Uno, dos
—Blaze, apártate del almuerzo —Luna me dice con dulzura.
Sólo escucharla basta para dejarme confundido. Shadow se escabulle y quita un hueso recolectado. La loba se avienta a defender lo que queda de su Gold.
—Es una hembra agresiva —Garra ríe.
—¡No estoy de humor! —la loba gruñe.
Muerde a Shadow con gravedad y lo avienta al frente. Al verse acorralada toma el collar, salta sobre una roca y huye.
—¡Tras ella! —dice Garra y lo obedecen.
Luna pasa a mi lado con la vista fija en la presa. La sigo con la mirada, duele verla feliz tras lo que vi. Aceptar que ya no será mi pareja es desconsolador.
¡Eeeeep!
El sonido de la loba chillando me devuelve a la realidad. Sacudo la cabeza y corro para alcanzarlos.
Conforme me acerco veo a la loba pelear. Garra le muerde una pata herida y ella le ataca el cuello. Luna se lanza sobre ella y presiona su cuello. Shadow también le muerde el lomo.
La loba se derrumba, respira con dificultad y nos mira con odio. Luna la presiona contra el suelo, se prepara para darle la mordida final. Acelero para tratar de detenerla.
—Yo lo hago —Garra le solicita emocionado.
Luna le da el permiso y yo me abalanzo sobre el lobo gris. Shadow me ataca pero me lo quito de encima y lo lanzo contra Garra que empezaba a levantarse.
Luego miro a Luna que me mira confundida.
—No toques a mi pareja —gruño.
—¿Qué? —Luna ríe—. Eres un lobo, no un perro.
—Aléjate —me acerco más y me lanzo sobre ella.
La loba se levanta con dificultad, toma el collar y se aleja corriendo. Garra se levanta y olfatea, su mirada y rostro deformado me indica que se ha dado cuenta. Me mira y no le importa que tenga a Luna contra la nieve. Sus ojos se vuelven fieros en dirección a la loba.
Dejo a Luna y me apresuro a llegar hasta Garra. Lo derribo antes de que alcance a la loba, empiezo a morder lo que sea con tal de que no la alcance. No mentiré, él también muerde fuerte y me hace quejarme. Pero no permitiré que llegue a ella. Él se ha quedado con Luna, no tiene porque ir tras ella. Los ataque del lobo gris son efectivos, mi energía se agota.
—¡Garra! —la voz del líder hace que se detenga.
Me trato de levantar, pero mis patas tiemblan. Me desplomo y observo la escena: el líder se acerca con Luna y mira con desaprobación a Garra.
—¿Por qué dejaste a tu pareja por ir tras otra hembra?
—Sólo quería deshacerme de un peligro, no necesitamos que una pareja sea competencia en nuestra cacería.
—Mientes —el líder muestra sus colmillos—. Ya tienes una pareja y una manada, tu lugar es aquí.
—No me amenaces, soy el mejor cazador y sin mí están perdidos —responde con burla y se va, Luna lo sigue.
El líder se acerca a mí y me mira con tristeza.
—Por los viejos tiempos te dejaré ir —dice y me da la espalda.
Me quedo sobre la nieve, trataré de reponer mis energías. Estoy más tranquilo, la loba seguro está a salvo.
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—Oye —alguien me olfatea—. Lobo, despierta —me mueve con la pata—. No sé volver a casa.
Abro los ojos y la veo sentada frente a mí con las orejas abajo, con algunas heridas y su patita doblada. Su cuerpo se estremece con cada ráfaga de viento.
Me impulso para levantarme y casi me caigo pero ella me ayuda a mantener en pie. Observo el alrededor, empiezo a caminar, ella me sigue cojeando.
Entramos en la cueva donde nos conocimos. La tormenta es muy fuerte para seguir andando. Me dejo caer en el fondo, junto a la pared de piedra. Ella se queda frente a la salida, mirando como la nieve cae. Luego se acuesta y sin dejar de ver la blancura del exterior empieza a sollozar.
Me levanto y me acerco. Mantiene el collar en el hocico mientras con la pata lo acaricia.
—Era mi hermano mayor —me mira con tristeza—. Me encontró perdida en el bosque y me llevó con su familia —un poco de alegría se refleja en su mirada al recordar—. No debí hacerle caso —se rompe—. Debí mantenerme con él —se acerca a mí—. Así no me sentiría tan mal, hubiéramos muerto los dos.
Me acerco y empiezo a lamer sus heridas. No le diré como murió, ya se ve afectada con el simple hecho de saber que fue comido por lobos.
—Esto le causará un gran dolor a mi madre —se sacude y pone su cabeza sobre mi lomo.
—Estaré contigo —le digo al escuchar que empieza a lloriquear.
—No —alza la cabeza—. Eres un lobo, eres diferente a mí —se levanta—. Deseo con todo el corazón que de verdad seas estéril —da un paso atrás—. No quiero cachorros con esa parte salvaje.
