Otra navidad transcurría. En el frente occidental se desarrollaba "la guerra de broma". Eglin y Esmeralda permanecerían en Berlín hasta enero al menos. Estaba previsto que fuesen transferidas a Colonia, en preparación de la Campaña de Francia.
-Estoy aburrida y cansada Esmeralda. Esta espera me mantiene en un estado de ansiedad crónica -expresó Eglin.
-Creo entenderte, yo no estoy mejor, pero debemos ser pacientes y actuar con discreción.
-Según tu teoría debemos esperar cuatro años más antes de que veamos una salida a esta situación. Porque todavía no es el tiempo. Mira que en vez de ir al este nos van a transferir al oeste. ¿Eso es bueno?
-No es ni bueno ni malo. Simplemente es lo que toca. La guerra está en el Oeste, no en el este.
-Qué fastidio.
Esmeralda no respondió de inmediato, estaba acostada boca arriba, se volteó, buscó un cuaderno y se lo alargó a Eglin.
-¿Qué es esto? -le preguntó.
-Un esbozo de un plan B. En caso de que llegue 1944 y sigamos en el frente oeste -le contestó Esmeralda señalando puntos en el cuaderno.
-Parecen mapas.
-Lo son, al menos eso intenté.
-El cuaderno está lleno de ellos.
-Sí, hay al menos cuatro rutas alternativas y cada una de ellas presenta variantes.
-¿Para llegar a dónde?
-A ningún sitio en específico. Lo importante sería cruzar el frente, contactar tropas aliadas y entregarnos, de allí en adelante confiar en nuestra buena suerte.
-¿Y porque no los ponemos en práctica ahora mismo?
-Porque necesitamos que el día D ocurra, el 6 de junio de 1944. Toda opción de escape tiene que ser posterior a esa fecha.
-¡Rayos! Qué problema con ese bendito año 1944.
-Claro también pudiéramos intentar colarnos en el ejército americano, para ello debemos robar u obtener los uniformes. Como es obvio: hablamos bien el inglés y nadie va a notar nada raro. Cualquier cosa inesperada que suceda podríamos simular estar amnésicas de nuevo, si nos funcionó con los alemanes con nuestros compatriotas debería ser más fácil.
- Esa idea me gusta más.
-Cruzar el frente no será fácil y la verdad: no tengo idea a lo que nos enfrentaremos. Será un recorrido a pie, en vehículo es poco menos que imposible y a caballo, menos que menos. Tenemos que conseguir abrigos, comida, armas, no va a ser fácil. Es peligroso.
-¿Armas? ¿Pero cuáles?
-Pistolas, cuchillos, un palo, lo que podamos. Somos mujeres debemos proteger nuestra dignidad.
-Cuando lo dices así, asusta un poco.
-Asusta mucho, diga cómo lo diga. No es un paseo al parque, es cruzar la mal llamada tierra de nadie, con un ejército a nuestras espaldas y otro en el frente, ambos con los dedos en el gatillo, prestos a disparar sobre cualquier cosa que se mueva.
Eglin asintió con la cabeza. Cerró el cuaderno, no tenía mucho sentido que lo observara. No entendía los mapas. Luego, quizá les daría otra ojeada.
La guerra de broma no terminaría hasta mayo y si esos meses, entre diciembre y abril le parecieron aburridos, mayo y junio fueron una vorágine. Los hechos se sucedieron con una velocidad increíble y para cuando se percataron de lo que estaba pasando ya estaban en julio, camino a París. Cada transferencia les acercaba más al Oeste, alejándolas de su meta original y cada vez está tenía menos sentido. Quizá el destino no era Checoslovaquia sino Francia. Siempre habían querido visitar la Ciudad Luz, caminar por los Campos Elíseos, tomarse fotos en la Torre Eiffel. Al llegar quedaron desilusionadas. No había luz ni jolgorio en las calles, era una ciudad triste y oscura. Los alemanes eran vistos con recelo y antipatía, con miedo, que era mucho peor. Y ellas, a todas vistas, no eran turistas invitadas; para los parisinos eran parte del ejército invasor, enemigas de la patria francesa. En sus miradas se notaba: no eran bienvenidas. Eglin y Esmeralda se solidarizaban con el dolor de los ciudadanos de París, pero muy poco podían exteriorizarlo; sus "compatriotas" no lo verían con buenos ojos y los franceses lo podrían tomar como una burla. Eso les entristeció y muy poco pudieron disfrutar de la velada en la ciudad, al menos ese día no. El resto de sus compañeras no fueron afectadas por ello. Alegres y risueñas aprovecharon el permiso que les concedieron para tomar fotografías, comprar chocolates y brindar por el triunfo del Reich. Ellas, disimularon lo mejor que pudieron y cuando no, se excusaban con la frase: "Gretchen extraña su marido, ahora fallecido. Se siente triste y no quiere salir".
