4: Caída
Pov Narradora...
— ¡Lo tengo! —exclamó Mika, entrando apresurada en la habitación con el anuario en la mano. Su respiración era algo agitada, pero en su rostro había una sonrisa traviesa mientras se lo tendía a su hermano—. Me debes una grande... Casi sentí que me expulsarían.
— No te iban a atrapar. —Yugi ni siquiera levantó la mirada mientras pasaba las páginas del libro con dedos rápidos—. Eres demasiado habilidosa para robar cosas a escondidas.
— Vaya, tú sí que sabes halagar. —ironizó Mika, cruzándose de brazos mientras se apoyaba contra la pared. Sus ojos no dejaban de observarlo, curiosos—. ¿Qué buscas exactamente?
Yugi se detuvo de golpe al llegar a una página. Allí estaban las fotos de sus antiguos amigos, el tiempo marcado en sus rostros y en sus ojos, como cicatrices de lo vivido.
— Algo que me ayude a entender... lo que pasó. —murmuró. Giró hacia su repisa, donde descansaba una vieja foto mostrando a cinco pequeños niños con grandes sonrisas, cuatro de ellos abrazando a Yugi, quien era el más bajito y el que estaba en el centro. Volvió su vista al anuario—. Mira esto.
Mika se inclinó para observar mejor.
— A Tea y Yami les empezó a gustar el negro... y Tristán, bueno, parece todo un modelo de revista. Joey es el único que sigue igual.
— ¿Ni tanto? —Mika frunció el ceño, acercándose más—. Fíjate en sus brazos. Está cubriéndolos... igual que Tea.
— Joey siempre escondió los moretones que le dejaba su padre. Triste, pero no es nada nuevo... Pero Tea... —Yugi dejó la frase en el aire, con la mirada perdida en la página del anuario.
Mika suspiró, bajando la voz como si temiera que alguien pudiera escucharla.
— Creo saber lo de Tea... aunque solo es un rumor. —Hizo una pausa, esperando la reacción de su hermano. Yugi la miró fijamente, sus ojos llenos de preguntas urgentes. Mika finalmente cedió—. Dicen que se volvió adicta.
Yugi parpadeó, incrédulo.
— ¿Adicta? ¿Tea? ¡Eso no tiene sentido! Odiaba a los adictos... Su madre murió de sobredosis cuando era una niña.
— Por eso es solo un rumor. Pero... —Mika se encogió de hombros con una expresión apesadumbrada—. Nada es igual desde hace años, Yugi. Nadie es el mismo.
El silencio que siguió fue casi insoportable. Yugi, con las manos tensas alrededor del marco de la foto, parecía debatirse entre las memorias del pasado y la cruda realidad que Mika acababa de revelar.
— ¿Qué más sabes? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
Mika titubeó, pero al ver la expresión decidida de su hermano, continuó.
— Está bien... —dijo, sentándose en la cama junto a él—. Joey... hay rumores de que está en una pandilla. Dicen que lo vieron en el barrio rojo de la ciudad. Y Tristán, bueno, ahora es presidente del consejo estudiantil. Parece perfecto, ¿no? Pero lo hace solo para complacer a su padre.
Yugi asintió lentamente, pero no dijo nada. Sabía que Mika aún no había terminado.
— ¿Y Atem? —preguntó, su voz apenas contenida, como si temiera escuchar la respuesta.
Mika desvió la mirada antes de hablar.
— Atem lidera una banda. Se hacen llamar "Sombra Milenaria". Dentro de la escuela son solo chicos problemáticos, pero fuera... —su voz bajó aún más—. Dicen que son capaces de cualquier cosa. Atem tuvo que vencer al líder anterior en una pelea para tomar su lugar.
— ¿Y qué pasó? —La garganta de Yugi se cerró mientras esperaba.
— Lo envió al hospital. —Mika lo miró directamente, su expresión grave—. En esa pelea todo se vale, Yugi. Todo. Dicen que lo apuñaló...
El corazón de Yugi parecía latir con fuerza descontrolada.
— ¿Por qué...? —Su voz tembló, pero no pudo completar la pregunta.
Mika suspiró, inclinándose hacia él.
