El profesor anuncia un proyecto en clase
(Por: Marissa)
—Marissa, ¡levántate!
—Ya voy, mamá.
Si hubiera abierto los ojos un segundo después, me lo habría perdido. Pero abro los ojos en ese momento….Y entonces aprendo una valiosa lección que me acompañará de por vida: Nunca, jamás, ni en tus más terribles borracheras, dejes tu tarea recién hecha sobre tu escritorio sin ninguna clase de protección. Muchísimo menos si tienes un hermanito de un año que no puede controlar la comida dentro de su estómago.
—¡Maximiliano!
Otra lección valiosa: Gritar no sirve de nada cuando el desayuno de tu hermanito ya aterrizó sobre tu tarea.
—Marissa, baja la voz, ¡lo asustaste!
Corrijo: Gritar solo sirve para que el hermanito se haga la víctima y tu madre te mire como si acabaras de prenderle fuego.
—¡Acaba de vomitar sobre mis cosas!
El sueño es cosa del pasado. Me levanto y corro hacia el escritorio pero toda su superficie está cubierta de regurgitación infantil.
—Lo limpiaré después —promete mamá.
—¡Mi tarea! —digo, temblando ante la prohibición de gritar que, claramente, no se aplica a los menores de dos años—. Tengo que presentarla hoy.
Mamá pasea por mi cuarto, meciendo a Max para que se calle.
—Bueno, imprime otra.
Miro la computadora instalada a mi izquierda y dudo.
—Mamá, ¿podrías imprimirlo tú? Las impresoras huelen el miedo.
¡Es en serio! ¿Nunca les ha pasado que intentan imprimir ese trabajo mega importante y JUSTAMENTE LA COMPUTADORA NO RECONOCE LA IMPRESORA? ¿Y qué hay de cuando la pantalla muestra los cartuchos llenos pero la maldita insiste en que “no queda suficiente tinta”?
Las impresoras son primas lejanas de los caballos y saben cómo jugar con los pobres humanos que estamos sometidos a su pérfido dominio. Lo juro, el día que me divorcie de la tecnología, las impresoras serán parte de las “diferencias irreconciliables”
Mamá rueda los ojos pero revisa mi pijama y el vómito de Max, y finalmente suspira con cansancio.
—Está bien, ve a desayunar. ¿Cómo se llama el archivo?
Tomo un post it y escribo la información:
Carpetas:
Documentos >> Escuela >> 6to año >> Biología >> 2 trimestre >> Julio >> División celular
Documento de word: Trabajo N°08 — Fases de la División Celular
Soy una chica que mantiene sus archivos en orden.
*********************
—¡Y VOMITÓ! ¡Sobre mi tarea!
Darla se dobla de risa en el asiento y la mitad del bus voltea a mirarnos. Como siempre, a ella no le importa.
—¡Esa es una genial excusa!
—No es una excusa, es la verdad, ¡tuve que imprimir mi tarea nuevamente! Hubo un desperdicio de papel.
—Los trabajos de la mitad de nuestra clase son un desperdicio de papel —sentencia ella—. Los tuyos jamás calificarían a ese sub-nivel. Por cierto, anotaré eso para la siguiente vez que olvide una tarea. “Profesora, mi hermanito vomitó sobre ella”.
—Darla, tú no tienes hermanos tan pequeños —señalo.
—Profesora, fui a casa de Marissa y su hermanito vomitó sobre mi tarea.
No puedo evitarlo: también estallo en carcajadas. Eso es lo mejor de Darla, es imposible pasar más de cinco minutos con ella sin que suelte alguna frase divertida. En un colegio como el nuestro, es un tesoro que procuro mantener.
—Mi madre se ha vuelto loca este fin de semana con mi salida —me cuenta cuando paramos de reír— no puedo esperar a que empiece la universidad y nos mudemos juntas.
—¿Te das cuenta que soy muy parecida a tu madre y probablemente no te deje salir nunca?
—O tal vez yo te convenzo de dejar los libros un rato.
Sonreímos con complicidad, en la mutua comprensión de que la otra respeta cómo es cada una. Darla sale en fiestas y se enrolla con chicos como si fuera el último día sobre la tierra. Y yo…bueno, si el fin del mundo estuviera cerca, intentaría leer todos los libros que tengo en mi lista de espera.
La sirena nos avisa que las clases están a punto de empezar, así que nos apresuramos por los pasillos.
—Hola Darla.
Trato de no soltar una risita burlona. Christopher tiene un enamoramiento con mi mejor amiga desde que puedo recordar y siempre la está saludando “casualmente” cuando pasamos cerca de él. Espero que algún día sus amigos le digan que no es tan casual como pretende. Darla usualmente rueda los ojos y pasa de largo. A veces, agita la mano sin ganas diciendo: “Nunca hay que decepcionar a tus fans”.
—El tonto te está saludando.
—¿Cuál de todos? —pregunta ella.
—El que está enamorado de ti como desde...¿primer año?
—Oh, el amigo del músico... mmm...el músico no está tan mal.
La jalo del brazo, con una mirada severa.
—Ni lo sueñes, ya sabes lo que dicen de los músicos.
—¿Que son muy buenos en la cama? —dice ella con una mirada evaluadora.
—¡Que son todos unos vagos! — exclamo.
Darla vuelve a mirarlo y se encoge de hombros.
—Tienes razón, ni siquiera es tan lindo —afirma mientras entramos al salón—. ¿Qué clase nos toca?
—Ciencias sociales.
El profesor Buteler siempre está desde muy temprano en salón, así que no me sorprende encontrarlo en su escritorio.
