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Q u i n c e

Matías estuvo en un estado de letargo por varios días, podía sentir en su semi inconsciencia como las voces y los sonidos de movimientos se unían para ocasionar un caos en su cabeza impidiéndole entender lo que pasaba a su alrededor. Además, por más que intentase abrir los ojos y tratar de comprender su entorno, no podía. Lo que sí sabía con exactitud, era que el dolor punzante de la puñalada ha ido disminuyendo de a poco hasta ser nada más que una molestia que se agudizaba solo por momentos y en otros, era apenas perceptible.

Al fin, luego de una lucha interna para poder abrir los ojos, lo hizo. Al despertar, todos sus sentidos volvieron con ímpetu y le hizo darse cuenta de lo profundo que fue su sueño. En primer lugar, antes que la vista, el tacto le decía que la cama donde se encontraba era más suave que de la que estaba acostumbrado, incluso podía sentir como la cobija ligera y muy confortable lo arropaba por completo. Luego de esto, siguió la vista, que le mostró un techo alto y con un candelabro de apariencia antigua con todos los pequeños focos que la contenían iluminando el cuarto por completo; miró a un lado para saber en dónde se hallaba ya que estaba seguro que todo aquel toque sofisticado estaba lejos de ser aquel lugar en donde estuvo las últimas semanas. A su costado, estaba una mesita de noche color negra con diseños en los bordes de la superficie, haciendo notar su elegancia; del otro lado, sin embargo, se podía ver un enorme armario que combinaba perfectamente con el mueble que vio hace momentos.

«En dónde mierda me vine a meter», pensó confuso Matías. El pobre no recordaba nada salvo que cayó desfallecido a causa de su malestar.

«Brad me habrá vendido a una vieja con dinero, o peor, algún millonario pervertido»

Se alarmó completamente ante esa posibilidad y trató de levantarse para poder huir de su presunto captor, pero al hacerlo, un dolor agudo en el abdomen le hizo lanzar un grito de dolor y volver a su posición anterior y maldijo a Brad para sus adentros por la puñalada que le brindó en una de sus tantas peleas con él. Después de aquel grito, escuchó pasos que venían hasta la habitación. Se reprendió por su nula inteligencia al hacer semejante escándalo cuando lo que quería era salir de ahí.

La puerta de la habitación se abrió haciendo callar sus reprimendas internas y se hizo el dormido para ganar tiempo y pensar en un plan para escapar de ahí. Sintió como los pasos se aproximaban hasta situarse a lado suyo. Matías nunca tuvo dotes de actor así que le costaba en sobremanera mantener los ojos cerrados fingiendo inconsciencia y se le hizo aún más difícil cuando sintió que la persona le agarró el rostro y lo volteaba para chequearlo.

—¿A quién tratas de engañar, jovencito? —la voz de un hombre sonó en la habitación.

«Oh, por dios, lo que temía, es un hombre», se afligió Matías aun intentando engañar a la persona a su lado.

Cuando pensó que el sujeto ya lo dejaría en paz, sintió un dedo hincándole el lugar de la herida.

—¡Maldición, para! —dijo Matías abriendo los ojos ante el dolor que se instaló de nuevo en la herida.

—Prácticamente me forzaste a hacerlo —El chico se fijó en el sujeto quien resultó ser un adulto de cabello y ojos marrones de alrededor de cuarenta años, y que presuntamente, sería su secuestrador.

—Te lo diré una sola vez: no me obligarás a nada —soltó el chico mirándolo con desconfianza, el adulto rodó los ojos.

—A ver si dejas de decir tonterías, jovencito —se refirió el hombre—, y más te vale mostrarte agradecido con el jefe, ya que te mandó curar la herida y estuvo pendiente de ti todos estos días.

Al decir aquello, el señor se retiró del lugar dejando a Matías con más preocupación que antes «su jefe me mandó curar para hacer lo que quiera conmigo», pensó apesadumbrado, lejos estaba de ser agradecido. «Maldito Brad, me vengaré»

En vano intentó sentarse siquiera ya que no solo le dolía en el lugar de la herida de nuevo, ahora ya también en toda la zona del abdomen.

Unos momentos después, en medio de pensamientos sobre fugas de películas y planes dignos de Michael Scofield, un portazo en la habitación anunciaba la llegada de alguien, y esta vez no era solo una persona, sino que se oían varios pasos acercándose hasta él. Ya inútilmente intentaría hacerse el dormido, así que abrió los ojos para captar cualquier oportunidad y así, si se da el caso, poder escapar de una vez por todas.

En su campo de visión apareció primeramente el sujeto que ya conocía, pero rápidamente fue sustituido por otro, que contrastaba enormemente con el viejo pervertido que se imaginaba. Era mucho más joven que el primer hombre, pero no solo eso, su atractivo era notorio inclusive para un herido como él, su tez clara no tenía ningún desperfecto y su cabello, lacio y de color azabache, llegaba hasta el cuello, pero lo que más le llamó la atención fueron sus ojos completamente azules y que lo miraron desde la punta de los pies hasta detenerse en su rostro. La manera en que lo hacía lo incomodaba. Era penetrante y calculador.

—Al fin despiertas —dijo el hombre con voz profunda. Matías no sabía qué decir así que se mantuvo en silencio, analizando sus opciones— ¿No piensas hablar? —preguntó ante su silencio — Henry, ¿por qué no habla? ¿También se lastimó las cuerdas vocales? Ve y llama de nuevo al doctor —ordenó el hombre desviando su mirada hasta el adulto.

—Le puedo asegurar que el joven habla perfectamente —aseguró el hombre mayor—, solo déjeme probarlo —prosiguió intentando llegar nuevamente hasta el lugar de la apuñalada, pero Matías no lo dejó.

—¡No lo hagas! —rogó al tal Henry al darse cuenta de lo que se proponía.

—Pero mira quien decidió hablar —se burló el de los ojos azules un tanto molesto porque Matías no le dirigió la palabra en un principio.

—Dije que solo lo diría una vez —habló el chico al pelinegro—, pero haré una excepción y l-lo repetiré. No me obligarás a n-nada.

El hombre que lo miraba desde arriba alzó una de sus cejas ante lo que dijo y también por la forma en que tartamudeó, Matías odiaba hacer eso. Brad era quien siempre lograba hacerle sentir tan nervioso que las palabras le salían entrecortadas, pero ante la figura imponente de aquel hombre, empezaba a sentirse diminuto y sin valor.

—¿A qué te refieres exactamente con eso de obligar? —preguntó el hombre pasando por alto su desliz al hablar.

—M-mira, te agradezco que me hayas cuidado la herida, pero no importa cuánto le hayas p-pagado a Brad —Al decir ese nombre, en el rostro del hombre vio algo parecido a la ira—, no seré el esclavo sexual de ningún pervertido del closet —sentenció rotundamente.

¿Cómo haría para evitarlo en su actual estado? No lo sabía. El hombre mayor llamado Henry se tapó a boca divertido y dio media vuelta para poder reírse de su jefe.

—En primer lugar, no soy ningún pervertido del closet —dijo el hombre mirándolo fríamente y luego a Henry quien de inmediato se puso serio de nuevo—. En segunda, con todo el dinero que poseo no iría a comprar a un chico en estado deplorable y al borde de la desnutrición para mi amante —eso fue un golpe bajo para Matías que de lejos se notaba lo delgado y poco alimentado que estaba —. Y por último, pero no menos importante, no necesito obligar a nadie para tener sexo, las propuestas están a la orden del día.

Ante la aclaración del hombre, Matías se sintió más relajado, quitándose un enorme peso de encima al comprender que no sería sometido en aquel sentido. Pero, por otro lado, también se preguntaba qué demonios era lo que hacía ahí entonces.

—Entonces, si no es nada de eso, ¿qué es lo que quieres de mí y por qué hiciste todo esto? —preguntó señalando por encima de la cobija el lugar donde estaba vendado. Esta vez, al estar más relajado, las palabras le salieron fluidamente.

El hombre, en vez de responderle, se acercó completamente a él y antes de que Matías pudiera defenderse por su cercanía, sintió sus manos agarrándolo bajo los brazos.

— ¡S-suéltame, p-pervertido! ¡Lo sabía! ¡A-auxilio! —vociferó Matías golpeándolo con sus puños, que no tenían ningún efecto en el hombre y gritando todo lo que podía, pero el otro, lo agarró solo para recostarlo y así pudiera quedarse sentado sobre la cama.

Matías se sintió inmediatamente avergonzado por actuar así y entre balbuceos involuntarios pronunció un "Gracias" sin recibir respuesta alguna del hombre. Ahora, sentado en el colchón, podía ver la habitación perfectamente, y como lo sospechaba, era sumamente espaciosa. La cama que se encontraba pegado a una de las paredes y en el centro de las adyacentes, era el doble que una normal, todos los muebles, desde los que ya había visto hasta las otras como el mobiliario enfrente de él, donde se encontraba un lujoso televisor, eran totalmente de gran alcurnia, eso lo podría deducir cualquiera. También observó las enormes cortinas que se encontraban a un costado de la pared y que tapaban lo que parecía ser una gran ventana. Además, se fijó en que había dos puertas, una era la que se encontraba medio abierta y por donde entraron los sujetos y la otra que se encontraba en la pared opuesta a la de la ventana y cerca del enorme armario, que dedujo, sería el baño.

— ¿Ya terminaste de observar? Tenemos asuntos que resolver —habló el hombre.

—Aún n-no, pero adelante —dijo solo para fastidiarlo. Se notaba que el sujeto estaba al borde de perder la paciencia.

—Henry, puedes retirarte —ordenó. El hombre mayor asintió con la cabeza y salió del lugar, dejando a Matías solo con él.

El chico se fijó en su único acompañante y se dio cuenta de la altura del mismo, si bien Matías estaba lejos de ser un enano, este tipo tenía una estatura enorme, le llevaba por lo menos una cabeza, sumándole a eso, el traje oscuro y el semblante serio, daba un aspecto bastante sombrío.

—Ahora sí, hablemos —dijo mientras permanecía de pie a su lado.

— ¿H—hablar de qué? —preguntó Matías un tanto inseguro por la potencia de la voz del hombre.

—De tu futuro empleo —respondió mirándolo serio—. Tienes que pagarme por los gastos médicos.

—Espera, ¿qué? —Matías lo miró con sorpresa.

— ¿Acaso creías que llamé a uno de los doctores con más prestigio de la ciudad para cuidarte estos tres días que estuviste inconsciente, sin esperar nada a cambio?

—Yo no te pedí ninguna ayuda.

—Desde luego que no, estabas al borde de la muerte.

— ¿Y eso que tuvo que ver contigo?

— ¿Sabes quién soy? —dijo el hombre acercándose a él— Mi nombre es Dimitri Vorkov y soy le jefe del idiota de Brad —esta vez volvió a su posición anterior—, o al menos lo era. Por tanto, también eres uno de mis empleados.

Matías no podía creer que lo que dijo, ¿en verdad era aquel hombre a cargo de toda aquella operación de narcotráfico en la ciudad? ¿Y cómo es que vino a parar hasta su casa?

—Si eso es cierto, entonces, ¿por qué me ayudaste? ¿Acaso no puedes tener a todos los hombres que quieras a tu cargo en vez de curar a un enclenque como yo?

De tan confundido que se encontraba, dejó salir las palabras con total claridad. La expresión de Dimitri pasó de estar serio a enojado. El hombre fue hasta donde se encontraban las cortinas y las abrió de un movimiento mostrando una enorme ventana que reflejaba un cielo nocturno y un paisaje urbano a lo lejos dando a entender a Matías que se encontraba en un lugar alto.

—Mis motivos no te incumben —dijo el sujeto mirando a través de la ventana.

— ¿Disculpa? Creo que sí me incumbe ya que se trata de mí. Duh —enfatizó el chico.

—Solo debes saber que a partir de ahora, trabajarás directamente conmigo —dijo el hombre volteando a verlo e ignorando su total falta de respeto.

— ¿Por qué lo haría? Puedo pagarte el dinero que te debo trabajando en cualquier otro lugar, a parte, Brad no me dejará alejarme de él. Es bastante posesivo sobre los hombres a su cargo.

Al decir lo último, el hombre lanzó un puño sobre la pared con un semblante de furia, dejando a Matías momentáneamente aturdido y asustado.

—Brad no tiene importancia ahora —soltó Dimitri mirando fríamente, pero intuyó que aquella mirada no iba dirigida a él —, y sobre lo otro, te pagaré un salario cuantioso y te daré alojamiento, ¿aún quieres rechazar la propuesta?

Matías pensó seriamente en lo que le proponía el hombre que, al parecer por algún motivo, consiguió librarlo del ex presidiario y traerlo hasta él, si iba a otro lado, ¿qué probabilidad había de poder sobrevivir con su estado y sin ningún dinero ni documentación? Brad había guardado todo de él.

—En el hipotético caso de que acepte, ¿cuál sería mi trabajo? —dijo mirando fijamente a Dimitri.

—Serás mi asistente personal, no deberás despegarte de mí ni un segundo, anotarás todas mis citas y responderás mis llamadas.

«No se oye tan difícil», pensó Matías.

—¿Puedo pensarlo? —dijo el chico aún sin poder decidirse. Dimitri sonrió de lado dejando ver unos hoyuelos que lo hacía ver todavía mejor. Lo envidió por su atractivo.

—No —negó rotundamente—. Lo tomas o lo dejas, y si no aceptas, atente a las consecuencias.

—¡Esta bien! Solo tanteaba el terreno —alegó Matías con rapidez—. Seré tu asistente.

Al decir esto, el hombre hizo un gesto de conformidad que lo irritó mucho, pero no dijo nada por temor a una despedida de antemano.

—De seguro debes tener hambre —Al decir esto, su estómago rugió del hambre y Dimitri lo escuchó—. Mandaré a la cocinera con algo de comer. Recuerda que aún estas en reposo por lo menos por cuatro días más, pasado esos días, te presentaré al personal y empezarás a trabajar, ¿entendido?

Matías asintió con la cabeza

—Dije, ¿entendido? —volvió a repetir el hombre con voz impaciente.

—Sí, señor —dijo Matías tragándose las ganas de estrangularlo.

Dimitri escuchó su respuesta y conforme con ella, procedió a abandonar la habitación.

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