En otra época y otras circunstancias Gretchen y Marie Louise, ya superada la muerte de Gules y el altercado con Kubbelmeyer sólo pensaban en el fin de curso. No por la fiesta y la elección de la reina del baile y esas tonterías, sino por algo más importante. Una luz de tranquilidad se abría ante ellas, sin embargo, Gretchen seguía en alerta, no podían confiarse. Hasta que no estuviesen fuera del alcance del científico loco y sus experimentos, no habría paz posible. Por su parte, el mencionado científico, veía que sus planes estaban desarrollándose más rápido de lo que había previsto. Según sus cálculos iniciales, iba a tardar unos 3 o 4 años en llevar a cabo todas las partes del experimento. Gracias a las computadoras los cálculos logró completarlos antes de ese tiempo. Ya estaban casi listos otros segmentos claves. El cilindro se encontraba avanzadísimo, los líquidos y sustancias necesarias estaban en proceso de sintetizado. Lo que no pudo hacer por sí mismo había contratado empresas químicas para agilizar el proceso. Como los requerimientos que exigía no iban en contra de ninguna ley no se presentó ningún problema legal ni sospechas. Estados Unidos era un extraño país donde las leyes regulaban una sustancia como la vainilla, pero se podía comprar un arma en cualquier tienda especializada y preparar sustancias químicas sin que ello atrajera la atención. El aspecto financiero lo frenó un poco. Ahora que había eximido a las chicas de su colaboración voluntaria ese aspecto le afectaba. El sueldo de maestro le colocaba límites. Desesperado. Echó mano de los ahorros para la universidad de los chicos. No es que le importaba su educación. No eran hijos suyos, ni tampoco demasiado brillantes. En su opinión.
Dentro de poco estaría listo para realizar la activación. Sin embargo, los cálculos matemáticos le preocupaban un poco. Era clave ese aspecto en el éxito o fracaso de la empresa. No podía fallar en un decimal siquiera. Los había hecho y rehecho varias veces y lo haría de nuevo. No se hallaba 100 por ciento seguro, aún y cuando, los cálculos siempre le daban los mismos resultados. Precisamente por eso le preocupaba, quizá estaba cayendo en una autocomplacencia, no quería cometer el mismo error de sus colegas en 1944. Y esta vez, dependía de sí mismo y en la ayuda de los ordenadores. Solicitar asistencia de algún matemático no era una opción viable. Levantaría sospechas. En dos segundos tendría al FBI derribando su puerta. Pasó varios días pensando en el tema. Hasta que una ingeniosa idea llegó a su mente. Transformó los cálculos en un problema matemático, le presentó la idea de hacer un concurso a nivel regional al director de la escuela, este, un entusiasta de las matemáticas se enamoró de la idea y juntos la llevaron a nivel estatal y de allí, gracias al internet, se convirtió en un concurso nacional. Ni siquiera tuvo que preocuparse por el premio. Las autoridades educativas ofrecieron becas y grupos independientes también ofrecieron premios en metálico o regalos. "El problema de King", el Rey de los problemas, se hizo muy popular y aunque el concurso era dirigido a los estudiantes, profesores y apasionados de los números se unieron a la resolución del problema. Claro, no podían optar por los premios y becas, igual deseaban participar y probar sus habilidades. Dado que Kubbelmeyer usó la temática de los viajes en el tiempo, al final era su fin real, causó interés en aficionados de la ciencia ficción. Esto en parte era bueno y en parte no lo era tanto. Obtuvo una atención de los medios que no deseaba. Quería permanecer anónimo, no lo logró. Y como hablara a través de la computadora hubo las innecesarias comparaciones con Stephen Hawkins. Pronto empezó a recibir trabajos y respuestas, al principio no muy prometedoras. Pero poco a poco llegaron mejores escritos e ideas frescas. Con diferentes resultados al suyo. De pronto se encontró abrumado con las cartas y correos electrónicos y cuando no: entrevistas y reuniones con colegas y curiosos.