—Está demasiado sonriente —comenta Darla—. Cuando los profesores están felices, significa que hay malas noticias.
—No exageres, seguramente tuvo un buen día —replico, sentándome en nuestros lugares en la tercera fila. Siempre quiero sentarme en primera fila y Darla en la última, así que estar a la mitad es nuestro punto medio.
El profesor espera que lleguen todos para pasar lista y saludar a la clase. No deja de sonreír en ningún momento y el mal augurio de Darla empieza a parecerme cada vez más certero.
—Buenos días a todos. Sé que hemos empezado este trimestre de forma bastante rápida y que teníamos algunas dudas sobre si lograríamos terminar el temario. Sin embargo, el siguiente tema vamos a tratarlo con una dinámica y así tendremos libres más clases para ponernos al día. Este proyecto dará inicio exactamente en una semana —se acerca a la pizarra y escribe: “Empatía”—. Muchos de los problemas que hemos estudiado en esta clase se dan por la falta de esta palabra. Empatía. Somos incapaces de ponernos en los zapatos de otra persona. Si todos pusiéramos a los senadores de Estados Unidos a vivir una semana como un ciudadano normal en Haití, estoy seguro de que muchas cosas cambiarían, ¿verdad?
La gente asiente, seguramente más interesada en qué excusa creíble puede ponerlos de vuelta en la comodidad de su cama. Yo, en cambio, estoy prestando atención. Siempre presto atención.
El profesor vuelve a su escritorio y saca dos bolsas: Una es roja y la otra azul.
—Voy a saltarme todas las lecciones diseñadas para explicarles la definición de empatía y sus diversas variantes. En cambio, tendremos un pequeño experimento que ya ha sido aprobado por el director, sus demás profesores, y la junta escolar. Empecemos.
Toma las dos bolsas y empieza a caminar alrededor del salón, ofreciéndole la bolsa roja a las chicas y la azul a los chicos.
Todos sacan un nombre y ponen caras de acuerdo a quién les ha tocado. Yo saco a…. “Lindsay Woods”.
Se me escapa una mueca involuntaria mientras el profesor lo anota en su carpeta. Lindsay es una de las chica más populares de la secundaria. Increíblemente bonita y decidida, va a ser una pesadilla intentar hacer un trabajo con ella pero queda la opción de hacerlo sola y agregar su nombre en la primera hoja, ahorrándome toda la interacción.
—¿Qué crees que vaya a pasar? —cuchichea Darla—. Estas cosas son rarísimas.
Estoy tan molesta por tener a Lindsay de compañera que no me he fijado que el profesor no está entregando simples papeles, sino pequeñas placas que parecen insignias. De hecho, tienen un imperdible en la parte de atrás. ¿Qué diablos?
—No puedo creer que tendré un trabajo con ella.
Me muestra el nombre que ha sacado: Regina Biel. Intento contener una carcajada al imaginarme a mi transgresora mejor amiga junto a la chica más religiosa y puritana de la secundaria.
Cuando termina de pasar nombres, el profesor vuelve a su lugar frente a la clase y espera que se calmen los murmullos para volver a hablar.
—El nombre que han sacado en el sorteo, es el nombre del compañero que les ha tocado en este proyecto. También lo tengo anotado aquí, así que ya no pueden hacer cambios. ¿Han escuchado que antes de criticar a alguien deben caminar una milla en sus zapatos? El proyecto de este mes se llama: Tropieza una milla en mis zapatos. No, no es un trabajo en parejas. Por primera vez, van a conocer a alguien como si estuvieran en sus zapatos. Por un trimestre entero, todos ustedes van a comportarse como ese compañero. Van a vestir, a hablar, actuar y pensar como ellos. Tienen que ser ese compañero.
¡¡¡¡¡¿¿¿¿QUÉ????!!!!!
—Tiene que estar bromeando —exclama Darla en voz alta. No es la única, la mitad del salón está reclamando. El profesor alza las manos pidiendo silencio y continúa:
—Sé que les debe parecer imposible ahora mismo, pero hay reglas diseñadas para que este proyecto se lleve a cabo con éxito.
—Profesor, pero qué va a pasar con mis notas —reclama Aaron, el chico con el que siempre estoy compitiendo por primer lugar de la clase. Él lo consiguió en segundo y cuarto año; mientras que yo en primero y tercero. Este año es el desempate—. ¡Tengo que ser Eduardo!
Todos se echan a reír.
—He hablado con el staff y el director. Nadie tiene excusas para las tareas escritas, porque fuera del colegio no van a cambiar sus vidas. Sin embargo, las calificaciones orales y participaciones en clase se regirán al nuevo sistema. Van a ser calificados por cómo actúen. De ese modo se preocuparán por hacer bien las cosas. Si alguien intenta sabotearlos, recibirá un cero en mi asignatura y una nota en su historial académico. Los profesores los conocemos lo suficiente para saberlo. Usted va a ser interpretado por...el señor Fernández. Si él no interviene en clase a su ritmo, o no se ofrece voluntario ante los ejercicios como usted, será él quien pierda puntos.
Todo lo que Lindsay hace es pasar notas en clase con sus amigas con comentarios sobre los demás. ¿Ese va a ser mi trimestre escolar? ¿Estoy soñando?
—Un trimestre de coquetear con chicos y arreglarte el cabello —bufa Darla.
—No puedo coquetear —replico—. Lindsay tiene novio, ¿no?
Y es entonces cuando me golpea: ¡Lindsay tiene novio! Lo que significa…que ahora yo también.
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