Giselle
(Por: Chloe)
—Hemos recibido una queja seria por parte de un grupo de padres sobre el tema y finalmente se ha decidido cancelar el proyecto.
No puedo creer lo que estoy escuchando. Me niego a creerlo. Es imposible. Giselle atrapa mi mirada desde el otro lado del salón, luciendo devastada, y me dan ganas de ir a abrazarla.
Los gritos se alzan entre toda la clase. Nos hemos quejado del proyecto siempre que pudimos, pero ahora se hace evidente que se ha ganado nuestro cariño.
El profesor parece sorprendido de nuestra reacción y tarda casi dos minutos en callarnos.
—Chicos, tranquilos, no es necesario que griten. El tema se ha discutido con sus padres, y con el consejo directivo. Es una orden directa, no está puesta a debate.
El resto de la clase, se la tiene que pasar explicando que tienen sus razones, recordándonos cada argumento en contra que presentamos durante las últimas semanas y, sin embargo, cuando la clase termina, todos salimos cabizbajos y con una desazón general. Lindsay, Karla y Giselle se me acercan para ir hacia el almuerzo y vemos a la gente flotar de vuelta a sus viejos grupos. Todavía vestidos como las personas a las que representábamos, no combinamos.
—¿Qué creen que haya pasado? —Dice Lindsay—. O sea, no puede haber sido de la nada, ¿verdad?
Bruno le pasa un brazo sobre los hombros y le da un beso.
—Es una pena, pero extrañaba poder hacer eso —dice sonriente.
Cuando llegamos a la cafetería, es evidente que ya toda la escuela sabe que el proyecto ha sido cancelado y el murmullo de las conversaciones hace que apenas podamos escucharnos entre nosotros, aunque nos las arreglamos para discutir todas las teorías locas que se nos ocurren y otras más que ya han empezado a circular por whatsapp. Bueno, todos menos...
—Estás en otro lado, Gise. Vuelve aquí —Karla chasquea los dedos—.¿El proyecto se cancela y tú estás perdida?¿Es por esa fiesta a la que fuiste el domingo?
—¿Conociste por fin a tu alma gemela allí? —Pregunta Lindsay interesándose.
Giselle agacha la cabeza, sonrojada, y niega muchas veces. Ella es terrible mintiendo. Cuando veo que Karla y Lindsay intercambian una mirada emocionada, decido intervenir.
—Bueno, yo sí he conocido a alguien —digo casualmente. Capto la sonrisa de Giselle al darse cuenta de qué estoy haciendo.
—¿De verdad? —La sorpresa de Karla es casi indignante.
—Eso es increíble —dice Lindsay—, ¿tienes una foto? ¿Es modelo?
No es difícil imaginar por qué siempre han asumido que saldré con alguien del mundo de la moda.
—No es modelo, está en el mundo de la música.
Es muy divertido escucharlas barajar nombres de cantantes y DJs famosos.
—Oh, vamos chicas, es Chloe. No creo que esté saliendo con alguien que incluya cincuenta paparazzis para verlo comerse una hamburguesa —dice Bruno.
—Además, es solo un chico con el que salgo —trato de quitarle importancia—, podría no ser nada. Y ustedes jamás nos contaron cómo fue el fin de semana anterior, esa fiesta temática...
Desviar la conversación funciona a medias, ya que Lindsay asegura que me sacará todos los detalles más tarde. Giselle, como siempre, parece feliz. Tal vez es que me he acostumbrado a ver más allá de lo evidente, pero hay una luz de tristeza en sus ojos.
Mientras la conversación avanza y Lindsay nos cuenta los planes con su familia para irse de vacaciones a Egipto, la atrapo mirando todo el tiempo hacia una mesa en el otro lado de la cafetería. Cuando me atrevo a mirar descubro allí a Regina y su amiga Berenice. ¿Se habían hecho tan buenas amigas?
Bueno, no es como si no pudieran seguir hablándose, ¿verdad? De hecho, estoy a punto de sugerirlo cuando los chicos sueltan una risotada por un chiste que me he perdido. Lindsay y Bruno empiezan a besarse y Karla aplaude. Los demás la seguimos, pero veo la mirada que pone Giselle cuando ve demostraciones de cariño. Sin embargo, en lugar de poner su sonrisa enternecida y mirar al techo, como si soñara con el día en que ella podrá tener lo mismo, vuelve a buscar a Regina y su amiga.
