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Can I?

Recomiendo escuchar canción de multimedia mientras leen.

Avisar errores, por favor.

[♡]

Enciende su auto, es de noche y el limpiaparabrisas despeja las gotas que caen del cielo. Son las dos de la mañana y Jennie recorre Seúl con música sonando en la radio.

Su día fue agotador, el trabajo cada vez era más pesado. Ser jefa de toda una empresa no es tarea fácil, menos siendo nueva.

Pero tiene una idea para aliviar su estrés.

Enciende un cigarrillo y lo fuma por la ventana. El humo recorre sus pulmones, como Lisa recorre su mente.

La ha extrañado. Aunque formalmente no sean nada, siempre se terminaban besando en el capó de su auto después de alguna fiesta.

La conoció en un bar, la pequeña pelinegra había entrado ilegalmente con sus amigos de preparatoria. En ese tiempo Jennie tenía veintitrés.

Lisa dieciséis.

Y por más que la chica poseyera cara de bebé, era alta, por lo que Kim pensó que tendría al menos unos dieciocho años.

Así que, sin saber nada de eso, esa misma noche besó y mordió sus gruesos labios con mucha pasión y lujuria. Dejó marcas por todo su cuello, masajeó y tocó lugares prohibido. Las sensaciones que ambas experimentaron fueron únicas, tanto que Jennie, una mujer dedicada completamente a su trabajo y a sí misma, le pidió su número para reencontrarse otra vez.

Recuerda que hasta un día llegó tarde a su trabajo por quedarse mimando a la pequeña luego de una larga noche de sexo.

Al mes, se enteró de la verdadera edad de Lisa. Se sintió repugnante consigo misma, era una niña, y si es completamente sincera, pase el tiempo que estaban juntas, lo notó. La inocencia y su actitud un tanto infantil, la habían hecho sospechar. Pero disfrutaba tanto estar con ella, que decidió ignorar su parte racional y dejarse llevar, no quería saber la realidad, no quería que su sueño llegara a su fin.

Tuvo una larga charla con la tailandesa, le explicó cómo se sentía, le pidió disculpas y también la retó por nunca haberle dicho.

Pero luego de horas, con una Lisa llorando a mares pidiendo que no la alejara, que en pocos días cumpliría los diecisiete, Jennie simplemente no pudo dejarla ir.

Sabía que estaba mal, sabía que era indebido y hasta ilegal, no intentaría justificarlo, pero quería quedarse a su lado, pase lo que pase.

Y así, comenzaron una relación-no relación en secreto. Los padres de Lisa nunca estaban en casa, facilitándoles sus encuentros, así que no habían muchos problemas.

Estaciona su auto en una calle oscura y solitaria, toma su teléfono, abriendo el chat con su chica.

Quería llamarla, ambas tenían insomnio así que sabía que estaría despierta. Quería llamarla y decirle cuánto la extrañaba.

Tuvieron una pelea la semana pasada y no han hablado desde entonces. Jennie estaba celosa de un amigo de Lisa que siempre le coqueteaba, y todo lo que partió por una pequeña escena de celos, terminó en una Kim nublada por la rabia y una pelinegra sollozante.

"¡Dios, se nota que eres sólo una estúpida e inmadura niña de preparatoria, me cansas!".

Se arrepiente tanto de haberle dicho eso, ni siquiera era verdad, pero se le acomunaron los problemas; los de su trabajo, su consciencia matándola de culpa por salir con alguien menor, y este nuevo niño que gustaba de Lisa.

Ese día salió de la casa de la muchacha cerrando de un portazo y asustándola de paso. Fue directo a un bar y terminó en la cama con un hombre con el que había charlado un poco.

Al día siguiente, por más que con la pelinegra no tuviera un título, se arrepintió. No le gustó para nada ver a ese macizo sujeto en su habitación que no era su delicada Lalisa, con esos lindos labios levemente entreabiertos y el fleco despeinado.

Para su mala suerte, y como si de un puto cliqué se tratara, aunque quiso ir a casa de Lisa y disculparse, ésta se había adelantado.

Entró con las llaves que Jennie le había pasado hace un tiempo y fue con la cabeza gacha hasta la habitación de la mayor, dispuesta a disculparse. No sabía muy bien qué había hecho mal, y tampoco si en realidad ella debía pedir perdón, pero se sentía muy triste estando de ese modo con su no-novia.

Lamentablemente, más triste fue entrar y ver a un hombre sin playera, abrochando su cinturón. Jennie estaba dada vuelta, poniéndose su brazier, y cuando volteó al sentir una tercera presencia, ya era muy tarde.

La tailandesa la había mirado con tanta pena y confusión, logrando que se sintiera tan culpable, que no reaccionó hasta que Manoban ya se había ido de la habitación, saliendo de la casa con lágrimas en los ojos.

Luego de eso, no la buscó, por más que quisiera. Sentía que era una señal de dejar de verse con una niña, sentía que Lisa al fin, estaría mejor sin ella.

Tan equivocada estaba...

