Park Youngmi no conseguía apartar los ojos de su hijo y del complejo sistema de tubos y aparatos que lo envolvía.

En aquellas pocas horas, había aprendido todo lo que tenía que aprender de la situación, y de todo aquello que ahora lo mantenía con vida de forma artificial. El tubo de la nariz era una sonda nasogástrica; el de la boca, un respirador para la ventilación asistida, y que lo unía a la bomba que le suministraba a él el aire. También sabía que un coma era la ruptura de las funciones cerebrales específicas, la abolición del movimiento, la sensibilidad y la movilidad. El doctor Wang y las enfermeras le habían dicho que, sobre todo, tratase a su hijo como si él realmente pudiera oírla, y que le hablase.

Lo habría hecho igualmente.

No estaba muerto, y si no estaba muerto es que estaba vivo. Por lo tanto podía oír. Estaba segura de ello.

Fue a tomarlo de la mano...

Y entonces todo en Jimin se disparó.

Fue tan fulminante que por un momento creyó que iba a volver a la vida. Pero inmediatamente se dio cuenta de la anormalidad en la siguiente fracción de segundo. Jimin se estiró y arqueó por completo, de una forma absolutamente antinatural y casi inverosímil, apoyándose tan sólo en la nuca y los talones, con la espalda tan curvada hacia arriba que parecía que se le iba a romper. Todo su cuerpo fue preso de una tensión brutal.

—¡Kwan!— gritó.

Su marido ya se había dado cuenta, lo mismo que Jihyun, aunque él chico se quedó inmóvil, quieto. El hombre salió por la puerta gritando:

—¡Enfermera! ¡Enfermera!

La primera entró inmediatamente. Otras dos corrían ya hacia la habitación. Una cuarta llamaba al médico. El pequeño espacio se llenó de voces profesionales.

—¡Está en opistótonos!

—¡Rápido!

—¡Sujétenlo!

El doctor Wang tardó en llegar lo que para Park Kwan y Park Youngmi era una eternidad. También reaccionó de manera fulminante, sin necesidad de consultar a las enfermeras que ya atendían a Jimin y procuraban que no se desconectara de las máquinas.

—¡Sulfato de magnesio intravenoso, ya!

Jimin continuaba arqueado, arrastrado por sus convulsiones espásticas. Sus padres contemplaron horrorizados la escena sin saber qué hacer o decir, lo mismo que Jihyun, que rompió a llorar.

La aguja hipodérmica se hundió en la carne del paciente.