— Por eso te digo que te mantengas alejado de ellos. Todos cambiaron. Tú no eres como ellos.
Yugi cerró el anuario de golpe, su mirada fija en el suelo.
— Ya hablamos de esto.
— Yugi... Necesitas paz. Y también debes decirles por qué volviste. Ellos creen que finalmente te hiciste el trasplante.
Yugi sonrió con amargura.
— Será mejor que lo sigan pensando. No quiero que sepan la verdad.
— ¿Por qué? —insistió Mika, acercándose más.
— Porque... no quiero su lástima. —respondió, su voz rota pero firme.
Mika lo miró con tristeza, alzando una mano para tocarle el hombro.
— Yo tengo lástima por ti... porque te estás arriesgando demasiado.
Yugi levantó la mirada, y aunque su sonrisa era leve, también era sincera.
— Igual voy a morir, Mika. Prefiero hacerlo tratando de salvarlos. Ellos también son mi familia. ¿No harías lo mismo por mí?
Mika no pudo evitar abrazarlo, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que no podía detenerlo, pero eso no hacía menos doloroso verlo tomar ese camino oscuro y peligroso.
— Tonto... —murmuró, apretándolo con fuerza—. Pero eres mi tonto favorito.
— Uno, dos, tres, cuatro, vuelta. Uno, dos, tres, cuatro, abajo. ¡Eso es, chicas! ¡Más energía, que parezca que lo disfrutan! —exclamó una mujer de cabello rubio recogido en uns coleta desalineada, mientras paseaba entre las filas de jóvenes que repetían la coreografía frente al espejo. Sus ojos brillaban con un aire autoritario, pero su tono denotaba la impaciencia de quien estaba acostumbrada a tomar el control.
— ¡A ver, señoritas, no quiero ninguna fuera de ritmo! Abrimos en veinte y la primera impresión lo es todo, ¿entendido? —continuó, pero antes de que pudiera decir algo más, una figura apareció en la puerta del salón.
— Molly —interrumpió una mujer más joven, asomándose con una sonrisa despreocupada—. Tu nueva alumna ya está aquí.
Molly giró la cabeza con lentitud, mientras el resto de las chicas se detenían por un instante, lanzando miradas curiosas hacia la entrada. Allí estaba Tea, de pie, con los brazos cruzados frente al cuerpo, como si intentara protegerse de algo invisible. Sus ojos se movían con nerviosismo, evitando mirar directamente a nadie.
— Adquisición reciente, ¿eh? Primera noche —comentó Molly, cruzándose de brazos mientras evaluaba a Tea de arriba abajo con una expresión indiferente—. Bien, supongo que trajiste algo para trabajar.
Tea negó con la cabeza, apretando los labios.
— No... no sabía qué traer —respondió, su voz apenas un susurro.
Molly soltó un suspiro y se giró hacia las chicas.
— Sigan practicando, ya vuelvo. ¡Y más ritmo, por amor a lo que sea! —ordenó, antes de hacer un gesto a Tea para que la siguiera.
Tea obedeció sin decir nada, caminando detrás de Molly mientras ambas cruzaban un pasillo angosto detrás del escenario. Las luces allí eran más tenues, y el eco de sus pasos resonaba contra las paredes, donde colgaban carteles viejos y espejos agrietados. A ambos lados había puertas entreabiertas que revelaban habitaciones pequeñas, algunas llenas de vestidos y prendas de colores vibrantes.
— Molly —dijo la mujer de repente, sin voltear a verla—. Me llamo Molly, por cierto. Supongo que a ti no te hace mucha gracia estar aquí, ¿eh?
Tea dudó antes de responder.
— No... no exactamente.
Molly se detuvo frente a una puerta al final del pasillo y giró hacia ella con una ceja levantada.
— No te preocupes, a la mayoría no les gusta al principio. Pero el miedo no vende, ¿entiendes? Así que lo de la cara de corderito perdido lo vas a tener que guardar. —Empujó la puerta, dejando a la vista un pequeño armario lleno de ropa ajustada y reveladora—. Escoge algo que te quede. Y procura que sea cómodo, porque estarás con eso toda la noche.
Tea tragó saliva y asintió, dando un paso hacia la habitación mientras Molly se apoyaba en el marco de la puerta, observándola en silencio.
