32. Una noche apasionada
Capítulo 32
Lo primero que hago al llegar al piso de Aren es mirar el móvil.
Tengo varios mensajes, pero los ignoro por completo y entro en el chat de Laura para avisarla de que estoy bien. Debe estar muy preocupada.
"¿Dónde estás? ¿Estás en tu casa? ¿O en la de Aren? Cuéntame, quiero saberlo TODO", me responde de inmediato.
Me río de la curiosidad de mi amiga, mientras Aren se comienza a desvestir justo a mi lado. Al final hemos decidido venir a su casa y no esperar por el amanecer, ya que el ambiente estaba demasiado subido de tono como para esperar allí tanto tiempo.
Y lo sigue estando.
"Estoy en la casa de Aren. Mañana te cuento todo".
Después, apago el móvil y lo dejo encima de la mesilla de noche. Cuando levanto la cabeza, Aren está completamente desnudo.
Como si hubiese visto algo prohibido, retiro la mirada.
—¿Qué estás haciendo?
—Me voy a la ducha, ¿vienes?
Me mira con despreocupación, como si su desnudez no tuviese ningún tipo de efecto en mí. Cuando en realidad mis mejillas están ardiendo y siento un leve cosquilleo entre mis piernas.
Tal vez eso era lo que pretendía.
—Primer... —me trabo de forma estrepitosa. Aren se ríe en voz baja—. Primero tenemos que hablar —replico con una voz firme.
Mantengo la mirada fija en los ojos del moreno, pero lo que se encuentra entre sus piernas capta toda mi atención.
Y con razón. Qué grande es.
—No, primero tengo que quitarme toda la suciedad que tengo encima —me corrige—. Luego, hablamos sobre todo lo que tú quieras.
—Yo me ducho después de ti.
Aren arquea una ceja, escéptico, pero no dice nada al respecto.
—Vale. No tardaré mucho.
Justo cuando dice esto, sale por la puerta de su habitación y se mete en el cuarto de baño.
Si estuviesen sus compañeros de piso, Lucas y María, lo habrían visto desnudo. Pero supongo que a él eso le da igual. Tiene un cuerpo espectacular y no tiene nada que ocultar a los demás.
En cambio, yo...
Sacudo la cabeza y retiro esos pensamientos de mi cabeza.
Puede que no tenga el cuerpo perfecto, ya que no voy al gimnasio para ejercitarlo como lo hace él, pero me encuentro sana y nunca me he sentido acomplejada.
No tengo muchas tetas, pero sí las suficientes para que un escote me quede bien. Tengo bastante culo, y las prendas ceñidas me lo acentúan todavía más. Me gusto tal y como soy. Creo que tengo un cuerpo decente para una chica de mi edad, y estoy contenta con él aunque no sea perfecto.
Sin embargo, solo con pensar en la posibilidad de que Aren me pueda ver desnuda, todas mis inseguridades salen a flote. Y más habiendo visto ese cuerpo tallado por los dioses, que claramente se merece algo a su altura.
Me dirijo hacia el espejo y me miro con detenimiento. Cuando me duche, mi pelo dejará de estar liso y no tendré una base de maquillaje que tape mis granos. Tampoco me verá con esta sombra de ojos azul que me hace mirada de gata. Aren me mirará y verá a Mariana en su esplendor.
Puedo ver la cara de horror que pongo al pensarlo, y me planteo coger mis cosas y largarme antes de que todo eso ocurra. Pero Aren se adelanta y aparece por la puerta de la habitación, recién duchado y con una toalla tapándole lo que antes estaba descubierto.
Sus abdominales siguen mojados y me pilla mirándolos. Su sonrisa se ensancha, y yo chasqueo la lengua, fingiendo que me pone nerviosa que me haya pillado. Cuando realmente es así. Estoy demasiado nerviosa.
—Ya puedes ducharte —me informa mientras se seca el pelo con otra toalla—. ¿O quieres que yo lo haga por ti? Yo no tengo ningún problema, ya lo sabes —se burla al ver que sigo quieta en mi sitio.
—Ah, sí. Voy ahora.
Pero me mantengo quieta. Sin saber muy bien qué hacer. ¿Me desnudo aquí como lo ha hecho él? ¿Me espero a hacerlo en el baño? ¿Y si eso le decepciona? ¿Y si no le gusta lo que ve de mí? ¿Y si no soy buena en el sexo y dejo de gustarle?
