Soledad
Me escondo entre las rocas esperando que el líder de la señal. Todos estamos algo ansiosos, el hambre transforma y en los más jóvenes se ve a plena vista.
—¡Maldito Garra! —gruñe Frost al ver que el impaciente lobo gris salta antes de tiempo y esparce a los ciervos.
El líder hace la señal y todos salimos a perseguir a las presas, aunque con pocos ánimos. Corremos y tratamos de llevarlos ante la pareja líder, sin embargo, algunos se detienen o caen agotados, ya no tienen energía. Y es que ya es la cuarta falla del día, no por dificultad, más bien por las imprudencias de Garra. No sé porque el líder no lo pone en su lugar.
Me detengo, no tiene caso.
—Señor, hay que tener cuidado, hay humanos armados cerca —Shadow aparece entre los árboles y se dirige al líder.
—¿Cazadores o estudiosos? —el líder olfatea el aire, aun con sus ocho años de edad se ve intimidante.
—Cazadores.
—Tendremos que alejarnos.
—Pero si no cazamos varios podrían morir —intervengo con la cabeza baja y sin mirarlo a los ojos.
—No podemos arriesgarnos a seguir ...
—¡Señor!, hemos detectado unos renos cerca de aquí —Garra llega sin vergüenza.
—Espero esta vez te controles —lo mira y Garra no baja la cabeza.
—Por aquí —pasa empujándome.
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La cacería marcha bien, Luna persigue al animal y lo dirige al líder, su padre. Corro a su lado, me mira y entiendo lo que quiere. Me voy por la derecha para que el ciervo no pueda escapar por ese lado.
El líder sorprende al animal, lo toma del cuello y le quita la vida. Todos nos acercamos y esperamos nuestro turno con la cabeza agachada. Algunos nos quedamos sorprendidos al ver que Garra y su grupo comen después de la pareja alfa. De repente el lobo gris levanta la cabeza, mueve las orejas y se va corriendo en dirección al bosque.
Me gustaría ir a ver, pero si me alejo me quedaré sin comer.
—Esto no me gusta —Frost se sienta a mi lado mientras saliva—. Creí que eras el favorito —dice molesto.
—¿Por eso te juntas conmigo? —me sacudo.
—Puede ser —sigue mirando como comen.
—Me siento herido —me tumbo en el suelo dando la espalda al festín.
—Creo que todo cambió desde que te atraparon los humanos —la saliva le escurre.
Varios están iguales, tienen hambre. Algunos se arriesgan a acercarse y el líder les muestra los dientes. La desesperación hace que no teman, por lo que salen heridos.
Storm al ver el escenario se aleja, sabe que no tiene oportunidad. Es un viejo lobo que cojea de la pata.
—Es su turno —el líder nos llama cuando hay poco que roer.
Nos acercamos sin verlo a los ojos. Frost empieza a comer con desesperación, gruñe y desconoce cuando tiene hambre. Yo tomo un poco sin que me vea y me alejo.
—Storm —le dejo el pedazo de carne.
—Muchacho —suspira—. Mi final se acerca y más al ver el futuro que se avecina.
—¿Por qué dices eso? —me siento a su lado.
—Escuché cosas —me mira con tristeza—. Tu futuro no es bueno.
Storm empieza a comer con dificultad. Al escuchar pasos giro, me encuentro con uno de los amigos de Garra. Le muestro los dientes. Son de esos que les gusta sacar el mayor provecho y no les importa quitarles a los mayores.
Lo miro fijamente y me preparo para saltar sobre él si sigue caminando.
—¡Señor!, unos intrusos —regresa Garra con una mirada animosa y su amigo va con él.
—Me gusta tu energía —el líder lo mira con orgullo—. Vamos, Garra, Shadow, Luna y Blaze.
Doy una mirada de preocupación a Storm, otros lobos se acercan para pelear por lo que queda de su comida. Pero no puedo quedarme, debo ir con el líder.
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No tardamos en detectar el olor de seres vivos, huelen a miedo y eso que todavía no se dan cuenta del peligro. Parecen ser perros, el olor de humano me lo dice. En cuanto nos ven se separan. Vamos tras el que desprende un aroma metálico fresco.
El animal corre con todas sus fuerzas, pero las patas no le ayudan. El sonido de su carrera se detiene. Levanta la cabeza y al vernos pareciera aliviado.
—¿Perdido? —Garra le enseña los colmillos.
—Hasta tiene collar —se ríen.
—¿Y tú humano?
Le cuestionan mientras nos acercamos. Lo rodean y miran con burla. Es interesante como no pierde la calma ni suplica por su vida. Es un husky siberiano blanco con manchas negras por el lomo.
—Solo quere... —niega con la cabeza—. Quiero llegar al otro pueblo, no vengo a causar problemas —baja las orejas y mantiene la mirada baja—, respeto su territorio —trata de levantarse.
—¿Perro mensajero? —Garra le pisa la pata.
—Algo así —el perro trata de soportar el dolor sin mirarlo a los ojos.
—¿Qué pasa en tu pata? —Garra vuelve a presionarla con más fuerza.
—Caí en una trampa —dice tras un chillido—. Pero logré salir —se lame la herida.
—Tenemos hambre —el líder aleja a Garra y mira al perro.
