Después de bailar el último compás del hermoso vals, mi padre me susurró algo al oído. "Tengo algo para ti", dijo en voz baja, dejándome intrigada. Mientras mis amigos se acercaban a la pista de baile y continuaban bailando con alegría, fui en busca de mis padres y los encontré junto a uno de mis primos en un rincón del jardín.

Me acerqué rápidamente y pude escuchar una breve conversación entre ellos. Hablaban de que "había llegado el momento". Mi corazón comenzó a latir más rápido y la confusión se apoderó de mí. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tenía que irme del país? ¿A dónde?

Todas esas preguntas inundaron mi mente, provocando aún más confusión. Miré a mi madre, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas. Por primera vez en todo el día, se permitió llorar. No esperaba recibir una noticia así en mi cumpleaños número 15. ¿Será que todo esto es un sueño?

Mi padre me entregó una pequeña maleta con algo de ropa y algunas otras cosas. "Tu primo te acompañará al aeropuerto, donde te estará esperando un avión privado que te llevará a tu nuevo hogar", dijo. Me crucé de brazos, incrédula. No podía simplemente dejar todo atrás y marcharme sin una explicación.

"No puedo irme sin saber por qué", dije con frustración. Mi madre, con voz entrecortada, me abrazó y me aseguró que todo estaría bien. "Es mejor que no sepas nada", dijo. Aunque sus palabras me desconcertaron, confié en que mis padres tenían sus razones.

Resignada, tomé la maleta y me dirigí hacia el aeropuerto. El avión que me llevaría a un destino desconocido me esperaba. Sentía una mezcla de emociones: incertidumbre, tristeza y esperanza. Solo me quedaba esperar que esta situación fuera temporal y que pronto estaríamos juntos de nuevo.

Mientras el avión despegaba, miré por la ventana y me despedí de mi hogar. No sabía qué me deparaba el futuro, pero estaba decidida a enfrentarlo con valentía.