Único
Pedido de mariabelenrivas
El apartamento estaba inundado por la luz del mediodía, Jude estaba tirado en el sofá, con un bol de palomitas en la mano, mientras Gavi terminaba de desempacar la última caja en la habitación.
Era un caos; ropa, libros, una consola de videojuegos y, por alguna razón, una pelota de fútbol desinflada en el rincón.
A pesar del desastre, el lugar se sentía acogedor, después de todo, estaban juntos.
—¡Jude! ¿Piensas mover un dedo o te vas a quedar ahí como una planta? —Gritó Gavi desde el dormitorio.
Jude se incorporó lentamente, con una sonrisa perezosa.
—Estoy supervisando, cariño, alguien tiene que asegurarse de que lo hagas bien.
—¿Supervisando?—Gavi salió del cuarto, con los brazos cruzados y una ceja levantada.
—Si no fuera porque eres guapo, ya te habría echado de aquí.
Jude rio, dejando el bol a un lado, se levantó, caminó hacia Gavi y lo rodeó con los brazos.
—¿Y dónde iría? ¿Eh? No tengo equipo, no tengo casa… Soy un Alfa desempleado.—Le dio un beso en la frente, luego en la nariz.
—Menos mal que tengo un Omega increíble que me deja dormir en su cama.
Gavi intentó mantener una cara seria, pero el calor que subió a sus mejillas lo traicionó.
—Solo porque me haces reír.
—Y porque soy excelente en la cama.—Añadió Jude, inclinándose para darle un beso lento en los labios.
—Tampoco exageres… —Murmuró Gavi, aunque no hizo ningún esfuerzo por apartarse.
Tras unos segundos, Gavi lo empujó suavemente.
—¡Ya, ya! Si sigues distrayéndome, nunca vamos a terminar de desempacar.
Jude suspiró dramáticamente.
—Está bien, ¿Qué quieres que haga, jefe?
—Empieza por organizar tus cosas en el baño. Dejaste todas tus cremas tiradas, ¿Cuántas necesitas para tener esa cara?
—¿Estás diciendo que tengo una cara bonita? —Bromeó Jude, guiñándole un ojo mientras se dirigía al baño.
—Estoy diciendo que gastas más en cremas que yo pagando las infracciones de tránsito.—Respondió Gavi, sacudiendo la cabeza con una sonrisa.
Unas horas después, el apartamento estaba casi en orden, Gavi estaba sentado en la mesa, repasando una lista de cosas que aún necesitaban comprar, mientras Jude estaba en la cocina intentando preparar algo para cenar.
—¿Qué haces? —Preguntó Gavi, levantando la vista.
—Un guiso.—Respondió Jude, aunque el desastre en la cocina decía lo contrario.
—¿Un guiso? Jude, eso parece una sopa que se peleó con una ensalada.
—¡Eh! Un poco de fe, por favor.—Jude tomó una cuchara y probó el caldo, hizo una mueca.
—Ok, tal vez necesita más sal… o tal vez algo que no sé identificar.
Gavi se levantó, riéndose, y tomó el control de la cocina.
—Déjame a mí, cocinero estrella, si no fuera por mí, vivirías a base de pizza congelada.
—No te quejes, me salían bien las pizzas.
—Jude, las quemabas.
—Detalles.
Mientras cenaban, Jude miró a Gavi con una sonrisa suave.
—¿Quué pasha? —Preguntó el español, con la boca llena.
—Nada, solo estaba pensando en lo bien que se siente estar aquí contigo, sin dramas, sin presiones… Solo nosotros.
Gavi se detuvo un momento, tragando antes de responder.
—Bueno, tú tampoco lo tuviste fácil en Madrid.
Jude se encogió de hombros.
—Sí, pero ya no importa, todo eso quedó atrás, ahora estoy aquí, contigo, y estoy esperando el mercado de invierno para fichar por el Barça, ¿Qué más podría pedir?
Gavi sonrió, sintiendo una calidez en el pecho.
—Pues, si fichas, podríamos dejar de compartir mi cama, podrías comprarte una.
—Ni lo sueñes.—Jude le dio un beso en la mejilla.
—Tú y tu camas son míos Pablo.
—¡Eh! ¿Quién te dio derecho?
—¿No lo recuerdas? Fue el día en que decidiste enamorarme.—Jude lo besó nuevamente, esta vez en los labios.
—Además, no te hagas, te encanta que duerma contigo.
Gavi negó con la cabeza, pero su sonrisa lo delató.
Esa noche, mientras estaban acostados, Jude abrazó a Gavi por detrás, hundiendo la nariz en su cabello.
—Gracias por convencerme de mudarme contigo.—Susurró Jude.
—Ni siquiera lo hice, fue tu idea.—Respondió Gavi, girándose para mirarlo.
—Bueno, gracias por dejarme quedarme, entonces.
Gavi lo miró a los ojos, esos ojos avellanedas que siempre parecían llenos de calidez.
—Gracias a ti por estar aquí.
Jude sonrió antes de inclinarse para besarlo suavemente.
—Buenas noches, Pablo.
—Buenas noches, Jude.
Y, por primera vez en mucho tiempo, ambos se quedaron dormidos con la tranquilidad de saber que el otro estaba ahí y no a miles de kilómetros.
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