— Ah, y antes de que se me olvide... —dijo Molly mientras sacaba un cigarrillo de su bolsillo, encendiéndolo con una calma casi insultante—. No puedes usar tu verdadero nombre aquí. Así que piénsalo y me lo dices antes de que termine tu turno, ¿entendido?
Tea asintió de nuevo, aunque su mente estaba lejos. Sus dedos recorrieron las telas brillantes y suaves que colgaban frente a ella, mientras el sonido de la música en el escenario llegaba amortiguado desde el otro lado del pasillo.
— No es tan complicado, ¿verdad? —comentó Molly con un tono sarcástico, notando el silencio de Tea mientras ella se sumergía en la selección de las telas. — Algunas chicas optan por nombres más sencillos, otras van por algo más atrevido... Como tú prefieras. Pero recuerda, no es solo por formalidad. Aquí cada una tiene su identidad. Y esa identidad tiene que ser fuerte.
Tea no respondió. A pesar de su intento por concentrarse en las telas, su mente seguía atrapada en la vorágine de pensamientos caóticos. ¿Cómo podía elegir un nombre? ¿Qué nombre podría usar en ese lugar donde todo lo que conocía parecía estar en riesgo de desvanecerse?
— Estás muy callada, ¿florecita? —Molly exhaló el humo de su cigarro con indiferencia. — No te preocupes, lo entenderás con el tiempo. Lo bueno es que si necesitas algo, puedes venir a mí. Yo llevo mucho aquí, y más que cualquiera, sé lo que significa ser nueva. Lo que pasa es que... ser demasiado blanda, demasiado simpática, no te llevará a ningún lado.
Tea levantó la mirada por un momento, mirando la figura de Molly que seguía observándola con una mezcla de indiferencia y entendimiento. No podía imaginarse a la mujer como alguien amable, ni menos como una figura maternal. En este lugar, nadie parecía tener espacio para eso.
— Si tienes alguna duda, me preguntas. No importa lo que sea, pero no dejes que las otras chicas te vean titubear. Ellas son rápidas, y este no es un sitio para vacilar.
Tea asintió nuevamente, pero las palabras de Molly no se quedaban simplemente en la superficie. Algo dentro de ella quería creer que Molly realmente entendía lo que sentía, pero también sabía que todo en ese lugar estaba teñido de pragmatismo y supervivencia.
— Esto será perfecto para ti —dijo Molly con un tono más directo, al notar que Tea estaba tomando demasiado tiempo. Sin esperar respuesta, comenzó a sacar rápidamente algunas prendas de las estanterías y las fue colocando frente a la chica.
Tea miraba cada pieza, pero no lograba decidirse. Las telas brillantes, los colores vivos, el corte atrevido... todo parecía demasiado ajeno, como si no pudiera encajar en algo tan diferente a lo que alguna vez conoció. Molly observó su indecisión con una mezcla de paciencia y pragmatismo.
— No tienes que ponerte todo lo que te ofrezco, pero esto es lo básico —dijo Molly, casi sin emociones, mientras le entregaba un conjunto ajustado que seguramente Tea tendría que usar. Luego, le lanzó una mirada fría pero comprensiva—: Aquí no hay lugar para dudas ni para pensar en lo que te gustaría ser. Aquí, solo importa lo que necesitas ser.
Con un suspiro, Molly se apartó ligeramente, dándole espacio a Tea para que se cambiara. Pero sus palabras colgaban en el aire, como una sentencia irrefutable. Tea no podía negar que, en ese momento, lo único que importaba era adaptarse, o ser consumida por la nueva realidad que había entrado a su vida.
Tea tomó la prenda, pero sus manos temblaron ligeramente. Podía sentir el peso de la decisión que acababa de tomar, aunque no lo quería aceptar. Ya nada sería igual.
El frío de la tela en sus manos la devolvió a la realidad, a la crudeza del lugar. Tea sabía que su vida había cambiado irrevocablemente, aunque aún no podía asimilar del todo lo que eso significaba.