—Disculpen —murmura. Sale corriendo pero tengo tiempo de ver que parece estar a punto de llorar. Nadie más se ha dado cuenta.
—Iré a ver qué pasa —digo automáticamente, porque es lo que siempre hago cuando Giselle está triste, de la forma en que Karla lo hace con Lindsay.
Me pongo de pie y echo una mirada hacia Regina, que todavía está hablando con su amiga.
Y entonces lo entiendo. Giselle, después de todo, se ha enamorado.
—
La música está tan alta que empieza a darme dolor de cabeza y me doy cuenta que apenas conozco a la gente que está en mi casa. Lia está bailando sobre la mesa con un chico que tiene los abdominales de Zac Efron, y decido que ya he tenido suficiente.
Me escabullo con cuidado hacia la cocina, para poder usar la puerta posterior hacia el pasillo y huir a mi habitación.
—¿Chloe?
Giselle está detrás de la encimera de granito. Tiene frente a ella un bowl con varios piqueos a su alrededor.
—Allí estás, pensé que olvidaste que ibas a dormir acá y te habías ido a tu casa.
Giselle suelta una risa floja y toma una de las bolsas de piqueos junto a ella. Intenta vaciarla sobre el bowl pero le falla la puntería y termina vaciando una parte en el suelo. La comida regada a su alrededor cobra sentido.
—Eh, deja eso. Vamos, ya has tomado bastante.
—Pero...pero...¿Dan? Dijo que me iba a traer una bebida, que lo esperara acá — vuelve a reírse como si fuera gracioso.
—¿Quién es Dan?
—¿O era Diego?
Se apoya sobre la encimera en pose pensativa y luce devastada.
—No puedo recordarlo.
—Perfecto, entonces Dan, o Daniel, o como se llame tendrá que encontrar otra chica que emborrachar.
La tomo de la mano y la jalo conmigo hacia la parte posterior de la casa. Me las arreglo a duras penas para hacerla subir por las escaleras y tengo que quitarle los tacones en el primer rellano para evitar el riesgo de que tropiece.
—Eres hermosa, Chloe.
—Gracias, ya que estás borracha consideraré seriamente creérmelo.
Ella sonríe, gloriosa y me dan ganas de grabarla para reírnos de esto por la mañana. Aunque la resaca que le espera pinta terrible.
Logro llegar a la habitación de invitados y tenderla sobre la cama con cuidado. No hay nada parecido a un recipiente a la vista, así que solo la encomiendo a los dioses para que no vomite y arruine la alfombra.
Cuando empiezo a quitarle los ganchos del pelo ella empieza a jugar con el mío.
—Es bonito.
—Oh, vamos, tu cabello es tan lindo que me dan ganas de llorar —digo con envidia.
—No es gran cosa, probablemente solo genética.
—No digas eso, eres muy linda, todos los chicos se mueren por ti.
Se ríe tanto que termina hipando.
—No chicos...no me gustan...chicos son malos...las chicas....bonitas...hip...tú eres bonita.
—Solo dices eso porque eres mi amiga. Vamos, es hora de dormir.
Me deja meterla bajo las sábanas y arroparla con cuidado.
—¿Estás bien?
—Me gustas tú —dice, todavía sonriendo en blanco.
—Ya que hemos sido mejores amigas desde pequeñas, eso podría deberse a la costumb...
Estoy tan enredada en mi discurso que me toma por sorpresa verla tan cerca y salto hacia atrás. Ella termina besando el aire y luego cae sobre la almohada. Se queda dormida en menos de diez segundos.
Al día siguiente, no recuerda nada.
—
—¿Gise? ¿Estás bien?
La escucho sollozando dentro de una de las cabinas y empiezo a tocar la puerta.
—No quiero salir —la escucho murmurar.
En un impulso, me voy hacia la puerta y la bloqueo.
—Acabo de cerrar la puerta de este baño, y eso está prohibido por el reglamento. Así que sales y hablas conmigo o voy a ser suspendida por tu culpa.
Giselle no tiende a ser obstinada, así que abre la puerta y se lanza a mis brazos, llorando. Siento que tarda como cinco minutos hasta que se le acaban las lágrimas, y le voy alisando el cabello mientras se desahoga.
—¿Qué pasó?
—Es mi culpa, Chloe. Cancelaron el proyecto por mi culpa.
—Giselle, eso no tiene sentido, el profesor dijo...
—La besé, Chloe. Fui la peor.
—¿Qué?
—Besé a Regina.
—¿Qué? —Parece que mi vocabulario acaba de reducirse a esa pregunta.
