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Blancas: reina x g7

Tuvo que llamar al timbre media docena de veces, y golpear la puerta con los puños, hasta conseguir despertarlos. Cuando ya creía no poder hacerlo, escuchó un ruido al otro lado de la madera. Y una voz.

—¡Ya va! ¡Ya va!

Le abrió Hana. No se había preocupado mucho de taparse. Llevaba una bata corta mal anudada por encima de su desnudez. Después de todo, lo raro era incluso que se hubiera puesto la bata, porque Hana era de las que pasaba de convencionalismos. En eso le ganaba a Seung. La modernidad por pasarla bien. El estímulo de la contracorriente. La rebeldía de los que no tienen ninguna rebeldía, salvo vivir.

Vivir para pasarlo bien.

—¿Yoongi?— lo reconoció a duras penas por entre las brumas de su somnolencia. —¿Qué haces aquí?

—Tengo que hablar con ustedes.

—¿Estás loco? ¿Qué hora es?

Eran aves nocturnas, así que el día les producía sarpullidos, y más aún los fines de semana. Tal vez se volvieran de piedra y se deshicieran, convirtiéndose en un montón de cenizas, como Drácula.

Yoongi entró decidido, sin esperar una invitación. Hana cerró la puerta, indecisa, y le siguió como si flotara, sin entender qué pasaba. El pequeño apartamento era un museo barroco mal arreglado, con velitas, símbolos de todas clases, desde el yin y el yang y pósters hindúes hasta objetos de diseño, luces por el suelo o un mueble del más puro estilo art Deco. No faltaba ropa tirada por el suelo. Al fin y al cabo Hana tenía dieciocho años y Seung no había llegado aún a los veinte.

—¡Seung!— llamó Yoongi.

—¡No grites!— Hana se llevó las manos a los oídos.

—¿Te has tomado un valium o es pura y simple resaca?

—¡Eh, qué pasa contigo!— protestó ella.

Entró en la única puerta que estaba medio cerrada, y se encontró con el colchón, en el suelo, y con Seung tendido sobre él, boca abajo. Se sintió irritado por la escena sin saber por qué.

—Vamos, Seung, despierta.

La respuesta fue un bufido.

Así que le apartó la sábana y, tras arrodillarse a su lado, lo zarandeó.

—¿Qué haces? —protestó Hana despejándose más rápidamente al comprender que pasaba algo.

Seung acabó abriendo los ojos. Lo miró a él y frunció el ceño. Luego la miró a ella. Hana también se había arrodillado junto a Yoongi, para impedirle seguir. El silencio fue muy breve.

—¡Jimin está en coma!, ¿bien?— les soltó tajante. —Ahora quiero que me digan si tienen alguna pastilla como la que él se tomó anoche.

Tardaron en reaccionar. Las palabras tenían que atravesar una espesa masa de algodón hasta llegar a su cerebro.

—¿Qué?— balbuceó Seung.

—¡Jimin está en coma!— gritó aún más fuerte Yoongi. —¡Se tomó una mierda y le sentó mal! ¡La misma mierda que tomaron ustedes, y que se tomaron los demás! ¿Lo entienden ahora?

Lo entendían, pero a cámara lenta.

—Pero si...

—Nos fuimos y él...

—¿Tienen una pastilla de esas?

—No— dijo Hana.

—¿Para qué vamos a tener una...? No hay ningún problema en comprarla después, donde vayamos.

Ningún problema.

—¿Dónde puedo encontrar a Taekwang?

—¿Para qué...?

—Porque él fue el que las consiguió. Me lo dijo Jungkook. Vamos, ¿dónde puede estar a esta hora un sábado por la tarde?

—Taekwang...—siguió aturdido Seung.

—¡Vamos, vamos, mierda! —le zarandeó Yoongi.

—¡Déjalo en paz!, ¿quieres?— le defendió Hana. —¡Iba a una fiesta privada! ¡Nos dijo si queríamos ir, pero pasamos, porque yo no me encontraba bien y prefería salir esta noche!

—¿Dónde está esa privada?

—¡En un galpón abandonado, cerca de las viejas fábricas, al lado de la estación! ¡Y no grites más, mierda!

—¿Cómo la reconozco? ¡Ahí hay varias fábricas, las están echando abajo!

—¡Tiene el techo plano, y un rótulo en rojo en la puerta, Hilos de No-sé-qué o algo parecido!— Seung se llevó una mano a la cabeza, como si ésta fuese a estallarle.

—Al lado hay una con una chimenea muy alta, ¡es fácil de distinguir!— tomó el relevo Ana.

Era suficiente. Se puso en pie, jadeando, y se dirigió a la puerta para no perder ni un minuto más. Iba a traspasarla cuando escuchó de nuevo la voz de Hana a su espalda.

Ya no gritaba.

—Yoongi— le detuvo.

Él la miró.

—¿Es... grave? —preguntó la muchacha.

—Ya lo he dicho: está en coma. Tuvo un golpe de calor.

Hana cerró los ojos.

Y Yoongi se marchó sin esperar más.

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