Se cambió rápidamente, sus manos aún temblorosas mientras ajustaba la prenda. Al mirarse al espejo, no reconoció a la chica que la observaba: el atuendo era todo lo que no había imaginado para sí misma. La tela brillante reflejaba la luz de una forma fría, como si la estuviera marcando, forzándola a aceptarlo. Con un último suspiro, salió del pequeño vestuario, tomando la decisión de seguir adelante, aunque el peso de lo que hacía seguía apretándole el pecho.
Al abrir la puerta, Molly estaba esperando afuera, encendiendo otro cigarrillo con la misma calma indiferente de antes. Observó a Tea de arriba a abajo con una mirada que no parecía mostrar ningún juicio, pero que le dio la impresión a Tea de que la estaba midiendo.
— Está bien para hoy —dijo Molly, exhalando el humo con indiferencia. Sus palabras no fueron un cumplido, pero tampoco una crítica. Algo neutro, como si no importara realmente—. Pero para la próxima, trae algo tuyo. Esto funcionará por ahora, pero no te acostumbres. Aquí no puedes quedarte con lo que te dan.
Molly hizo un gesto hacia un pequeño camerino, un espacio más grande y menos improvisado que el vestuario. A lo lejos, Tea pudo ver a otras chicas preparándose. Algunas parecían ajenas a su presencia, absortas en su rutina, mientras que otras, con miradas curiosas, la observaban de reojo. Tea se sintió como una extraña, como si todo en ese lugar estuviera en su contra, observándola.
— Si quieres traer algo propio, hay un lugar donde puedes dejar tus cosas —dijo Molly, caminando por el camerino y señalando una pequeña área de lockers—. Aquí somos respetuosas. Lo que dejes, estará allí al día siguiente. Pero... no te hagas ilusiones, es solo por conveniencia.
Tea miró el pequeño espacio donde podría dejar sus pertenencias, una posibilidad que en ese momento parecía un pequeño consuelo. No sabía si traería algo propio, pero de alguna manera, le dio una sensación de control que en ese momento tanto necesitaba.
Molly la condujo hasta una silla frente a un espejo grande. La luz fría del lugar reflejaba en el cristal y resaltaba cada detalle de su rostro. Ella trató de mirarse, de ver a la chica que solía ser, pero la imagen que le devolvía el espejo era ajena. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Molly la miró brevemente y llamó a otra chica.
— Dasy —dijo Molly, su tono un poco más suave de lo que Tea esperaba—. Pásate por aquí, por favor, ayúdala con el maquillaje.
Dasy se acercó con una sonrisa cálida, mucho más cercana y amable que Molly. Era unos años mayor que Tea, pero su actitud maternal la hizo sentir un poco menos vulnerable, como si en ella pudiera encontrar algo de consuelo. Sus manos eran suaves al aplicar el maquillaje, y su tono de voz, lleno de ternura, parecía tratar de aliviar el miedo que Tea no podía esconder.
— Tranquila, lo haré rápido —le dijo Dasy, mientras tomaba su brocha y la pasaba suavemente por su rostro—. Sé que no es fácil, pero aquí todas nos ayudamos, ¿de acuerdo?
Tea apenas asintió, incapaz de articular palabras. Sentía que, por un momento, podía respirar un poco más fácil, pero sabía que la calma era solo temporal.
Cuando Dasy terminó, Tea se levantó lentamente, mirando su reflejo final en el espejo. El maquillaje suavizaba su rostro, pero no podía ocultar la inseguridad en sus ojos. A pesar de todo lo que había pasado, sentía que algo dentro de ella quería resistirse a la imagen que veía. Sin embargo, sabía que no podía quedarse atrás. No ahora. No si quería sobrevivir a lo que le esperaba. Con un último vistazo al espejo, se levantó y se dirigió hacia la puerta, sintiendo el peso de la noche que apenas comenzaba.
Dasy, al verla levantarse, le dio una última mirada y dijo con una sonrisa suave:
— Ve con Molly. Ella te guiará. Están por abrir.
Tea asintió en silencio, y al salir del camerino, se adentró nuevamente en el pasillo que la había llevado a este mundo. El bullicio comenzaba a intensificarse a medida que se acercaba al área del bar. Al cruzar la puerta, se dio cuenta de que algunos clientes ya estaban llegando. Algunos la miraban expectantes, sus ojos lascivos y llenos de deseo, como si pudieran devorarla con solo una mirada. Tea sintió el sudor frío recorrer su espalda. Era un ambiente opresivo, y su incomodidad no hacía más que aumentar con cada paso que daba.