—Entiendo —suspira—, así es la vida —empieza a reír—. Me alegra servirles de algo señores lobos —su mirada se pierde a la distancia.
Garra se abalanza sobre el perro, los chillidos de dolor hacen eco entre los árboles. Los amigos de Garra solo observan como el lobo gris se divierte con su presa. Mastica sólo dañando, muerde para desgarrar, pero no le quita la vida.
—¡Garra! —le digo enseñando los dientes.
El lobo me mira con diversión y sigue torturando al animal.
—¡Suficiente! —Luna camina delante de mí mostrándole los colmillos.
Garra deja de masticar, observa a Luna con atención. Luna se pone nerviosa, mira a su padre.
— Suéltalo —le ordena el líder.
Garra aprieta por última vez al perro entre sus dientes y lo deja caer.
El animal respira con rapidez y suelta pequeños sonidos de dolor. Abre su ojo completo y mira en la dirección sobre la que llegó. Suelta un suspiro de alivio y cierra el ojo.
No tenía oportunidad, pero la forma en que Garra hace las cosas es desagradable.
El líder rodea el cuello del animal con sus colmillos, cierra la mandíbula con fuerza y lo suelta. El perro empieza a sofocarse por unos segundos y después deja de moverse.
El líder aúlla y otros miembros de la manada llegan. Me quedo atrás, dejaré que coman los demás, puedo sobrevivir un día más.
—Me gusta tu respeto por la vida —Luna se acerca a mí—. Garra es sanguinario —me lanza un trozo de carne.
—Gracias.
Trato de lamer su cara, pero se aleja. Baja la mirada y evita mi cercanía. Me detengo de seguirla, algo anda mal. Trato de preguntar, sin embargo, sale corriendo.
La veo perderse entre los árboles. Regreso por el pedazo que me dio y devoro la carne en un solo bocado. Luego limpio mi hocico de la sangre con el pasto y me alejo un poco de todos.
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Llega la noche y las parejas de lobos están en lo suyo, decido ir a ver al líder para hablar sobre su hija, pero me distraigo al ver a Luna caminar sigilosamente entre el pasto. La sigo y me quedo tras un árbol. Ella se sienta y mira alrededor, al ver a Garra mueve la cola y da saltitos. Cuando llega con ella, Luna le lame la nariz, se restriega en él y sus ojos brillan.
Sin hacer ruido me alejo al ver que no sólo son caricias y saludos cariñosos. No entiendo que sucede, hace una semana era a mí a quien le hacía esa fiesta, cuando intentaba algo más me alejaba mostrándome los colmillos.
—No quería que te enteraras así —el líder me sorprende.
—No pienso en una mejor manera —le digo algo molesto.
—El problema no es ella, eres tú —le contesto con un gruñido—. Cuando los humanos te atraparon y revisaron dijeron que no estabas bien, que es probable que no puedas engendrar —mira a la luna en el cielo—. La manada necesita de un lobo fuerte y no quiero que mi hija pierda su vida esperando cachorros que no puedan existir —me mira con seriedad.
Me quedo mudo.
—Entonces he estado perdiendo tiempo.
Empiezo a correr, el frio de la noche me abraza y consuela. Creo que la soledad será mi nueva amiga.
Me detengo y empiezo a aullar desde lo más profundo de mi ser. El frío entra por mis fosas y duele como corre hasta mis pulmones.
Bajo la cabeza, el aire mueve las copas y mueve mi pelaje. Las nubes poco a poco cubren la noche despejada y la luz de la luna me abandona. Cierro los ojos y me concentro en los sonidos.
Me quedo quieto.
Me quedo solo.
Al abrir los ojos veo una cueva en una ladera de la montaña. Me refugiaré de la noche.
Al entrar me percato de que no está vacía. El olor a humano es abundante, pero también hay otro que despierta mis instintos. Dejo de caminar, lo mejor es alejarme lo más posible de aquí.
—Hola —una loba está acostada y solo levanta la cabeza para verme.
Sus ojos se ven asustados, pero a la vez una chispa extraña pasa por ellos.
—¿Eres un solitario? —se levanta y acerca—. Nunca había visto uno —me rodea y examina.
—Sí —respondo sin prestar atención y le doy la espalda para salir luchando contra mis instintos.
Tal vez si no supiera lo de hoy trataría de llamar su atención, pero lo mejor es evitar cualquier tentación.
—¿A dónde vas? —corre y queda frente a mí.
—Lejos de aquí.
Sus ojos tiemblan, se sienta y baja la cabeza.
—No quiero molestar, ¿podría decirme en que dirección está el pueblo Copo de nieve? —dice con timidez—. Tengo poco tiempo y quiero encontrar un macho.
—¿Por qué te interesan los perros domesticados?
—No tengo muchas opciones —se acerca a mí y con la poca luz la distingo—. ¿O estás interesado?
—No te convengo —trato de dar un paso, pero vuelve a interferir en mi camino.
—¿No soy bonita? —se acerca más a la luz y noto su pelaje marrón dorado.
—Soy un solitario —estoy volviéndome loco, su aroma es cada vez más fuerte.
—Entiendo, entonces hablaré claro. Necesito aparearme, no busco nada en especial y si me ayudas me alejaré de aquí, no te molestaré nunca más.
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Hola, bienvenidos, está es una historia corta sobre lobos.
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