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Estoy desestabilizado, no soy un caballo de espectáculo

No puedo ser refrenado, por supuesto

Estoy desestabilizado y sin recompensa

Fui tatuado al revés

Fui tatuado al revés

Al revés

Era la hora justa para que Ji Min saliera de casa y llegara a la universidad con tiempo. En la noche estuvo estudiando, lo más concentrado que pudo, para el examen de ese día. Estaba preparado, su cabeza aun tenía la información almacenada con las palabras exactas del libro, sólo esperaba que cuando se sentara frente al papel no se le olvidara todo de golpe. A pesar de que iba bien y sus notas le podían dar un gran alivio, no debía caer en picado tan rápido. Tuvo suerte de que Jin lo tranquilizó un poco y lo ayudó a fijar su cabeza en la lección y no en cosas que lo podían perjudicar.

Los padres del chico no se encontraban en casa esa mañana, por lo que no pudo ir en auto y debió caminar hasta el lugar.

Esa mañana tan temprano estaba fresca, había nubes oscuras que se mezclaban con las blancas y el color del cielo se veía apagado. Ji Min antes de salir, tomó la precaución de guardar su paragüas en la mochila por si se largaba a llover.

Al llegar, saludó a alguno de los compañeros de su clase pero éstos ni siquiera tuvieron la amabilidad de sonreír. Eran bastante distantes con él. No era algo que le molestara, incluso si no querían hablarle por todo los años que le quedaban de carrera, estaba bien. Ji Min intentó hacer amistades, pero todos se veían ya con su grupo formado. El único compañero que había hecho era un chico de un año superior.

A veces Ji Min se sentía solo en sus clases, veía a todos hablar, bromear y ayudándose con las lecciones. Creía que no era justo para él que todos se portaran de ese modo, pero aun así lo dejaría pasar y se centraría en sus cosas, al fin y al cabo iba a la universidad para estudiar y no para hacer amigos.

La primera clase fue aburrida, su profesora de pintura había faltado y quien tomó su lugar por ese día parecia no tener ganas de dar clases. Los dejó practicar un poco sobre los lienzos utilizando los materiales que tuviesen y pintando así algo de diferentes tonalidades. En ese momento, Ji Min se dio cuenta de que sólo llevaba consigo el color rojo y negro. Pensó en pedir prestado algún otro, pero era más que seguro que nadie le dejaría sus óleos, eran muy caros y cada cual los cuidaba como si fueran oro.

Preparó todo sobre su caballete y se quedó en blanco, sin saber qué hacer. Su mano sostenía el pincel en el aire, pero nada venía a su cabeza. Era frustrante ver cómo algunos de sus compañeros ya empezaban a pintar como si nada, él también quería poder hacerlo.

Era posible que la situación con Yoon Gi volviese a afectarlo. No quería que justamente en ese momento sucediera su colapso mental. Ji Min trató de mirar fijamente su lienzo y de despejar su mente, debía concentrarse y dejar así que su muñeca danzara dibujando lineas que terminaran formando su obra.

-Ji Min... -escuchó su nombre en un susurro-Ji Min, cierra los ojos.

El joven asintió, sin saber por qué, cerró sus ojos lentamente. Sintió de pronto como si alguien hubiese puesto una cinta sobre sus ojos para que no puediese abrirlos otra vez. Pero no se vio asustado, sino relajado. Todo era negro, incluso en su mente. No escuchó nada a su alrededor.

Algo pasó por sus hombros, unas manos se apoyaron en él, sintió un aliento sobre su costado izquierdo y, otra vez, una voz le susurró.

-Moja el pincel en la pintura, déjalo resbalar por el lienzo y admira tu creación.

La mano del rubio se movía sin su consentimiento, de un lado para otro, cada vez con menos delicadeza. Rayones, manchas y trazos poco definidos e irregulares. Ji Min pintaba, pero sin saber el qué. De alguna manera seguía calmado, parecía haberse metido en un extraño sueño del que de a poco se iba despertando.

Cuando su brazo se detuvo, dejándose caer junto con el pincel, abrió los ojos al instante y observó lo que había frente a él, lo que pintó.

Ji Min dio un pequeño salto sobre su taburete, se inclinó hacia atrás como si quisiera alejarse de aquella monstruosidad que había pintado. Su cuerpo se paralizó en un abrir y cerrar de ojos, nunca habría imaginado tal cosa. Un escalofrío recorrió su columna, pasando tan rápido como un destello de luz.

-¿Qué es eso...? -escuchó la voz de alguien tras su espalda.

Ji Min se giró nervioso, sin respuesta ante la pregunta. Ni siquiera él sabía qué era. Su mirada, al girarse para ver, se encontró con la multitud de su clase, los cuerpos estaban demasiado juntos unos con otros, pero en ellos no había expresión porque no tenían rostro. Sus cabezas parecian manchones negros de pintura a los que le habían pasado los dedos, desfigurándolos.

Ji Min estaba atemorizado, creyendo que debía de estar en una pesadilla y que seguramente no debía estar siquiera en su clase, sino en la cama de su habitación. Ese era el momento para despertar, pero algo no estaba bien. Era consciente de que lo que sucedía no era real y que todo estaba ocurriendo solamente en su cabeza debido al estrés que venía cargando consigo.

-Despierta, Ji Min. Vamos... -se dijo a sí mismo, cerrando los ojos tan fuerte que comenzaron a doler.

A su alrededor todo desapareció, estaban él y su caballete frente a frente. Una luz roja los iluminaba a ambos, enfocándolos como el centro de atención. Sus manos comenzaron a temblar nerviosas. La pintura del liezo se movió, cobrando vida; esos ojos rojos parpadearon, la mandíbula que caía casi hasta el piso se abrió y cerró. Ji Min escuchó una voz gruesa que hizo eco en la inmesidad de la penumbra en la que se encontraba. Ambas manos se movieron involuntariamente hasta su cuello, se apretó así mismo con fuerza hasta sentir que su garganta se rompería. Le hacía falta oxígeno, no podía respirar.

-Yoon Gi-dijo con dificultad, a punto de desmayarse.

Todo se volvió borroso, esa luminosidad rojiza se apagó poco a poco como la llama de una vela. Ji Min dejó de respirar, perdió la consciencia y cayó al suelo, llevándose con el peso de su cuerpo el caballete por delante.

Formando un círculo escandaloso de chillidos y susurros, los compañeros del rubioblo rodearon. No entendían qué había pasado. Lo llamaron incontables veces, pero él se veía petrificado frente a su lienzo sin escuchar nada del exterior.

La profesora pidió ayuda, gritando por el pasillo y llamando la atención de las aulas vecinas. Varios profesores fueron a socorrer al menor, pero quien primero se atrevió a darle lo que necesitaba fue ese amigo de un curso mayor. El joven se dio cuenta de que Ji Min no tenía pulso, por lo tanto no respiraba. Buscó tranquilamente el punto donde debía realizar su maniobra de reanimación. Las compresiones perfectamente ejecutadas, le hicieron ganarse la mirada de todos, atónitos. Estuvieron varios minutos reanimando a Ji Min, hasta que éste tomó una bocanada exagerada de aire, abriendo lo ojos y encontrándose con quien había salvado su vida aquel horrible día.

-Dios, Ji Min... Estás bien.

La voz del chico se escuchó exhausta, después de eso, se quedó sentado en el suelo aliviado de que el menor logró recuperarse. Ji Min se veía perdido, demasiadas miradas sobre su persona eran agobiantes. Se incorporó con ayuda de unos profesores y no pudo evitar llorar al mirar a su compañero, dándole las gracias.

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