16
Este es mi hermoso espectáculo
Y todo está filmado
En cámara lenta
Yoon Gi empujó con la mano la puerta del baño, al ingresar se encontró con un gran espejo sobre la pared del lado de los lavamanos. La música se escuchaba también ahí pero era más suave que en la otra gran sala. Se acercó hacia el grifo para abrirlo y tomar el agua en sus manos para finalmente mojar su rostro solamente un poco. Se miró fijamente y observó su expresión seria, furiosa y también confundida ¿Por qué Ji Min no le había dicho nada? ¿Tan malo fue eso que sucedió y de lo que no estaba enterado?
Gruñó levemente y secó sus manos. No tenía muchas ganas de salir de allí porque ahora, lo que se suponía que debía de ser un lindo momento para ambos, se había visto arruinado. Se quedó medio recostado sobre la pared que brillaba reluciente y trató de pensar lo que haría al salir y al volver a sentarse frente a Ji Min.
A los pocos segundos se sobresaltó ya que la puerta se abrió, al alzar su vista pudo ver aquellos ojos de hacía un rato. Tae Min se veía con una expresión algo triste, parecía que lo había seguido hasta el baño. Se acercó a él con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y quedó a pocos centímetros de su cuerpo.
—Yoon Gi... Siento mucho lo que acaba de pasar— agachó muy levemente la cabeza mirando hacia un costado—, pero pensé que él te lo había dicho.
—No sé de lo que hablas— algo más molesto que antes, Yoon Gi analizó la actitud del chico. No creía que tratara de hacer nada malo, de hecho sus ojos reflejaban pura inocencia y paz, y eso lo confundía mucho porque se sentía celoso—¿Qué es lo que pasó entre ustedes? ¿Alguna pelea?
Tae Min lo miró fijamente y negó con la cabeza. Hizo lo mismo que Yoon Gi estaba pretendiendo, analizarlo y ver qué era lo que había dentro de su mente. Lo miró casi ladeando la cabeza; le gustaba su rostro, sus ojos con aire somnoliento, sus finos labios... Tae Min creía que Yoon Gi era tan hermoso como él. Estaba dispuesto a decirle lo sucedido ya que Ji Min al parecer no se había molestado en contarle, y eso le generó algo de molestia.
—Bueno, fue una pequeñez—le dijo finalmente, casi riendo al recordarlo—. Lo fui a visitar hace unos pocos días, estuvo haciendo un retrato muy hermoso, fascinante. La música entró por mis oídos como dulces susurros, tomé a Ji Min de la mano— mientras que contaba lo sucedido el chico revivía las acciones con Yoon Gi. Lo agarró de la mano y le clavó la mirada en sus ojos—,danzamos y reímos. Y luego...
Yoon Gi no se pudo mover, se había dejado agarrar para formar parte de un pequeño baile de tipo vals mientras Tae Min lo guiaba dando pasos cortos por aquel baño y tocaba su cintura delicadamente. Cuando se detuvo, hizo exactamente lo mismo que aquella vez. Inclinó el cuerpo de Yoon Gi hacia atrás, se acercó con lentitud a su rostro y abrió muy discretamente sus labios apenas asomando su lengua para besarlo de la manera más obscena que pudo.
Yoon Gi sintió la lengua del chico tocar la suya, sus labios apretados contra los otros y su corazón a punto de salirse de su pecho.
El tiempo se paralizó. La música dejó de sonar. Su boca ardía y quemaba como si aquel beso hubiese desprendido llamaradas en su piel.
—¿Qué mierda está pasando?—pensó el pelinegro sin comprender del todo la inexplicable inmovilidad de su cuerpo ante tal situación.
Tae Min lentamente despegó su boca de él y, sin dejar de mirarlo de una manera provocadora, curvó sus labios para sonreír cual niño inocente que acaba de cometer una travesura.
—Y así nos besamos— susurró casi inaudible y como toque final pasó su lengua por su labio inferior para relamerse— Aunque prefiero tu beso, Yoon Gi.