Aren levanta una ceja, extrañado.
—¿Estás bien? —se acerca a mí con cierta preocupación.
—Sí, es solo que... —me quedo en silencio—. Nada, voy ya. ¿Me dejas una toalla?
—Tienes un albornoz limpio en el baño, así como un camiseta y unos calzoncillos para que puedas dormir con ellos —me hace saber.
—Genial, gracias.
Aren me agarra de la mano. Sigue observándome con expresión preocupada.
—Si te sientes incómoda en algún momento, puedes decírmelo. Lo sabes, ¿no? —me sonríe de forma tranquilizadora.
Pero al fijarme en sus ojos, veo que él también está un poco nervioso. Le sonrío de vuelta al saber que ambos estamos en la misma situación.
—Lo sé perfectamente, pero estoy bien —le aseguro—. ¿Tú estás bien? —señalo su nariz recién golpeada.
—Sí, creo que la medicación y el hielo han hecho su efecto.
Su nariz está mucho menos hinchada, y ya vuelve a tener un tamaño parecido al de antes. Me acerco y dejo un pequeño beso en ella, ocasionando la risa de Aren.
—Me ducho rápido y vuelvo enseguida.
Cuando llego al baño y cierro la puerta, suelto un suspiro largo que espero que Aren no haya oído. Luego abro el agua caliente y comienzo a desvestirme.
Me meto dentro de la ducha.
El agua caliente cae por encima de mí, pero no me siento menos nerviosa. Es más, hay un emoción dentro de mí que hasta ahora no había experimentado.
—¿Qué me pasa? —me pregunto a mí misma.
Los cosquilleos son cada vez mayores y me fijo en que justamente hoy me he depilado al completo, como si supiera lo que iba a pasar.
Porque sé lo que va a pasar cuando salga de la ducha.
Porque es lo que quiero que pase desde hace un tiempo.
Cuando me enjabono por tercera vez, siento que es el momento adecuado para terminar de ducharme. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero espero que no mucho. Cierro la manilla del agua y salgo de la ducha.
Me pongo el albornoz y me seco la humedad del pelo antes de abrir la puerta. Veo que el pijama que Aren me ha dado está ahí, pero decido ignorarlo por completo.
Mis manos están temblando, pero consigo agarrar el pomo y salir del baño sabiendo lo que estoy a punto de hacer.
Aren está sentado encima la cama, esperándome. Cuando me ve llegar, deja el móvil en la mesilla y centra toda su atención en mí.
—¿Te ha sentado bien la ducha? —me pregunta con una sonrisa.
Yo no digo nada y me doy la vuelta, dándole la espalda y esperando que mi táctica funcione. Aren se levanta de la cama y se dirige hacia mí.
—¿Ha pasado algo?
Niego con la cabeza.
—Siéntate —le ordeno.
Los ojos del moreno se abren de par en par. Durante unos segundos se queda en shock, pero rápidamente me obedece sin decir nada al respecto. Se sienta a los pies de la cama, con una expresión de interés absoluto puesta en mí.
Entonces yo camino hacia él, todavía con el albornoz puesto. Me coloco entre sus piernas y, cuando veo que está a punto de decir algo, abro mi albornoz y dejo al descubierto todo lo que hay debajo de él.
Aren cierra la boca. Después la abre, y la vuelve a cerrar al instante. Sus ojos observan mis pechos con detenimiento, para luego bajar por mi vientre y acabar en mi sexo. Escucho que su respiración es mucho más fuerte ahora, y que traga saliva varias veces.
Se queda en silencio, observando cada detalle de mi cuerpo como si fuera una obra de arte. No puedo evitar ponerme nerviosa ante su mirada felina.
—Es la primera vez que me desnudo en frente de un chico.
Mi confesión ocasiona que salga de su estupefacción. Ahora me mira a los ojos y puedo notar un deseo ardiente en ellos.
—Joder, Mariana. Pues no saben lo que se han perdido.
Me río.
— Si antes pensaba que eras perfecta, ahora todavía más.
Aren me agarra de las caderas y me aproxima hacia él. Yo me dejo llevar, sin saber muy bien qué hacer.
—¿Puedo... besarlos? —señala a mis pechos con la mirada.