De repente, Molly apareció frente a ella, casi como si hubiera surgido de la nada. Tea se sobresaltó, pero la mujer no pareció notarlo.
— Tranquila, no es para tanto —dijo Molly, su tono directo y firme. La joven de cabello rubio miró a Tea, evaluándola en silencio durante un momento—. Ya sabes lo que tienes que hacer. Vas a estar ahí para darles compañía. Si alguien te llega al precio, yo te llamo para un trabajo privado. No te preocupes por subir al escenario esta noche ya que es tu primera vez, pero sí tienes que cubrir tu cuota.
Tea la miró, sintiendo cómo su estómago se retorcía. No sabía si estaba lista para eso. No estaba lista para nada de lo que le estaba diciendo. Pero las palabras de Molly continuaron sin dar cabida a dudas.
— Por cada cliente que te lleves, solo el 35% de lo que ganes será tuyo. Lo que quede se lo lleva el hijo de puta que está en su oficina. Eso es todo. Así funciona aquí. —Molly la miró con una sonrisa irónica, como si ya supiera lo que pasaba por la cabeza de Tea—. Pero, ya que es tu primera noche, no te exijo que cubras la cuota, 9,500 yenes. Hoy, no tienes que preocuparte por eso.
Molly se inclinó ligeramente hacia adelante, clavando su mirada en los ojos de Tea.
— Pero no te hagas ilusiones. A partir de la siguiente noche, si no cumples, vas a tener que hacer "arreglos" con el jefe. Y créeme, no es algo que quieras. Lo que no cubras, él lo quiere ver reflejado de alguna manera, así que mejor asegúrate de que todo esté en orden.
El tono de Molly era frío, práctico, y su mirada reflejaba que ya había visto suficientes chicas pasar por ahí para saber cómo funciona todo el juego. Observó a Tea, que no podía ocultar la incomodidad que se reflejaba en su rostro. Sin poder evitarlo, se acercó a ella, mirando con desaprobación.
— Florecita, ¿qué es esa cara? Si sigues así, no vas a atraer a ningún cliente. Nadie quiere una cara de arrepentimiento. Tienes que sonreír, aunque sea un poco, si no... nadie se va a acercar.
Mientras decía esto, sus ojos se fijaron en un hombre que acababa de llegar. Era alguien que Molly claramente reconocía. Un cliente frecuente, uno de esos que venía con regularidad y que, por la manera en que caminaba, proyectaba una autoridad peligrosa. Aquel hombre se acomodaba en uno de los sillones del cubículo. El sonido amortiguado de las conversaciones de fondo y la música creaban una atmósfera pesada, casi densa, pero él parecía completamente ajeno al bullicio. Su presencia era imponente, como si hubiera creado un espacio de calma a su alrededor. Se sentó con una postura recta, observando la entrada del bar con ojos fríos y calculadores.
— Vamos, ven aquí. —Molly le ajustó ligeramente el escote a Tea con una mirada crítica, como si fuera algo simple y necesario. — Sígueme, florecita.
Con un gesto firme, Molly la condujo hasta donde estaba el hombre.
— Buenas noches, señor Takeda. —saludó Molly con una reverencia discreta, pero cargada de respeto.
El hombre, que parecía tener una presencia imponente, observó a Tea de arriba abajo, no con interés, sino con un aire de evaluación, como si fuera un objeto en exhibición.
— Esta es nuestra nueva integrante de la familia. —dijo Molly, con una sonrisa algo forzada. — Pensé que le gustaría conocerla.
El hombre asintió, y sus ojos se posaron brevemente sobre Tea, antes de volver a mirar a Molly.
— Ya sabes que me gusta socializar, Molly. —su voz grave era una advertencia, casi imperceptible.
— Florecita, ven —dijo Molly, su tono un poco más bajo, como si no quisiera hacer ruido en la conversación ajena, pero al mismo tiempo, firme. — Siéntate junto a él.
