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Negras: torre f1+

—¿Qué edad tienen sus hijos, jefe?

No le gustaba que le llamasen «jefe». Le sonaba a película de gángsters americana. Pero se olvidó de ello por la sorpresa de la pregunta.

—Veintitrés, diecinueve y quince.

—La mía tiene siete, y el pequeño tres, que terrible toro está hecho.

—Cuando son pequeños sufrimos porque son pequeños y parecen indefensos, y cuando son mayores sufrimos porque son mayores y se creen que lo saben todo— contestó Kim Namjoon.

Quizá lo mejor era hablar, aunque fuera de aquello. Llevaban demasiado rato en silencio, envueltos en el ruido del tráfico del anochecer.

—Lo de ese chico es una desgracia , ¿verdad?

—¿Lo dices por sus padres?

—Y por nosotros. La prensa va a hincarle el diente al tema. Una cosa es que la palme un drogadicto, y otra un chico normal y corriente que había salido a divertirse.

—Cada fin de semana mueren una docena de chicos y chicas jóvenes por accidentes de circulación.

—Ya, pero son una docena, como dice. Éste está solo, y además está en coma, porque si te mueres, a los pocos días ya no es noticia, pero como siga así mucho tiempo... ¿Pongo la sirena, jefe? Esto no se mueve.

—No, no la soporto.

—¿Sus hijos salen de noche?

Era una buena pregunta.

—Sí— convino con desgana.

—Y llegan de madrugada, claro. Como todos.

No hacía un mes que le había encontrado al de diecinueve años, una bolsita de hierba en un cajón.

—Choi, no me toques los huevos, ¿quieres?

—Jefe, si yo sólo...

—Y no me llames jefe.

—Vaya— suspiró el policía, —parece que éste va a ser un caso movido.

Tenía su gracia, por el acento y la forma de decirlo, así que hasta forzó una media sonrisa en sus labios.

—Tú estate alerta con el toro ese que dices que tienes, que ya verás dentro de quince años.

—No, si ahora ya puede conmigo.

—Pues eso.

—Pero una buena lección a tiempo...

—Ya.

—La culpa es nuestra, que como se lo damos todo hecho...

—Choi.

—¿Qué, jef... oficial?

—No me filosofees, ¿ok? Y pon la sirena para salir de este tráfico, pero luego la apagas.

No tuvo que decírselo dos veces.

En un minuto ya estaba pisando el acelerador casi a fondo.

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