De repente la figura esbelta del muchacho comenzó a danzar muy suavemente frente a la total confusión de Yoon Gi, quien no podía hacer más que mirarlo hacer sus movimientos de caderas y brazos mientras que mantenía los ojos cerrados ¿Se estaba volviendo loco acaso?
—¿Qué...?— Yoon Gi no podía hablar, no le salían las palabras de la boca y no entendía el motivo.
Tae Min ladeó la cabeza de un lado al otro, después dio un giro sobre su propio eje y cayó en un elegante movimiento apoyándose en los hombros del pelinegro. Lo volvió a mirar como antes y le habló sobre los labios.
—"...pero cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado."—le recitó casi en un canturreo aquel versículo.
Esa voz que salió de sus cuerdas vocales fue diferente. Yoon Gi sintió que la había escuchado en algún momento de su vida, pero no supo realmente cuando. Fue dulce, pudo oler incluso que su piel desprendía un aroma muy agradable que lo hipnotizaba. Los ojos brillantes y hermosos de ese chico parecían decirle algo.
Después de eso todo alrededor se volvió oscuro, Tae Min se alejó a pasos lentos hacia atrás mientras su mano se estiraba hacia él, señalándolo en un sutil y bello gesto como si hubiese salido de una pintura renacentista y desapareciendo tras una cortina de humo negra y espesa. Yoon Gi se agarró los cabellos con fuerza y se agazapó contra la pared; un intenso pitido resonó en sus oídos y creía que éstos explotarían.
—¡Dios, basta!—gritó con todas sus fuerzas y el silencio en menos de un segundo volvió.
Siguió protegiendo su cuerpo y su cabeza cubriéndose con los brazos. Tenía el presentimiento de que estaba enloqueciendo y ese era uno de sus mayores temores.
Tembló como una hoja al igual que cuando son azotadas por los fuertes vientos. Tenía miedo de levantar la mirada porque no sabía si al hacerlo estaría en la realidad, en el pasado que lo seguía atormentando o dentro de una de sus pesadillas.
Luego de unos segundos volvió a sentir un aroma, pero esta vez de fragancia de hombre. Alzó la cabeza rápido y se encontró con el chico otra vez. Tae Min lo miró asustado, tras él otros dos hombres que habían entrado al aseo lo miraron curiosos sin comprender lo que le sucedía.
—Yoon Gi ¿Estás bien?— le preguntó el chico con notoria preocupación.
—¿Necesitas que llame a alguien?—uno de los hombres ofreció ayuda ya que lo veía bastante mal y desorientado.
—No, estoy bien, solamente me sentía mareado— Yoon Gi se incorporó lentamente sin mirar a ninguno de los allí presentes— Disculpen.
El pelinegro pasó las manos por su cara dejando que resbalaran, se apretó un poco los ojos y volvió a la realidad. Lo peor de aquello es que no pudo evitar mirar esos ojos que lo seguían viendo con preocupación. Tae Min parpadeaba con lentitud sin decirle nada, era como si quisiera que él hablara primero.
Los otros dos hombres se marcharon al ver que el pelinegro parecía estar bien y quedó una vez más a solas con el chico.
—Discúlpame —le habló por fin, tocando su brazo— Si estás así por lo que dije en la mesa...
—Fue un simple mareo, de verdad— le mintió, tratando de quitar de su cabeza lo que fuera eso que acababa de vivir con el chico. No sabía cómo sentirse —Supongo que Ji Min y tú discutieron o algo así.
—Pues sí, exactamente —apenado por lo que decía, volvió a verse con esa expresión de niño inocente—.Discutimos por una tontería y dije algo que no debía sobre tu persona.
El cuerpo de Tae Min vestido con su perfecto uniforme de color negro, se apoyó sobre los lavamanos. Miró sus zapatos brillantes por un segundo mientras que Yoon Gi se apretaba con fuerza el puente de la nariz intentando sacarse el dolor de cabeza.
—¿Qué dijiste?
