COEFICIENTE INTELECTUAL
―¡Mi cuerpo es de hierro!, ¡sabía que mi cuerpo es invencible! ―gritó emocionado la Torre.
―¡Soy inmortal, nunca pensé que sería inmortal! ¡Esto es increíble! ―El Rey reía frenéticamente.
―¡Sin duda mi belleza me ha salvado! ¡Las mujeres hermosas nunca mueren! ¡los héroes las prefieren siempre! ¡Jajajajajaja! ¡Ahora tendré que encontrar a mi héroe! ¿¡dónde estás héroe!? ―añadió la Reina blanca con júbilo.
―Siempre he sido poderoso, mi cuerpo ha sido idolatrado por los jóvenes de mi planeta, por eso siempre lo he mantenido en forma, tantas horas de trabajo en él han dado sus frutos. No hay otra explicación ―asintió el Alfil.
―¿Lauren estás bien? ―Sí todo bien... pero siento que algo está mal, muy mal. ―Lo sé... Es como si fueran más imbéciles que antes.
Todo el grupo nadó hacia lo que parecía ser la orilla. Cuando llegaron, notaron que la orilla era una superficie de unos miles de metros planos, toda el área estaba hecha de jade azul.
―Esto es jade, no hay duda. Hay algo malo en mí Camila, no puedo estimar el número de partículas en una descomposición atómica del jade en un centímetro cuadrado. ―Le susurró discretamente para que nadie pueda escucharlas.
―Yo ya no recuerdo los fundamentos de la Ecuación de Dirac, tampoco puedo resolver la Conjetura de Goldbach, ¡esto es inaudito!, ¡no puedo hacerlo! La única explicación es que nuestro coeficiente intelectual ha decrecido considerablemen...te. ―Lo dijo mientras se levantaba mirando estupefacta a sus compañeros.
Los dos oficiales se estaban felicitando repetidamente una y otra y otra vez, mientras que el rey coqueteaba descaradamente con la Reina. Era un espectáculo lamentable. Tal vez los peones ya no eran tan inteligentes pero mantenían su racionalidad y coherencia.
―Como su Rey les ordeno que... ¡bailemos!
Todos empezaron a bailar, los peones estaban por empezar a llorar de la frustración. Este juego perverso era su castigo, nunca más ostentarían el poder, ahora eran peones y como tal su autonomía estaba casi totalmente restringida, eran gobernados por sus superiores, por tanto no podían hacer nada en contra de los oficiales, mucho menos en contra del Rey y la Reina. Una palabra suya bastaba para que la obedecieran sin chistar. Esas eran las reglas. El grupo no podía sobrevivir sin un Rey, si moría el Rey morían todos. Eran fichas de ajedrez, por tanto tenían que hacer todo lo posible para mantenerlo con vida. Si querían sobrevivir tenían que asegurar la supervivencia del Rey.
Las reglas para sobrevivir y ganarse la libertad eran muy simples:
―Primero: Asegura la supervivencia de tu rey.
―Segundo: Matar a un rey de cualquier facción enemiga.
―Tercero: Encuentra al Golem de la libertad dentro del tablero de guerra, y resuelve su acertijo.
Camila estaba recordando las reglas mientras se veía obligada a bailar sin música. En ese momento pudo observar que en la superficie de jade habían aparecido muchas estatuas, todas con diferentes formas, figuras y tamaños.
―¡Son los Golems! ¡Son los Golems! ¡Entre ellos está el que nos dará la libertad! ―gritó Camila mientras señalaba hacia el este.
El rey ordenó que empezaran a buscaran al Golem correcto. Todos los Golem tenían acertijos, los pequeños tenían acertijos fáciles, mientras que los grandes OBVIAMENTE eran más difíciles. Pero nada que Camila y Lauren no pudieran resolver.
Decidieron probar con los Golems pequeños, los cuales eran representaciones de animales salvajes de 140cm de alto, todos ellos tenían operaciones matemáticas y físicas simples, tales como el cálculo de caídas libres, movimiento rectilíneo uniforme variado, ejercicios químicos, etc. Los problemas estaban en una placa metálica que colgaba a la altura de sus cuellos, la cual tenía una hoja platinada con las posibles respuestas; al costado de la placa una especie de espina que servía como bolígrafo debía ser utilizada para marcar la respuesta correcta. El primero que resolvió Lauren fue bastante sencillo, marcó con el hueso puntiagudo y puso el papel dentro de la boca del Golem en forma de Liebre. De inmediato, la figura se hizo polvo y un fuerte olor a barbacoa inundó sus narices. Era carne crujiente, de la más fina, de la más sabrosa.
Habían pasado 45 días que sólo habían comido cápsulas nutritivas. Cada uno tenía 50 cápsulas y cada cápsula contenía nutrientes sintetizados que les permitía sobrevivir un día entero. Pero ya se les estaban terminando, esto los tenía preocupados.
―¡Les ordeno que me dejen comer primero! ―El rey devoró lo que parecía una ración de carne personal―. ¡Uaaah! ¡Qué delicia!, ¡qué delicia! ¡Pero qué carajo esperan peones!, ¡continúen con los siguientes acertijos, quiero seguir probando más delicias!
Camila y Lauren solo atinaron a apretar los dientes de ira pero, ninguna habló, insultó o mostró signos elocuentes de sus más profundas emociones, tenían muy en claro que el intelecto de todo su grupo había decaído, pero no tenían la certeza de qué tanto. Si hacían enojar a este energúmeno, quién sabe las estupideces que podría ordenarles en venganza; hasta hace unas horas las habían respetado porque tenía algo de inteligencia, todos en su grupo sabían que, tanto Camila como Lauren, eran las Supremas Comandantes de las Flojas Estelares Omega y Delta. No eran simples mujeres bonitas, representaban lo mejor de lo mejor, la élite dentro de los humanos con mejoras genéticas, pero ahora se habían reducido a sirvientes desechables; claro que ningún equipo dentro del tablero de la guerra desecharía a todos sus peones, para sobrevivir tenían que mantener con vida a dos de ellos como mínimo, ya que como bien se dieron cuenta, existen puzles y desafíos que sólo alguien con un coeficiente intelectual profundo podía resolver. En este caso Camila y Lauren tenían coeficientes de 200 y 201, los más altos en la historia humana y lo más estándar entre los comandantes; sin los peones resolviendo puzles, proponiendo estrategias ya sea trampas, emboscadas, alianzas y traiciones tácticas, habrían perdido sus vidas hace tiempo y ni qué decir sobre los violentos primeros días.
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