¿En qué momento me "templé" de ti?, porque aprecio que mi corazón vulnera sus defensas si es contigo con quien hablo; soy lacayo de un sentimiento nefasto e incoloro, contrario a tu espíritu policromático, ajeno a tu infante alma, a tu inocente mesura. Viajo por corrientes neuronales, indago en las memorias del gitano con una sutileza de ensueño; soy partícipe de un juego mediático entre cupido y su encanto, donde el susurro de Dios es mi confidente, la pausa al refrán. No quiero balbucear con Godofredo, ni visitar las ruinas de Melmac, más allá del Supercúmulo Hydra-Centaurus, prefiero beber de aquel cactus antes que morir de sed.

Soy un sinvergüenza, un descarado, azoto tus emociones y las desecho sin darme cuenta; incinero tus creencias y las absuelvo de sapiencia; replico ideas superfluas en tu psique como capataz, como amo de fieras; atoro en tu garganta la prosa, cual asesino de letras; disperso en tu ambiente un zumbido de hombre solemne: "Es una actuación". "Piel canela" y el vals del Edén, sacundum y un poco de miel; rocío, con gotas de Chanel; soldado abatido, cuartel; léxico frustrado, aquel que permite; atípica usanza, ojos que derriten. Y se seca la luna, se moja el Sol; detrás del glosario, es un tornasol. Humectan tus labios las llamas en mi piel, ilustre la yegua, prístino corcel.

Soy un mitómano, engaño a mi ser al decirle: "no la amo"; sonrojo mis pómulos y recapitulo, mi verbo se arraiga, lo manipulo. "¿Qué queda, qué sobra, cuál es el residuo?", no hay dudas ni nombres, solo un camino; no hay rosas ni orquídeas, solo un atrevido . Debo entenderte y bailar zarzuela, parar en Venezuela y mirar las estrellas; ser partícipe de ellas, exclamar vehemente: "Sí existes, doncella". Maté a Fausto y fui a su entierro, negué el homicidio y fungí de guerrero; soy como las canas: abyectas y claras, pasadas de moda, atadas a la nada. Corrígeme, tienes el consentimiento, pero no absorbas sin pamento todo lo que tengo; no ignores mi ciencia, no la des por muerta; riega el Bonsái, cuida de mi huerta.

Un caldo de metáforas, una secuencia insalubre de anáforas; una esfera que encapsula la conciencia, es el quiebre de Eva, es su procedencia. Sin sangre en la cara, sin lágrimas que te amparen, sin sogas ni agujas que te necesitaren: son drogas las causas que dan forma al efecto, la baja autoestima, tu mayor defecto. Imploro a los astros, cual fe de cajuela; manejo de alarde, tal mote de nena; sonrío y mi cuerpo pasa de envolverse: "Mi niña, tu voz me enflorece". Sosegado adiestrador, hace rifa del vecino, como tirando sus pieles; se vanagloria del hambre para que él rece, no distingue su alcance ni lo que le favorece.

Oye reina, besa a la ficción, ejerce presión en tus monigotes; atrae pericotes como Hamelín, tus días, tus noches, las de un arlequín. Se alinean los astros, se alista el vestido, te espera el galante con uvas en racimos; montaste la fiesta, echaste a Osun, brindaste en su ausencia, aprendiste Pastún. ¿Rimas incongruentes?, cegada estás; ¿aconsejaste al conejo o solo le diste zanahorias?, es irreversible, la locura y el ego son indivisibles. Me vuelves melómano, me regocijo con tus cánticos armoniosos; me transformas, muto, ya no abrazo como oso; peligras mis sentidos con tus partituras, elevas mi suerte, le das cobertura.

El algoritmo me informa de los cuatro elementos, de un señuelo en la caña, de resina en un cedro; matizar de fragancias a los que se nos fueron, natalicio o deceso, solo importa el proceso. Qué lo diga por siempre no lo hará convincente, me llamará Don Vicente y tocaré el acordeón; un poncho a la ranchera, abundante dolor, unas cuantas lloviznas en el panteón. Que la curva no llegue, que tarde su presencia, que me de la existencia un poquito de ti; de ese tinte cobrizo, de esas faldas verdeadas; de esa musa dorada llena de pasión. La resignación es el soporte de un trovador cobarde, y ese no soy yo; te aseguro, mujer, que el cuento es de dos; perderé al Ekeko, pero no el prospector, soy amigo del santo, del mayor receptor.

Finalizo mis versos con dos lienzos marchitos, con una pluma rota y un ojo de Grifo; destinado estoy a un coraje de tuerto, aunque ponga enjerto, la llaga allí seguirá. Me olvidaré del poema, columpiaré de su causa; me serviré de perdices y avanzaré a mis anchas; honraré lo que siento aunque sea cautivo, no hay alivio ni meta, solo motor y motivo. Amo al Demonio de Laplace, lo haré hasta que la predicción yo sepa: por la eternidad; sin miramientos, con abundante felicidad. El murciélago vuela, llega a la caverna y reposa sus patas en la única estalactita con forma de corazón: tú.