—No temas, no los tendrás —me estiro—. Pero cuando los tengas verás que serán impredecibles por tu parte —la miro con burla—. Porque eres una loba.
—Eres muy raro —me da la espalda y se va al otro extremo de la cueva.
Yo regreso al fondo, no quiero incomodarla, conociéndola es capaz de salir con esta tormenta sin importarle su vida.
Me quedo mirando como lame su pata y cierro los ojos.
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El sonido de pasos me despierta. Veo a la loba estirarse y salir de la cueva. Me vuelvo a dormir, confío en que pueda ubicarse, la tormenta a paró y el sol está en lo más alto del cielo.
—Lobo —me mueven la pata.
Abro los ojos y veo un ratón muerto delante de mí. La loba está en otro extremo comiendo. No digo nada, sólo lo devoro. Al levantar la vista me encuentro con su mirada, parece que algo la inquieta.
—¿Qué pasa?
—Escuché algunos aullidos mientras atrapaba los ratones —sus orejas están levantadas y alertas—. No quiero encontrarlos.
—Vamos, te acamparé —salgo y olfateo, no están cerca.
La loba me sigue y llegamos hasta su hogar. Me quedo atrás. En cuanto su familia detecta el olor salen para recibirla. Los cachorros la reciben moviendo sus colas y mordiendo sus patas.
La anciana se acerca con esperanza en los ojos, pero su semblante decae al ver que la loba trae el collar en el hocico.
—¿Qué significa eso? —la ancana da unos pasos atrás.
—Lo siento —dice la loba bajando la cabeza—. Los lobos no me dejaron traer los huesos.
—No, no, no —la anciana niega con la cabeza.
—¿Dónde está Gold? —uno de los cachorros pregunta sin entender que pasa.
—Dijo que al volver traería un gran pedazo de carne —la cachorra dice moviendo la colita emocionada.
—Mamá —la loba trata de acercarse.
—¡Aléjate! —le grita y mira fríamente—. Nunca debí aceptarte —dice y se va.
El cachorro la sigue y ella le gruñe mostrando los dientes.
—¡Boreal! —el humano sale y yo me escondo—. ¿Zaria? —dice el hombre—, ¿dónde está Gold? —mira alrededor y al notar el collar con manchas de sangre lo toma y se lo lleva al pecho.
El humano empieza a golpearse el pecho y las lágrimas se desbordan por sus ojos.
—Estamos perdidos —dice entre sollozos—. Mi querido Gold.
La loba baja las orejas ante la mirada del humano. Los cachorros se quedan junto a ella. No saben que pasa, sólo sienten que hay mucha tristeza y su ánimo decae.
El humano entra a casa. La loba y los cachorros se quedan en una esquina junto a las escaleras de madera, no se atreve a molestar a la anciana.
Me quedo entre el montón de chatarra. En sí no tengo un hogar y siento que debo estar cerca, tal vez sea de utilidad.
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Un aullido doloroso me despierta. Alzo la cabeza y me sorprendo al ver que proviene de la loba. Los cachorros la imitan, sus tiernos aullidos confirman lo que pasa.
—¿Qué demonios? —el humano sale con un arma pero al ver a la loba la guarda.
Se acerca al cuerpo de la anciana y la arrastra para sacarla del intento de refugio.
—Boreal —acaricia el lomo sin vida—. Fue muy duro para ti.
Mira a la loba con resentimiento. Se levanta, toma una pala y hace un agujero. Luego entierra el cuerpo junto con el collar de Gold. Cubre todo con la tierra. El rostro del hombre se ve demacrado, flaco, ojeroso y con el rostro rojo por el frío. Deja caer la pala, se da la vuelta y se aleja. La loba trata de acercarse pero él la espanta simulando que le dará una patada.
—Bueno, ya llevas ... uno, dos muertos —el perro de la vez pasada llega—. Seguirán esos cachorros y luego tú.
—Vete —la loba le responde sin ganas.
—Linda —trata de acercarse a ella.
—¡Vete! —se pone a la defensiva.
El perro se va.
Ella se queda recostada sobre el bulto de tierra que indica donde enterraron a la anciana. Sus ojos se ven tristes. Ni los cachorros que tratan de jugar con ella la animan.
Su humano regresa con algo de comida. Lo guisa y sólo les lanza unos huesos. La loba no come, deja que los pequeños quiten lo más posible de ellos.
Esas porciones son inadecuadas, a este paso las palabras del perro se harán realidad.
Me voy al bosque, debo cazar algo.
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Regreso con un conejo y me acerco. Dejo al animal frente a ella. Los cachorros se acercan a olfatear. Ella levanta la vista, se ve agotada. Desgarro al animal en varios pedazos para que cada uno pueda comer sin problema.
—¿Por qué haces esto? —me dice sin levantarse.
—Tu hermano me alimentó cuando lo necesité, siento que se lo debo ... cuidaré de ustedes.
—¿Te alimentaste de su carne? —sus ojos tiemblan y se levanta.
Doy un paso atrás, creo que elegí mal las palabras.
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