04
A causa del cantar de los pájaros, el pelinegro abrió los ojos de golpe. Eran las seis de la mañana de un día sábado y, molesto por ese motivo, los volvió a cerrar para obligarse a caer en el sueño. Para su mala suerte no logró volver a dormir, una vez despierto ya era muy complicado volver a la tarea anterior. Asi que después de maldecir, se levantó de golpe y fue camino al baño para lavar su cara con agua fría. Extrañamente, ese día no hacía tanto frío como otros, quizás debía ser porque el calor se había conservado alrededor de la habitación o quizás sólo era su imaginación.
Al tomar el agua entre sus manos y pasarla por su cara, sintió un alivio. Se miró al espejo y acomodó su pelo despeinado. No tenía mucho que hacer un sábado, aparte de estar con Ji Min y, podía ser, que si estaba junto a él su mal estar se le pasara. Aunque no hubiese tenido la peor de las pesadillas, su mente seguía cansada y su cuerpo se sentía pesado. Seguramente su descanso se debió a que Jin se quedó junto a él durante toda la noche, alejando malas sensaciones. Eso, claramente, era algo que agradecía porque si no hubiera sido por el ángel, habría despertado varias veces en la madrugada.
Más tarde se cambió de ropa y se dispuso a bajar a la cocina. La casa estaba sumida en el silencio y la tranquilidad, como era costumbre, pero eso a veces le traía malos recuerdos de cuando la casa de Ji Min se encontró de la misma manera.
Sus botas sonaron a cada paso que dio en los escalones, siendo así el único ruido de la casa. Yoon Gi no se preocupaba porque fuera a ser una molestia, la mayoria de los sábados Nam Joon no estaba allí. Pero eso no quería decir que Amy tampoco estuviera. De hecho, la primera persona que se encontró en esa mañana fue a la mujer. Estaba sentada, de piernas cruzadas, sosteniendo una taza de café y, con la otra mano, mirando su teléfono. Al darse cuenta de la presencia del pelinegro, Amy lo miró de reojo y simplemente movió su cabeza a modo de saludo.
—Buenos días...— dijo Yoon Gi sin apenas ganas—¿Nam Joon salió?
—No, sigue durmiendo, aun es temprano—Amy sorbió un poco de café y dejó la taza en la encimera— ¿Qué haces despierto?
—Maldita sea, ¿qué te importa, Amy?—habló Jin, quien apareció de repente tras la espalda de la joven—Vamos, dile Yoon Gi.
—No dormí muy bien—le contestó. Seguido fue hacia el mueble para sacar una taza y servirse del café que parecía aun caliente —¿Hoy trabajas?
El ambiente entre Yoon Gi y Amy no es que fuera incómodo, pero sí extraño. Muy rara vez cruzaban palabras y se miraban; al fin de cuentas el pelinegro era un desconocido del que ella no sabía nada. Nam Joon le dijo que era un buen amigo que había perdido todo por ciertas circunstancias y que se quedaría con ellos el tiempo que fuera necesario. Amy no fue agresiva en su negación, pero sí pidió más explicaciones. Tampoco fue mala con Yoon Gi, simplemente trataba de no hablar mucho con él, aunque tuviera la sensación de que no era mala persona.
—Ah...—Amy miró su teléfono y abrió los ojos de golpe, quedándose en silencio por un momento —Sí, sí. Debo trabajar. Es más, ya me voy.
Con prisas, Amy salió de la cocina, dejando la taza en el fregadero. Yoon Gi la miró sin comprender por qué esas repentinas ganas de irse, además, era raro que trabajara un sábado.
—No puedo creer lo mentirosa que es—gruñó Jin—,claramente irá a verse con ese hombre. La detesto.
Yoon Gi desayunó tranquilamente en la sala de estar, mientras que veía las noticias. Sentía que Jin estaba a su lado, pero después logró comprobar que así era cuando los canales empezaron a cambiarse solos. En cuanto pasaban esas cosas, era señal de que estaba enojado. Aún así, Yoon Gi dejaba que se descargara de ese modo, al menos mirar televisión no era tan primordial.
Después de dos horas y media esperando el momento para salir, alguien llamó a la puerta. Yoon Gi no solía ser quien atendiera, de hecho Nam Joon le dijo que no lo hiciera si él no estaba en la casa, como si fuera un niño. Pero antes de abrir, se asomó por la cortina de la ventana que más cerca estaba de la puerta y, allí, vio que Ji Min lo esperaba.
El rubio, con radiante sonrisa, se emocionó al ver al otro cuando éste abrió la puerta. A pesar de que era algo temprano, se alegraba de verlo sonreír.
—Yoon Gi, ¿cómo te encuentras?—le preguntó preocupado, dándole un abrazo.
—Mejor—lo apretó contra su cuerpo y ambos quedaron por un rato abrazados—.Tenía ganas de verte.
—Yo también. Me quedé preocupado por ti—Ji Min tomó la distancia necesaria para poder mirar su rostro y mostrarle una sonrisa—.Ahora salgamos, debo comprar materiales.
