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Capitulo 1: De Camino al Campamento

¿Por qué fuimos invitados a ese campamento?

Esa pregunta estaba en mi mente sin poder darle una respuesta. En lo que seguía con esa duda estaba empacando mis cosas hasta que sonó el claxon de un automóvil que hizo sobresaltarme. Me aproximé a la ventana de mi habitación en donde ahí pude ver que se trataba de un autobús escolar. Se le veía un tanto deteriorado, como si no le diesen mantenimiento.

Termine de guardar lo que me faltaba para después salir de mi habitación y bajar las escaleras con maleta en mano. Me despedí de mi familia y me encamine hacia el transporte que me llevaría al desconocido campamento. Al adentrarme en el autobús me pude percatar de que el chofer era el mismo que me había informado sobre la invitación del campamento.

—Buenos días. —el señor fingió no escucharme, así que solo seguí mi camino a los asientos hasta toparme con una de mis amigas. Me saludó e iniciamos una conversación mientras íbamos por mis demás amigos.

Fueron aproximadamente 45 minutos para que todos mis amigos estuvieran aquí. Si antes era una tranquila conversación ahora es completamente lo opuesto, debido a que mis amigos son un tanto escandalosos al tener conversaciones.

De un momento a otro siento que un nuevo aroma se instalaba en el autobús, se lo comente a mis amigos y estos habían percibido lo mismo. Empecé a marearme junto a mis amigos hasta que caímos al suelo inconscientes.

Al despertar pude sentir otro tipo de material estaba debajo de mí. Poco a poco se aclaró mi visión descubriendo en que lugar estaba. Lo que estaba posado frente a mi era un gran letrero hecho de madera, en él decía "Bienvenidos". Después de este se podían apreciar unas cabañas de madera de roble oscuro, no podía ver cuantas eran con exactitud.

Me levante del césped intentando mantener el equilibrio, lo cual logre con éxito. Volteé hacia los lados y pude ver a mis amigos inconscientes junto con todo el equipaje que teníamos. Como si notarán mi mirada empezaron a despertar.

—¡Ay! —se quejó Julio mientras se tomaba con una mano la cabeza haciendo una mueca de dolor, mientras que la otra mano estaba recargada en el pasto verdoso—. ¿Qué nos pasó?

—Ni idea. —Maggie aún seguía acostada frotándose los ojos con ambas manos intentando acostumbrarse a la luz del sol.

Todos se fueron parando lentamente y empezamos a tomar nuestras pertenencias. Ya cada quien con sus cosas íbamos a entrar, pero una voz detrás nuestra nos detuvo.

—¡Bienvenidos al campamento "Ángel Caído"! —volteamos hacia el origen del sonido, este era el chofer que nos trajo aquí—. Favor de...

No pudo terminar de hablar ya que el único chico de mi grupo de amigos empezó a alzar la voz.

—¡¿Qué rayos te pasa?! —estaba muy alterado y le miraba con enojo—. ¡¿Por qué nos trajiste de esa manera al campamento?! ¡¿Dónde demonios estamos?!

—Joven —El mayor intentaba controlarse para no gritar igual que Julio—. Baje la voz, no hay necesidad de gritar.

«Disculpe la manera en que fueron traídos. Nuestras instalaciones deben mantenerse ocultas debido a varios inconvenientes, pero no hay de que preocuparse, no estamos demasiado lejos de sus hogares.

El pelinegro solo asintió malhumorado.

—Ahora si me permiten les enseñaré el campamento y asignaré a cada quien su habitación. —caminó metiéndose en el campamento y nosotros no hicimos más que seguirlo.

Se fue en dirección a la primera cabaña de la izquierda -que tenía un dos de metal en la parte superior de la puerta- y la abrió mostrándonos su interior.

—Las cabañas tienen de mobiliario un armario, una cama individual, una mesa de noche y una lámpara. —explicaba el hombre dejándonos observar el interior de la ya mencionada cabaña.

Mientras contemplábamos la parte central de la cabaña el mayor saco un papel de su bolsillo del pantalón.

—Los cuartos ya están asignados —todos volteamos a dirección del hombre prestándole atención—. Como se pudieron percatar cada habitación tiene un número en la puerta, por lo que el número que diga es el cuarto en el que se instalarán.

«En la habitación 1 estará la señorita María. En la número 2 estará el joven Julio. El cuarto 3 para la señorita Mariana. La número 4 estará la joven Natalie. El dormitorio 5 será para la muchachita Maggie. El último aposento será para la señorita Cinthia.

Nos íbamos a dirigir a nuestros dormitorios, pero nos detuvo una vez más el mayor.

—Esperen un momento, les enseñare todo el campamento antes de que se instalen en sus nuevos cuartos —cerró la habitación y siguió caminando entre las cabañas—. Síganme, por favor.

Acatamos su mandato y le seguimos adentrándonos más en las instalaciones. En nuestro camino hacia los lados estaban las demás cabañas casi iguales, con la diferencia de su número en la puerta. A mi izquierda estaban tres cuartos que tenían los números 2, 4 y 6, mientras que a mi derecha tenían el número 1, 3 y 5.

Avanzamos hasta pasar las habitaciones viendo que después de estas hay dos cabañas mucho mas grandes que las anteriores.

—Estas cabañas son los baños y las duchas, la de la derecha es la de los chicos y la de la izquierda es la de las chicas —señalaba cada cabaña mientras daba su explicación—. Cada cabaña esta integrada con tres duchas y tres baños.

Seguimos sin pronunciar palabra llegando a la parte final del campamento. Se trataba de una enorme choza, mucho más grande que los baños y duchas. Abarcaba de la parte izquierda a la parte derecha de las anteriores cabañas. El hombre no dijo nada solo entró haciéndonos una seña de que también hiciéramos lo mismo.

—Por último, este es el comedor —se podía apreciar aproximadamente 20 mesas con varias sillas, al igual que un cuarto dentro de la cabaña que supuse que es la cocina—. Los horarios para comer son a las 7:00a.m, 5:00p.m. y a las 9:00p.m.

«La tolerancia será de cinco minutos, aquel que llegue después no se le permitirá comer y tendrá que esperar el siguiente horario de comida. Esto seria todo, ¡espero que se la pasen bien en el campamento!

Fue lo último que dijo antes de marcharse dejándonos solos dentro del comedor.

—¿No están molestos por la manera en la que nos llevaron aquí? —empezó a hablar Julio con mala cara—. ¡Nos hubieran siquiera avisado!

—Tal vez se les olvidó avisarnos. —Maggie colocó su mano en el hombro del pelinegro intentando que cambiara su humor.

—Pero, ¿no se les hace raro que nos hayan invitado a este campamento sin haber hecho nada? —espéculo nuevamente—. Solo nos invitaron así sin más, ni siquiera nos dijeron el motivo de la invitación.

—Bueno... —meditó María posando una mano en su barbilla—. En eso tienes razón, es un poco extraño.

—Hay que preguntarle al señor —sugirió Natalie—. Es la única solución que tenemos para responder esa pregunta.

—Pero ya se fue. —Intervine yo esta vez.

—Entonces la próxima vez que lo veamos le preguntaremos —Natalie se dirigió a la salida del comedor—. Mientras tanto vamos a nuestras habitaciones a acomodar nuestras cosas.

Sin decir más, salió. Nosotros le seguimos el paso hasta irnos cada quien a su habitación.

Al haber entrado a mi cabaña empecé a desempacar mis cosas, tarde 30 a 40 minutos aproximadamente. Terminado la labor quise comunicarme con mi familia avisándoles que había llegado bien, pero no había señal por el área así que dejé de intentar.

(...)

Me dirigía hacia el comedor para poder cenar ya que ya eran las 9:00p.m.

Entré y pude ver que todos mis amigos se encontraban en una de las primeras mesas platicando animadamente. Me acerque a ellos metiéndome en su conversación. En esta solo sólo hacían bromas y se reían acerca de las teorías que hacía Julio, mientras él se molestaba un poco, pero al último sé unía a las risas. Cuando dieron las 9:05p.m. una señora de muy avanzada edad salió del cuarto que no nos habían mostrado su interior. La señora se le veía muy malhumorada, llevaba una bandeja con vasos de leche chocolatada y galletas. Las dejó en nuestra mesa sin dirigirnos palabra y se marchó metiéndose de nuevo al cuarto.

No le tomamos importancia a aquello y empezamos a comer volviendo a platicar.

—Chicas, en serio hay algo raro en este campamento —advirtió Julio—. Debemos salir de aquí antes de que se ponga peor.

—No seas paranoico, Julio —la de pelo rizado puso su mano en el cabello del pelinegro revolviéndolo mientras una sonrisa burlona adornaba su rostro—. Nada malo pasara.

—No lo entiendes, Cinthia —apartó la mano de la mencionada disgustado—. Siento que algo está mal y yo lo voy a averiguar por mi cuenta.

Siguió la platica hasta que nos acabamos nuestra cena, nos despedimos y nos dirigimos hacia nuestras cabañas. Entré a la mía, me cambié al pijama e iba a dirigirme a la cama, pero unos sonidos, como si fueran pisadas, se escucharon muy cerca de mi habitación. Cheque por la ventana, pero no había nadie así que pensé que podría haber sido algún animal.

Fui a mi cama, me arropé para después dejarme caer en los brazos de Morfeo.

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