Yo accedo con la cabeza y me siento a ahorcajadas sobre él. Lo único que nos separa ahora mismo es la tela de los calzoncillos que lleva puestos.
Aren deja un reguero de besos en mi cuello, hasta cerrar sus labios sobre mi pezón derecho. Yo arqueo mi espalda debido al placer, y noto que mi vagina palpita como nunca antes lo había hecho.
Acto seguido, sube una de sus manos lentamente por mi cuerpo, hasta llegar a mi boca. Yo la tengo abierta, así que aprovecha el momento para meterme el dedo pulgar en la boca, mientras él sigue succionando y lamiendo mis pezones.
Lo lamo con los ojos cerrados, y escucho a Aren gemir. Su pene también está muy duro, y lo noto justo debajo de mí.
Solo una tela nos separa.
El chico saca su dedo de entre mis dientes y levanta la cabeza para besarme. Le muerdo el labio y él me empuja todavía más contra su pecho.
—Joder, estoy muy cachonda —susurro cuando me está besando el cuello.
—¿Estás cachonda? —repite.
—Mucho.
—¿Cuánto...? —me pregunta mientras mete su lengua dentro de mi boca, para luego alejarse y dejarme con ganas de más.
Me está provocando.
—Nunca había tenido tantas ganas de algo.
Comienzo a mover mis caderas de atrás hacia adelante, ocasionando que el pene de Aren también se mueva conmigo. Él suelta un suspiro de exasperación.
—No creo que pueda aguantar mucho más —me confiesa en un jadeo.
Yo lo miro.
—Pues no te contengas.
Entonces el moreno me agarra de los muslos, y apoya mi cuerpo contra la cama. Ese movimiento me excita tanto que no puedo evitar emitir un gemido.
Ahora es él el que está encima de mí.
Atrapa la piel de mi vientre entre sus labios, para seguir hacia abajo y deslizar sus dientes por mi monte de Venus. Yo entierro mis dedos en su pelo, y tiro un poco debido al placer que me causan sus besos húmedos. Él levanta la mirada con una expresión interrogadora.
—¿Me quieres comer el coño? —consigo vocalizar.
Aren se ríe. Supongo que le sorprende que le haga esta pregunta cuando es obvio, o simplemente le hace gracia estar en esta situación conmigo cuando hace unos meses nos odiábamos.
—Te quiero comer el coño y que mojes la cama de lo mucho que te ha gustado —me mira con una expresión guarra que todavía me excita más—. ¿Puedo hacerlo?
—Puedes intentarlo —lo provoco.
El moreno se dirige con una sonrisa traviesa hacia mi vagina, me abre las piernas con suavidad y su lengua localiza mi clítoris. Comienza a rodearlo, lo estimula y, en el momento en que se hincha, lo coge con sus labios y tira de él. Gimo con fuerza.
Muevo mi sexo sobre su boca. La lengua de Aren entra y sale de mí. Mil sensaciones recorren mi cuerpo y me dejo llevar por él. Esta noche, y en este momento, soy completamente suya.
Cuando empuja un largo dedo dentro de mí, la piel me arde y el palpitar de mi vagina ya es insoportable. Su lengua y su dedo siguen trabajando para conseguir mi orgasmo. Esto no es nada parecido a cuando me toco a mí misma. Esto es otro nivel de placer.
Me corro, y cuando regreso a la realidad, él levanta la cabeza.
—Estás empapada —gruñe mientras se acerca a mi cuello, para comenzar a devorarlo.
Su dedo sigue entrando y saliendo de mi vagina, hasta que lo detengo. Necesito tenerlo a él dentro de mí. Necesito culminar este deseo tan desesperado que siento por él, y que él lo haga conmigo. Aren me mira, desconcertado.
—Quítate los calzoncillos.
Dirijo la mirada a su pene mientras lo digo. Está erecto, como a punto de explotar, y la cara de sufrimiento del moreno me confirma que lo está pasando mal.
—Si me los quito...
—Hazlo —no le doy tiempo a terminar.
Me incorporo lentamente de la cama para quitárselos, pero él me detiene.
—Un momento —murmura.
Se levanta de la cama y se dirige hacia uno de los cajones de su habitación. Trae un condón consigo y lo coloca justo a mi lado, para después poner su cuerpo encima del mío.
