05. esperarte por más tiempo
En el segundo en que Kraven le había cortado la llamada a Agatha, ella se había disfrazado minuciosamente y subió a un avión rumbo a Grecia. Deliberadamente habiendo enviado a su cazador a buscarla a Suiza. Ups.
Mientras él seguramente se sentía como en casa en el frío invierno de Suecia (o eso suponía ella, aunque nunca hubiera estado en Suecia), Agatha se había dedicado a tomar el sol y divertirse en las playas de Grecia, y a alejarse tanto como pudiera de las cámaras de seguridad que pudieran identificarla y atraer atención hacia ella. Después de tres días, sin embargo, ella se había aburrido.
Robó una tarjeta de crédito y retiró dinero en efectivo de un cajero, felizmente aceptando el pago de una comisión por hacer un retiro con tarjeta de crédito y no de débito, después de todo, no era un pago del que ella tendría que encargarse. Desechó la tarjeta y compró un boleto a Turquía, tan al oeste del país como pudo conseguir. Desde Turquía se trasladaría a Azerbaiyán, antes de que Kraven tuviera oportunidad siquiera de acercarse a ella.
Tecleó el número de Kraven en su nuevo teléfono desechable desde Atenas, minutos antes de partir, en el puerto.
Él debía haber estado muy al pendiente de su teléfono porque respondió al primer timbrazo. Silencio fue todo lo que Agatha escuchó al otro lado de la línea, junto con una pesada respiración, pero ninguna palabra; él probablemente se esforzaba por determinar si quien llamaba era ella o era su hermano.
— ¿Disfrutaste Suecia? —preguntó ella—. Tengo entendido que es un país grande, aunque no lo sabría, ya que nunca he estado ahí. Buscar a alguien ahí debe ser como buscar una aguja en un pajar, ¿no?
Agatha estaba de un excelente humor y eso se vio reflejado en la alegría de su voz.
—Realmente no le hiciste nada a mi hermano —respondió Kraven. Ella se quedó estática y guardó silencio unos segundos, percatándose de que él probablemente no estaría de humor para más de sus bromas. No debía haberle hecho gracia que Agatha lo engañara y lo enviara lejos.
—Te dije que no le había hecho nada. No tengo problema con mantener a la familia fuera de esto, incluso si a mí ya no me queda ninguna. Pero, si ya estamos hablando de familia, ¿cómo está el viejo Nikolai?
— ¿Has conocido a mi padre?
— ¿No fue él quien te envió a buscarme? —preguntó Agatha, arrugando ligeramente la nariz, a pesar de que él no podía verla—. Hice un trabajo para él hace tiempo, y no salió bien, así que supuse que él te había puesto en mi camino.
—No soy el ejecutor de mi padre —replicó él, con mordacidad. Parecía haberse ofendido por la sugerencia.
— ¿Tú sed de sangre es solo tuya, entonces? ¿Los nombres en tu lista, incluyendo el mío, te pertenecen solo a ti? ¿Cómo es que alguien como yo llamó la atención de alguien como tú?
—Eres la peor ejecutora de la Bratva. Y tus habilidades impiden que la justicia habitual te alcance.
—No estoy ni cerca de ser la peor de aquellos que trabajan para la Bratva, pero te agradezco el cumplido. Y es curioso que me hables de justicia. ¿Miraste con atención la primera vez que entraste a mi casa? Te invito a volver cuando regreses a Reino Unido, pasa por ahí, y mira a tu alrededor. Esa, aunque puede ser difícil de creer, fue la casa en donde crecí. Ve a la recámara principal, y verás que está vacía. Está así porque ahí fue donde mis padres se suicidaron después de ser acusados de fraude. Lo perdí todo, y fui miserable por mucho, mucho tiempo. Entonces me golpeó un rayo. Creo que la justicia ya me alcanzó, y determinó que merecía un premio y no un castigo.
Agatha fue quien cortó la llamada, tenía la respiración agitada y sus manos, que sostenían el pequeño teléfono a prepago, le temblaban. Se enfureció consigo misma por reaccionar de ese modo, pero de algún modo él la hacía perder todo el control.
Suspiró, y el aliento le salió entrecortado. Se escuchó un sonido de chasquido y luego el teléfono desechable comenzó a humear, pues Agatha lo había freído por completo por accidente. Lo arrojó al cesto de basura.
Entonces caminó a la orilla del muelle y miró su propio reflejo en el agua cristalina. Estaba ruborizada, pero no de una forma linda, sino con todo el rostro enrojecido por la ira contenida. Como si su enfado la estuviera haciendo hervir por dentro de forma literal.
Se esforzó demasiado por intentar aclarar su mente, por recuperar el rumbo, incluso si se sentía como si ya estuviera sobre el bote y el mar la estuviera haciendo balancearse, sin control.
Tomó de entre sus cosas una mascada, de tela delgada y de un profundo color azul, se la llevó a la nariz e inhaló, olía un poco a lavanda y a algo que se había quemado, que era exactamente a lo que Agatha olía habitualmente. También extrajo una fotografía que se había tomado en esos días en la playa, en ella estaba Agatha frente al mar, usando un bikini que la hacía lucir fabulosa si podía decirlo, con el sol a sus espaldas bañando su piel y oscureciendo su rostro por la sombra, aún así se notaba su amplia sonrisa; ella había hecho imprimirla en una farmacia esa mañana.
Se acercó al puesto de una mujer que vendía helados mientras garabateaba en la parte trasera de la fotografía. La letra no era la mejor pero era legible. Metió la fotografía en un sobre y lo selló.
—Disculpe —llamó Agatha a la mujer del puesto—. Me gustaría pedirle un favor. En unos días, un hombre vendrá a preguntarle por mí, ¿podría entregarle esto, entonces? Le pagaré.
Y entonces le extendió la mascada, el sobre y un pequeño fajo de billetes. La mujer sonrió ampliamente y aceptó las cosas, guardándolas entre las suyas.
— ¿Cómo sabrá ese hombre que debe acercarse a mí? —preguntó la mujer, antes de que Agatha se alejara. Ella se rió.
—No se preocupe, él lo sabrá.
Se escuchó un sonido, la bocina de uno de los barcos. Agatha se giró para mirar y vio que se trataba del suyo, así que se aferró con fuerza a su maleta y abordó, sin mirar atrás.
Mientras se acomodaba en su asiento, se esforzó por imaginar la reacción de Kraven al pequeño regalo que le había dejado, la postal. Aquella que decía: "Si a la próxima no me haces enfadar cuando te llame, podría incluso esperarte por más tiempo".
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