—Bueno—hizo un movimiento leve de cabeza y lo observó de reojo—.Discutimos sobre técnica, artistas... Ya sabes— se encogió de hombros sin apenas hacerse notar—, esas cosas. Ji Min me contó que sabes de arte y metió en medio tus opiniones. Le dije que si no estabas estudiando, ¿Qué ibas a saber? Tu opinión me resultaba indiferente en ese momento— terminó de contarle lo sucedido y esperó su reacción.
Pero Yoon Gi apenas había escuchado lo que salió de sus labios, creyó que dijo algo sobre arte pero nada más que eso. Su cabeza seguía mareada solamente pensando en lo que estaba pasando. Aquel chico se le había aparecido en la casa de Nam Joon, como si de una alucinación se tratase, y volvía una vez más a aparecer de la misma forma en aquel lugar. Ya no sabía qué debía creer. Agitó su cabeza con fuerza y se encogió de hombros, dándole a entender que le daba igual.
—Vale, olvídalo. Son cosas que pasan— Yoon Gi quería salir de ahí cuanto antes, por lo que pasó rápidamente por el costado del chico y abandonó el baño camino hacia la mesa. Una vez ahí Ji Min lo miró asustado—¿Ya pediste algo?
—Pero... Yoon Gi— el rubio arrugó la frente, ni siquiera estuvo mirando el menú porque tampoco nadie se acercó para preguntarle qué iban a pedir. Le tocó la mano al otro y lo miró fijamente — Perdóname, esta situación es muy incómoda. Debí contarte lo que pasó.
—No hace falta, Tae Min me lo dijo— le sonrió forzado, apartando un poco su mano para bajarla de la mesa—.Fue una tontería, entiendo que no me lo contaras. No quiero influenciar mis opiniones sobre arte en ti.
—¿Eh?—Ji Min elevó una ceja y juntos sus manos bajándolas hasta dejarlas apoyadas sobre sus muslos.
—Sí, ya sé que no soy un artista, ni un crítico de arte...—le comentó, tomando ahora la carta para ver qué pedían— Olvidemos esto y pidamos algo ¿Está bien?
Sin comprender del todo a qué se refería Yoon Gi, el menor no le dijo nada más respecto al tema y decidió fisgonear el menú una vez más. Después de un largo silencio pensando, ambos compartieron opiniones sobre los platillos del menú, olvidando así por completo lo sucedido. Tae Min no se acercó a la mesa ni tampoco se asomó por allí, cosa que a Ji Min le llamó la atención. Se preguntaba por qué le había contado a Yoon Gi tal cosa, aunque prefería que así fuera y que no le dijera lo que en realidad sucedió.
Unos minutos después, la comida llegó; el delicioso olor de aquel platillo de pasta italiano hizo que ambos sintieran sus bocas salivar. Comieron tranquilamente, disfrutando cada bocado y hablando lo justo y necesario sin meterse en temas de la universidad o del trabajo del pelinegro.
En el momento en que terminaron, ni siquiera pidieron un postre, preferían marcharse del lugar. Ji Min recordó que Tae Min les había comentado que habría un espectáculo o algo parecido y que haría una danza en conjunto con la melodía de un violín. No quería ser grosero, pero no le parecía muy correcto quedarse después de la situación tan incómoda, por lo que le pidió a Yoon Gi que por favor se marcharan de allí y que fueran a otro lado. Entonces el pelinegro cediendo a su petición pagó la cena y salieron al estacionamiento para tomar su moto e ir en otra dirección.
Terminaron por ir a la casa del rubio ya que no se les ocurría a dónde más ir; los dos parecían idos en sus pensamientos y las palabras eran muy escasas. Ji Min se sentía bastante mal, no iba a negarlo, odiaba estar así con Yoon Gi porque siempre hablaban de alguna tontería.
—¿Quieres pasar?—le preguntó al llegar a la puerta de su casa, bajando de la moto con cuidado.
—¿Y tus padres?