Aren me coge de una de las manos y la lleva hacia su pene. Me estremezco cuando siento el contacto de su piel de ahí abajo, y lo miro con sorpresa. Es la primera vez que toco un pene. Un pene grande y erecto. El pene de Aren.
Es suave, y me sorprende la excitación que siento al tocarlo.
—Yo... yo nunca he hecho una paja.
Los dos nos miramos. Es mejor que lo sepa antes de hacer un desastre debido a mi inexperiencia. Pienso que se va a reír, pero se aproxima hacia mí y me planta un morreo con lengua que me deja sin respiración.
—Joder, me estás poniendo muy cachondo en este momento.
Me pongo roja al instante. Sabía que Aren me deseaba sexualmente; pero que lo dijese ahora, justo cuando estaba mostrando mis inseguridades en frente de él, era algo distinto. Y me hacía sentir de puta madre.
—Tranquila, yo te ayudo.
El moreno mueve nuestras manos de arriba a abajo alrededor de su pene, y presiona en un punto preciso para que yo también lo haga. Lo repite una vez más, y después me suelta la mano. Empiezo a repetir los mismos movimientos con inseguridad, pero cuando presiono en dicho lugar y escucho a Aren gemir, sé que lo estoy haciendo bien.
Ahora mi mano ya se mueve con soltura. Mientras le pajeo, no puedo evitar mirar su cara de satisfacción. Lo tengo bajo mi poder, como siempre había querido, y eso me encanta demasiado.
—Esa cara de guarra... —susurra contra mi boca.
Él me está manoseando los pechos, como si intensase aprendérselos de memoria.
—¿Te gusta mi cara de guarra? —le pregunto con chulería.
—No sabes cuánto te deseo ahora mismo...
—Házmelo saber.
Mi mano suelta el agarre de su pene y me tiendo de nuevo sobre la cama. Señalo tímidamente con mi cabeza hacia el condón, y Aren entiende la indirecta a la perfección.
Se quita los calzoncillos y los deja en el suelo de la habitación. Luego, coge el envoltorio de plástico y se pone el condón mientras me mira a los ojos. Noto que está nervioso porque sus manos tiemblan un poco.
Ahora ya no hay ningún milímetro de tela que nos separe.
Nos miramos directamente a los ojos. Me besa y yo le beso. Aren cubre su cuerpo con el mío y se coloca entre mis piernas. Mete primero la punta y contengo la respiración, esperando algún tipo de dolor, pero no me duele.
Es una sensación... rara. La presión es intensa, ya que su pene es definitivamente más grande que el dedo que ha metido minutos antes dentro de mí.
—¿Te duele?
—No, está bien —jadeo mientras rodeo mis brazos alrededor de su espalda, apretándola con fuerza—. Sigue, por favor.
Aren me penetra con cuidado. Roza mis mejillas con sus labios, y después me besa despacio. En un momento, cambio el ángulo de mis caderas, permitiéndole que pueda penetrarme hasta el fondo. Los dos suspiramos cuando el moreno mete su pene por completo dentro de mí.
Una vez dentro, se mueve muy lento. Sé que está intentando no hacerme daño, pero yo quiero más. Quiero que los dos disfrutemos de esta experiencia al máximo.
—No te contengas —le pido.
—No quiero hacerte daño.
—No vas a hacerme daño —susurro cerca de su oreja, mientras la muerdo juguetonamente—. Si confío plenamente en alguien en este mundo, es en ti.
Después coloco mis piernas alrededor de sus caderas, permitiéndole de esta forma que pueda embestirme con más fuerza.
Aren chasquea la lengua, y esta vez me la mete con mayor fuerza y velocidad que antes. El ritmo incrementa con cada penetración, le agarro del pelo y él me besa.
Los codos de Aren descansan a cada lado de mi cabeza. Sus caderas golpean hacia adelante. Cuando toca un punto profundo de mí, yo clavo mis uñas en su espalda, y ambos soltamos un gran gemido. Arqueo mi columna y cierro los ojos, mi boca sigue pegada a la suya.
—Voy a correrme —arremete contra mí una última vez antes de llegar al clímax.
Se desploma en mi cuerpo cuando consigue eyacular. Su corazón golpea contra mis pechos y, en este momento, entre sudor y gemidos, sé que él es la persona adecuada.
Él siempre ha sido la persona adecuada.
