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15

La habitación de Ji Min estaba en total silencio, sus pensamientos iban y venían dentro su cabeza y lo cierto era que todo eso no sabía cómo tomarlo o sentirse. Después de aquel repentino beso que Tae Min le dio no supo qué debía hacer; el día siguiente a lo sucedido el chico no había aparecido por la universidad y eso lo confundió muchísimo. Se preguntaba si fue por lo que hizo o se debía a otra circunstancia.

Su cuerpo se encontraba acostado sobre la cama, miraba de reojo hacia la ventana como las cortinas se mecían por el viento. Hacía frío aquel día pero un gran suéter negro lo cubría incluso hasta llegar a sus muslos. El cuello de tortuga de la prenda también cubría parte de su rostro, solamente dejando tapada su boca. No tenía nada que hacer ya que la mayoría de sus tareas fueron terminadas, aunque el retrato que había pintado de Yoon Gi quedó a la mitad.

Cerró los ojos por un momento y puso sus manos sobre éstos, frotando. Por alguna razón le dolía la vista.

Después de un rato pensando se levantó de la cama y bajó las escaleras para ir hacia la cocina, allí se encontró otra vez con el silencio. Sus padres estaban trabajando y, cuando se encontraba en esa situación, no podia evitar recordar lo que le sucedió a éstos cuando fueron poseídos por esas torturadas almas. Siempre que recordaba todo eso le dolía el pecho y se sentía horrible.

Trataba con todas sus fuerzas de olvidar, pero a veces esas memorias solo volvían como un pequeño flash. También escenas de un pasado mucho más allá del de hacía solamente un año. Ji Min seguía soñando algunas cosas sobre el hospital y también con Yoon Gi diciéndole que lo iba a proteger a toda costa.

Al acercarse al frigorífico tomó una lata de refresco sin azúcar, se sentó en el taburete y miró el reloj de la pared. Eran las nueve de la noche y seguía solo en la casa. Yoon Gi le dijo que iría a buscarlo para salir y así despejaban un poco sus mentes, él estaba estresado y suponía que Ji Min también debido a los estudios.

—Supongo que va siendo hora de cambiarme— se dijo, sonriendo por saber que pronto lo vería.

Quería verse bien porque suponía que irían a comer a algún bonito restautante, aunque Yoon Gi no le había dicho nada sobre eso. Buscó en su armario ropa que le pareciera adecuada, pero que no se viera exagerada. Optó por unos pantalones negros de jean, una camisa blanca y sobre ésta otro suéter con cuello en v. Se miró en el espejo y rio ya que parecía un nerd.

Estando ya listo esperó la hora a que Yoon Gi llegara a buscarlo. No tardó mucho en escuchar el timbre de la puerta, de inmediato fue camino a abrir.

—Hol...

No pudo terminar su saludo debido a que Yoon Gi lo tomó del rostro y lo besó ansioso, empujándolo hacia el interior de la casa. Ambos se besaron con ganas, moviendo sus cabezas de un lado a otro. Hacía días no se veían por culpa del trabajo de Yoon Gi y justamente ese día no tenían de qué preocuparse ya que al siguiente sería sábado.

—Yoon Gi— el menor despegó sus labios del otro y lo miró tímido —.Te eché de menos.

—Yo también.

El rostro del pelinegro se veía un poco serio, las cosas no estaban como al principio. La preocupación lo volvería loco en cualquier momento; incluso en el trabajo cometía errores y era regañado. Estaba pensando en cambiar sus pastillas por algo más fuerte.

—¿A dónde iremos?—Ji Min le acomodó un poco el abrigo al otro y luego pasó su mano por su cabello negro.

—A un lugar que te gustará —le mostró una leve sonrisa y volvió a besarlo.

Había decidido llevarlo a un lugar bastante conocido donde decían que hacían los mejores platos de la ciudad; Yoon Gi disfrutaba de la buena comida y creía que Ji Min se merecía una salida un poco más formal que las anteriores veces. No es que a Yoon Gi le gustara ir a lugares con mucha gente, pero debía de dejar un poco eso de lado y pensar en pasar un buen rato con el otro. Además en aquel lugar también hacían pequeños espectáculos que podrían entretenerlos y hacerlos pasar un buen rato.

