En cuestión de segundos se dio cuenta de que no estaba en el avión, sino que Kraven la sujetaba en brazos, cargándola contra su pecho y caminaba. Estaba cubierta por la misma chaqueta sobre la que había estado en el avión, la de él.

Ella parpadeó e hizo un esfuerzo por moverse, apretando la mano alrededor de la tela de la camiseta de él.

Kraven detuvo su paso y la miró. Calipso adelante siguió caminando, sin percatarse del retraso de él.

El brillo del sol golpeó los ojos de Agatha y tuvo que entrecerrarlos para poder mirar a Kraven.

Molniya —dijo él, en voz baja.

Agatha sonrió.

—Estoy viva.

—No iba a dejarte morir —replicó él, reanudando su caminata—. Escaparte mientras duermo después de tener sexo no es motivo suficiente motivo para dejar que te mueras.

Ella frunció el ceño.

—Ya, bueno, me pareció bastante claro que habías conseguido lo que querías y no creí que quisieras que estuviera ahí cuando despertaras.

—Claro que habría querido que estuvieras ahí. Creí que había dejado claro que dejaras de huir.

—Dijiste eso. Pero también dijiste que había valido la pena dejarme vivir después de joderme, así que ambas cosas parecían bastante relacionadas entre sí.

— ¿Por eso te fuiste?

—Sí.

—Malinterpretaste todo.

—Bueno, eso es poco convincente porque cuando te llamé, me rechazaste la llamada, y después me mandaste a la mierda cuando intenté advertirte de Rhino.

—Había pasado un año.

Probablemente era porque Agatha seguía algo adormilada o porque había estado al borde de la muerte dos veces en un día, pero se sentía demasiado honesta en ese momento y no pudo resistirse a decir algunas tonterías en voz alta.

—Me rompiste el corazón, dos veces.

Él no la miró, no al inicio, y después de cinco minutos de su silencio, Agatha estaba considerando seriamente obligarlo a ponerla en el piso sin importarle si podía o no caminar y sin importar si sabía o no dónde estaban. Pero seguir en sus brazos después de decir eso, después de todo lo que había pasado, se sentía como que podría destrozar lo poco que todavía quedaba sin romper en ella.

—También me rompiste el corazón, molniya —admitió Kraven—. Me dijiste que podía atraparte, y creí que podría estar contigo, con la mujer de las postales y que siempre me cortaba las llamadas. Y entonces fingiste tu muerte. Te encontré, y entonces huiste. No podía dejarte hacerme eso de nuevo.

Agatha guardó silencio. No quería decirle que estaba enamorada de él, quizá porque no sabía si lo estaba o no. Pero si no estaba enamorada, entonces no habría dolido tanto, ¿verdad?

— ¿Cómo me atrapaste? —preguntó Agatha, mientras Kraven esquivaba un arbusto que invadía el sendero por el que caminaban— Cuando me arrojaron por la ventana.

—Estaba en la azotea. Te vi caer, así que salté para atraparte.

Su conversación se estaba caracterizando por los silencios absolutos que seguían a sus respectivas palabras, pero en aquella ocasión, Agatha no hablaba no porque no supiera qué decir, sino porque no creía que su voz pudiera escucharse sobre el sonido de su propio corazón, tan acelerado que se sentía como si le latiera en los oídos.

—Estoy enamorada de ti —dijo Agatha, cuando su corazón se calmó.

Kraven miró hacia adelante, habían recuperado ritmo rápidamente así que Calipso estaba solo un metro delante de ellos, pero entonces él se frenó y le permitió volver a escaparse. Él avanzó a un costado del camino, y la hizo sentarse sobre una gran piedra junto a un árbol. Agatha se sujetó como pudo, preocupada por caer al suelo, pero su preocupación fue innecesaria porque él se colocó frente a ella y colocó una de sus manos en la cintura de Agatha y la otra en la base de su nuca.

Él se acercó entonces y la besó. Fue distinto a todos los besos anteriores que ellos habían compartido, aunque no porque no fuera intenso. Los labios de Kraven se cerraban sobre los de Agatha y la sensación la sorprendió, porque en ocasiones previas ella solía ofrecer más resistencia, pero esta vez estaba cediendo el control en cada aspecto.

Kraven apretó el cuerpo de Agatha contra el de él, como si no quisiera dejarla ir, o como si quisiera asegurarse de que ella realmente estaba ahí.

Solo cuando la herida en su hombro quemó demasiado, ella se apartó, haciendo un pequeño ruido de dolor. Él observó la herida con preocupación, la mancha de sangre crecía.

—También estoy enamorado de ti, Molniya —respondió él, casi desinteresado, pero con una sonrisa pícara.

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