Los dos nos quedamos así, jadeando y sin respiración, durante unos segundos. El moreno me acaricia la cara y se aparta lentamente para sacar su pene de mi interior. No deja de besarme y acariciarme durante todo el proceso de separación.
Creo que me he quedado sin palabras.
—Ahora mismo, así, desnuda y sudada, estás más preciosa que nunca —me dice de repente.
—¡Cállate! —le doy un golpe en el pecho, avergonzada—. Seguro que estoy horrible.
Me tapo la cara con las manos, pero Aren me las quita y me aproxima hacia él, cubriéndome con sus brazos en su pecho desnudo.
—No te avergüences —me suplica—. No conmigo.
—Eres un romántico —me río.
—¿Y qué hay de malo en eso?
—No hay nada de malo. De hecho, me gusta —levanto mi cabeza para mirarlo a los ojos—. Me gusta verte siendo un simp por mí.
—¿Que yo soy un simp por ti? —se ofende— ¿Desde cuándo?
—Desde que nos encontramos en Barcelona y me pagaste la fianza —le recuerdo con picardía.
—Lo hice por mi hermana —puntualiza.
—Yaya... —niego con la cabeza—. Ahí ya querías llevarme a la cama.
Aren comienza a hacerme cosquillas para que retire lo dicho, pero no lo hago. Cansado, vuelve a tumbarse sobre la cama, mientras desliza su mano hasta mi culo.
—Bueno, puede ser —termina accediendo.
Está sonriendo como un tonto enamorado.
—¡Lo sabía! —exclamo—. ¡Auch!
El moreno me ha pegado tal nalgada que me ha hecho vibrar todo el cuerpo. Le miro con cara de pocos amigos, pero él se hace el desentendido.
—Pídeme perdón —le exijo con un dedo amenazador.
—Perdón —suspira sin ningún ápice de arrepentimiento—. Es que quería hacerlo desde hace mucho tiempo.
Chasqueo la lengua contra el paladar, incrédula.
—Eres increíble...
Antes de que pueda terminar la frase, él se acerca a besarme. Introduce su lengua dentro de mi boca y nos besamos apasionadamente durante varios minutos, como si fuésemos dos adolescentes.
Cuando nos separamos, me fijo en su cara y pienso que es imposible que una persona luzca tan bien después de follar. Sin embargo, Aren lo hace. Está mucho más guapo que nunca y tiene un brillo en los ojos que lo hace increíblemente atractivo.
Supongo que eso es lo que ocasiona el sexo.
—Estás muy guapo —le devuelvo el cumplido. Él me mira como si hubiese dicho la cosa más interesante del mundo—. Y tu cuerpo es... enorme.
—¿Solo mi cuerpo? —me guiña un ojo de forma juguetona
—¿Quieres que diga que tu polla es enorme?
—Bueno, si eres tú la que lo dices...
—Quedas tú de humilde, ¿no?
—Claro —se encoge de hombros.
—Pues sí. Tu polla es enorme —le doy la razón—. De hecho, temí por mi vida en cuanto la vi entre mis piernas—exagero la situación.
Aunque en parte sea verdad.
Aren suelta una gran carcajada, mientras se la mira como si no la hubiese visto en años.
—Ya lo sabía.
Después, me acaricia los brazos con ternura. Luego los hombros, la espalda, la cadera y el pelo; provocando que casi me quede dormida. Yo también le acaricio el pecho con mis uñas, mientras veo cómo su abdomen sube y baja tranquilamente.
—¿Estás bien, Mar?
Lo escucho decir.
—Sí, Aren —me acurruco contra su pecho—. Contigo siempre.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
¡VAYA, QUÉ CALOR! 🔥🔥🔥
No estoy acostumbrada a escribir este tipo de contenido, pero creo que era necesario para el desarrollo de la historia porque... ¡MARIANA HA SUPERADO SUS INSEGURIDADES Y HA TENIDO SEXO CON AREN! 🥳
Espero haber estado a la altura y que os haya gustado. Sin embargo, aunque ahora todo sea fuego y pasión, os recuerdo que todavía les queda una conversación pendiente 👀
Gracias por esperarme, comentarme y votar en la historia ❤️ Vuestro apoyo es fundamental y sé que, gracias a él, Cambio de aires tendrá un final digno. ¡Decidme lo que opináis en los comentarios!
Un saludo y nos leemos ✨
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro