Capitulo 2: Julio, ¿Qué te Pasó?
A eso de las 6: 24a.m. me despierto, tallo mis ojos haciendo que el sueño se vaya. Me levanto y me dirijo hacia la cómoda, tomo un poco de ropa para después salir de mi habitación en camino hacia la cabaña de duchas. Al estar ahí me duché y me cambié con la ropa que había tomado previamente.
Salí y me encamine hacía el comedor ya que era la hora del desayuno. Tuve que esperar por unos breves minutos a los demás hasta que llegaron a excepción de Julio, tal vez no quería que hicieran bromas acerca de sus teorías del campamento. Desayunamos tranquilamente sin contar algunas bromas.
—¿Qué haremos hoy? —preguntó Cinthia con algo de sueño—. No nos han puesto actividades ni nada de lo que se realiza en un campamento.
—Podríamos explorar el bosque que rodea el campamento —sugirió la más pequeña del grupo—. Tal vez reconozcamos algo y sabríamos en donde estamos con exactitud.
—Buena idea, Maggie —apoyo Natalie, emocionada por la propuesta—. Yo me apunto.
—Yo igual. —alcé la mano haciéndoles saber sobre mi participación.
—Nosotras también. —las de tez morena imitaron la acción, sonrientes.
Al estar todos de acuerdo con la actividad salimos del comedor y también del campamento adentrándonos al frondoso bosque. Estuvimos por los alrededores por miedo a perdernos en la arboleda. Casi no había ningún animal, los únicos que habíamos visto solo eran ardillas y mapaches, pero estos tenían miedo de acercarse al campamento y huían de él.
Los estábamos viendo con extrañeza, pero algo nos hizo voltear captando nuestra atención por completo. Se escucharon los arbustos moverse. La piel de todos se erizó por tan repentino sonido.
—N-no se asusten —intentaba tranquilizar la de cabello rubio oscuro—. Tal vez es sólo otro an-
No termino la frase debido a que nuevamente se movió el arbusto de manera un poco violenta.
—No creo que ese haya sido un animal, Natalie. —empezó a temblar la de ojos café oscuro.
—¿Entonces qué es? —la que intentaba tranquilizar ahora estaba más que atemorizada.
Nadie sabia la respuesta y ni querían aproximarse a los arbustos a conocerla. Estaban paralizados sin dejar de mirar el arbolillo. Sabia que si no hacía nada nos quedaríamos por un buen tiempo observándolo. Me tragué todo mi temor y me dirigí hacia aquel lugar que ocultaba algo.
Mis pasos eran lentos y pesados, como si mis pies advirtieran que ahí hay peligro e intentasen detenerme. A pesar de sus advertencias seguí, seguí hasta que pude ver la otra parte del arbusto.
El grito que di hizo que todos salieran de su trance y se acercaran a donde yo me encontraba, al estar a mi lado pudieron observar el motivo de mi aullido.
—¡Julio! —exclamó Cinthia con lagrimas en los ojos, corriendo hacia el para comprobar si aun tenia pulso— ¡Sigue vivo! ¡María, ayúdame a cargarlo!
La mencionada atendió rápido el mandato cargando la parte baja de su cuerpo mientras que la pelinegra la parte de arriba e inmediatamente se dirigieron a la cabaña de María, nosotras siguiéndolas detrás.
Entando ya en la habitación colocaron a Julio en la cama.
—Cinthia, trae el botequín. —Ordenó y en unos pocos segundos dicho botequín ya estaba en sus manos.
Empezó a desinfectar sus heridas con un poco de algodón y alcohol. El estado de Julio era deplorable, estaba golpeado con moretones e incluso cortadas de las cuales aún brotaban sangre. En su cara tenia un ojo morado, el labio inferior estaba partido y un hilo de sangre escurría de él.
La de experiencia en enfermería se volteó hacia nosotras dejando a su paciente sin cuidado por unos breves segundos.
—Deberán marcharse, luego les comentaré el estado de Julio —empezamos a salir de la cabaña hasta que de nuevo la de cabello chocolate volvió a hablar— Cinthia, quédate, necesito que me ayudes.
Ella no puso pretexto y volvió a entrar a la habitación dejando solo a tres de nosotras afuera.
—¡Es horrible lo que acaba de pasar! —lanzó Maggie horrorizada—. ¿Qué le habrá pasado a Julio para que este así?
