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13

La muñeca de Ji Min danzaba libremente sobre el lienzo, y en esta ocasión tenía planeado lo que iba a retratar. Debía entregar un trabajo sobre retrato humano y que mejor persona para retratar que a Yoon Gi.

Mientras que pintaba con variedad de tonos escuchaba una música clásica de fondo. Le encantaba sentirse como un pintor de otra época, allí donde la belleza se retrataba de forma distinta a la modernidad. A Ji Min le gustaba resaltar mucho las sombras, aunque en ocasiones se pasaba con el negro y terminaba por hacer formas disimuladas para tapar sus errores.

Se sentía feliz ese día,  esperaba poder ver a Yoon Gi ya que hacía dos días no se habían visto. Según le dijo el rubio tenía que hacer trabajo extra porque Nam Joon lo obligó a ir. Claro que a Ji Min lo ponía un poco triste no poder verlo,  pero comprendía que Yoon Gi debía trabajar.

Mojó el pincel en el óleo de color negro, con mucho cuidado. Los finos pelos de la herramienta recorrieron el lienzo lentamente. Ji Min se encorvó y se acercó hacia su obra, quería ver con detalle los trazos que dejaba. No podía permitirse una equivocación.

El color de su piel, de sus ojos y su pelo se mezclaban para dar vida a su obra. Era su perfecta obra.

Curvó sus labios hacia arriba al observar desde la distancia. Asintió con la cabeza aprobando lo que había hecho. Aún faltaban partes por completar, pero se veía maravillado.

Se sentó un rato sobre el marco de la ventana y miró el vecindario curioso, el sol tan radiante le permitía a los más pequeños salir a disfrutar de sus juegos. Era tarde, pero no tanto como creyó. Miró el reloj del teléfono y volvió a sonreír porque Yoon Gi llegaría pronto. Esperaba mostrarle su pintura como sorpresa; se dispuso a buscar una vieja sábana para tapar el lienzo para así luego hacer una pequeña escena como en las peliculas.

Volvió a mirar por la ventana y notó una figura que caminaba hacia su casa, encapuchada. Supuso que era él,  no era nada raro verlo vestido de ese modo. Bajó emocionado las escaleras para recibirlo pero cuando abrió la puerta aquella persona no era Yoon Gi.

—Hola, Ji Min—lo saludó aquella dulce y apacible voz.

—Tae Min, no esperaba tu visita— sonrió con amabilidad, pero decepcionado por saber que no era quien esperaba—¿Quieres pasar?

El joven asintió y Ji Min le abrió por completo la puerta para que entrara. Ambos caminaron hacia la sala, allí Tae Min se sentó en uno de los sillones individuales y le fue ofrecida una bebida. El rubio le alcanzó un vaso con un poco de jugo de manzana y se sentó para charlar con él y preguntarle a qué se debía tan inesperada visita.

—¿Te encuntras mejor?—Tae Min bebió sin prisa un poco del jugo y dejó el vaso sobre la mesita de vidrio.

—Sí, ayer me preguntaste lo mismo en la universidad — Ji Min rio entrecerrando sus ojos, le parecía divertido que su amigo fuera tan distraído —.Estaba haciendo el trabajo de retrato. ¿Quieres verlo?

—Sería un honor.

El menor se sentía un poco nervioso porque Tae Min viera su tarea; él era un chico de un curso más avanzado y podía criticarle todo lo que quisiera, pero tenía miedo de sentirse un pobre sin talento ante cualquier cosa que le dijera. Ji Min solía tomarse muy bien las críticas, correjia sus errores rápidamente y se esforzaba por no cometerlos de nuevo.

Mientras subían las escaleras la música, que seguía sonando, se oía cada vez más fuerte. Ji Min se acercó a pasos rápidos hacia la sábana que cubría el lienzo para mostrar su obra. Dejó aquella tela en el suelo y esperó una reacción por parte del chico quien miraba atónito cada parte allí  pintada.

—Es hermoso— susurró, acercándose un poco más al caballete —¿Quién es él?

—Ah...

