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Único


Jude no pudo evitarlo. A pesar de que era el clásico, el partido más intenso de la temporada, solo tenía una cosa en mente cuando saltó al campo, tener la camiseta de Robert Lewandowski.

Había crecido viéndolo jugar, anotando gol tras gol en el Bayern, y ahora, ahí estaba, frente a él en el césped del Camp Nou. Cada vez que Robert tocaba el balón, Jude se distraía un poco, perdiendo momentáneamente la concentración, hasta que las voces de sus compañeros lo devolvían a la realidad del partido. Era el clásico, por el amor de Dios.

El Real Madrid estaba perdiendo. Dolía, pero la admiración de Jude por Robert lo mantenía de buen humor, incluso cuando la pelota entraba en su propia red una y otra vez.

Barcelona estaba desatado, con dos goles de Lamine Yamal que encendieron el estadio y dejaron sin aliento a la defensa blanca. Ferran había anotado también, y para colmo, Robert acababa de marcar un doblete que hacía que todo el Camp Nou rugiera como un león hambriento. Jude lo miraba con ojos de asombro cada vez que celebraba un gol.

Pero fue el último gol, el que cerró el marcador 6-2, lo que más impactó a Jude. Gavi, el joven sevillano que acababa de regresar de su larga y dolorosa lesión, había marcado un golazo de fuera del área. Jude no lo podía creer.

El chico había vuelto con toda la fuerza y parecía decidido a mostrarle al mundo que estaba más que recuperado. En ese momento, mientras Gavi corría hacia la banda con el puño alzado y el público coreaba su nombre, Jude sintió una extraña mezcla de celos. Pero no lo dejó ocupar mucho espacio en su mente. No era el momento.

Al final del partido, con los jugadores del Real Madrid bajando la cabeza y los del Barça celebrando eufóricos, Jude se quedó en el campo un rato más, esperando una oportunidad. La necesitaba. Quería un intercambio de camisetas con Robert y, si era posible, una foto con su ídolo.

Ahí está, pensó Jude, viendo a Robert a lo lejos, rodeado de compañeros que lo felicitaban.

Empezó a caminar hacia él, pero el alboroto del post-partido complicaba las cosas. Jugadores, técnicos y personal se cruzaban por todos lados, y cada vez que Jude intentaba acercarse, alguien más lo detenía para darle unas palabras sobre el partido.

Al final, frustrado y casi resignado, decidió dirigirse a los vestuarios del Barça para esperarlo.

Caminó por los pasillos del estadio, sorteando la seguridad y los periodistas, hasta que llegó a la entrada de los vestuarios del Barcelona. El ambiente allí era mucho más relajado, aunque lleno de risas y charlas.

Jude se apoyó contra una pared, esperando ver a Robert salir en algún momento. Justo cuando estaba revisando su teléfono, escuchó una voz familiar y aguda proveniente de dentro del vestuario.

—¡Ay, que frío hace aquí fuera!—Se quejaba alguien con acento andaluz.

—¿Pedri, has visto mi toalla?

Jude levantó la mirada justo a tiempo para ver cómo Gavi, completamente desprevenido y desnudo de espaldas, salía del vestuario principal, buscando desesperadamente algo con lo que cubrirse.

Ay mierda...

Pensó Jude, poniéndose de pie de golpe. Trató de decir algo, tal vez disculparse por invadir el espacio, pero su lengua se atascó en su boca como si estuviera paralizada.

Solo pudo mirar, completamente aturdido. Gavi no se había dado cuenta de que Jude estaba allí, no todavía.

Pero todo cambió en un segundo. Gavi giró ligeramente la cabeza y, al ver a Jude, su cara pasó de la relajación total al pánico absoluto.

—¿¡Qué demonios!?—Gritó Gavi, con los ojos abiertos como platos, agarrando lo primero que encontró a mano; un par de botines. Sin pensarlo dos veces, le lanzó uno directo a Jude, quien lo esquivó por los pelos.

—¡Espera, espera! ¡No quería molestarte! —Jude alzó las manos, intentando calmarlo, pero Gavi no lo escuchaba. Agarró una toalla de la banca y, por reflejo, se la lanzó también a la cara.