—Ni idea, debemos preguntarle cuando despierte —reconoció la de ojos claros—. Mientras tanto solo hay que esperar en nuestras habitaciones a que nos den una respuesta.
Y así como lo había dicho nos retiramos a nuestra respectiva cabaña absortas en nuestros propios pensamientos. Cuando llegué a mi habitación solo me acosté en la cama preocupada por la salud del pelinegro.
(...)
Eran las 5:00p.m. cuando me dirigía al comedor. No sabia si las demás iban a ir debido al amargo momento de la mañana, pero tal vez ellas si asistirían e incluso ya tengas las respuestas de aquellas preguntas en la mañana.
Llegué y no estaba nadie, a excepción de alguien que estaba de espaldas en una de las mesas de al fondo. Solo se podía apreciar su cabellera color azabache y tez pálida. Al percatarme de sus características no pude evitar fruncir el entrecejo de manera dudosa debido a que no había visto a nadie con esos rasgos, ni mis amigos ni las personas que había visto en el campamento tenían aquellas particularidades.
¿Es alguien que trabaja en el campamento? No creo, ya que lo hubiera visto antes.
Entonces... ¿Mis amigos y yo no somos los únicos invitados? ¿Hay más personas que han sido invitadas?
Es mejor dejar esas preguntas de lado e irme a por mi comida. Fui a por mi ración y me senté lejos del chico misterioso. Mientras comía la curiosidad me mataba, quería acercarme a ese chico y saber quien es. Me armé de valor y después de comer fui a donde se hallaba el muchacho, pero una voz detrás de mi me detuvo asustándome.
—Es hora de irse. —volteé y me encontré con la cocinera haciéndome una seña para que me marché.
Respeté su orden y salí del establecimiento dándole una última mirada a ese joven.
Me encaminé a la choza de María para saber como se hallaba Julio. Esperaba que ya este despierto y que nos comentará el porque se encontraba en ese estado. Más sin embargo al llegar a casa de la de cabello liso y tocar nadie había respondido. Volví a repetir mi acto, pero obtuve el mismo resultado.
Me fui de ahí para trasladarme al cuarto de Cinthia para preguntarle acerca de la localización de María y Julio. Toqué al llegar y en breves segundos abrió Cinthia con una pequeña sonrisa en su rostro.
—¿Qué se te ofrece? —preguntó amablemente.
—¿Sabes dónde están María y Julio? Fui a su cabaña y no estaban.
—Claro —sonrío aún más, captando mi atención por su respuesta debido a que yo esperaba un no—, María fue a buscar plantas medicinales en el bosque y Julio está aquí conmigo.
—¿Puedo pasar a verlo?
—Claro, pasa. —se hizo a un lado dándome espacio para caminar hacia dentro de su habitación. Lo que yo hice velozmente.
Lo primero que pude distinguir fue a Julio echo bolita en un extremo de la cama con los ojos bien abiertos volteando a todos lados mientras balbuceaba estando alerta.
—¡Ya se despertó! —exclamó la de rizos detrás de mí.
Se acerco a Julio, pero el rápidamente se alejó con miedo en su mirada.
—¿Por qué huyes de mí? —se le notaba triste por su tono de voz, pero a pesar de ello solo tenía una mirada tranquila.
—¿Qué es lo que balbucea? —al ver que Cinthia estaba un poco cerca de Julio no pude evitar soltar esa pregunta, tal vez ella le escucharía.
—No se le entiende mucho —declaró mientras volvía a mi lado—, solo le entendí la palabra malo.
Sólo asentí con la cabeza aclarándole que le había escuchado y me empecé a acercar a Julio de manera lenta. De cerca se le podía apreciar que estaba temblando levemente y que su mirada detonaba pánico.
—No tengas miedo, Julio —susurré intentando no asustarlo—. Soy Mariana, no tienes de que preocuparte.
Él voleó hacia mi cuando termine de pronunciar esas palabras.
—¿M-mariana? —nos sorprendimos al poder escuchar a Julio de manera clara.
—Sí, soy yo —me acercaba poco a poco a él y este ya no se movía de su sitio—. ¿Julio, qué te pasó?
—M-malo —volvió a balbucear, pero esta vez era más entendible—. Él... M-miedo... No...
No había coherencia en sus palabras, a pesar de ello se notaba que lo que quisiera decir era lo que le había pasado.
—Campamento... Él... Salvenme...
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