—Ellos no vendrán— miró el reloj en su teléfono, no era tan tarde como creyó—, seguramente salgan por ahí. Además, sabes que no les importa que estés en casa.
Yoon Gi asintió, apagó el motor del vehículo y se quitó el casco. Siguió luego al rubio hasta el interior de la casa y cerró la puerta tras su espalda. Ambos subieron hasta el cuarto y, una vez ahí, Ji Min abrió un poco la ventana para que entrara la brisa de la noche. Se fijó luego en su caballete, ese que estaba tapado con una tela vieja. Se acercó lentamente hacia su lienzo escondido y miró de reojo al pelinegro quien se había sentado al borde la cama mirando hacia el techo. Le parecía un momento ideal para enseñarle lo que había hecho para él, quería impresionarlo y que se quedara con la mandíbula por el suelo.
—Mira, tengo una sorpresa para ti— le dijo sonriente, tomando la tela con la mano y tirando bruscamente de ella para destapar su obra— ¡Tachán!
Los ojos casi entrecerrados del pelinegro viajaron hacia aquel lienzo; observó maravillado lo plasmado allí. Sintió que se miraba en un espejo, en uno de otra dimensión lleno de vivos colores, de hermosos trazos e inundado de sentimiento por más que fuera un retrato. No se levantó de la cama, porque la visión y perspectiva que tenía desde allí lo hacía ver la pintura perfectamente bien.
—Ji Min— lo nombró, sin despegar sus ojos de la obra de arte—. Eres jodidamente talentoso. Es hermoso.
—Es hermoso porque eres tú— Ji Min infló sus cachetes, algo avergonzado por decir tal cursilería; abandonó la distancia tan cercana hacia su caballete para ir camino a su cama, allí donde el otro seguía sentado como si estuviera cansado. Se quedó de pie frente a sus ojos, tomándole el rostro e inclinándose un poco para dejar un suave beso en su boca— Después te lo regalaré. Cuando obtenga mi super diez, claro.
El pelinegro sonrió y llevó sus manos hacia la cadera del otro. Ji Min se apoyó con sus rodillas sobre el colchón poniendo ambas piernas a los lados de las de su novio, hundiéndose un poco. Ambos se quedaron mirándose por unos segundos como si nada existiera en esa habitación más que sus presencias. Acercaron sus labios entreabiertos para rozarlos y luego presionarlos para así besarse. Ji Min tenía la sensación de que una vez más la imagen de Tae Min en aquella habitación lo llevaría a pensar en cosas que no debía; estaba con Yoon Gi y pensar en otra persona mientras que lo besaba no estaba nada bien, pero le era difícil sacarse ese recuerdo de la cabeza, por lo que necesitaba reemplazarlo con otra cosa para olvidar.
Y mientras que el beso de ambos se volvía más íntimo y necesitado, el cuerpo del menor empujaba al otro para que quedara apoyado completamente sobre la cama. Las manos frías de Yoon Gi recorrían su nuca, acariciando cada centímetro, luego bajaban hasta aquel suéter negro para así levantarlo y descubrir la camisa blanca que luego desabotonó apresurado, finalmente contemplando un hermoso cuerpo que más bien le parecía una escultura esculpida por Miguel Ángel.
Ji Min también hizo a sus manos partícipes del asunto y ayudó a Yoon Gi a desprenderse de su ropa hasta que ambos quedaron completamente desnudos bajo la poca iluminación de su lamparita. Las caderas eran cómplices en roces y movimientos que anhelaban un contacto más profundo; el menor podía sentir el calor subirle por cada parte de su piel, quería desesperadamente tomar ese cuerpo blanquecino y apretarlo mientras impactaba contra el suyo. Gimió con cada mordisco que notó en su piel, con cada beso y cada toque de esa lengua que se paseaba bajo su mentón. Se sentía vulgar y sucio porque lo que hacían no era nada romántico en ese momento; Yoon Gi apretaba su trasero con fuerza y lo obligaba a intensificar el roce de sus miembros, no podía soportarlo por mucho más tiempo.