—Vamos porque si no me quedaré aquí basándote toda la noche.

Sujetando con fuerza sus manos y entrelazando los dedos, los dos salieron de la casa camino al restaurante. Yoon Gi no tenía auto pero sí una bonita moto de color negra que Nam Joon le prestó. Según le contó era un regalo de alguien especial pero nunca la usaba, así que antes de dejarla allí abandonada en su garaje prefirió dejársela para lo que necesitara, además Yoon Gi ya había sacado su carnet unos mese antes porque pensaba comprarse una.

Ji Min se colocó el casco y subió atrás, sujetándose fuerte de la cintura del otro. Cuando arrancó sintió la adrenalina debido a la velocidad que tomó, nunca antes había subido a una moto y esa nueva sensación recorrió cada punto de su cuerpo hasta erizar sus vellos.

La calle estaba transitada e iluminada por todas las farolas y los carteles llamativos de los negocios. El cielo comenzaba a despejarse y dejaba ver aquellas hermosas estrellas brillantes que se reflejaban en los pequeños charcos de la acera. Como todo viernes la juventud salía a disfrutar de su tiempo con amigos; muchos bares llenos, discotecas y hasta cafeterías en ese horario estaban repletos de gente. Ji Min sonrió feliz porque le agradaba poder salir con Yoon Gi, era necesario para ambos pasar todo el tiempo posible juntos.

El restaurante al que iban se llamaba "El beso del Ángel", era muy conocido y también costoso, pero a Yoon Gi eso no le importaba. El interior tenía un ambiente relajado y todo se veía perfecto, la música que acompañaba a los comensales era algo que tampoco tenía desperdicio. Si bien a Yoon Gi no le gustaba recordar el pasado, unos años después de que Amón tomara su cuerpo había viajado a Europa y visitó un precioso restaurante como aquel.

—Bien, aquí es— se sacó el casco y ayudó al menor a quitarse el suyo.

—Yoon Gi... Este lugar debe ser carísimo —el rubio miró la arquitectura tan impecable y de estilo casi romano. Abrió la boca estupefacto, incluso se le aceleró el corazón.

—Olvídate de eso— le peinó su cabello rubio con los dedos mientras le sonreía —Vamos.

Subieron las escaleras de color blanco hasta la puerta principal. En el suelo había una alfombra roja, casi de tono bordó y al lado derecho una pequeña recepción. Allí una mujer joven muy bien maquillada y vestida los recibió amablemente y preguntó si tenían reserva. Una vez que fue confirmada,  otra joven los acompañó hacia el interior donde se encontraban todas las mesas.

Los ojos de Ji Min no podían estar más sorprendidos con todo el lujo que veía. Todas las mesas eran redondas, estaban en perfecta alineación. En el centro de cada una había un hermoso y delicado jarrón de vidrio que contenía unas flores de tonalidades muy suaves. La sala era enorme y blanca,  pero las luces eran tenues y no molestaban a la vista. En las paredes había obras de arte como decoración y al fondo un escenario con cortinas de color vino tinto.

—De verdad, Yoon Gi, esto es demasiado— mientras que tomaba asiento y la joven le entregaba la carta, seguía observando cada detalle de la sala.

—Es un bonito lugar. Una vez estuve en Europa,  en Italia —le comentó —.Esto es muy parecido, incluso la música. ¿Te gusta?

—¡Claro que me gusta!— casi gritó por la emoción, ya que estudiaba arte no podía evitar mirar las pinturas de las paredes. Se fijó en una que llamó su atención y se la señaló a Yoon Gi con el dedo— Mira, esa es la...

—"Madonna Sixtina"— miró aquella réplica muy bien realizada y curvó sus labios hacia arriba —.Bueno, solo se ven esos dos famosos ángeles.

—Ya... Yoon Gi, no me quites protagonismo que soy yo el que estudia arte— Ji Min hizo un leve puchero y luego comenzó a reír. Le gustaba poder compartir con Yoon Gi las cosas que sabía sobre arte, pero dado que veía que sabía mucho no podría sorprenderlo con algo que no supiera —. Eres un sabelotodo.

—Lo siento —le devolvió la sonrisa y luego tomó la carta para ver el menú.