En contra parte, su antiguo amigo, Abraham Glassermann, se preparaba para una vez finalizado el fin de curso, comenzar el proceso de internarse en una clínica. Ya el cáncer estaba tomando fuerza y a medida que eso pasaba, se debilitaba. Si dejaba pasar mucho tiempo podía ser tarde. No quería que la muerte le sorprendiera en casa. Casa que vendería, igual no esperaba volver, lo que no pudiese vender lo regalaría y si sobraba algo de dinero luego de pagar los servicios fúnebres, se los dejaría a su sobrino en Oregón. No pudo dejar de notar toda la atención que acaparaba su ex amigo, mientras él se hundía en el destierro, quiso no darle importancia, la frustración fue más fuerte que la tranquilidad y la curiosidad más fuerte que la apatía. Revisó la página del concurso, ¡Oh! ¡Sí! Había una página con miles de visitas. Leyó los comentarios, solo cosas positivas, todos alababan al profesor King y su ingenioso problema. Eso le amargó, decidió echar un vistazo al susodicho problema, no era matemático, no intentaría resolverlo, solo quería saber de qué se trataba. Aburrido comenzó la lectura, no le pareció gran cosa al principio. A medida que lo fue leyendo su mente se fue iluminando. Allí estaba la clave de todo, empezó a entender el motivo de su perturbación y vio que su inquietud tenía fundamento y podría haber, de tener razón, implicaciones catastróficas para el mundo, para la historia, para la realidad misma. Era terrible el descaro, exponía el problema matemático con el marco, presumiblemente hipotético, de un viaje en el tiempo realizado por una persona desde el 23 de noviembre de 1938 al 23 de noviembre de 2008. Las fechas, el extraño acento alemán de las chicas, la extraña aversión hacia él, no solo de Martín, también la percibió en las chicas. ¡Claro! Era aversión en contra de los judíos. Parecía ciencia ficción, ahora la pregunta se abría ante él: ¿cabía la posibilidad que Martín y las dos muchachas eran o asumían las personalidades de viajeros en el tiempo, Nazis para más señas? Eso explicaría, en parte, su extraña actuación. Algo tramaban. Era claro que, quien quiera que fuese la personalidad alojada en su amigo Martín, estaba tratando de recrear el experimento. Inclusive pudieran ser responsables de la extraña muerte del alumno Gules. Se calmó, no estaba tan loco después de todo. Había que reflexionar los hechos. No podía ir a la policía, se burlarían de nuevo, hablar con Linda, descartado. No tenía a quien recurrir. Necesitaba pruebas. "Piensa, piensa, piensa". Se decía a sí mismo, mientras caminaba nervioso por la casa vacía. Y en uno de esos vaivenes, entre las cajas de lo que pensaba regalar, observó en una vieja grabadora de voz, de cinta, que le había regalado el director del colegio. La examinó, estaba funcional. Las baterías estaban agotadas, pero nada difícil de solucionar. Tenía un casete dentro. Necesitaba confrontar a una de las personas involucradas o todas, si ello era posible, hacerlos confesar y grabar la conversación. Era más sencillo hacerlo con un celular, pero seguro ellos sospecharían de inmediato. Podría entregarles su celular, esperando que con eso bajaran la guardia. Sí, parecía un buen plan. En realidad, no lo era.
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