Ni todo el helado del mundo
(Por: Chloe)
La mirada en la cara de Lucas vale la pena cada uno de los casi cuarenta minutos que me tomó elegir atuendo el día de hoy.
—Te ves...te ves hermosa.
—Gracias, firma aquí por favor.
—¿Qué se supone que es esto? —Termina de firmar al mismo tiempo que acaba su pregunta.
—Mi recolección de firmas para restaurar el proyecto —anuncio tomando la tablilla de vuelta antes de que pueda arrepentirse.
—Eso es genial —exclama él acercándose a revisar cuántas he conseguido—. Vaya, ¿ya vas por la tercera hoja?
Le doy mi sonrisa ganadora, porque estoy empezando a tener esperanzas.
—Solo quince firmas más y estaré lista.
—Pero casi todos se han ido ya —señala él—. Podría decirle a mi hermana que firme mañana, ¿eso sirve?
—Sí, hay alumnos de otros años que han firmado porque han visto que es importante y quieren que cuando lleguen a quinto se repita con ellos.
—Vaya, no lo había pensado de esa manera.
Sonrío con orgullo.
—La reunión es el próximo lunes, y tengo casi todos mis argumentos listos.
—¿Vas a ir sola?
—Eres bienvenido a acompañarme si deseas —digo esquivando el hecho de que Marissa y Darla se han unido para acompañarme. Y, por supuesto, la incondicional Giselle.
—Pues dalo por hecho, estaré allí y convenceré a mi madre este fin de semana.
—¿Quieres que te lleve a tu casa?
Chloe, dijiste que ibas a ser cuidadosa, eso fue demasiado entusiasta.
—Pues...gracias, sí, me encanta tu auto.
Hago un puchero mental, porque he escuchado esa frase cientos de veces, sobre todo cuando Lia nos llevaba en uno de los carros de papá.
En el camino al estacionamiento, le cuento la historia sobre él comprándome el deportivo y yo teniendo que devolverlo.
—De todos modos es carísimo —murmura Lucas—. Es un Audi. Es divertido cómo incluso intentando no ser millonaria, todavía tienes un auto de este nivel.
—Bueno, me hubiera conformado con un auto de segunda mano y de cualquier marca, pero Audi es una de las cuentas más importantes de mi papá. Irónicamente es la más barata entre todas las marcas de autos con las que trabaja. Si pedía otra marca, hubiera sido incómodo cuando vinieran de visita.
Lucas se echa a reír.
—A veces me aturde saber esas cosas de dinero sobre tu vida. Es como si fueras dos personas en una.
Me encojo de hombros y trato de no darle importancia, pero él sigue hablando.
—Y yo intentando llevarte a ver invernaderos y tomar helados. ¿Soy un tonto, verdad? Vas a tener que disculparme, no sé qué estoy haciendo...
Y solo tengo que besarlo porque no hay nada más adorable.
Su reacción me sorprende por completo. Me besa como si estuviera desesperado por ello, me da un primer beso que parece el último. Enreda sus manos en mi cabello y yo estoy en el cielo, sus labios son rápidos sobre los míos y su aliento es cada vez más pesado. Nos besamos por más tiempo del que puedo contar, hasta que se aleja para tomar aire y me mira...¿asustado?
—Yo...lo siento —le falta el aire y parece un cervatillo a punto de salir corriendo.
—¿Estás bien?
No puede mirarme, sus ojos van de un lugar a otro y sus manos están temblando.
—¿Lucas?
—Yo...lo siento...no debí...o sea, tú me besaste pero...—se queda mirando el aire frente a él, como si no pudiera creerse que esas palabras han salido de su boca.
Me acerco cuidadosamente a él hasta invadir su espacio personal y eso consigue que se quede quieto y que su respiración vuelva a la normalidad. Le sonrío coquetamente.
—Estoy confundida. ¿Eso significa que te gustó y debo volver a besarte, o que he estado leyendo mal las señales?
—Estoy soñando, ¿verdad?
Es tan adorable cuando lo pregunta, como si estuviera frustrado consigo mismo por estar soñando conmigo, que lo beso de nuevo. Esta vez es delicado, y lento, y sus dedos están haciendo círculos en mi mejilla. Sabe dulce, y sus labios son suaves, y me besa con cierta torpeza al inicio hasta que consigue adaptarse. Hay una sensación que va desde la boca del estómago hasta mi corazón, como si algo estuviera quemándose allí, y me encanta. Maldita sea, estoy tan perdida.
Un ruido lejano nos hace saltar, y me acuerdo que podemos estar en el estacionamiento, pero sigue siendo el colegio.
—Quizás...deberíamos salir —sugiero.
Lucas me está mirando como si acabara de anunciarle que se ganó la lotería, y me viene a la cabeza una frase a la que no solía encontrarle sentido: estar borracha de amor.
O sea, no creo que todavía podamos llamarlo amor—amor, pero me gusta tanto que me siento mareada y un poco insegura sobre conducir.
Los dos nos metemos al auto, con las respiraciones agitadas en incapaces de fijar la mirada en el otro hasta que por fin puedo encender el auto y sacarnos de allí.
Conduzco a casa hasta que recuerdo que ofrecí llevarlo a la suya.
—Woaaaa....
Se me escapa una risita al ver que realmente tiene la boca abierta ante la vista de mi casa.
—Vives aquí —dice como si la simple idea resultara ridícula.
—Vivo aquí —confirmo—. Lo siento, me distraje, ¿te llevo a tu casa?
—Ah...supongo.
Dudo, pero de todos modos termino preguntando:
—¿Quieres pasar? Podemos ir al jardín del otro lado.
Lucas no responde pero se baja del auto antes que yo y me sigue alrededor de mi casa, mirando todo con aire de quien acaba de ser transportado a un mundo mágico.
—Es hermoso —murmura cuando llegamos a la parte de atrás—. ¿Cómo logran combinar tantas flores?
—Es una excelente pregunta, no tengo ni idea. Mamá es la que se arregla con el jardinero, quiere...
No logro terminar la frase, porque Lucas me toma por la cintura y vuelve a besarme. Había olvidado lo que es besarse con alguien por lo que parecen horas, y nunca agradezco tanto que mi casa esté vacía, que Lía ya no viva aquí, o que sea tan ridículamente grande.
Terminamos recostados en una sala bar con vista a la piscina y siento una felicidad vaga mientras él juega con mi cabello.
—¿Chloe?
—¿Sí?
—¿Sabes por qué pedí tanto helado la primera vez?
No sé si puedo sentirme más curiosa por su pregunta.
—No.
Él me acerca todavía más y susurra en mi oído:
—Tenía miedo de todo lo que enciendes en mí. Pensé que el helado ayudaría a apagarme.
Eso suena bastante sexual, pero Lucas coloca sus manos en mi rostro y me besa como si estuviera feliz de arder a fuego lento.
De hecho, caigo en la cuenta que en medio de todos los besos, no me ha manoseado en absoluto. Es ridículo que el estándar para los hombres sea tan bajo, pero es malditamente real.
—Vaya, realmente voy a tener que empezar a preocuparme por el riesgo de diabetes....no sé cuánto helado necesite para apagar todo lo que ha ocasionado ese beso tuyo.
Y entonces lo beso de nuevo.
—Eres una chica mala.
—¿No es lo que más te gusta de mí? —Pregunto de forma juguetona.
—Bueno, eso todavía está en debate, tengo una lista bastante larga.
—¿De verdad? ¿Puedo verla?
Se sonroja tan adorablemente que lo vuelvo a besar y, como sucede con todos los momentos geniales, se acaba. Su celular empieza a vibrar y rompe la burbuja.
—¿Aló?...Sí, mamá, nos demoramos porque hace tiempo que no tocábamos. Lo siento, se me pasó...sí, sí, debo llegar en quince minutos.
Lucas se incorpora con rapidez y me mira como un cachorrito.
—Lo siento, tengo que irme. Olvidé por un minuto que tengo un toque de queda.
—¿Por qué te disculpas por eso?
Lo vuelvo a besar antes de que me responda y lo guío hacia el estacionamiento para poder darle un aventón.
—Vamos, te llevo.
Pero Lucas no se sube.
—Chloe, un segundo, me acabo de dar cuenta de una cosa.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —Pregunto asustada de haber olvidado algo importante.
—¿Quieres ser mi novia?
La pregunta me toma por sorpresa y mi corazón se salta un latido. O sea, nos hemos estado besando tantas veces que he perdido la cuenta, pero no esperaba esto. Los chicos que conozco, te besan, y te siguen besando por unas semanas, y dicen que están "saliendo" contigo, mientras te dejan el trabajo de preguntarte qué son, y si son exclusivos o no.
Siento mis labios moverse, pero no emito ningún sonido. Lucas abre mucho los ojos y evita mi mirada.
—Yo...lo siento. Tienes razón, soy un idiota. Por favor olvida que...
Cruzo el auto y lo interrumpo con un nuevo beso. Él me responde de forma dudosa, lento y torpe, como si no terminara de procesar qué está pasando.
—Podemos intentarlo.
Y por su cara, sé que ni todo el helado del mundo va a ayudar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro