Psicología inversa
(Por: Christopher)
—¿Usualmente huyes así de tu casa?
—Solo si mi madre sale gritando como una poseída.
Pero tu madre salió gritando como una poseída hace un momento...
—¿Y eso pasa muy seguido?
—Nueve punto ocho de cada diez veces.
Empiezo a asustarme.
—Gritó que llamaría a la policía....
—Nah, ya le envié un mensaje explicándole dónde estaba. Se calmará.
Darla ni siquiera parece preocupada por la posibilidad y me dan ganas de pegarme cabezazos contra el timón. Por supuesto, no lo hago, ya que eso solo empeoraría la situación.
—¿Me vas a explicar por qué me llamaste? —Digo, intentando sonar amable.
—Te lo dije, es una emergencia.
Y yo pensé que te estabas muriendo o algo parecido...
—Ya, una emergencia....¿se puede saber al menos a dónde quieres que te lleve?
—A la fiesta de Giselle —responde ella sacando un labial de su diminuto bolso. Trato de que eso no me distraiga.
Mira hacia adelante, los ojos en la carretera.
—¡¿Me llamaste para llevarte a la fiesta de Giselle?!
Creo que debería empezar a asistir a las clases de yoga de mamá.
—Sí, y ya deja de repetir todo lo que digo.
Respira hondo. Inhala. Exhala.
Termino resoplando y casi puedo sentir a Darla poniendo los ojos en blanco.
—Marissa me ha enviado mensajes explicando que está encerrada y cómo puedo rescatarla —dice finalmente cuando el silencio se vuelve incómodo—. Acabo de intentar llamarla y me ha lanzado al buzón de voz, así que imagino que ya se le acabó la batería.
—¿Quieres sacar a Marissa de esa habitación?
—¿Tú lo sabías y no hiciste nada?
—Acababan de darme la noticia cuando me llamaste. Lo tuyo sonaba más urgente —intento por todos los medios posibles que no se me note el resentimiento en la voz, pero fracaso terriblemente.
—Bueno, supongo que esto cuenta como "hacer algo para ayudar" —concluye Darla en tono bajo.
El semáforo se pone en ámbar y me detengo. Los gritos de la mamá de Darla todavía me suenan en la cabeza y no quiero que nadie tenga una excusa extra para detenerme. Darla empieza a leerme los mensajes de Marissa sobre rescatarla y me entero que fue Giselle quien los encerró en la habitación. Quiero preguntar por qué haría algo así pero es claro que los mensajes no lo explican y Darla no tiene más información.
—Así que ya ves, en verdad es una emergencia. Mi amiga está encerrada en contra de su voluntad.
—Con Adrian, que es probablemente la persona que cualquiera elegiría si tuviera que estar encerrado. No entiendo cómo puede fingir cada día que le agradamos. ¿Hay alguna forma de que Marissa deje de odiarnos? ¿Por qué le caemos mal en primer lugar? Adrian haría cualquier cosa que ella quisiera porque...
Ay mierda. Adrian me va a matar.
—...porque se supone que es su novio y quiere tener una buena nota en el proyecto.
Me he detenido justo a tiempo pero Darla no es exactamente alguien a quien se pueda engañar con facilidad. Estrecha sus ojos sobre mí y trato de no ponerme nervioso.
Mira a la carretera. No es que la estés evitando, es que ya cambió el semáforo y estás conduciendo. Es perfectamente lógico que...
Hay un silencio tan horrible que casi puedo escuchar cuando los engranajes de su cabeza dejan de girar porque encontraron la respuesta.
—¡Le gusta! —Su tono está a medio camino entre la incredulidad y la risa.
—No he dicho eso —intento sonar como si ella estuviera loca—. A todos nos agrada, pero claramente para ella no somos más que...
—No te atrevas a decir algo en contra mi amiga.
¿Por qué me encanta que su voz amenazadora suene como si de verdad me fuera a matar?
—No estoy diciendo nada malo, solo exponiendo los hechos y expresando mi opinión sobre el tema.
Es una frase que le copié a Marissa y creo que Darla se ha dado cuenta, porque veo cómo se le escapa una sonrisa.
—Marissa no los odia, de hecho estoy empezando a sentirme celosa de todos ustedes —admite—. Simplemente quiero que Adrian se mantenga alejado de ella.
—¿Por qué estás siendo tan protectora? Adrian es un buen chico, lo juro.
Por alguna razón, ella gruñe ante mis palabras.