Ji Min se quedó en silencio al darse cuenta de que había llamado hermoso a la persona de su retrato y no a su técnica de pintura. Agachó un poco la cabeza mirando sus pies y rio avergonzado. No le había dicho a su amigo sobre Yoon Gi, por alguna razón hablarle de él despertaba su lado más tímido. Claro que amaba a Yoon Gi y no tenía problema en decirlo,  pero por alguan razón con Tae Min era diferente. Tenía una pequeña idea sobre su forma de tratarlo, no podía pensar mal de él pero en ocasiones Ji Min creía que le gustaba al chico y eso lo ponía inquieto porque le caía muy bien.

—¿Es algún ángel que hayas visto en tus sueños?—sin dejar de mostrarse simpático se giró para mirarlo, pero Ji Min seguía con las vista clavada en el piso.

—Es Yoon Gi— dijo por fin—Él estuvo con nosotros aquí después de lo que me ocurrió en clase. ¿Recuerdas?

—Ah... Sí, lo recuerdo muy bien.

El joven mostró sus dientes y volvió la vista al lienzo; contemplaba cual crítico de arte la forma del rostro, los colores y aquello que le llamaba más la atención,  los ojos rasgados y de un color miel mezclado con rojo. Tae Min creía que Ji Min tenía un talento innato, deseaba poder llevarse la pintura con él para así colgarla en el pasillo de su casa.

Entre tanto el compañero del rubio observaba su obra, éste se mantenía con una leve sonrisa de satisfacción. Cuanto más tiempo pasaba y más lo miraba juraba que podría sacarse un sobresaliente en la tarea. Pero aun así lo que más anhelaba en ese momento era mostrárselo a Yoon Gi, quería ver su rostro ilumando.

—¿Él es tu amigo hace mucho tiempo?—la voz del otro lo sacó en abrir y cerrar de ojos de sus pensamientos —No me habías contado nada, Ji Min.

—Sí, lo siento. Es que nosotros...

—Me encanta esta melodía —lo interrumpió y movió su cabeza lentamente, después su cuerpo.

Ji Min miró asombrado la delicadeza con la que se movía Tae Min, como giraba su cuerpo, la expresión de su rostro... Realmente sentía la melodía recorrerle cada parte del alma. Era una maravilla verlo danzar de aquel modo.

Los pies del chico se movieron hacia Ji Min, le agarró las manos y lo miró fijamente animándolo a danzar junto a él. Ji Min siguió sus movimientos; con sus manos juntas danzaron al son de las notas que subían y bajaban. Se miraban a cada movimiento, cada giro, y reían divertidos. Daban vueltas por toda la habitación hasta incluso marearse. Se la estaban pasando bastante bien en esas cuatro paredes.

—Bellissimo...

Sin entender lo que Tae Min le había dicho, simplemente lo miró confundido pero sin dejar de mostrarle una sonrisa. Después de eso el cuerpo de Ji Min se inclinó hacia atrás, una de las manos del chico quedó bajo su espalda y la otra aun le sostenia la mano. La cabeza de Ji Min quedó colgando hacia atrás; los dos quedaron en una perfecta pose de bailarines.

El rubio seguía riendo por toda la situación,  se fijó en su compañero y éste aun dejándolo en esa posición se acercó hacia su rostro y juntó sus labios con los del menor. Presionó sobre su boca y cerró los ojos para sentir mejor su sabor. Los labios de Ji Min eran muy espojosos y dulces. Era como probar un caramelo.

El corazón de Ji Min en ese instante se detuvo. Rápidamente se alejó de Tae Min y se tocó sus labios sin poder  creer lo que había hecho.

—¿Por qué hiciste eso?

—Lo siento, Ji Min—Tae Min se quedó inmóvil, arrugó su frente y se tocó el puente de la nariz haciendo presión —Yo lo hice sin pensar. Discúlpame.

Ambos se miraron confundidos por unos segundos y quien tomó la iniciativa de marcharse debido a la incomodidad fue Tae Min. Se largó del cuarto casi corriendo dejando a Ji Min sin palabras y con la música de fondo acompañándolo.

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