Ninguno de los dos estaba muy convencido de qué debían pedir,  Ji Min solamente leía nombres de platos extraños y otros pocos que conocía. Optó por lo más sencillo que encontró y el pelinegro pidió lo mismo, la comida extranjera le gustaba pero prefería acompañar a Ji Min. Así que solamente esperaron a que le tomaran el pedido.

Ji Min se fijó una vez más en ese escenario del fondo después de recorrer los cuadros de la pared, estaba curioso por saber qué espectáculo habría aquella noche.

Después de unos pocos minutos se acercó un camarero, pero al verlo, ambos se quedaron en silencio. Allí estaba él, con su bello rostro y perfecta figura vistiendo totalmente de negro. Tae Min los miró sorprendido.

—Oh, hola chicos— los saludó amablemente ya que debía mantener esa actitud ante todo los clientes—.Que sorpresa verlos aquí.

—Tae Min— Ji Min lo nombró, casi susurrando—.No sabía que trabajas aquí. Yo...

—Bueno, nunca te lo dije— ladeó su cabeza hacia un lado y volvió a sonreír simpático—.Hace unos meses entré a trabajar. Y además hago un pequeño número.

La mirada de Yoon Gi se veía un tanto perdida, recordó su alucinación de hacía unos días atrás y verlo a ese chico allí lo estaba poniendo un poco incómodo. Pero quien realmente se sentía así era Ji Min, la situación era embarazosa, no había hablado con el chico después de ese beso y su cabeza solamente pensaba en ello al mirarlo; entonces se dio cuenta de que lo había estado mirado demasiado y giró su rostro hacia la carta nuevamente, queriendo tapar su cara con ésta.

—¿Qué es lo que harás?— el pelinegro le preguntó, saliendo de la incomodidad de la situación.

—Tocarán el violín y lo acompañaré con una danza—le respondió cordial, clavando sus ojos en él—¿Qué van a pedir entonces?

—Ah...— Ji Min volvió a mirar la carta, se le olvidó qué era lo que pediría. Se maldijo internamente porque sabía que estaba siendo muy obvia su incomodidad y Yoon Gi lo miraba sin entender qué le sucedía. 

Tae Min, aunque trataba de verse despreocupado no pudo evitar sentirse un poco mal por Ji Min, suponía que no le había dicho nada al pelinegro, porque si no no estaría queriendo que se lo tragara la tierra. 

—Ji Min— lo nombró con su dulce voz, pero el rubio lo miró muy disimuladamente de reojo—.De verdad que siento lo que ocurrió.

En cuanto le dijo aquello giró su cabeza bruscamente hacia el chico sin entender por qué decía eso en aquel momento, parecía que lo había hecho a propósito. Yoon Gi, que seguía sin entender, los miró a ambos fijamente, pero a quien le prestó más atención fue a Ji Min, que se veía con las mejillas sonrojadas; de ese modo supuso que algo raro pasaba entre esos dos y le molestaba no saber qué era. Tae Min agachó un poco la cabeza, sus labios apenas se curvaron hacia arriba para sonreír, pero ninguno de los otros dos lo notó; después volvió la vista hacia Yoon Gi.

—Oh, lo siento, Yoon Gi, creí que sabías lo que pasó—lo miró con una expresión de falsa pena que hizo que el pelinegro se sintiera algo disgustado—.Mejor volveré en un rato, o mejor llamaré a una compañera para que tome sus pedidos.

De inmediato, cuando aquel delgado chico se alejó de la mesa, Yoon Gi clavó sus pupilas sobre las de Ji Min. Realmente no sabía qué debía de decir o cómo tomarse la escena que acababa de vivir. El otro estaba entre la espada y la pared, no creía que aquel fuera a ser uno de los primeros disgustos dentro de su relación, y menos aún estando en un lugar tan bello para pasar un rato agradable.

—Ahora vuelvo— Yoon Gi se paró del asiento, sin más, dejando a Ji Min a punto de decirle algo. No se sentía muy bien, por lo que su idea era ir hasta el baño para mojar un poco su cara con agua fría.

Mientras se alejaba, Ji Min se lamentaba y creía estar siendo el peor novio del mundo. El corazón se le arrugó, tanto que le ardió el pecho.


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