Jude se tambaleó hacia atrás, atrapando la toalla justo a tiempo, pero la confusión en su cara era evidente.

—¡Esto no es lo que parece!—Trató de explicarse entre risas nerviosas, viendo cómo Gavi buscaba más proyectiles.

—¡¿Qué haces aquí?!—Gavi seguía alterado, ahora con un bóxer en la mano que había salido volando de algún lugar.

—¡Esto es el vestuario del Barça!

Jude no sabía si disculparse, reírse o salir corriendo. Pero cuando Gavi, con el bóxer en alto, finalmente lo reconoció, todo cambió.

—¡Espera un segundo! —dijo Gavi, entrecerrando los ojos.

—¿Bellingham?

Jude asintió lentamente, todavía con las manos en alto, como si estuviera siendo arrestado.

Hubo un momento de silencio antes de que los dos estallaran en carcajadas. Gavi dejó caer el bóxer y se agarró el estómago mientras se doblaba de risa. Jude, relajándose un poco, comenzó a reírse también, su nerviosismo desapareciendo poco a poco.

—Ay Dios, pensé que eras un fan loco o algo así.—Dijo Gavi entre risas, secándose las lágrimas de los ojos.

—¡Me has dado el susto de mi vida!

—No, yo solo... —Jude trató de hablar, pero no podía parar de reírse.

—Solo quería pedirle una camiseta a Robert.

Gavi se limpió la cara con una mano, todavía sin poder creer lo que acababa de pasar.

—Pues has terminado con mis botines en la cara y los bóxers de Pedri en la mano.—Dijo, señalando la toalla y el bóxer que Jude todavía sostenía.

Jude miró hacia abajo y, dándose cuenta de lo que estaba sosteniendo, dejó caer las prendas rápidamente, estallando en otra carcajada, al ver el estampado de tiburones.

—No creo que nadie vaya a creerme cuando cuente esto.—Dijo Jude, sacudiendo la cabeza.

—De verdad que no planeaba irrumpir así —Dijo, frotándose la parte trasera del cuello, sintiéndose un poco avergonzado ahora que la adrenalina del momento empezaba a desaparecer.

—Solo quería pedirle a Robert su camiseta antes de que se fuera.

—Y terminas viendo a alguien en bolas.—Gavi se echó a reír otra vez.

Luego, por primera vez desde que lo vio, Gavi se dio cuenta de su propia situación.

—Espera… —Miró su propio cuerpo, completamente desnudo.

—¡Mierda!

Sin pensarlo dos veces, Gavi agarró la toalla más cercana (la que antes había intentado lanzarle a Jude) y la envolvió alrededor de su cintura. Sus mejillas se tiñeron de un leve tono rojo, y aunque normalmente era desinhibido con sus compañeros, la presencia de Jude lo hacía sentir un poco más incómodo.

—No te preocupes, no vi nada… Bueno, casi nada.—Dijo Jude, levantando las manos en señal de paz, pero eso solo provocó que Gavi le tirara una mirada asesina.

—Anda, anda, cállate ya.—Dijo Gavi, entre risas, aunque claramente avergonzado.

—Si quieres la camiseta de Robert, ¿Por qué no lo esperas aquí conmigo? Va a salir en un rato.

Jude parpadeó, sorprendido por la invitación.

—¿En serio? —Preguntó, dudando. Nunca imaginó que se quedaría en el vestuario del Barça después de un clásico.

—Sí, claro, no pasa nada. Pero primero, voy a ponerme algo.—Dijo Gavi, señalando la toalla que apenas se aferraba a su cintura.

—No vaya a ser que alguien más entre y piense que estamos haciendo algo raro aquí.

Jude asintió, todavía un poco nervioso, pero la situación se había vuelto tan absurda que no pudo evitar sentirse más relajado.

Mientras Gavi desaparecía, Jude se apoyó contra la pared, mirando de reojo las camisetas y equipamiento de los jugadores del Barça esparcidos por todo el vestuario. El ambiente allí era completamente diferente al de los vestuarios del Real Madrid, más relajado y lleno de risas.

Unos minutos después, Gavi salió vestido con una camiseta de entrenamiento y pantalones cortos. Su cabello todavía estaba húmedo por la ducha, y se veía mucho más tranquilo.

—Vale, ahora sí. Ya estoy decente.—Dijo Gavi, sonriendo.

—Y tú… —Lo miró de arriba abajo.

—¿Cómo estás?

Jude se encogió de hombros, sonriendo un poco con ironía.

—Podría haber ido mejor.—Dijo.

—Ustedes jugaron muy bien, Lamine… Robert…

—Y tú, especialmente.

Gavi sonrió, agradecido por el cumplido.

—Gracias, me ha costado volver, ¿Sabes? La lesión fue dura. Estar tanto tiempo fuera.—Su voz se volvió un poco más seria por un momento.

—Pero ahora estoy de vuelta, y ganar el clásico con un gol… —Sus ojos brillaron.

—No podía pedir más.

Jude asintió, entendiendo perfectamente lo que Gavi estaba diciendo. Él también sabía lo que era estar bajo presión, tanto del equipo como de uno mismo.

—Bueno, tu gol fue impresionante.—Dijo Jude.

—Oye, ¿Qué crees que dirán tus compañeros cuando se enteren de que estuviste en el vestuario del Barça después de perder el clásico?—Preguntó Gavi, inclinando la cabeza con una sonrisa traviesa.

Jude se encogió de hombros, sonriendo.

—Les diré que vine por la camiseta de Robert, pero terminé con una experiencia completamente diferente.—Respondió, mirando la toalla que había dejado caer.

—Aunque no creo que me crean si les cuento la historia completa.

En ese momento, la puerta del vestuario se abrió, y una figura alta y familiar apareció en el umbral.

Robert, con una gran sonrisa en el rostro, entró, aún con la energía del partido brillando en sus ojos.

—¿Jude? —Dijo, sorprendido al ver al jugador del Real Madrid en su vestuario.

—¿Qué haces aquí?

Jude se enderezó, sintiéndose un poco como un niño atrapado haciendo algo que no debía.

—Robert.—Dijo rápidamente, con una sonrisa nerviosa.

—Quería pedirte si podíamos hacer un intercambio de camisetas… Y tal vez una foto, si no te importa.

Robert lo miró por un segundo, y luego su rostro se suavizó en una sonrisa cálida.

—Claro, no hay problema.—Dijo, quitándose la camiseta de su partido y entregándosela a Jude.

—Te la has ganado por sobrevivir a esto.—Añadió, señalando a Gavi con un guiño.

Jude tomó la camiseta con una sonrisa enorme.

—Gracias, Robert.—Dijo Jude, sosteniendo la camiseta como si fuera un trofeo.

—De nada—Respondió Robert.

—Gavi.

—¿Sí?

—¿Esos no son los bóxers de Pedri?

Gavi y Jude intercambiaron una mirada antes de estallar en carcajadas otra vez.

—Larga historia.

Pedri apareció por la puerta, y su mirada cayó inmediatamente sobre los objetos que estaban esparcidos por el suelo. Con una expresión de confusión, señaló los bóxers que Jude había tirado antes.

—¿Alguien me puede explicar por qué mis bóxers están aquí?—Preguntó Pedri, mirando primero a Gavi y luego a Jude, claramente desconcertado.

El estallido de carcajadas que siguió fue lo suficientemente fuerte como para que todo el vestuario escuchara.

Pedri seguía mirando incrédulo sus bóxers tirados en el suelo, con Gavi y Jude riéndose tanto que no podían explicarle lo que había pasado.

—¿Alguien va a decirme qué demonios pasó aquí?—Pedri insistió, recogiendo sus prendas con una ceja levantada.

Gavi, secándose las lágrimas de las carcajadas, intentó recuperar la compostura.

—Largo historia, tío… Jude apareció de la nada y, bueno, digamos que me asusté un poco.—Dijo, con una sonrisa pícara mientras Jude asentía junto a él.

—Un poco es quedarse corto.—Agregó Jude, todavía con una risita contenida.

Pedri solo suspiró y negó con la cabeza.

—No quiero saber más.—Dijo mientras se alejaba, todavía confundido.

Cuando Pedri se fue, y la risa se fue desvaneciendo, Jude miró a Gavi con una sonrisa.