Tea, nerviosa, tomó asiento a una distancia prudente, pero lo suficientemente cerca como para no perderse nada de lo que sucedía. Takeda no la miró inmediatamente, pero su presencia era tan dominante que Tea no podía evitar sentirse completamente observada. La música de fondo, las risas lejanas, el murmullo de otras conversaciones, todo se desvaneció en cuanto él alzó la vista para mirarla con calma, pero sin emoción.
— ¿Es tu primera vez aquí, florecita? —preguntó Takeda, su voz profunda, clara, pero con una suavidad inquietante. No sonrió, pero sus ojos, fríos y calculadores, no se apartaron de ella. Estaba analizando cada gesto de Tea, como si fuera una pieza más en un juego que sólo él comprendía.
Tea sintió cómo su garganta se apretaba, la palabra "sí" se atoró en su boca. Forzó una sonrisa nerviosa, intentando no delatarse demasiado.
— Sí... —respondió al fin, apenas audible, el cuerpo tenso.
Takeda la miró unos segundos, luego hizo un gesto con la mano hacia la mesa. Algo en su mirada decía que no esperaba respuestas complicadas. Sólo respuestas rápidas, directas.
— No es necesario hablar, no ahora —dijo, dejando el tema a un lado como si no importara realmente la respuesta de Tea. Volvió a mirar hacia Molly, quien estaba de pie junto a la mesa, observando la escena con interés.
— ¿Cómo te llamas, entonces? —preguntó él, aunque no parecía interesado en el nombre real de Tea. Su pregunta sonaba más a una formalidad que a una invitación a conocerla.
Molly, por su parte, había observado toda la interacción en silencio, casi como si lo hubiera esperado. Finalmente, se inclinó ligeramente hacia Tea, y con una mirada que ya se había vuelto casi acostumbrada para ella, le murmuró:
— Florecita, ¿recuerdas lo que te dije? Nada de caras largas. No atraerás a nadie así.
Tea trató de calmar sus nervios y, aunque la incomodidad seguía apretándole el pecho, no podía dejar que se notara más de lo necesario. Miró a Takeda, que ya había desviado la atención hacia un vaso en su mesa.
— Cuando estés lista, —dijo Takeda sin mirarla directamente, como si su presencia no fuera necesaria para él—, me avisas. Mientras tanto, siéntete libre de... relajarte.
Tea asintió, pero sus pensamientos estaban en otro lugar, completamente ajenos a las palabras de Takeda. Mientras tanto, Molly se retiró, dejándola sola con él.
La noche estaba oscura, solo iluminada por la tenue luz de los faroles en las calles y los resplandores de las ventanas del prostíbulo. El aire estaba impregnado con el olor a humo y a una mezcla de sudor, licor y desesperación. Un callejón trasero era el escenario de un encuentro turbio, típico de la gente que se movía en esas sombras. Un grupo de hombres, con su apariencia ruda y sus gestos amenazantes, rodeaban a un chico que temblaba frente a ellos.
Joey estaba allí, observando sin hacer mucho ruido. Como uno de los cobradores de "el jefe", su papel era el de un espectador, al menos hasta que fuera necesario intervenir. El chico, visiblemente desorientado y herido por los golpes previos, intentaba justificarse, pero su voz se quebraba con cada palabra.
— No... no tengo el dinero... ¡Lo juro! —suplicaba el chico, sus ojos llenos de miedo.
El líder de la pandilla, un hombre alto con cicatrices visibles, se acercó al chico y lo empujó contra la pared, haciendo que el sonido de su espalda chocando con el ladrillo resonara en el aire nocturno.
— ¿Aún no entiendes? —dijo el líder, su tono burlesco y cruel—. El jefe no espera promesas, espera resultados. Y ahora, vas a darme lo que le debes.
Joey se quedó en silencio mientras observaba, consciente de que el chico no tenía opción más que ceder. Con un gesto frío, el líder del grupo levantó la mano, y los otros lo rodearon, dejando al chico atrapado en medio. Un par de minutos después, el chico, derrotado, finalmente entregó el dinero que decía no tener. El líder, satisfecho, se rió.
— Sabía que saldrías con algo, ¿eh? —El líder soltó una carcajada, seguido de las risas de los demás. El chico, apenas pudiendo mantenerse en pie, se dio la vuelta y comenzó a alejarse rápidamente, torpe por los golpes recibidos.
Joey los observó un momento más. La escena era familiar, uno de esos trabajos que hacía casi mecánicamente, pero algo en su estómago se retorció al ver el chico correr, tambaleándose por el dolor. No era la primera vez, y seguramente no sería la última. La vida de esas personas siempre estaba en deuda, sin oportunidad de escapar.
El líder dió la orden de irse y todos los miembros de la pandilla comenzaron a moverse, dejándolo como el último en la fila. Las risas y los comentarios burlones se desvanecían a medida que se alejaban del callejón, pero algo en el ambiente seguía pesado, como si el aire estuviera impregnado de la misma tensión que siempre lo acompañaba después de una de esas cobranzas.
Justo cuando estaba a punto de dar el último paso para irse, escuchó el sonido de una puerta abriéndose abruptamente, seguida de unos pasos apresurados. Se giró al instante y vio a una figura femenina corriendo hacia un contenedor de basura, evidentemente buscando refugio de alguna clase. En cuanto la mujer se agachó detrás de él, el sonido de su vómito llenó el aire, un sonido ahogado que resonó en el callejón silencioso.
Joey frunció el ceño al reconocer a Tea. Su estómago se retorció de inmediato. A pesar de la fría expresión que mostraba en su rostro, una sensación incómoda lo recorrió al recordar lo sucedido la noche anterior. Lo que más le pesaba no era lo que le habia dicho, ni la desesperación que había notado en ella; lo que realmente le atormentaba eran los gritos. Los gritos de Tea, viniendo del tercer piso, llenos de dolor, desesperación... Y él no había hecho nada.
Recordó claramente cómo había estado allí, parado, escuchando esos gritos retumbando en sus oídos, cómo se había quedado paralizado, como un espectador, mientras el ruido de la noche lo rodeaba. No había subido a detenerlo, no había intervenido. Y eso lo carcomía por dentro. Sabía lo que estaba sucediendo, pero había cerrado los ojos, haciéndose el indiferente, porque no podía hacer nada sin comprometerse, sin arrastrarse aún más en este mundo que odiaba, un mundo que lo tenía atrapado en sus propias reglas.
Joey observó hacia atrás una última vez, asegurándose de que su pandilla estuviera lo suficientemente lejos para no notarlo. La oportunidad estaba ahí, un breve respiro para acercarse a Tea sin que nadie lo interfiriera. Su paso se volvió más firme mientras avanzaba hacia ella, sus pensamientos alborotados, pero la determinación lo mantenía en movimiento.
Cuando llegó detrás de ella, se detuvo por un momento, observando cómo Tea ya había recuperado algo de compostura. Sin embargo, su rostro estaba oculto en la pared, y Joey pudo ver las líneas de sus lágrimas. No necesitaba verla completamente para saber lo que había estado pasando, pero algo en su pecho apretó al verla tan vulnerable.
Después de un par de segundos de duda, le preguntó en voz baja:
— ¿Estás bien?
Tea giró bruscamente, claramente asustada, pero al reconocerlo, su rostro pasó de la sorpresa a la furia, una furia que parecía quemarla desde adentro. Sus ojos brillaban con un odio que Joey sintió como una punzada en el pecho.
— ¡Como si te importara! —gritó Tea, con los ojos llenos de furia, pero también con un dolor evidente que no podía ocultar. Su cuerpo temblaba por la rabia, pero sus palabras no eran solo un desahogo, eran la expresión de una impotencia profunda.
Joey, aunque se esperaba esa reacción, no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. Su rostro, que intentaba ser impasible, reflejaba la incomodidad que sentía. Sabía que no estaba en posición de juzgarla, pero eso no hacía que se sintiera mejor con lo que veía.
— Solo quería saber si estás bien —respondió él, aunque su tono sonaba más frío de lo que le hubiera gustado, como si intentara mantener una distancia emocional de la situación.
— ¿De verdad te importa? —respondió Tea, su voz temblando de rabia—. ¿De verdad crees que me importa si me preguntas eso? No estoy bien, pero no es como si eso fuera algo nuevo, ¿verdad?