—Me gusta muchísimo, y pensé que realmente habíamos tenido una conexión increíble. Tuvimos este momento en mi casa...y pensé que estaría bien. Ella me devolvió el beso pero...luego se alejó. Empezó a rezar. Fue tan...¡frustrante!
—¿Qué?
—Y luego dijo que nunca debió haber pasado. Que el proyecto no debía existir, porque estaban alejándola de Dios —la pena de Giselle hace que quiera pegarle un puñetazo a alguien—. Ella me acusó de ser un demonio, dijo que por mi culpa iría al infierno...
Se le quiebra la voz y las lágrimas se deslizan silenciosamente por su rostro.
—Cancelaron el proyecto, y estoy segura que fue ella, aunque no sé qué les haya dicho a sus padres.
Tomo un largo respiro antes de poder vocalizar algo.
—Deja de atormentarte. Ella reaccionó mal, pero ya está, no te atormentes por eso. Teníamos vida antes del proyecto y todo puede seguir su curso después.
La abrazo con todas mis fuerzas y ella me devuelve el abrazo por un largo minuto.
—Vas a estar bien, Gise. ¿Quién necesita a Dios de todos modos?
—Como...¿mucha gente?
—Cualquier dios que no crea que eres una persona maravillosa, está completamente loco y fuera de mi lista de invitados a cualquier cosa.
Ella toma un poco de papel para sonarse la nariz y luego me da una mirada incrédula.
—Acabo como...¿de salir del clóset delante tuyo y eso es todo lo que vas a decir?
Le doy mi mejor sonrisa.
—¿Soy tu mejor amiga y en serio crees que no lo sabía?
Su rostro se transforma en un poema entero y me abraza con tanta fuerza que apenas puedo respirar.
***
Como ya no voy a clase de poesía, tengo que ir a explicarle al profesor que no estoy obligada a presentar algo pero que lo intentaré. Me dice que sí, y me llama la atención la prisa que parece tener, pues me cuesta seguirle el ritmo a pesar que soy más alta. Está llevando varios cuadernos y caigo en la cuenta de que debe haberlos pedido para supervisar la tarea del fin de semana. Cuando cruzamos el estacionamiento, le da una mirada nostálgica al área reservada para los profesores.
—¿Quiere que lo ayude llevando eso? Justo voy a la sala de profesores, podría dejarlos en su escritorio si está apurado —ofrezco en un momento de inspiración.
Debe llevar mucha prisa, porque ni siquiera finge dudarlo unos segundos. Los coloca en mis manos, se asegura de que puedo con el peso, me da las gracias y sale corriendo hacia el estacionamiento.
La sala de profesores está vacía, pero no me cuesta identificar cuál es el escritorio del profesor, ya que tiene libros de poesía por toda la superficie.
Dejo los cuadernos y estoy a punto de irme, cuando la curiosidad puede conmigo.
Como no voy a ser capaz de escucharlos en clase, repaso los poemas de varios cuadernos para ver si logro alguna clase de inspiración. Tengo que admitir que algunos son bastante decentes. Llego a uno que es un poema de amor incluso peor que los míos, y me entra un ataque de risa cuando veo el nombre del ex—novio de Lydia en la portada. Me pregunto qué más hay en su repertorio, y me sorprendo de ver que algunos son realmente buenos. Sin embargo, lo pierde cada vez que intenta componer algo romántico.
—Con esa bruja como novia...
Increíblemente, la bruja tiene varios poemas buenos, y al igual que Lydia, ha rayado las últimas hojas con bocetos, rimas, y demás. Hay uno que me llama especialmente la atención, porque está escrito en letra muy pequeña, en una esquina, como si quisiera pasar desapercibido.
Zapatillas desgastadas
Con mordidas de ratones
Ropa llena de manchones
Ojalá que muera pronto
Ojalá que...
Me detengo, porque el poema de tres párrafos me da ganas de vomitar. Qué perra, realmente. Me pregunto si Lydia habrá escuchado alguna vez este poema. En medio de la indignación, se me cae al piso. Lo recojo como si se tratara de algo venenoso y lo devuelvo a la pila. Estoy a punto de irme cuando un color que contrasta con lo negro que es el piso, atrapa mis ojos.
Recuerdo lo que dijo Lydia sobre que el pica pica era increíblemente difícil de sacar, que se pegaba en todos lados. Y allí, en el lugar donde se me acaba de caer el cuaderno, hay un círculo amarillo de confeti.
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