Había algo en esa interacción que lo había hecho sentir cómodo, relajado, como si estar con Gavi fuera lo más natural del mundo, aunque estuvieran en lados opuestos.

—Bueno, creo que ya tengo lo que vine a buscar.—Dijo Jude, levantando la camiseta de Robert que todavía sostenía en la mano.

—Pero hay algo más que me gustaría pedir.

Gavi, que se estaba inclinando para recoger sus propios botines, lo miró con curiosidad.

—¿Ah, sí? ¿Qué más necesitas? —Preguntó.

Jude, por primera vez desde que había entrado en el vestuario, parecía un poco nervioso. Se pasó la mano por el pelo, buscando las palabras correctas, pero al final decidió que la mejor manera era ser directo.

Total, después de todo lo que acababa de pasar, ya no había mucho que perder.

—Bueno, te estaba mirando durante el partido y... Tengo que decir que juegas increíble.—Empezó Jude, y Gavi sonrió, inclinando la cabeza.

—Gracias, lo aprecio.—Respondió, esperando a que Jude continuara.

Jude respiró hondo, sintiendo una mezcla de adrenalina y nerviosismo en su pecho.

—Pero también pensé que... Tal vez... Podríamos salir algún día. No sé, quizás tomar algo.—Sugirió Jude, sus palabras saliendo más rápido de lo que esperaba.

Gavi parpadeó, sorprendido. Claramente no se esperaba eso.

—¿Qué?—Preguntó, riendo un poco, pensando que tal vez Jude estaba bromeando. Pero al ver la expresión en el rostro del inglés, se dio cuenta de que hablaba en serio.

—¿Estás... Pidiéndome una cita?

Jude asintió lentamente, rascándose la parte trasera del cuello.

—Sí, eso creo. ¿Por qué no? Creo que nos llevamos bien, y… —Se encogió de hombros.

—Creo que sería divertido. Además, siempre es bueno relajarse después de un partido intenso, ¿No?

Gavi lo miró fijamente por un segundo, procesando la situación. Acababa de lanzar los bóxers de Pedri y sus propios botines a Jude hacía apenas unos minutos, y ahora el inglés le estaba pidiendo salir.

Después de un momento de silencio, Gavi se echó a reír de nuevo.

—¡Acabas de entrar al vestuario y casi me matas del susto, y ahora quieres que salgamos!—Dijo, aún riéndose, pero sin ninguna malicia en su voz. De hecho, había un atisbo de diversión en sus ojos.

—Esto es lo más surrealista que me ha pasado en un clásico, y mira que he vivido cosas raras.

Jude soltó una carcajada nerviosa, levantando las manos en señal de rendición.

—Oye, no te culpo si dices que no. Sé que ha sido un poco... Raro todo esto.—Admitió.

—Pero, ¿Qué dices? ¿Una copa? Nada formal, solo pasar un buen rato.

Gavi se quedó pensativo por un segundo. El chico del Madrid, el que acababa de pedirle una cita en el vestuario tras una escena de lo más absurda, tenía algo de carisma. Además, la idea de pasar el rato con él, lejos del campo, no sonaba tan mal.

Finalmente, Gavi sonrió, asintiendo.

—Vale, Jude. Pero con una condición.—Dijo, su tono más juguetón.

—¿Qué condición?

—Tú invitas la primera ronda.—Dijo Gavi, con una sonrisa de victoria.

Jude se echó a reír, relajado de nuevo.

—Trato hecho.—Respondió, extendiendo la mano.

Gavi la tomó, sellando el acuerdo con un apretón firme, antes de soltarlo y señalar la puerta del vestuario.

—Bueno, ve a ponerte algo decente. No podemos ir por ahí con la camiseta de Robert como si fuera un trofeo.—Bromeó, y Jude asintió, todavía sonriendo mientras recogía sus cosas.

Mientras Jude se dirigía hacia la salida, se detuvo en el umbral y miró a Gavi una vez más.

—Oye, bonito trasero.—Dijo, con una sonrisa traviesa.

—Cállate ya y lárgate, Bellingham.—Le respondió Gavi, riendo otra vez.

No sabía qué esperar exactamente de su salida con el sevillano, estaba seguro de que, con Gavi, la diversión estaba garantizada.

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