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Blancas: torre x e4

Hoseok se había quedado dormido finalmente, y sus suspiros, a veces, se convertían en ronquidos cargados de una paz que a él le alteraban aún más los sentidos, porque el sueño de su novio lo dejaba solo con sus propias ideas y pesadillas.

Así que se levantó.

Se acercó a la ventana y miró a través de una de las rendijas horizontales de la persiana. Por la calle casi no circulaban coches, y al otro lado, en las ventanas del edificio de enfrente, no se veía movimiento alguno.

La ciudad vivía encerrada en sí misma.

El mundo entero vivía cerrado en sí mismo.

Aunque, detrás de cada ventana, podría haber una tragedia, una lucha tal vez perdida de antemano, tal vez...

Taehyung cerró los ojos. Nunca había pensado así, porque nunca hasta ahora se había tenido que enfrentar a nada semejante. Ni siquiera cuando murió su abuela. A fin de cuentas era mayor, y ya estaba muerta cuando llegaron ellos. Ahora todo era distinto, era como madurar de golpe. Un latigazo en mitad de la conciencia.

Volvió a abrir los ojos, para no abandonarse a su depresión. Cada vez que los cerraba veía a Jimin cayendo al suelo en mitad de la pista del club. Los demás, dado lo sobrecargado del espacio, casi lo habían pisoteado. Tenía cada uno de aquellos espasmos grabado en la memoria.

¡Jimin! ¡Jimin! ¿Qué te pasa? ¡Jimin!

—¡Vamos, amigo, no hagas tonterías!

—¡Está ardiendo!

—¡Jimin!

¡Que alguien llame a un médico! ¡Socorro!

La música seguía sonando, y sonando, y sonando, y los que les rodeaban lo miraban todo entre curiosos y sorprendidos, sonriendo, como si aquello fuese un juego.

—Increíble borrachera.

—Si es que no aguantan.

—Sáquenlo fuera, tendrá un mal embarazo.

Más risas, más indiferencia.

No iba con ellos. Bailaban juntos pero nadie conocía a nadie. Eran compartimientos estancos de un mismo barco.

Ni siquiera eran conscientes de que en ese barco navegaban todos juntos.

Taehyung abandonó la ventana, aunque su abatimiento la acompañó, no se quedó allí mirando a través de ella. Salió de la habitación y se dejó caer, agotado por ese simple esfuerzo, en una de las butacas de la sala. Su celular estaba a su lado.

No tenía más que levantarlo y marcar un número.

Jimin tal vez ya estuviese bien, fuera del coma.

Fin de la pesadilla.

Tendió su mano en dirección al aparato, pero no llegó a ponerla sobre él.

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