Dejaron atrás la casa y a un Jin malhumorado que los miraba caminar de la mano, sintiendo una gran envidia pero siendo feliz de verlos juntos. Y ya que estaba él sólo con Nam Joon, iría a despertarlo de la mejor manera posible.
Los dedos de ambos se entrelazaban en aquel agarre. La distancia era corta, iban prácticamente pegados. El sol brillaba como si fuese cualquier día caluroso de verano, pero en realidad había una brisa bastante fresca. Ji Min estaba emocionado por poder comprar nuevos materiales para su clase de dibujo y pintura; aunque el precio de los elementos de buena calidad eran caros, estuvo guardando su dinero para ello. El local al que se dirigían era enorme. Tenía dos pisos y había todo tipo de artículos de arte, era como su paraíso.
Una vez que entraron, Yoon Gi se vio maravillado con todo lo que allí había. En los años pasados que vivió nunca encontró algo así. Caballetes, marcos, estanterías llenas de pinturas y lápices, elementos para esculturas... Ji Min se veía de más emocionado. Tomó su mano para arrastrarlo hasta la sección de los blocs y allí estuvieron un buen rato admirando los buenos diseños y la calidad de las hojas.
—¿Sabes qué?—Yoon Gi dejó de contemplar los materiales para mirar al rubio—Una vez conocí a un pintor.
—¡¿Hablas en serio?!
—Claro, aquel hombre era un buen tipo. Hasta me enseñó a pintar—rio nostálgico—, pero yo era un desastre... Al menos por ese tiempo pude disfrutar de un poco de paz.
Sabiendo a lo que se refería con eso, Ji Min se sintió mal por él. No tenía idea de cómo había sido la vida de Yoon Gi antes de haber sido poseído por Amón, pero por lo que le decía no suponía que muy buena. A pesar de que habían pasado un largo tiempo juntos, decidieron dejar de lado los temas del pasado para llevar una vida más tranquila.
—Yo te enseñaré, Yoon Gi—le regaló una de sus sonrisas aniñadas, queriendo que se la devolviera—.Seré tu mentor, ¿qué me dices?
—Suena muy bien, pero no me gustaría decepcionarte.
—No digas tonterías. Me llevaré estas cosas—tomó el cesto en el que iba guardando las cosas y fue en dirección a la caja—¿Quieres que vayamos luego a casa?
Yoon Gi asintió, sin ninguna expresión en particular. Estaba preocupado, pero no quería hacerlo notar. Haber recordado parte de su vida no era algo que le beneficiara. Antes de ingresar a ese loquero su vida no fue gran cosa y, lo poco bueno que tuvo, quiso guardarlo como un tesoro en su memoria.
Miró a Ji Min; tan alegre, radiante y agradable, no podía creer que estuviera de nuevo con él, era un sueño. En ese momento todo pasó en cámara lenta, tomando cada detalle, cada gesto en particular y cada expresión de ese joven que tanto amaba y temía volver a perder.
El camino de vuelta fue silencioso, un poco incómodo para Ji Min. No acostumbraban a estar callados, siempre que salían o Yoon Gi se ponía a contar cosas o Ji Min lo hacía. Pero el menor no quería preguntar, no quería que ese silencio fuera aun más incómodo si empezaba a hacer preguntas. Lo que era seguro es que a Yoon Gi le pasaba algo y no quería contárselo. Por ende, decidió dejarlo para otro momento.
Llegando a la casa del rubio, los dos subieron al cuarto y todos los materiales que Ji Min compró fueron esparcidos sobre la cama. Observó la cantidad de cosas que tenía ahora en su poder. Lápices de colores, de grafito, carboncillos, pinceles de distintos números, planos y chatos, hojas de diferente grosor y tamaño. Buscó algún lugar en su cuarto como para dejar todo ordenado allí, a la vista y poder sacarlo cuando lo precisara. No era un gran cuarto, pero dado que apenas tenía cosas parecía tener más espacio.
—¿Crees que este sea buen lugar?—señaló a un rincón de su armario, en la parte superior.
—Claro—Yoon Gi asintió y miró la bolsa del local, el diseño que tenía le parecía interesante. Pero más allá de eso, algo llamó su atención. Dentro de la bolsa había un papel, en realidad una pequeña tarjeta—¿Qué es esto?
—Ah, debe ser publicidad del local, creo que el señor que me atendió lo metió en la bolsa, ¿por?
Yoon Gi no dijo una sola palabra. Su mano se quedó estática, sosteniendo aquella tarjeta. Leyó una y otra vez esas palabras, "Rediit ". Conocía su significado, sabía qué era lo que decía ahí porque lo aprendió de todas esas veces que Amón usó la lengua.
Volvió o regresó.
Su corazón por un momento se detuvo y pensó que eso no era posible. Yoon Gi arrugó el papel en su puño y se marchó del cuarto ante la mirada confusa de Ji Min.
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