Ella lo miró a los ojos, y la furia en su mirada era palpable. Sus puños estaban apretados, pero se esforzó por mantener la calma.
— No me vestí así porque me guste. No lo hice porque quiera, lo hice porque no tengo otra opción. Si no lo hago, ¿qué crees que pasa? Me quedo sin lo que necesito, y no puedo dejar de hacer lo que estoy haciendo. Estoy atrapada, Joey. Si no me meto ahí, no podría conseguir lo único que me hace sentir algo en este mundo de mierda. No puedo quedarme sin lo que me mantiene viva.
Su voz se quebró momentáneamente, pero se recompuso rápido.
— ¿Tú crees que alguien en mi lugar se va a quedar mirando cuando el jefe me ofrece la oportunidad de conseguir lo que necesito para seguir adelante? —dijo, con rabia contenida. Se acercó un paso más hacia él, sin apartar la mirada. — Cogí con un hombre asqueroso, sí. Y no, no fue por gusto, lo hice porque es lo que tengo que hacer. ¿Para qué? Para conseguir lo que me da un respiro, aunque sea temporal. ¿Entiendes o no?
Joey, que había estado callado todo el tiempo, finalmente reaccionó. Su rostro reflejaba la incomodidad, pero las palabras de Tea lo golpearon de una forma que no había esperado.
— No lo hagas, Joey —dijo Tea, ya más calmada pero igualmente firme, con la voz cargada de resentimiento—. No te hagas el héroe ahora. No tienes ni idea de lo que es estar en este lugar, de tener que hacer todo esto solo para sobrevivir. No tienes derecho a venir a preguntarme cómo estoy, porque si supieras lo que implica todo esto, tal vez no me verías con lástima.
Ella lo miró fijamente, y en su mirada había una dureza que no solía mostrar. A pesar de la rabia, su voz se mantuvo clara. Joey la escuchó, pero no mostró ninguna reacción. Se quedó quieto unos segundos, procesando las palabras de Tea, pero luego, sin darle mucho peso a lo que acababa de oír, soltó una risa amarga.
— "No tienes ni idea de lo que es estar en este lugar"—replicó él, con tono despectivo—. Te crees la víctima, pero la idiota aquí eres tú. Estás aquí porque tú lo decidiste, porque te empeñaste en quedarte. Tienes a alguien en casa que te espera, y aún así sigues metida en este puto lugar. Eres una estúpida.
Sus palabras se cortaron con una brusquedad que le dio más peso, y aunque su rostro seguía en su máscara de frialdad, algo más oscuro había ahí.
— ¿Sabes qué? A partir de ahora, cuídate sola. Ya no voy a perder el tiempo en esto.
Con esas palabras, Joey giró y comenzó a alejarse. Pero no fue todo. Un grito lleno de rabia y frustración le llegó desde atrás.
— ¡¿CUÁNDO ME HAS CUIDADO?! —gritó Tea, su voz quebrándose en el proceso—. Hasta donde yo recuerdo, escuchar gritos y no hacer nada, no es cuidar a la gente.
Joey no se detuvo ni un segundo. No giró la cabeza, no hubo una mirada. Solo continuó caminando, alejándose de la escena con paso firme, como si ya nada de lo que ella pudiera decir le importara. La escuchó, pero no lo suficiente como para responder.
Mientras él se iba, Tea se quedó ahí, observando cómo se alejaba, la rabia y el dolor pesando sobre sus hombros. Pero no podía seguir perdiendo el tiempo con él. De todos modos, estaba más sola que nunca.
Finalmente, entró de nuevo al club, con la cabeza agachada, y volvió a sumergirse en su mundo, sabiendo que su lucha no había terminado, pero que, al menos, se la libraría sola.
Continuará...
Capítulo dedicado a DianaMejia895
Muchas gracias por pedirla y seguir leyendola 💕
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Se supone que subiría el capitulo el 12 de diciembre pero tuve unos inconvenientes y no pude terminar de escribirlo a tiempo :')
Pero aqui está, espero les haya gustado :D
Recuerden que esta historia se actualiza todos los Jueves. Los amooo y gracias por leer :3
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