La chica esperaba cada noche una llamada suya, no le importaba si era pidiendo disculpas o dando alguna estúpida explicación, quería volver a escuchar su voz.

Y Dios que se sintió como una tonta cuando su bandeja de entrada seguía vacía.

Jennie apaga su cigarrillo y lo deja caer, la lluvia cae con más fuerza, recordándole a su pequeña. Ella amaba los días nublados donde terminaban jugando bajo la lluvia.

Con muchos nervios y dudas, vuelve a agarrar su celular. No sabe si lo que está por hacer sea lo mejor.

—A la mierda —decidida, marca el número.

Pii...

Pii...

Nada.

...Pii

¿A-Aló? —una entrecortada voz contesta, Jennie quiere gritar de emoción.

—Lisa —aprieta sus manos al manubrio, con felicidad. Su celular está conectada al auto, así que la escucha perfecto—. Lisa... —la sonrisa en su rostro es grande, no pensó que respondiera.

Hola, Jennie —dice, sin mucha expresión.

—Hola... —suspira—. Lisa, y-yo, yo lo siento, de verdad. Siento haberme ido así ese día de tu casa, siento haberte gritado. También siento lo de mi casa. No quería que me encontraras así, estoy muy arrepentida de esa noche.

No me debes explicaciones, ¿sabes? No somos nada, Jennie.

—Pero igual, en serio me gustas y te extraño —ambas quedan en shock por la confesión, a la castaña se le escapó.

Oh... Ya lo sabes, pero tú también me gustas.

Claro que lo sabía.

Y, sobre lo de nuestras peleas, en realidad estoy más triste porque pensé que llamarías antes. No lo sé, me sentí como una ilusa esperándote.

—Lo lamento. Lisa, tuve que tomar una gran decisión. Ambas sabemos que lo nuestro no está bie-

P-Pero J-Jennie, ya voy a cumplir los dieciocho en unos mese-

—Lalisa, déjame terminar —escucha el silencio desde la otra línea y continúa—. Sabes que lo nuestro no es correcto, soy un adulto, tú una niña. Pero independiente de eso, en serio quiero estar contigo, porque me gusta todo de ti, tus labios rosas, tus ojitos llenos de estellas, tus largas y sexys piernas, tu bello e inocente corazón... Todo. No puedo, ni quiero estar sin ti. Me dices, ¿sientes igual?

El largo suspiro que escuchó del otro lado, la atemorizó como nada en el mundo.

Jennie... No sabes hace cuánto esperaba que me dijeras esto. Claro que lo siento.

Ahora es ella la que suspira, de puro alivio.

—Lalisa, voy a tu casa.

Y corta la llamada.

***

Sus manos juegan nerviosas, toca el timbre y espera. No pasa mucho para que la puerta se abra, dejando a su vista una pequeña en pijama de shorts y manga corta, acompañada de un peluche de gato en su mano.

Un día, la chica había aparecido diciendo que compró un patito y un gato de peluche, ella se quedaría el gato porque representaba a Jennie, y Jennie al patito que la representaba a ella.

Se veía adorable y sexy. Pero le molestó que estuviera desabrigada, podía enfermarse.

—Jen-

—Lalisa, qué haces así. Te vas a enfermar, ahora mismo subimos y te abrigas —entró al hogar de la menor con el ceño fruncido, pero antes de subir las escaleras, Lisa la tomó del brazo y plantó un sonoro beso en sus labios.

Con gusto, la castaña lo recibió y la tomó de sus caderas, acercándola, después llevó una de sus manos para acomodar un rebelde mechón negro que le tapaba el rostro.

Se separaron entre suspiros, sus frentes seguían pegadas y Lisa tenía la mirada baja, algo avergonzada por su impulsividad de besarla. Jennie sólo podía sonreír porque se veía hermosa con ese sonrojo y vista tímida.

—Oye... —levantó su mentón con suavidad para que la observara—. Lili, lo siento mucho, en serio. Odié estar con ese hombre y más odié no verte. ¿Podrías perdóname, por favor?

Lisa no response, corre con una risa por las escaleras hasta su cuarto. Kim fue detrás, confundida pero alegre de volver a escuchar ese hermoso sonido.

Una vez arriba, la vio sentada en su cama con mirada traviesa.

—¿Manoban?

—Mmh.

—¿Vas a responderme?

—No.

—¿No? —se acercó un poco—. ¿No? —se lanzó con cuidado sobre la chica, entre risas, atacándola con besos y cosquillas—. ¿Dejarás a Jennie Kim como una idiota pidiendo disculpas?

Con la voz entrecortada causa a las carcajadas, movió su cabeza en forma de afirmación.

—Oh, no. ¡Claro que no lo harás, pequeña traviesa! —y la volvió a besar.

—¡Ya! —desesperada por las cosquillas, gritó—. Está bien, te perdono, te perdono. Pero déjame en paz, por favor... —ambas sonrieron—. Te quiero, Nini.

—Yo más, Lisa, yo más...

Y pasaron su noche entre caricias y besos, demostrándose cuánto se extrañaban.

yunamipolola © 29/09/22

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