—Ya sé —casi me escupe la frase.
—¿Entonces por qué no te agrada?¿Tienes miedo de que Marissa se enamore de Adrian?¿Por qué te daría miedo eso en primer lugar si acabas de decirme que no le agrada?
Y ahí me golpea otra revelación. ¡A Marissa le gusta Adrian! Casi me paso una luz roja por la sorpresa. Darla me mira con el ceño fruncido cuando rebota contra el cinturón, o tal vez es porque acabo de gritar mi descubrimiento.
Tal vez Adrian no me mate después de todo.
—Por supuesto que a Marissa no le gusta Adrian —gruñe.
Se queda callada después de eso, así que intento un acercamiento más amigable.
—¿Y si hacemos un juego de preguntas? Tú respondes y yo respondo. Así los dos salimos ganando.
—¿Te das cuenta que casi somos mayores de edad?
—¿Estás asustada de responder?
—Intenta ese truco con alguien más, no me va la psicología inversa.
Tengo ganas de gritar de frustración, pero tampoco puedo. En serio, mi vida sería mucho mejor si Google Traductor agregara un "Darla-español, español-Darla".
Me distrae una canción que suena como ¿ópera? No, la mujer deja de cantar y la reemplaza un tipo con la voz que podría tener un orco de Tolkien.¿Qué diablos?
Darla mira la pantalla y cuelga.
—Solo es mi mamá —me informa de mala gana—. Debe querer que vuelva a casa...y antes de que preguntes, eso era metal sinfónico.
Nunca he visto a nadie hablar de sus padres de esa forma. Todos hablan como si les tuvieran miedo o algo parecido. Si tu madre dice no, entonces aunque el mundo se parta por la mitad, no vienes a la reunión. Si te escapas, estarás castigado hasta el día del juicio final y te quedas sin computadora, guitarra, bajo, batería, celular o cualquier cosa que ames tanto como tu vida. E incluso cuando eso te fastidiara, cualquiera de mis amigos se pondría en el camino entre una bala y su madre.
La música vuelve a sonar y esta vez Darla no deja que pase de los primeros acordes.
—Te voy a mandar toda la información por whatsapp —anuncia.
Ni siquiera me da tiempo de preguntar por qué. Mi celular vibra con la llegada de los mensajes y por el rabillo del ojo capto a Darla apagando su celular.
—Mi madre no dejará de llamar en toda la noche —por su tono, parece que hablara de alguna amiga que se ha vuelto insoportable. Casi tengo ganas de dar la vuelta y dejarla en su casa.
—Al menos se preocupa por ti —señalo.
—No me digas que no quisieras que a veces tus padres te dejaran en paz.
¿Por qué desearía algo que ya tengo?
—Mis padres siempre me dejan en paz. Quisiera que alguna vez me gritaran como poseídos —agrego con una sonrisa.
—No lo dices en serio.
Imagino por un segundo a mi madre gritándome mientras corre fuera de la casa con uno de sus louboutins en la mano, despeinada y con la bata mal cerrada, y no puedo evitar una carcajada. Aunque aprecio mi casi ilimitada libertad, a veces deseo que mi padre también llamara cada hora para verificar que sigo vivo. No sé si me pondría en el camino entre una bala y mi madre, pero casi seguro que me pondría entre una bala y el padre de Adrian. La familia Ponce se merece toda la felicidad del mundo, y seguro que mamá podría pagar uno de esos caros tratamientos de fertilidad para tener otro hijo si algo me pasara.
—De verdad —insisto—. Sería como si volviéramos a ser una familia. Siempre pienso que si secuestraran a uno de mis amigos, sus padres encontrarían el cadáver a tiempo para el entierro. En mi caso, seguro que darían conmigo cuando ya fuera más útil como abono.
Darla suelta un bufido.
—Estás exagerando.
Decido que me quedaré callado hasta que lleguemos a la fiesta (afortunadamente solo quedan algunas cuadras), pero doy un comentario final para cerrar la conversación.
—No ves la importancia de que tus padres se preocupen por ti.
—¡Cállate!
Sin pensar, Darla lanza sus manos hacia mí, como si quisiera colocármelas sobre la boca para detener mis palabras. Digo que lo hace sin pensar porque no creo que haya planeado matarnos.
Lo único que se me ocurre cuando pierdo el control del volante es que voy a ir al infierno ambientalista por dañar el árbol contra el que estamos a punto de chocar. Al final va a resultar que sí seré útil como abono.
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