—Yoon Gi—jadeó el rubio, cegado de excitación—, fóllame de una vez, por favor.
El otro gruñó con intensidad, también invadido por la lujuria y la necesidad de entrar en él cuanto antes. Lo agarró con fuerza de las caderas y le dio la vuelta para ponerlo boca abajo, levantando así un poco su trasero; rebuscó en el cajón del chico un profiláctico y se lo colocó. Lubricó un poco aquella entrada y se introdujo en él ansioso sin siquiera prepararlo, las ganas le podían. Ji Min no se quejó para nada porque estaba igual que el pelinegro, quería sentirlo dentro y esperar no era ninguna opción. El choque lento y profundo que Yoon Gi provocaba sobre su cuerpo lo volvía loco; y cuanto más comenzó a desprender de sus labios esos dulces gemidos, la intromisión de ese miembro entre sus paredes se volvía más intensa, más fuerte y algo brusca. Yoon Gi agarró la cadera de Ji Min con una mano y con la otra enredó sus dedos en las dorada hebras hasta tirar de ellas y empujarle la cabeza para hundirlo, acallando un poco el sonido de sus gemidos contra el colchón.
La poca iluminación de la lamparita dejaba casi en la penumbra ambos cuerpos colisionando, cada vez de manera más violenta. Yoon Gi se pegó a la espalda del otro sin dejar de hacer movimientos penetrantes y profundos, también soltando sus deseados sonidos sobre la nuca del menor. No creía que fuera a volverse tan salvaje, después de todo las relaciones sexuales que mantenían siempre eran más románticas y suaves porque no quería que Ji Min recordara esas veces en las que su cuerpo involuntariamente lo trató con tanta agresividad, obligándolo a gritar que era una sucia perra.
—¡Dios, Yoon Gi, más fuerte!—le exigió, intentando levantar su cabeza.
Los dedos del rubio se entrelazaron con las sábanas, tirando de ellas y sintiendo que estaría a punto de llegar al tan deseoso orgasmo si tan sólo Yoon Gi lo hacía con más fuerza y llegaba a tocar su próstata como nunca antes lo hizo. Y así, cediendo a su petición, el pelinegro se salió totalmente de control en aquel punto, la estrechez que provocaba Ji Min sobre su miembro lo hacía gruñir y aumentar el ritmo. Mordió con fuerza su hombro cuando logró tocar aquel dulce sitio dentro de él y ambos se corrieron, llegando al clímax en sincronía.
El aire era escaso, el cansancio por el esfuerzo los dejó abatidos. Yoon Gi salió de aquella cavidad y se dejó desplomar a un lado del otro, quien seguía respirando con dificultad y no levantaba su cabeza.
—Joder, eso fue intenso— comentó Yoon Gi, casi riendo. Se giró a un lado para ver a su rubio y éste como le fue posible lo miró con los ojos somnolientos con su mejilla apoyada sobre el colchón.
—¿Podemos hacer esto más seguido?— Ji Min sonrió apenas, con picardía. Ciertamente le gustaba que su relación fuera así. Se movió un poco sólo para poder pasar su brazo por encima del pecho del otro y acercar su cabeza hasta su hombro para quedarse allí por siempre.
Yoon Gi no le dijo nada, siguió tomando aire. Le dejó un leve beso en la frente y luego miró hacia su derecha; allí, sus ojos se abrieron como platos y su corazón se detuvo por un instante. No entendía qué estaba pasando por su cabeza, si es que acaso estaba jugándole malas pasadas o en realidad estaba soñando. Pero ahí lo vio, otra vez, sentado de piernas cruzadas sobre la mesita de luz, Tae Min los miraba a ambos con la cabeza de lado y con la lengua afuera, paseando la punta de ésta sobre su labio inferior.
El pelinegro parpadeó con fuerza y después de abrir y cerrar los ojos al menos tres veces, había desaparecido.
¡Perdón por la tardanza y muchas gracias por esperar y seguir la historia!
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